El canciller discreto y sus esfuerzos para influir en una Europa en guerra
Diez meses despu¨¦s del mensaje sobre el ¡®Zeitenwende¡¯, no parece que en Alemania se haya iniciado un proceso de transformaci¨®n radical. En cuestiones se seguridad militar, Olaf Scholz sigue arrastrando los pies
Hace un a?o, el 8 de diciembre de 2021, Olaf Scholz, del Partido Socialdem¨®crata (SPD), jur¨® su cargo como nuevo canciller federal de Alemania. Inesperadamente, los votantes alemanes hab¨ªan preferido al taciturno y tecn¨®crata ministro de Finanzas y vicecanciller del pa¨ªs, que en su campa?a electoral prometi¨® estabilidad interna y renovaci¨®n social. La pol¨ªtica exterior apenas se tuvo en cuenta. Los alemanes miraron hacia dentro, no hacia fuera.
Pero entonces lleg¨® la guerra de Rusia contra Ucrania. Y de repente Scholz habl¨®. Europa hab¨ªa entrado en un punto de inflexi¨®n trascendental, un Zeitenwende, lo llam¨® ¨¦l, al tiempo que anunciaba una audaz evoluci¨®n en pol¨ªtica exterior, de seguridad y energ¨¦tica. Reformar y reforzar las Fuerzas Armadas (Bundeswehr). Desde aquel d¨ªa de finales de febrero de 2022, el canciller ha salido de forma intermitente a la palestra para rogar a los europeos que se mantengan firmes frente a la agresi¨®n rusa. Pero las grandes palabras han estado acompa?adas de pocas obras. Aunque en Alemania se siente ¡ªimpuesta desde fuera (Zwang)¡ª una clara obligaci¨®n de guiar y estar en cabeza, desde que tom¨® el poder Scholz le est¨¢ siendo dif¨ªcil al pa¨ªs tener un peso pol¨ªtico real tanto en Europa como en el mundo. ?Por qu¨¦? ?Qu¨¦ ha fallado?
Cuando el canciller Scholz firm¨® el acuerdo de coalici¨®n con los liberales (FDP) y Los Verdes, todos prometieron ¡°atreverse a avanzar m¨¢s¡± durante los pr¨®ximos cuatro a?os (mehr Fortschritt wagen). Su programa de reformas socioecon¨®micas para Alemania era ambicioso. Por el contrario, era innegable que el nuevo Gobierno tardar¨ªa en hacerse hueco en el escenario internacional, entre otras cosas porque la experiencia de Scholz y sus ministros en pol¨ªtica internacional era limitada.
Tras ejercer como abogado durante varios a?os (especializado en derecho laboral), Scholz entr¨® en el Bundestag a los 40 a?os, en 1998, y ascendi¨® r¨¢pidamente en las filas del SPD, hasta convertirse en secretario general en 2002 y vicepresidente del partido en 2009. Entre 2011 y 2018 regres¨® a su ciudad natal, Hamburgo, para ocupar con ¨¦xito la alcald¨ªa y luego volvi¨® a Berl¨ªn para formar parte del cuarto Gobierno de la democristiana Angela Merkel.
Cuando tom¨® posesi¨®n como canciller, Scholz ¡ªsiempre prudente¡ª prometi¨® de inmediato la ¡°continuidad¡± de la pol¨ªtica exterior. Pero la ausencia de Merkel del ¨¢mbito internacional, despu¨¦s de 16 a?os, se hizo notar enseguida. Merkel hab¨ªa consolidado el papel de Alemania en el mundo. En un planeta cada vez m¨¢s ca¨®tico y lleno de desequilibrios, dominado por machos fanfarrones, la tranquila doctora Merkel hab¨ªa sobresalido. Con su marcha, se abri¨® un vac¨ªo internacional.
El momento no pod¨ªa ser peor: se estaba gestando una nueva crisis en torno a Ucrania, despu¨¦s de que la Rusia de Putin hubiera empezado a desplegar una enorme cantidad de tropas en la frontera oriental del pa¨ªs vecino a finales de noviembre. Y quiz¨¢ no fue coincidencia que el 17 de diciembre, solo nueve d¨ªas despu¨¦s de que Merkel abandonara el cargo, el Kremlin presentara a Estados Unidos y a la OTAN un inesperado ultim¨¢tum en el que exig¨ªa oficialmente unas garant¨ªas de seguridad vinculantes, al tiempo que aspiraba a reescribir muchos de los principios que sustentan la seguridad europea desde el final de la Guerra Fr¨ªa.
Es decir, el nuevo canciller alem¨¢n se encontr¨® desde el primer d¨ªa en la poco envidiable situaci¨®n de tener que poner verdaderamente a prueba sus habilidades diplom¨¢ticas y estar en el punto de mira de los medios de comunicaci¨®n mundiales, ansiosos por saber c¨®mo iba a reaccionar Berl¨ªn a la crisis y c¨®mo iba a situarse entre Mosc¨², Washington y las capitales europeas.
Al fin y al cabo, el motor econ¨®mico de Europa, la Alemania unificada, era en 2021 el mayor pa¨ªs occidental que manten¨ªa m¨²ltiples lazos comerciales con Rusia, una relaci¨®n que naci¨® con la Ostpolitik de Willy Brandt en los a?os sesenta. En general, la geograf¨ªa y la historia hacen que la relaci¨®n de Alemania con Rusia sea complicada y ¨²nica entre sus vecinos europeos. Desde los a?os noventa, incluso se la ha denominado ¡°relaci¨®n especial¡± (Sonderverh?ltnis); aunque los acontecimientos m¨¢s recientes dan una imagen mucho m¨¢s negativa de la creciente interdependencia germano-rusa y, en especial, del papel de los socialdem¨®cratas en ese sentido. Pero no nos equivoquemos, la interesada pol¨ªtica de los alemanes respecto a Rusia y la dependencia energ¨¦tica que ellos mismos se han creado ¡ªen parte de verdadera buena fe, en parte voluntariamente ingenua y en parte profundamente corrupta¡ª tuvieron partidarios entusiastas en todos los partidos pol¨ªticos. Y adem¨¢s envalentonaron a Putin y quiz¨¢, seg¨²n algunos analistas, incluso le permitieron emprender su guerra.
Durante los 100 primeros d¨ªas de gobierno de Scholz surgieron abundantes preguntas sobre la unidad del Gabinete y el rumbo de su pol¨ªtica exterior. Mientras que la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, de Los Verdes, subray¨® la intenci¨®n de su partido de dar prioridad a los valores por delante de las relaciones econ¨®micas con Mosc¨² y Pek¨ªn, Scholz se mostr¨® partidario de seguir la pol¨ªtica exterior pragm¨¢tica y mercantilista de sus predecesores. Al comenzar su mandato, con la esperanza de replantear desde cero las relaciones con el Kremlin, declar¨® que los ¡°proyectos del sector privado¡± m¨¢s lucrativos, en particular el gasoducto ruso-alem¨¢n Nord-Stream II del mar B¨¢ltico, no deb¨ªan enredarse en debates sobre geopol¨ªtica y geo¨¦tica.
Estas tensiones dentro de la coalici¨®n, unidas a la vieja disputa en cada nuevo Gobierno alem¨¢n sobre si la pol¨ªtica exterior alemana la dirige el canciller o el ministro de Asuntos Exteriores, obligaron a Scholz ¡ªfamoso por su cautela¡ª a hacer en¨¦rgicas declaraciones. Para acabar con todas las especulaciones, dej¨® bien claro que, especialmente en relaci¨®n con el problema ruso, ¨¦l era el responsable. No obstante, durante todo el invierno siguieron plante¨¢ndose dudas sobre el liderazgo alem¨¢n, el peso del pasado nazi y la capacidad de chantaje de Mosc¨² a Berl¨ªn por su dependencia de los combustibles f¨®siles rusos.
Entonces lleg¨® el d¨ªa que conmocion¨® al mundo, el 24 de febrero de 2022; el d¨ªa en el que Vlad¨ªmir Putin emprendi¨® su ataque militar contra Ucrania. Se pusieron en marcha los carros de combate rusos, se dispararon misiles y se movilizaron los soldados. Por primera vez desde 1945, volv¨ªa a Europa una ¡°guerra de conquista¡±: el curso de la historia del continente estaba cambiando una vez m¨¢s.
Al Gobierno de Scholz no le qued¨® m¨¢s remedio que reevaluar el papel de Alemania en los asuntos internacionales. Y de inmediato empez¨® a verse sometido a un escrutinio cada vez mayor. La rigidez que sol¨ªa mostrar ante las c¨¢maras, la voz tranquila y mon¨®tona y el estilo discreto y pr¨¢ctico que le hab¨ªa granjeado el apodo de Scholz¨®mata daban la imagen de un canciller en segundo plano, al que algunos expertos acusaban incluso de negarse a dirigir nada. Ante la amenaza que afrontaba el orden europeo, ?qu¨¦ posici¨®n ten¨ªa Alemania?
El 27 de febrero, Scholz pas¨® a la ofensiva y proclam¨® una nueva era en la pol¨ªtica exterior alemana, la llamada Zeitenwende. Dijo que Alemania quer¨ªa dejar atr¨¢s el abandono que hab¨ªa ejercido tras la ca¨ªda del Muro en materia de defensa militar y su pasividad en pol¨ªtica exterior. Berl¨ªn iba a apoyar a sus aliados y a enfrentarse a la Rusia de Putin para pararle los pies. Prometi¨® una revisi¨®n de la Bundeswehr y que, ¡°a partir de ahora¡±, se dedicar¨ªa m¨¢s del 2 % del PIB a defensa y se dotar¨ªa un fondo de emergencia de 100.000 millones de euros para financiar ese aumento. Adem¨¢s, Alemania iba a hacer todo lo posible para independizarse del carb¨®n, el petr¨®leo y el gas rusos. Y adem¨¢s rompi¨® el tab¨² alem¨¢n de posguerra sobre la exportaci¨®n de armas a zonas de guerra para anunciar el suministro de armamento pesado a Ucrania con el fin de que Kiev pudiera defender su soberan¨ªa.
El ¡°trascendental¡± discurso recibi¨® todos los elogios y se calific¨® de hito hist¨®rico, sobre todo en las grandes capitales de la OTAN, donde llevaban muchos a?os lamentando que la Alemania unificada careciera de una pol¨ªtica de defensa seria. Parec¨ªa indicar la aparici¨®n de una Alemania nueva y pragm¨¢tica, dispuesta a asumir, por fin, cierta responsabilidad en la seguridad europea; un pa¨ªs dispuesto a dejar atr¨¢s su Zivilmachtsstatus (¡±estatus de potencia civil¡±) y su obsesi¨®n con las pol¨ªticas pacifistas y a actuar como gran potencia pol¨ªtica capaz de proveer una ¡°seguridad dura¡± proporcional a su peso econ¨®mico. Ahora bien, siempre pendiente del pasado y las sospechas de los dem¨¢s, Scholz matiz¨® sus ideas sobre el futuro poder¨ªo militar de Alemania en una entrevista concedida a la revista Time en abril: ¡°Tenemos que ser fuertes. No tan fuertes como para ser un peligro para nuestros vecinos¡±, dijo, ¡°pero s¨ª lo suficientemente fuertes¡±.
Pero las acciones de Putin hab¨ªan revelado que en Scholz hab¨ªa un segundo canciller, capaz de ser firme y audaz y de dar un giro pol¨ªtico radical. Por supuesto, con este hombre de voz suave, nacido en Hamburgo, las apariencias siempre hab¨ªan enga?ado. Un a?o antes, durante la campa?a electoral, un rival conservador se burl¨® de ¨¦l por su ¡°sonrisa de pitufo¡±, y Scholz respondi¨® al instante: ¡°Los pitufos son peque?os y astutos y siempre ganan¡±. No obstante, aparte del humor ir¨®nico y el ingenio, de la nueva ret¨®rica autoritaria y el tono decidido que emanaba de Berl¨ªn, ?Scholz ha conseguido alg¨²n cambio pol¨ªtico aut¨¦ntico?
Se oyeron unos cuantos discursos notables. Sin embargo, a pesar del lenguaje de firmeza, existen pocas pruebas, diez meses despu¨¦s del mensaje sobre el Zeitenwende, de que en Alemania se haya iniciado un proceso de transformaci¨®n radical. El electorado est¨¢ desilusionado, pese a que el Gobierno de Scholz acaba de prometer ampliar la vida ¨²til de tres de sus centrales nucleares hasta abril de 2023 para evitar una crisis energ¨¦tica, adem¨¢s de una iniciativa por valor de 200.000 millones de euros ¡ªfinanciada con deuda¡ª para contener los costes de la energ¨ªa hasta el pr¨®ximo invierno. Y los aliados de Alemania tambi¨¦n se sienten frustrados, aunque el Ministerio Federal de Asuntos Exteriores est¨¦ redactando febrilmente la primera estrategia de seguridad nacional y el ministro de Defensa siga insistiendo en que Alemania est¨¢ destinada, ¡°por nuestro tama?o, nuestra situaci¨®n geogr¨¢fica, nuestro poder econ¨®mico, en resumen, nuestro peso¡±, a ser una ¡°potencia l¨ªder en Europa, nos guste o no¡±.
La cruda realidad es que, en las cuestiones de ¡°seguridad militar¡±, Scholz se ha dedicado a arrastrar los pies y a envolverse en largos silencios. Se ha sumado a la tendencia hist¨®rica de Alemania a refugiarse en el multilateralismo tradicional y ha subrayado que por supuesto que Alemania act¨²a, tambi¨¦n a la hora de suministrar armas a Ucrania, pero que lo hace siempre dentro de la Uni¨®n Europea y la Alianza Atl¨¢ntica. No puede haber ning¨²n equipamiento que vaya por libre (Alleingaenge) porque Putin podr¨ªa malinterpretarlo como un intento alem¨¢n de participar directamente en el conflicto entre Kiev y Mosc¨² y, por consiguiente, de provocar una ¡°escalada¡± b¨¦lica. Como consecuencia, la percepci¨®n p¨²blica sigue siendo la misma: que Berl¨ªn no muestra que intente ni incluso que quiera estar entre los l¨ªderes ni dirigir nada.
Antes de que Alemania se unificara y recuperara su plena soberan¨ªa, el Gobierno de Bonn siempre alud¨ªa a diversas restricciones ex¨®genas para explicar por qu¨¦ Alemania Occidental no pod¨ªa intervenir f¨ªsicamente en las crisis internacionales: la historia, las normas, las leyes y la pol¨ªtica de la OTAN. Incluso despu¨¦s de la unificaci¨®n, en la crisis de Kuwait de 1990, Alemania prefiri¨® aportar marcos en vez de material; y tambi¨¦n se mantuvo bastante al margen de las misiones de mantenimiento de la paz de la Alianza durante las guerras de secesi¨®n yugoslavas. Las cosas cambiaron con Kosovo, con la ret¨®rica del canciller Schr?der sobre una nueva ¡°conciencia¡± alemana ¡ªla de una ¡°naci¨®n adulta¡±¡ª en 1998. Pero luego hubo un nuevo retroceso, como demuestra el hecho de que, en octubre de este a?o, el n¨²mero dos de Scholz en la canciller¨ªa dio a entender que Alemania es un pa¨ªs ¡°adolescente¡± que se siente ¡°hormonal¡±, es decir, profundamente inseguro de s¨ª mismo en materia de pol¨ªtica exterior y de seguridad.
El factor humano es muy importante. Hasta ahora, la coalici¨®n no ha logrado ponerse de acuerdo sobre c¨®mo gastar los 100.000 millones de euros de m¨¢s aprobados para defensa y parece totalmente confusa e incluso paralizada a la hora de tomar decisiones sobre el suministro (o la falta, m¨¢s bien) de armas pesadas a Ucrania. Y sin embargo, a pesar de las viejas limitaciones ¡ªnacidas de la culpabilidad de Alemania en la guerra y los miedos de los pa¨ªses vecinos¡ª a las que han tenido que someterse todos los cancilleres alemanes de la posguerra, hay que subrayar que algunos s¨ª dieron un paso al frente y se empe?aron en influir en los asuntos internacionales. Por ejemplo, bajo el mandato del formidable canciller del SPD Helmut Schmidt (1974-1982), en una d¨¦cada llena de crisis, Alemania Occidental no se mantuvo en segundo plano, sino que trabaj¨® sin reparos para mejorar la defensa y la capacidad de disuasi¨®n de la Alianza frente a una Uni¨®n Sovi¨¦tica en declive, todo ello sin dejar de esforzarse en impulsar la reducci¨®n del armamento nuclear. As¨ª se desemboc¨® en la famosa decisi¨®n sobre la doble v¨ªa tomada por la OTAN en 1979, que permiti¨® a la Rep¨²blica Federal adquirir el respeto internacional y un sitio en la mesa nuclear.
Por desgracia, es a¨²n m¨¢s desconcertante que, ahora que nuestro orden internacional tiene amenazada su existencia, el pa¨ªs que siempre ha pretendido ser el l¨ªder de Europa no haya sabido poner en pr¨¢ctica su grandiosa ret¨®rica de Zeitenwende. Ha llegado el momento de que el canciller alem¨¢n Scholz ponga en pr¨¢ctica lo que predica.
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