Qu¨¦ dif¨ªcil es ser negacionista
El reto del cambio clim¨¢tico es tal que necesitamos del mejor conocimiento disponible. Bienvenidas sean las cr¨ªticas si obligan a revisar cada conclusi¨®n. Pero quienes las hagan deben ser conscientes de todas las evidencias acumuladas y huir de cualquier frivolidad
La lectura de la ¨²ltima columna de Fernando Savater, titulada Negacionistas, me llev¨® a pensar que hacen bien los intelectuales y analistas en cuestionar los consensos sociales y cient¨ªficos. ?Cu¨¢l, si no, es su raz¨®n de ser? Por mucho que en Espa?a en junio, julio y agosto las olas de calor se hayan extendido durante 42 d¨ªas ¡ªsiete veces m¨¢s que el promedio calculado entre 1980 y 2010¡ª, que la superficie quemada por incendios de sexta generaci¨®n relacionados con el cambio clim¨¢tico superase ya a mediados de agosto la suma de la calcinada en los cuatro a?os anteriores juntos, o que la sequ¨ªa est¨¦ desecando humedales, vaciando acu¨ªferos, arruinando cosechas y dejando a poblaciones sin agua para beber siquiera, pese a todo ello, es importante pensar m¨¢s all¨¢ de las evidencias y hacerlo con esp¨ªritu cr¨ªtico.
La dificultad estriba en hacerlo con el rigor suficiente para que el conocimiento avance, dado que en la comunidad cient¨ªfica este es un debate pr¨¢cticamente zanjado despu¨¦s de 50 a?os acumulando evidencias y discutiendo resultados. De lo contrario se corre el peligro de caer en la frivolidad. Algo de esto est¨¢ pasando con algunos ilustres pensadores que, o bien por desconocimiento de la materia o por necesitar de eso que Bourdieu llam¨® la distinci¨®n, defienden una posici¨®n diferente a lo que el consenso cient¨ªfico avala, en especial en lo referente al cambio clim¨¢tico.
El primer problema que tienen hoy los negacionistas del cambio clim¨¢tico es encontrar autores de referencia y prestigio en quienes apoyar su argumentaci¨®n. Como no abundan, a menudo tienen que recurrir a expertos con escasa o nula autoridad cient¨ªfica, a los que dibujan como los aut¨¦nticos sabios independientes que se atreven a desvelar las verdades que nadie dice. Esto es lo que ha ocurrido, sin ir m¨¢s lejos, con Steven E. Koonin, al que Savater alude como autoridad en la materia. Exdirector cient¨ªfico de la petrolera BP y colaborador de Obama ¡ªcon escaso ¨¦xito si se observan las pol¨ªticas del expresidente¡ª , su ¨²ltimo libro, Unsettled?, se ha convertido en referencia de trumpistas, a la par que ha sido ampliamente criticado por destacados cient¨ªficos, que lo acusan de carecer del rigor necesario.
Otra de las dificultades de los negacionistas es articular su cr¨ªtica con datos sin confundir conceptos b¨¢sicos. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se se?ala un momento pasado con temperaturas muy altas como supuesta prueba de que no existe un progresivo calentamiento. Que se diga, sin mostrar registro alguno, que en San Sebasti¨¢n en 1947 un d¨ªa llegaron a los 53 grados no significa nada. En primer lugar, porque los registros m¨¢s altos de la Aemet para toda Espa?a muestran un r¨¦cord de 47,6? el 14 de agosto de 2021 en La Rambla (C¨®rdoba) y para San Sebasti¨¢n de 39,7? en la estaci¨®n de Igeldo y 42,7? en la de Hondarribia, ambos este verano. Y, en segundo lugar, porque, aunque un d¨ªa se hubieran dado registros en Miraconcha de 53 grados, eso ser¨ªa un episodio aislado sin m¨¢s trascendencia.
Como toda disciplina, la ciencia del clima trabaja con conceptos precisos, como la diferencia entre ¡°tiempo¡± y ¡°clima¡±. Mientras que el ¡°tiempo¡± hace referencia a las condiciones meteorol¨®gicas de un momento dado, el ¡°clima¡± alude a su evoluci¨®n temporal mediante la utilizaci¨®n de decenas de millones de datos estad¨ªsticos obtenidos desde hace d¨¦cadas, procedentes de miles de centros de observaci¨®n y seguimiento en continentes, mares, polos y atm¨®sfera. Es esto ¨²ltimo lo que est¨¢ cambiando a marchas forzadas y con ello llegan toda una serie de efectos encadenados, como muestra el informe de un grupo de cient¨ªficos encabezados por David I. Armstrong y recientemente publicado en Science (tras sus correspondientes revisiones por expertos de la disciplina), en el que se advierte de que estamos cerca de sobrepasar puntos de inflexi¨®n clim¨¢tica como el colapso de la capa de hielo en Groenlandia y la Ant¨¢rtida Occidental, la p¨¦rdida del permafrost, la muerte masiva de los corales tropicales y el colapso de las corrientes en el mar de Labrador.
No es f¨¢cil tampoco para los negacionistas ni los esc¨¦pticos entender c¨®mo hacer prospectiva con fen¨®menos complejos trabajando con escenarios y probabilidades. El estudio de lo ocurrido ha permitido a centenares de cient¨ªficos constatar que el calentamiento global se est¨¢ acelerando, con un incremento ya de 1,1? de media en el planeta, m¨¢s de 2? en Europa y 1,7? en Espa?a. Cuando la ciencia del clima tiene que proyectar lo que puede pasar en el futuro, tiene que trabajar sobre rangos de incertidumbre; de ah¨ª los escenarios. No obstante, los modelos que se elaboraron hace 40 y 50 a?os fueron considerablemente certeros, y en ocasiones incluso se quedaron cortos.
Tras a?os de estudio, la conclusi¨®n clara y contundente de alrededor del 97% de la comunidad cient¨ªfica ¡ªeste consenso hoy rotundo no siempre fue as¨ª¡ª es el reconocimiento ¡°inequ¨ªvoco¡±, en palabras del IPCC, de que la humanidad ¡°ha calentado la atm¨®sfera, el oc¨¦ano y la tierra¡±. Y a?ade, por vez primera, de forma tajante: ¡°El cambio clim¨¢tico inducido por el hombre ya est¨¢ afectando a muchos fen¨®menos meteorol¨®gicos y clim¨¢ticos extremos en todas las regiones del mundo. La evidencia de los cambios observados en extremos como olas de calor, fuertes precipitaciones, sequ¨ªas y ciclones tropicales, y, en particular, su atribuci¨®n a la influencia humana se ha fortalecido desde el AR5 [el informe de 2013]¡±.
Las dificultades de los negacionistas crecen cuando se trata de considerar las repercusiones econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas del cambio clim¨¢tico, que tambi¨¦n las hay. Como es sabido, adem¨¢s de por sentido com¨²n por informes de los m¨¢s variados organismos internacionales, ONG e institutos de an¨¢lisis econ¨®mico, los pa¨ªses m¨¢s pobres, que son los que menos han contribuido al cambio clim¨¢tico, son tambi¨¦n quienes menos recursos tienen para hacerle frente y m¨¢s dependientes son del medio natural, lo que les hace sufrir las consecuencias de forma m¨¢s cruda. Pero incluso en el industrializado y confortable Occidente no tienen los mismos instrumentos para afrontar las temperaturas extremas quienes viven en casas con buenos aislamientos y pueden encender sin m¨¢s preocupaci¨®n el aire acondicionado o la calefacci¨®n que los cuatro millones y medio de personas que se calcula que viven en pobreza energ¨¦tica en Espa?a. ?Qu¨¦ hacer ante un fen¨®meno de esta magnitud? Se puede optar por dejar que el mercado resuelva, se puede elegir plantear pol¨ªticas de decrecimiento o dise?ar estrategias de transici¨®n justa. Se puede y se debe ¡ª?ya urge!¡ª debatir todas las opciones posibles, salvo una: decir que ya nos adaptaremos a lo que venga sin describir c¨®mo evitar el desastre, la injusticia y el incremento de desigualdad que el cambio clim¨¢tico lleva aparejado. Hoy hay evidencia suficiente para constatar que ese fen¨®meno producido por el modelo de desarrollo vigente lo cambia todo, compromete las condiciones biof¨ªsicas en las que se desenvuelve la vida en el planeta y acarrea pobreza e injusticia, a la par que tensiona a las sociedades y pone en jaque algunos de los elementos b¨¢sicos de las democracias liberales.
El reto que supone hacer frente al cambio clim¨¢tico es de tal magnitud que necesitamos de los mejores conocimientos disponibles de todas las disciplinas trabajando juntas. Bienvenidas sean las cr¨ªticas y los cuestionamientos si obligan a considerar cada uno de los consensos, a matizar cada afirmaci¨®n y a revisar cada conclusi¨®n con el objetivo de mejorar el conocimiento y su tratamiento. Ahora bien, necesitamos que quienes lo hagan sean conscientes de todas las evidencias ya acumuladas, a partir del m¨ªnimo conocimiento exigible, el m¨¢ximo rigor y, sobre todo, huyendo de cualquier atisbo de frivolidad.
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