Asimetr¨ªas en la comunicaci¨®n pol¨ªtica
Ni el populismo ni la polarizaci¨®n son fen¨®menos selectivos que quepa adscribir solo a un partido o tendencia ideol¨®gica, sino que est¨¢n presentes en todo el espectro, por eso para buscar las diferencias es preciso ir m¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica
Es probable que cualquier ciudadano m¨ªnimamente informado sobre el estado del debate pol¨ªtico est¨¦ familiarizado con nociones como populismo y polarizaci¨®n. Tambi¨¦n es probable que ese mismo ciudadano considere que los permeables a esos dos fen¨®menos son, b¨¢sicamente, los otros, esa masa c¨ªvica en la que tendemos a pensar en tercera persona y que a veces condensamos en expresiones como los dem¨¢s o la gente. Hay que ver c¨®mo es la gente, la gente est¨¢ fatal. Solemos olvidar que, como cantaba Alberto Cortez, nosotros somos los dem¨¢s de los dem¨¢s.
Pero ni el populismo ni la polarizaci¨®n son fen¨®menos selectivos que quepa adscribir solo a un partido o tendencia ideol¨®gica; mucho menos esa autocentraci¨®n individualista que, estimulada al calor del relativismo posmoderno y la pedagog¨ªa neoliberal, nos lleva a la sensaci¨®n de que nosotros, a diferencia de la gente, s¨ª entendemos lo que se cuece en la esfera pol¨ªtica. Aunque con important¨ªsimas diferencias de grado, los tres elementos est¨¢n presentes en todo el espectro ideol¨®gico; responden a tendencias globales y globalizadas.
Por ello, cuando buscamos diferencias en los discursos de l¨ªderes, partidos y medios, es necesario ir m¨¢s all¨¢ de la ideolog¨ªa y la ret¨®rica. En el primer caso ¡ªaunque, seg¨²n se?alaba Norberto Bobbio, ¡°el ¨¢rbol de las ideolog¨ªas est¨¢ siempre reverdeciendo¡±¡ª, asumimos que la batalla electoral se sigue jugando en el terreno que enfrenta discursos progresistas y conservadores, incluso cuando sus protagonistas proclaman no ser de izquierdas ni de derechas. Y en t¨¦rminos estrictamente ret¨®ricos, es posible describir el populismo de ambos polos ideol¨®gicos con unas estrategias para las que existe contraparte: frente al personalismo, propuestas pol¨ªticas; frente a la emocionalidad moralista, racionalidad; frente al relato anecd¨®tico, argumentaciones y datos. En estos dos niveles es posible responder, tal vez haci¨¦ndose eco de Mario Benedetti cuando afirma que ¡°si a uno le dan palos de ciego, la ¨²nica respuesta eficaz es dar palos de vidente¡±.
Sin embargo, la comunicaci¨®n pol¨ªtica actual incluye otros elementos que rompen esa aparente simetr¨ªa entre los discursos populistas polarizados y los que no lo son. Son factores extradiscursivos, cuya neutralizaci¨®n supone un verdadero reto para las reglas del juego democr¨¢tico porque crean contextos muy sesgados, en los que resulta extraordinariamente dif¨ªcil captar la atenci¨®n de quienes est¨¢n ya alineados con un discurso. De ah¨ª el ¨¦xito de memes, esl¨®ganes e infograf¨ªas, pues apenas existen rendijas atencionales.
El primer rasgo esencial que define estas asimetr¨ªas se refiere, como sabemos, a la tranquilidad con la que algunas posiciones abrazan la ret¨®rica hiperb¨®lica y, con ella, la irrelevancia de la verdad. Los discursos que hemos dado en llamar ¡°trumpistas¡± se sustentan en un desprecio absoluto ante la realidad de los hechos, optando por estilos desplazados que solo buscan la estimulaci¨®n pasional, preferentemente en clave negativa y personalista, visceral. La repetici¨®n de bulos en lenguaje telegr¨¢fico se abre camino con la facilidad de un estribillo publicitario.
Una versi¨®n especial de este recurso a la falsedad la constituyen las estrategias de deslegitimaci¨®n de los ganadores en elecciones; este fen¨®meno, es bien sabido, ha alentado actos masivos de impugnaci¨®n violenta, como los vistos en las derrotas de Trump o Bolsonaro. La aceptaci¨®n de las normas de convivencia democr¨¢tica se subordina a argumentaciones falaces, en las que juegan un papel decisivo la agitaci¨®n y la manipulaci¨®n emocional. El cinismo es inherente a estos procesos, pues el respeto a las leyes se propugna, precisamente, desde su incumplimiento.
Un tercer fen¨®meno comunicativo pero no espec¨ªficamente discursivo lo vemos en la apropiaci¨®n excluyente de los elementos simb¨®licos identitarios, como la bandera, los himnos o ciertos hechos hist¨®ricos y culturales. Estas apropiaciones son muy dif¨ªciles de desarticular; ello exigir¨ªa la existencia de una pulsi¨®n democr¨¢tica de base que solo se consigue mediante una educaci¨®n c¨ªvica que permita integrar al diferente en un sentido de pertenencia. La famosa imagen de Merkel retirando una bandera alemana en un acto partidista resulta, simplemente, ininteligible para estas posiciones.
Junto a estas tres acciones comunicativas, relacionadas con el modo en que ciertos actores pol¨ªticos gestionan su propio discurso, existen otras asimetr¨ªas de naturaleza contextual, entre las que destaca la desigual presencia de los discursos en los medios de comunicaci¨®n, especialmente de los mensajes m¨¢s extremistas y radicalizados. Las soflamas desinformativas de ciertos l¨ªderes se propagan a la velocidad de la luz en un ecosistema de medios gestionado por un colectivo muy concreto de personas y empresas, que no solo los difunde ¡ªgratis¡ª sin contrastar ni cuestionar, sino que los amplifica en el contexto espectacularizante de magacines, tertulias y redes, con una difusi¨®n m¨¢s propagand¨ªstica que period¨ªstica. El paralelismo pol¨ªtico, concepto acu?ado por Daniel Hallin y Paolo Mancini para referirse al alineamiento de los medios con partidos pol¨ªticos, nos muestra una enorme hipertrofia en uno de sus lados.
A la disponibilidad de medios de comunicaci¨®n afines ideol¨®gicamente, se suman otros fen¨®menos condicionados tecnol¨®gicamente, como los circuitos blindados de comunicaci¨®n en canales de mensajer¨ªa, nutridos con falsos medios digitales que se crean ad hoc. Suele atribuirse a las redes sociales el peso de las burbujas cognitivas que, en teor¨ªa, solo exponen a las personas a las ideas que ya tienen; pero este fen¨®meno se extrema en canales como WhatsApp o Telegram. En esas c¨¢maras de eco digitales es cada vez m¨¢s dif¨ªcil que el mensaje llegue a todo el mundo, porque el sesgo de distribuci¨®n es definitorio.
Por ¨²ltimo, hay posiciones que rentabilizan hasta el absurdo un tipo de acciones comunicativas muy concretas que alcanzan un valor institucional: las demandas judiciales (lawfare) que criminalizan al oponente. Esta estrategia, el ¡°calumniare fortiter¡± recogido por Francis Bacon, es tan vieja como el ser humano; pero al otorgarle una dimensi¨®n judicial y, con ella, la dimensi¨®n medi¨¢tica que llamamos ¡°pena de telediario¡±, se alimenta un discurso espec¨ªficamente populista de consecuencias incalculables. Algunos partidos basan su eco medi¨¢tico en estas demandas, muchas veces realizadas indirectamente, desde entidades y personas afines. En la misma l¨ªnea podemos encontrar otras actitudes y acciones de juego sucio, como las denuncias masivas en redes para provocar el cierre de cuentas o el uso de bots. La campa?a del 28-M ha ofrecido ejemplos elocuentes de ambos fen¨®menos, casi siempre con el mismo sello ideol¨®gico.
Todas estas estrategias comunicativas (falsedades, deslegitimaci¨®n, exclusiones simb¨®licas, medios afines, medios falsos, burbujas blindadas digitales, judicializaci¨®n) se retroalimentan entre s¨ª y responden a aquella idea enormemente despectiva del creador de Fox News, Roger Ailes, seg¨²n la cual la gente no quiere estar informada, sino ¡°sentirse¡± informada. Y aunque encierran un desprecio por los ciudadanos, lo cierto es que estos recursos logran impacto en muchas personas que creen sinceramente estar bien informadas y que, obviamente, no pueden aceptar de buena gana la idea de que no es as¨ª: lo han visto, lo han le¨ªdo. La soluci¨®n, antes de despreciarlas doblemente como ¡°esa gente que vota mal¡±, exige plantearse el modo de romper estas asimetr¨ªas contextuales que caracterizan el populismo polarizado para que todos los discursos pol¨ªticos se desplieguen en las mismas condiciones, recordando que el art¨ªculo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos reconoce el derecho a la informaci¨®n como un derecho b¨¢sico.
Desactivar estas asimetr¨ªas es, probablemente, el desaf¨ªo discursivo m¨¢s importante y m¨¢s dif¨ªcil de abordar al que se enfrenta hoy no solo la comunicaci¨®n pol¨ªtica, sino cualquier acci¨®n pol¨ªtica que se pretenda democr¨¢tica.
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