Usar cond¨®n se ha vuelto ¡®carca¡¯
Las generaciones m¨¢s j¨®venes han perdido el miedo a las enfermedades de transmisi¨®n sexual confiando en que la ciencia las cure si se contagian
Me cont¨® una amiga su ¨²ltima revisi¨®n ginecol¨®gica, en una de esas escenas t¨ªpicas de confesiones ¨ªntimas entre mujeres treinta?eras. ¡°El m¨¦dico me pregunt¨® si utilizo protecci¨®n en las relaciones sexuales, y le cont¨¦ que uso cond¨®n porque no tengo pareja estable. Pero la verdad, me da m¨¢s miedo quedarme embarazada que contraer una enfermedad de transmisi¨®n sexual (ETS) a estas alturas¡ ?A ti no te ocurre?¡±, me solt¨® mientras el caf¨¦ se me iba por el otro sitio.
Y eso de no temerle a una ETS est¨¢ muy extendido entre nuestros j¨®venes, pese a que nos escandalice. Los datos muestran un crecimiento apabullante de casos de gonorrea, s¨ªfilis, o clamidia en la ¨²ltima d¨¦cada en Espa?a. No ser¨ªa la primera vez que un amigo es avisado por alguna de sus parejas sexuales de haber contra¨ªdo una patolog¨ªa ven¨¦rea, con el fin de que se hiciera las pruebas para descartar el contagio. El cond¨®n va en descenso, o no se usa adecuadamente, porque no todo puede atribuirse a que ahora se detecten mejor esas enfermedades.
As¨ª que lo raro es que el tema no est¨¦ cada d¨ªa en los telediarios, ni se abra un debate p¨²blico profundo en las instituciones. O somos beatos, o somos hip¨®critas cuando se trata de sexo. Qu¨¦ verg¨¹enza supone reconocer que un colega, un hijo o una prima ha pillado una ETS, por el temor a que se vuelva una especie de ¡°apestado¡± o nos miren mal los de fuera.
El problema es que a veces solo nos centramos en juzgar la inconsciencia de ciertas conductas sexuales, en vez de buscar soluciones m¨¢s efectivas. Algunos dir¨¢n que tenemos una juventud muy viciosa o lasciva. No veas, est¨¢n todo el d¨ªa con las aplicaciones esas de citas. Y quiz¨¢s esto ¨²ltimo no sea del todo mentira. Esperar hasta el matrimonio para acostarse con alguien no es lo com¨²n en este siglo, y no resulta tan extra?o que los chavales tengan varias parejas sexuales a lo largo de la vida.
Sin embargo, el mayor cambio entre generaciones en lo relativo a las ETS no pivota tanto sobre la moral, como sobre el miedo. Nuestros padres fueron de la generaci¨®n que vio c¨®mo el sida arrasaba a personas y a familias. Ponerse el cond¨®n en los a?os ochenta pod¨ªa ser una elecci¨®n de muerte o de vida. En cambio, el avance de la ciencia ha ido diluyendo el miedo al VIH en el primer mundo, por la extensi¨®n de la pastilla PrEP o la eventualidad de que el virus se cronifique.
As¨ª pues, que todav¨ªa hoy la protecci¨®n en las relaciones sexuales se base en el miedo demuestra ser una estrategia de muy corto alcance. En ausencia del p¨¢nico a una ETS, a la juventud solo le quedar¨¢ el temor a un embarazo para obligarse a usar preservativo, como en el caso de mi amiga. Y nada podr¨ªa ser m¨¢s peligroso para las mujeres porque las desprotege y cuestiona las conquistas del feminismo.
Primero, descarga en las chicas, aunque sea injustamente, la ¨²ltima responsabilidad de usar el cond¨®n para no quedarse pre?adas. Y eso es terreno pantanoso a ciertas edades, donde la baja autoestima puede jugar malas pasadas. Una muchacha jovencita me confes¨® su miedo a exigir el preservativo cuando alg¨²n chico soltaba eso de ¡°es que a m¨ª no me gusta, me aprieta¡±. Cero dudas de que no est¨¢ sola en ese temor al rechazo.
Segundo, el miedo a un embarazo indeseado salta por los aires gracias al avance en libertades femeninas. Los m¨¦todos anticonceptivos de larga duraci¨®n, la p¨ªldora del d¨ªa despu¨¦s, o el derecho al aborto, difuminan la idea de una concepci¨®n no esperada. Y ser¨ªa un peligro que los ultras encontraran argumentos para afirmar que el aborto se usa como medida anticonceptiva, y no como recurso de emergencia.
Aunque no deja de ser el dibujo de una generaci¨®n ¡ªsin generalizar, obviamente¡ª?¨C eso de que algunos teman m¨¢s a un beb¨¦ que a una enfermedad ven¨¦rea. Muchos j¨®venes saben que no pueden permitirse tener hijos con sus sueldos m¨ªseros, o porque no lo desean, ya que les restar¨ªa autonom¨ªa para otros proyectos vitales. En cambio, a¨²n hay quien lo f¨ªa todo, temerariamente, a la esperanza de que la ciencia lo salve, si llega a infectarse de una ETS. C¨®mo viran las sociedades, que hoy ponerse el cond¨®n parece carca, restrictivo de los placeres carnales, cuando anta?o daba libertad al salvar tantas vidas humildes.
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