Vuelve la crisis del euro
En realidad, los problemas de la deuda soberana de la eurozona nunca acabaron. Simplemente, optamos por mirar hacia otro lado
De las muchas mentiras europeas, ninguna es m¨¢s grande que la afirmaci¨®n de que la crisis de la deuda soberana de la eurozona se hab¨ªa resuelto. Los funcionarios, los gobernadores de los bancos centrales y los economistas fracasaron colectivamente a la hora de decirle la verdad al poder: que una uni¨®n monetaria dentro de un mercado monetario del siglo XXI no funciona sin un activo l¨ªquido y seguro; que el Banco Central Europeo (BCE) no puede simular los efectos econ¨®micos de un activo seguro comprando eternamente deuda nacional; que un fondo de recuperaci¨®n de 312.000 millones de euros a lo largo de cinco a?os es una minucia para una econom¨ªa de 15 billones de euros al a?o.
La UE muestra su mejor cara cuando opera sobre una base jur¨ªdica s¨®lida: la pol¨ªtica comercial, el mercado ¨²nico y la pol¨ªtica de competencia. La uni¨®n monetaria tiene un banco central y unas cuantas normas fiscales, pero eso es todo. El euro introdujo tensiones que no se habr¨ªan producido de otro modo. Acab¨® sembrando la desconfianza entre los Estados miembros. Recordemos las sabias palabras de lord Dahrendorf, excomisario europeo y acad¨¦mico, quien advirti¨® de que el euro, dise?ado para acercar a los pueblos de Europa, acabar¨ªa por dividirlos. Esto es exactamente lo que ocurri¨® durante la crisis del euro. La relaci¨®n entre Alemania y Grecia nunca se recuper¨®. No podemos recordar una ¨¦poca en la que hubiera tanta desconfianza como la actual.
La crisis pol¨ªtica en Italia deber¨ªa servir de recordatorio de la permanente vulnerabilidad de la eurozona. Pero no es solo Italia. Esta vez, tanto Alemania como Italia son d¨¦biles. Si Vlad¨ªmir Putin cortara los flujos de gas a Alemania esta semana, la consecuencia ser¨ªa una profunda recesi¨®n con fuertes repercusiones para el resto de la eurozona. Si el BCE no consigue estabilizar los precios porque persigue demasiados objetivos, por ejemplo las finanzas verdes y la reducci¨®n de los diferenciales, yo esperar¨ªa un resurgimiento del debate sobre la disoluci¨®n del euro.
El BCE no tiene la culpa de las crisis de precios del ¨²ltimo a?o. Pero s¨ª es culpable por tardar en responder. Incluso ahora, con una inflaci¨®n del 8% y unas expectativas de inflaci¨®n desvinculadas del objetivo, el tipo de inter¨¦s sigue siendo de -0,5%, y no llegar¨¢ a cero hasta septiembre.
El error imperdonable de la pol¨ªtica del BCE es la orientaci¨®n futura, el hecho de atarse la mano a la espalda con la vana esperanza de hacer m¨¢s cre¨ªble su pol¨ªtica. El BCE tendr¨ªa que haber detenido las compras de activos en marzo, y haber subido los tipos de inter¨¦s a cero entonces. Esta semana, el consejo regulador tendr¨ªa que estar debatiendo la segunda o tercera subida de tipos del a?o.
Lo que el BCE no deber¨ªa debatir en absoluto es un plan de monetizaci¨®n de la deuda bajo la apariencia de una herramienta contra la fragmentaci¨®n. El efecto de las compras de activos es bajar los tipos de inter¨¦s. Es exactamente lo contrario de lo que se necesita ahora. El banco central no puede ocuparse de un hundimiento del mercado de bonos derivado de una crisis pol¨ªtica. La supervivencia del euro es asunto de los pol¨ªticos. Una cosa es haber hecho esto en medio de una crisis y otra muy distinta es seguir intent¨¢ndolo siempre.
Christine Lagarde debe hacer gala de liderazgo. Tiene que resistir la presi¨®n del mercado para apuntalar el mercado de bonos italiano. Y decirle al Consejo Europeo que est¨¢ poniendo en peligro la integridad y la cohesi¨®n de la eurozona, a menos que arreglen los problemas que sus predecesores decidieron no abordar.
Quiz¨¢ sea un buen momento para desenterrar una propuesta desechada en 2010, consistente en un plan para crear eurobonos a partir de los tramos seguros de la deuda p¨²blica nacional. Dejemos que los Estados miembros asuman la responsabilidad del resto, y que incumplan estas cosas si es necesario. Los vol¨²menes de deuda denominada en euros deben ser lo suficientemente grandes como para sustituir a la deuda nacional como garant¨ªa en las transacciones del banco central y del mercado monetario. La UE debe completar la uni¨®n bancaria y la uni¨®n de los mercados de capitales. Si no hay voluntad pol¨ªtica para hacerlo, tendremos que ser honestos y concluir que no hay voluntad pol¨ªtica para mantener el euro unido.
Acertar en esto har¨ªa m¨¢s por la causa de la integraci¨®n europea que una agenda hiperactiva de promesas que la UE jam¨¢s cumplir¨¢: el Objetivo 55 [de reducci¨®n de las emisiones en al menos un 55%], el Estado de derecho o una pol¨ªtica europea de defensa y seguridad. La gran lecci¨®n de las sucesivas crisis del euro es que hay que terminar lo que se empieza.
Sin embargo, no es esto lo que preveo que pasar¨¢. Est¨¢ en el ADN de la UE endulzar sus crisis en lugar de resolverlas. En un momento en el que necesitamos urgentemente un enfoque claro, la visi¨®n europea sigue siendo borrosa.
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