Hablemos de deuda
Aunque no sea deseada, es posiblemente la menos da?ina de las variables de ajuste ante eventos como los vividos en estos a?os. Imagin¨¦mos qu¨¦ habr¨ªa sido de la econom¨ªa espa?ola sin esta v¨¢lvula de escape
En alg¨²n momento, Europa deber¨¢ sentarse a hablar de la deuda p¨²blica acumulada en los ¨²ltimos lustros, tras los estragos causados por la crisis financiera internacional de 2008, la crisis del euro de 2012, la pandemia de 2020 y el actual shock de precios energ¨¦ticos y alimentarios.
A esa cita del d¨ªa despu¨¦s deber¨ªamos llegar con la cuesti¨®n de las reglas fiscales europeas resuelta. Dichas reglas, de las cuales conocemos ya una primera propuesta, deben contribuir a racionalizar los ejercicios presupuestarios y, en casos como el espa?ol, a contener la hemorragia que suponen los d¨¦ficits primarios persistentes.
A pesar de que la propuesta de la Comisi¨®n mantiene los criterios del 3% de d¨¦ficit y del 60% de deuda, las diferencias con el marco hasta ahora vigente, en suspenso desde 2020, son significativas.
En primer lugar, se propone simplificar las normas a favor de una regla de gasto primario neto (que excluye el pago de intereses de la deuda y el gasto en prestaciones por desempleo) y en detrimento del criterio de d¨¦ficit estructural, cuya estimaci¨®n ha sido objeto de controversia durante a?os.
En segundo lugar, se ganar¨ªa flexibilidad: la Comisi¨®n plantea sendas de ajuste a cuatro a?os, extensibles a siete, en funci¨®n de la situaci¨®n de cada pa¨ªs, con la finalidad de no penalizar la inversi¨®n y el crecimiento de la econom¨ªa.
Y en tercer lugar, se pretende una mejora del control, por medio de sanciones m¨¢s realistas y reforzando el papel supervisor de las autoridades fiscales independientes ¡ªAiref, en el caso de Espa?a¡ª.
En esencia, es una propuesta posibilista y pragm¨¢tica, que trata de conciliar crecimiento econ¨®mico y sostenibilidad fiscal, pero poco ambiciosa. El punto d¨¦bil de la propuesta es que, aunque estas normas pueden contribuir a corregir el presente (d¨¦ficit presupuestario), dif¨ªcilmente bastar¨¢n para corregir el pasado (deuda acumulada) y tampoco nos pondr¨¢n al abrigo de accidentes como los vividos en los ¨²ltimos 15 a?os. Es poco probable que una senda de ajuste presupuestario, por benevolente y voluntariosa que sea, vaya a ser suficiente para conducir las actuales ratios de deuda hasta el 60% del PIB fijadas en el Tratado de Maastricht. De hecho, la propia propuesta de la Comisi¨®n suprime el criterio 1/20 para la senda de reducci¨®n de la ratio de deuda. Recordemos que la deuda de los pa¨ªses que hoy forman la eurozona nunca ha estado en ese nivel objetivo (su m¨ªnimo fue el 66% del PIB en 2007 y su m¨¢ximo el 99% en 2020 ¡ªactualmente se sit¨²a en el 97%¡ª).
Para lograr algo as¨ª har¨ªan falta al menos dos d¨¦cadas consecutivas de vientos favorables: crecimiento elevado, inflaci¨®n adecuada, tipos de inter¨¦s reducidos y super¨¢vit primario significativo. Nadie sabe c¨®mo va a ser el mundo en los pr¨®ximos veinte a?os, pero es razonable pensar que los pa¨ªses de la eurozona van a tener que afrontar en ese tiempo reformas estructurales, recesiones y otros imprevistos (consciente de ello, la Comisi¨®n propone mantener la cl¨¢usula de escape).
Aunque sea dif¨ªcil de admitir en una cultura calvinista, la deuda p¨²blica no es el resultado de un ejercicio voluntarista de contabilidad nacional. ?Ojal¨¢ bastase con presupuestar ingresos y gastos en la direcci¨®n adecuada! El entorno macroecon¨®mico determina la evoluci¨®n de la deuda tanto o m¨¢s que el super¨¢vit o d¨¦ficit primario; y en concreto, el crecimiento del PIB, la inflaci¨®n, las condiciones financieras y el comportamiento c¨ªclico de los ingresos y el gasto en protecci¨®n social.
Todo lo anterior aconsejar¨ªa un acuerdo europeo sobre la deuda, complementario a la reforma de las normas fiscales. Puede que no se den ahora mismo las condiciones para abordar un acuerdo de ese tipo, pero antes o despu¨¦s la racionalidad conducir¨¢ a estudiar otras f¨®rmulas que permitan reducir la deuda. Es probable que una parte se perennice en el balance del BCE. Soluciones t¨¦cnicas de este tipo, y otras m¨¢s osadas, se han adoptado en el pasado y esta vez no ser¨¢ diferente. La Historia econ¨®mica est¨¢ ah¨ª para record¨¢rnoslo.
Ojal¨¢ en el futuro se desarrolle una capacidad fiscal com¨²n que sirva de estabilizador a la econom¨ªa de la eurozona. Ser¨ªa deseable. Mientras eso ocurre, no est¨¢ de m¨¢s reflexionar sobre la racionalidad del endeudamiento p¨²blico. ?Qu¨¦ es, concretamente, lo que la deuda de hoy supone a las generaciones futuras?
La respuesta inmediata es que la deuda supone una carga que legamos a las generaciones futuras, al igual que ocurre con los intereses de la deuda que soportamos los contribuyentes de hoy y que tienen su origen en el pasado.
Sin duda, eso es cierto, pero no es todo. A diferencia de las personas f¨ªsicas, los Estados tiene una longevidad perenne, lo cual les habilita para refinanciar su deuda de manera sistem¨¢tica, a condici¨®n de ser solventes y cre¨ªbles. As¨ª, satisfacen los intereses de la deuda p¨²blica en tiempo y forma, y cuando un pr¨¦stamo llega a su vencimiento lo saldan con una nueva emisi¨®n de deuda. De esta manera, la carga resultante son los intereses, no el principal de la deuda. Esto significa, en el caso concreto de Espa?a, que una deuda del 118% del PIB le supone al contribuyente un coste del 2,2% del PIB anual.
Ese 2,2% son, actualmente, unos 26.000 millones de euros, un volumen m¨¢s que considerable, si bien muy lejos de los 1,4 billones del total de deuda. Por eso, cuando se afirma que estamos dejando a nuestros hijos o nietos una carga insoportable, no es exactamente as¨ª. De hecho, est¨¢ en m¨ªnimos.
En todo caso, esa carga debe ser asumible y, sobre todo, sostenible: porque esos 26.000 millones son recursos que no estamos destinando a otras necesidades de gasto ¡ªo a reducir ingresos¡ª, y porque esa cantidad puede incrementarse en funci¨®n del entorno econ¨®mico, un riesgo que es mayor cuanto mayor es el volumen de deuda acumulada. De hecho, es muy probable que la carga de intereses aumente en los pr¨®ximos a?os, aunque no de manera inmediata ni dram¨¢tica, dada la normalizaci¨®n de los tipos de inter¨¦s a la que estamos asistiendo tras una d¨¦cada de excepcionalidad. Nuevamente, son las condiciones macroecon¨®micas, los mercados financieros y los acreedores quienes tienen la ¨²ltima palabra.
Asimismo, conviene no olvidar que, aunque no sea deseada, la deuda p¨²blica es posiblemente la menos da?ina de las variables de ajuste ante eventos como los vividos en los ¨²ltimos a?os. Si nos parece que la econom¨ªa espa?ola todav¨ªa est¨¢ convaleciente de las ¨²ltimas crisis, imaginemos qu¨¦ habr¨ªa sucedido sin esta v¨¢lvula de escape que ha permitido, a¨²n con todas sus deficiencias, mantener la cohesi¨®n social y sostener el tejido productivo en momentos singularmente adversos.
En cierto modo, el coste de los intereses de la deuda se asemeja al pago de un seguro de riesgo ante eventos sist¨¦micos. Por otra parte, ?no es razonable que el coste de determinadas inversiones e infraestructuras f¨ªsicas y sociales que van a beneficiar a m¨¢s de una generaci¨®n de contribuyentes se reparta en el tiempo? ?Qu¨¦ pa¨ªs dejar¨ªamos en herencia si no fuera por la deuda p¨²blica? ?Es un coste excesivo en comparaci¨®n con el beneficio que aporta? Sin duda, es necesario reducirla, pero a menudo se nos olvida que la deuda p¨²blica, como la privada, tiene su raz¨®n de ser.
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