Por una cr¨ªtica de la izquierda desde la izquierda
Ha de celebrarse que surjan nuevos gobiernos progresistas en Am¨¦rica Latina, pero acecha el estalinismo que ahoga cualquier disidencia desde sus filas y, de esta forma, la acaba equiparando al populismo de derechas
Ante la creciente amenaza fascista que se expande como una mancha de agua desde Italia y Alemania hacia el resto de Europa, diversos partidos y grupos de izquierda ¡ªentre los que se cuentan desde republicanos y anticlericales hasta socialistas, comunistas y anarquistas¡ª conforman grandes coaliciones para contener al enemigo com¨²n. No sin dificultades, estos Frentes Populares aumentan su influencia y llegan al poder en Francia y Espa?a, aunque, una vez all¨ª, se ven desgarrados por las pugnas entre sus facciones. Hoy sabemos, adem¨¢s, que se hallaban infiltrados por pertinaces esp¨ªas sovi¨¦ticos que no solo buscaban controlar a sus dirigentes, sino eliminar cualquier cr¨ªtica hacia Stalin y el modelo de sociedad que se empe?aba en imponer.
La consigna de los agentes del Komintern establec¨ªa que, m¨¢s all¨¢ de los errores o desv¨ªos de los partidos y gobiernos aliados de Mosc¨², cualquier autocr¨ªtica significaba un apoyo a los enemigos. Adem¨¢s de los casos de Gide, Orwell, Weill o Koestler, quienes acabar¨ªan por mostrar su desencanto hacia la URSS, granje¨¢ndose la enemistad de sus antiguos compa?eros de ruta, miles m¨¢s fueron acallados, denunciados, ridiculizados, denigrados o ejecutados por oponerse, desde la izquierda, a los excesos o errores de su propio campo: hasta el m¨ªnimo desv¨ªo de la l¨ªnea oficial era visto como una traici¨®n que los convert¨ªa en imperialistas o fascistas encubiertos, como los infelices que aceptaron sus culpas durante los Juicios de Mosc¨².
Casi un siglo despu¨¦s, cuando Am¨¦rica Latina vira otra vez hacia la izquierda ¡ªy Europa hacia la derecha¡ª, el argumento estalinista se vuelve a escuchar con fuerza: cualquier cr¨ªtica hacia los gobiernos progresistas desde sus propias filas se torna inadmisible. Basta que alguien se manifieste contra ciertas pol¨ªticas, se?ale hipocres¨ªas, desaciertos o enga?os de sus l¨ªderes, para que las acusaciones de servir al enemigo ¡ªahora identificado, a vuelapluma, con el neoliberalismo¡ª no se hagan de esperar. Como se comprob¨® tr¨¢gicamente en los a?os treinta del siglo pasado, nada resulta tan perjudicial para la izquierda como la falta de este examen interno que la vuelve, a la postre, desp¨®tica.
Sorprende, por ejemplo, que tantos simpatizantes de izquierda celebren el mapa de Am¨¦rica Latina que, seg¨²n ellos, vuelve a pintarse de un solo color: un tenue rojo que, seg¨²n ellos, ilumina Cuba, M¨¦xico, Argentina, Bolivia, Honduras, Nicaragua, Venezuela, Chile y Colombia y, si las encuestas no fallan, muy pronto tambi¨¦n Brasil. Semejante ejercicio responde, en el mejor de los casos, a una pobre simplificaci¨®n y, en el peor, a una ceguera voluntaria. Para empezar, ni Cuba ni Venezuela ni Nicaragua son reg¨ªmenes de izquierda, por m¨¢s que la encarnasen en sus inicios, a menos que se la quiera asociar con la represi¨®n. Cuba es una dictadura: el injustificable bloqueo estadounidense ¡ªque no aplica a otras tiran¨ªas como Arabia Saud¨ª¡ª no basta para redimirla. Lo mismo puede decirse de la Nicaragua de Ortega y Murillo, dedicada a aplastar y encarcelar con id¨¦ntico celo a sus opositores. Venezuela, por su parte, tampoco podr¨ªa considerarse una naci¨®n democr¨¢tica. Cualquier gobierno ¡ªo persona¡ª que en verdad se llame de izquierda no deber¨ªa dejar de se?alar las constantes violaciones a los derechos humanos cometidas a diario en estos lugares.
En M¨¦xico y Argentina nos hallamos frente a gobiernos que han articulado amplias coaliciones donde lo mismo caben la extrema izquierda que sectores reaccionarios, a los que se han sumado miembros de las antiguas y detestadas ¨¦lites pri¨ªstas y peronistas, con resultados desiguales. La apuesta por militarizar la seguridad p¨²blica coloca al Gobierno de L¨®pez Obrador cada vez m¨¢s cerca del populismo de derechas. Tras un periodo de profunda inestabilidad, Bolivia y Honduras apenas recuperan cierto rumbo, mientras que Per¨² se halla sumido en el caos debido a la impericia de su presidente. En este escenario, apenas Chile, con su nueva generaci¨®n de l¨ªderes ¡ªy a pesar del rechazo al proyecto de nueva Constituci¨®n¡ª, y Colombia, aunque a¨²n sea pronto para decirlo, representan una s¨®lida esperanza para la izquierda latinoamericana.
?Cu¨¢l es el baremo para juzgar cu¨¢les gobiernos son aut¨¦nticas opciones de izquierda? Los agrupar¨ªa, b¨¢sicamente, en tres rubros: pol¨ªticas sociales y recuperaci¨®n del Estado de bienestar; pol¨ªticas de redistribuci¨®n y combate a la desigualdad ¡ªque han de contemplar una reforma fiscal que tase a los m¨¢s ricos¡ª; y una rigurosa agenda de derechos ciudadanos, con un ¨¦nfasis en la recuperaci¨®n del Estado de derecho, la igualdad de g¨¦nero, la diversidad sexual, ¨¦tnica y ling¨¹¨ªstica. Dejando de lado a Cuba, Nicaragua y Venezuela ¡ªque, insisto, son reg¨ªmenes autoritarios¡ª, y el impasse peruano, en los dem¨¢s pa¨ªses de la regi¨®n ha habido tantos avances como retrocesos. En el caso mexicano, por ejemplo, mientras, por un lado, hay que celebrar los apoyos a sectores tradicionalmente marginados y el importante aumento al salario m¨ªnimo, resulta imposible no deplorar la inclemente austeridad ¡ªt¨ªpicamente neoliberal¡ª, el desd¨¦n hacia la sociedad civil, la ciencia y la cultura o el cada vez mayor auge militarista. En otros pa¨ªses, el balance resulta igual de incierto.
El neoliberalismo ha ido una ideolog¨ªa tan escurridiza y perniciosa que contamina incluso a quienes se jactan de aborrecerla. Si a ello se suma que, a fin de llegar al poder y conservar su popularidad, numerosos l¨ªderes coquetean con el populismo de derechas ¡ªlos extremos se tocan y resulta dif¨ªcil distinguir a Maduro y Ortega de Bukele y Bolsonaro¡ª, una cr¨ªtica a la izquierda desde la izquierda se vuelve indispensable. Por desgracia, parecer¨ªa que es lo que menos ans¨ªan algunos de nuestros gobernantes: cada ma?ana, L¨®pez Obrador ¡ªpara retomar el caso mexicano¡ª acusa a activistas de derechos humanos, feministas, columnistas y periodistas asociados con la izquierda de haberse vuelto conservadores solo porque no tolera la menor indisciplina.
Es la misma t¨¢ctica que recomendaban los manuales del Komintern: polarizar al m¨¢ximo a la sociedad para que esta se divida en dos campos antag¨®nicos, de modo que, si no est¨¢s con nosotros, est¨¢s con ellos. Las redes sociales se dedican, como antes los panfletos comunistas, al trabajo sucio: a la menor cr¨ªtica al l¨ªder en turno llueven las acusaciones de a?orar a los gobiernos del pasado, de actuar por rencor al haber perdido privilegios o de venderse al enemigo. Este manique¨ªsmo sirve, de id¨¦ntica manera, a la derecha opositora, ansiosa por reclutar entre sus filas a cualquier cr¨ªtico de sus rivales, aunque no simpatice con sus ideas. El pavoroso escenario de los a?os treinta del siglo XX no deber¨ªa repetirse: si la izquierda no acepta la cr¨ªtica desde la izquierda se convierte en aquello que aspira a combatir.
Ha de celebrarse que en muchas partes de Am¨¦rica Latina las antiguas oligarqu¨ªas conservadoras, empe?adas en mantener sus privilegios desde tiempos ancestrales, y de sumir a sus sociedades en la desigualdad y la violencia, al fin sean apartadas del poder. Pero ello no significa darle carta blanca a los reg¨ªmenes que se proclaman progresistas sin serlo. A ellos les corresponde no solo admitir la cr¨ªtica entre sus filas, sino propiciarla con denuedo, pues se trata de un elemento crucial para crear sociedades m¨¢s justas, m¨¢s igualitarias y m¨¢s libres. El siglo XX nos ense?¨® con creces que, cuando la izquierda pierde su voluntad cr¨ªtica, extrav¨ªa su alma.
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