Los puercoespines queremos libertad
El invierno de crisis que se acerca es tan solo un ejemplo de un invierno mucho m¨¢s largo y peligroso desde el punto de vista del liberalismo ilustrado, una perspectiva que realmente hace temblar
¡°Quien tiene un porqu¨¦ para vivir se aviene casi con cualquier c¨®mo¡±, afirm¨® Nietzsche en una ocasi¨®n. Entonces no ten¨ªa en mente una temperatura ambiente de 18 grados ni una duplicaci¨®n de los precios de los alimentos o una cuadruplicaci¨®n de los de la gasolina como los que las actuales perspectivas de crisis anticipan. El cr¨ªtico de la cultura se pronunciaba m¨¢s bien contra un utilitarismo demasiado banal y, en sus ¨²ltimas consecuencias, contrario a la libertad, seg¨²n el cual la simple funci¨®n de la moral y la pol¨ªtica es permitir que el mayor n¨²mero posible de seres humanos experimente el mayor grado alcanzable de felicidad. Precisamente en tiempos de crisis, seg¨²n Nietzsche, el recurso de motivaci¨®n m¨¢s importante no es una justicia redistributiva definida en abstracto, sino un horizonte formulado individualmente de lo que significa llevar una vida con sentido y autodeterminada.
La relevancia de la sentencia de Nietzsche para el invierno de descontento que se avecina es evidente. La cuesti¨®n de por qu¨¦ vale la pena vivir se convierte, en tiempos de m¨¢xima tensi¨®n, en equivalente de la pregunta de por qu¨¦ merece la pena renunciar o incluso luchar. Y de la misma manera que no hay duda de que, en los pr¨®ximos meses, la guerra de agresi¨®n rusa contra Ucrania exigir¨¢ a las democracias de Europa una cantidad de renuncias como no han vivido desde hace al menos medio siglo, tampoco la hay de que una ret¨®rica demasiado abstracta sobre los principios o el deber (¡°defensa de los valores¡±, ¡°deber moral de solidaridad¡±) no llevar¨¢ a ninguna parte en primera instancia, y pronto conducir¨¢ a una fatiga explosiva.
Quien quiera una representaci¨®n visual de la encrucijada de la inminente fase de resistencia, puede remitirse a una imagen del maestro intelectual de Nietzsche, Arthur Schopenhauer. La par¨¢bola de Schopenhauer describe una sociedad de puercoespines, los cuales ¡°en un fr¨ªo d¨ªa de invierno se api?aron muy juntos para que el calor que se dieran unos a otros los protegiera de morir congelados. Sin embargo, no tardaron en sentir las p¨²as de los dem¨¢s, lo cual hizo que volvieran a separarse. Cuando la necesidad de calentarse los acerc¨® de nuevo, el mal de las p¨²as se repiti¨®, de manera que se ve¨ªan arrojados de un mal a otro hasta que encontraron una distancia intermedia a la cual pod¨ªan soportarlo mejor¡±.
Dif¨ªcilmente podr¨ªan describirse con mayor precisi¨®n las abrumadoras exigencias del pr¨®ximo invierno. El hecho de que Schopenhauer se refiera a los puercoespines como ¡°sociedad¡± pone de relieve no solo los aspectos puramente privados del dilema, sino tambi¨¦n, expl¨ªcitamente, los pol¨ªticos y morales: por supuesto que la energ¨ªa vital propia debe emplearse para proteger a los dem¨¢s, pero es igualmente necesario poner l¨ªmites bien definidos a la voluntad de formar un reba?o con la clara conciencia de que ello produce heridas dif¨ªciles de curar.
En las democracias occidentales existen actualmente fuerzas pol¨ªticas y gobiernos que conciben la obligaci¨®n de mantener la distancia social impuesta por el Estado a la manera del reba?o de Schopenhauer como soluci¨®n higi¨¦nico-energ¨¦tica ideal para el futuro. Se implantar¨¢ un r¨¦gimen centralizado, que contar¨¢ presumiblemente con una estricta legitimaci¨®n cient¨ªfica, con el objetivo de permitir que el mayor n¨²mero posible de ciudadanos actuales y futuros vivan, o, para ser m¨¢s exactos, sobrevivan, de la manera m¨¢s saludable, sostenible y, por ende, energ¨¦ticamente eficiente. Y esto podr¨ªa hacerse contra su voluntad individual expl¨ªcita, si es necesario, llegando incluso a socavar en gran medida los derechos fundamentales y los principios de mercado por los que se rigen precisamente las sociedades liberales. Esta idea profundamente utilitarista e iliberal es el enlace dist¨®pico que conecta las experiencias de los dos ¨²ltimos inviernos de coronavirus en Europa occidental con el pr¨®ximo invierno de estrangulamiento energ¨¦tico decretado.
No est¨¢ claro que esta permanente ret¨®rica de crisis sobre la ¡°hibernaci¨®n colectiva¡± sea capaz de estabilizar las democracias modernas. Al fin y al cabo, nadie renuncia voluntariamente a nada si todo lo que se le ofrece a cambio es la perpetuaci¨®n, controlada desde el exterior, de esa misma renuncia. Pero el problema no es solo de viabilidad, sino que afecta a la esencia misma de nuestra autopercepci¨®n liberal. A diferencia de los sistemas totalitarios, la naturaleza de las sociedades abiertas es ofrecer a los ciudadanos algo m¨¢s que la perspectiva de la mera supervivencia. El porqu¨¦ que gu¨ªa a las sociedades progresistas nunca es solo sobrevivir colectivamente, sino vivir una buena vida lo m¨¢s autodeterminada y con las mejores expectativas posibles.
Desde esta perspectiva, el hecho de que James Watt patentara la m¨¢quina de vapor en la misma d¨¦cada en que Immanuel Kant llev¨® a la madurez su filosof¨ªa de la autoilustraci¨®n cr¨ªtica de los sujetos responsables es mucho m¨¢s que una simple coincidencia hist¨®rica. En las sociedades libres de Occidente, la movilidad era y es el verdadero signo de la mayor¨ªa de edad, y la soberan¨ªa energ¨¦tica representa la condici¨®n misma de la posibilidad de un autodesarrollo libre.
Con este tel¨®n de fondo, resulta inquietante lo poco claro que est¨¢ qu¨¦ configuraci¨®n adoptar¨¢ en el futuro un discurso liberal orientador bajo el signo de un estrangulamiento perpetuo, al parecer sin alternativas, de la energ¨ªa y la movilidad, o c¨®mo se podr¨ªa implementar democr¨¢ticamente. Los relatos propuestos por ahora, todos ellos basados en el principio de ¡°menos es m¨¢s¡±, suenan m¨¢s a conjuro para ahuyentar el mal y carecen de toda plausibilidad en el mundo real. Adem¨¢s, se basan sin excepci¨®n en un recorte m¨¢s o menos expl¨ªcito de la libertad de elecci¨®n individual por parte del Estado. Visto as¨ª, el ¡°invierno de los puercoespines¡± que se acerca constituye tan solo un ejemplo del invierno mucho m¨¢s largo y peligroso desde el punto de vista pol¨ªtico del liberalismo ilustrado, una perspectiva que realmente hace temblar.
El fil¨®sofo John Stuart Mill refut¨® en una ocasi¨®n el estricto utilitarismo colectivo de sus hom¨®logos brit¨¢nicos argumentando que el bienestar impuesto desde fuera nunca satisface del todo a quien piensa por s¨ª mismo: ¡°Mejor ser un S¨®crates insatisfecho que un necio satisfecho¡±. Por decirlo en una variante adaptada al presente: ¡°Mejor ser un S¨®crates tiritando que un puercoesp¨ªn abrigado por el Estado¡±.
Lo que probablemente habr¨¢ que demostrar pronto, y hasta encarnar.
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