La izquierda frente a la globalizaci¨®n
Ni el nacionalismo tramposo del Brexit ni el proteccionismo trumpista han sabido plantear una alternativa que preserve la capacidad de los Estados nacionales para regular su econom¨ªa
El modelo actual de globalizaci¨®n, escasamente regulado y basado en la libre circulaci¨®n de mercanc¨ªas y capitales, ha impulsado el crecimiento econ¨®mico y ha permitido que millones de trabajadores de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo saliesen de la pobreza. Sin embargo, no todo son ventajas: la globalizaci¨®n ha generado tambi¨¦n una fuerte rivalidad entre pa¨ªses por atraer y conservar inversiones, trasladando la competencia del ¨¢mbito empresarial al de los propios sistemas fiscales y de protecci¨®n social, y condicionando la capacidad de los Estados nacionales para recaudar impuestos, regular las relaciones laborales o proteger el medio ambiente.
En definitiva, la globalizaci¨®n ha mermado la capacidad de las democracias europeas para financiar el Estado del bienestar y amparar a los m¨¢s desfavorecidos, al tiempo que ha incrementado la presi¨®n sobre sus trabajadores, especialmente sobre los menos cualificados, al obligarlos a competir con los de pa¨ªses con salarios y sistemas de protecci¨®n muy inferiores.
Lamentablemente, las respuestas pol¨ªticas a este problema planteadas hasta el momento distan mucho de poder considerarse satisfactorias, y obedecen m¨¢s a planteamientos populistas, encaminados a rentabilizar pol¨ªticamente el descontento de los llamados ¡°perdedores de la globalizaci¨®n¡±, que a una reflexi¨®n ser¨ªa sobre los desaf¨ªos a los que nos enfrentamos. Ni el nacionalismo tramposo del Brexit ni el proteccionismo trumpista han sabido plantear una alternativa que preserve la capacidad de los Estados nacionales para regular su econom¨ªa y proteger a sus ciudadanos sin sacrificar el multilateralismo, la apertura y la eficiencia econ¨®mica global.
Sin embargo, en los ¨²ltimos tiempos ha ido cobrando fuerza una idea capaz de combinar ambos objetivos de manera equilibrada. Tras las debilidades econ¨®micas y geopol¨ªticas evidenciadas por la pandemia de la covid-19, las disrupciones en la cadena global de suministro y la guerra en Ucrania, el concepto de autonom¨ªa estrat¨¦gica, ligado inicialmente a la defensa europea, ha ido ampliando su significado y conquistando nuevos espacios hasta constituir en la actualidad una alternativa sobre la que fundamentar una nueva pol¨ªtica econ¨®mica e industrial para la Uni¨®n Europea y para Espa?a.
La escasez inicial de determinados productos sanitarios, a los que pronto se a?adir¨ªan otros componentes imprescindibles para nuestra industria, como los semiconductores, puso de manifiesto los riesgos de la deslocalizaci¨®n y la necesidad de incrementar nuestra autonom¨ªa industrial y tecnol¨®gica. Mientras que la guerra en Ucrania ha evidenciado la necesidad de garantizar la autonom¨ªa europea tambi¨¦n en el ¨¢mbito de la energ¨ªa y la alimentaci¨®n. Por otra parte, no podemos ignorar que la transici¨®n ecol¨®gica y digital supondr¨¢ un aumento sin precedentes de la demanda de algunos minerales, como el litio y el cobalto, en los que Europa es claramente deficitaria.
En consecuencia, se ha hecho evidente la necesidad de garantizar una autonom¨ªa estrat¨¦gica no solo en el plano militar, sino tambi¨¦n en el tecnol¨®gico y el econ¨®mico, como ¨²nica forma de que los europeos podamos vivir conforme a nuestras leyes y nuestros principios sin que estos se vean compelidos por ninguna potencia exterior.
El concepto de autonom¨ªa estrat¨¦gica no implica, por tanto, una vuelta al proteccionismo o la autarqu¨ªa. La cooperaci¨®n con otros pa¨ªses, la apertura comercial y el multilateralismo son valores perfectamente compatibles con el principio de autonom¨ªa estrat¨¦gica; ya que esta simplemente busca garantizar que mantendremos nuestra capacidad de elegir c¨®mo queremos gobernarnos frente a posibles presiones exteriores, y que cooperaremos siempre y cuando esa libertad no se vea coartada, como socios e iguales, desde nuestra propia visi¨®n y posici¨®n.
Los Fondos Next Generation de la Uni¨®n Europea est¨¢n claramente dise?ados para impulsar la autonom¨ªa estrat¨¦gica de Europa, precisamente en ¨¢mbitos tan vitales como las energ¨ªas renovables, la industria y la tecnolog¨ªa. La Ley Europea del Chip, el Plan de Acci¨®n en Materias Primas Cr¨ªticas o los PERTE aprobados por el Gobierno en el marco del Plan de Recuperaci¨®n, Transformaci¨®n y Resiliencia responden igualmente a este prop¨®sito.
Pero como socialdem¨®crata no puedo ignorar que, desde un punto de vista pol¨ªtico, la autonom¨ªa estrat¨¦gica significa algo m¨¢s. Significa, en primer lugar, el reconocimiento de que una globalizaci¨®n sin reglas, fundamentada exclusivamente en los principios liberales, no solamente es perjudicial para determinadas clases sociales, sino que condiciona incluso nuestra soberan¨ªa y nuestra libertad. Significa tambi¨¦n que el Estado tiene un papel fundamental en la econom¨ªa, impulsando y protegiendo determinados sectores estrat¨¦gicos, y en la educaci¨®n y la investigaci¨®n, para garantizar nuestra independencia tecnol¨®gica. Y significa que es posible esbozar un proyecto de pa¨ªs, enmarcado en Europa, que preserve nuestra soberan¨ªa y nuestra capacidad de ofrecer soluciones a los m¨¢s desfavorecidos, sin necesidad de caer ni en los viejos nacionalismos centr¨ªpetos ni en los nuevos populismos oportunistas.
Significa, en definitiva, que, a falta de nuevas reglas e instituciones capaces de gobernar la globalizaci¨®n, la izquierda ha encontrado por fin, y dentro de la tradici¨®n europea de una econom¨ªa abierta, argumentos dif¨ªcilmente discutibles con los que empoderar nuevamente a los Estados nacionales, y a la propia UE, en beneficio de sus ciudadanos.
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