?Personas electr¨®nicas?
Es asombroso contemplar la desatenci¨®n a millones de ciudadanos que mueren diariamente de hambre y, al tiempo, el empe?o con que se pretende llegar a una poshumanidad de m¨¢quinas inteligentes
En mayo de 2016, el Comit¨¦ de Asuntos Legales del Parlamento Europeo lanz¨® una extra?a propuesta, la de crear personas electr¨®nicas, en el marco de la legislaci¨®n civil para regular la rob¨®tica. Se trataba con ella de dar un estatus legal a los robots aut¨®nomos de vanguardia, para que sea posible reparar los da?os que puedan causar cuando tomen decisiones aut¨®nomas o independientes de terceros. Como es sabido, la propuesta no prosper¨®, entre otras cosas, porque un amplio colectivo de expertos en inteligencia artificial y rob¨®tica la critic¨® duramente con razones muy fundadas. Sin embargo, abri¨® mercados de futuro y, de hecho, algunos tecnocient¨ªficos recordaron una vez m¨¢s que su prop¨®sito consiste en crear robots inteligentes, aut¨®nomos, con sentimientos, que en tal caso deber¨ªan ser reconocidos como personas morales, y no solo legales, con todos los derechos que en ese caso les corresponder¨ªan. ?Por qu¨¦ ese empe?o en ampliar el c¨ªrculo de los seres a los que debemos considerar personas?
Podr¨ªa decirse que ese af¨¢n cobra fuerza al menos desde los a?os sesenta del siglo pasado al hilo de las reivindicaciones de los movimientos animalistas, y que en el primer tercio del siglo XXI ha tomado un giro inesperado con la idea de persona electr¨®nica y con las promesas poshumanistas.
En principio, considerar a un ser como persona supone reconocerle un conjunto de derechos que los Estados y las dem¨¢s personas deben respetar y proteger. Cu¨¢l es el criterio por el que se distingue a las personas y las hace acreedoras a esos derechos viene siendo una apasionante discusi¨®n que paulatinamente ha ido disminuyendo sus exigencias y ampliando el c¨ªrculo de los admitidos. Desde recurrir a un criterio fuerte, como es propio de la tradici¨®n kantiana y dial¨®gica, reclamando caracter¨ªsticas como autoconciencia, autonom¨ªa, intimidad, emoci¨®n y capacidad de di¨¢logo, a rebajar el nivel de exigencias content¨¢ndose con la capacidad de sufrir de la tradici¨®n utilitarista, pero refiri¨¦ndose a los animales superiores, o, m¨¢s modestamente todav¨ªa, la capacidad de experimentar una vida, por decirlo con autores como Tom Regan. El criterio ha ido desplaz¨¢ndose, pero, al menos desde el siglo pasado, siempre dentro del mundo biol¨®gico y en un contexto de denuncias mutuas de discriminaci¨®n. Se acusa de incurrir en especismo a quienes vinculan el concepto de persona a los seres humanos, porque eso supone conceder a la especia humana un estatus moral m¨¢s elevado que al resto, pero los defensores de los derechos de la naturaleza consideran ¡°generismo¡± reconocer solo derechos a los animales, obviando a la naturaleza. De este debate me ocup¨¦ en un libro que llevaba por t¨ªtulo Las fronteras de la persona, y al que acompa?aba un subt¨ªtulo muy elocuente: El valor de los animales y la dignidad de los humanos. Pero hoy la discusi¨®n se ampl¨ªa al incluir a las personas electr¨®nicas y a las superinteligencias prometidas por el poshumanismo, que rebasan el l¨ªmite de lo biol¨®gico y, al parecer, plantean nuevas acusaciones de discriminaci¨®n.
Si se llegara a crear sistemas inteligentes con sensibilidad y con la misma capacidad de sabidur¨ªa que un humano, ?el humano y la m¨¢quina no tendr¨ªan el mismo estatus moral y, por supuesto, legal y pol¨ªtico? Si dos seres tuvieran la misma funcionalidad, la misma experiencia consciente, y solo se distinguieran por el sustrato de su implementaci¨®n, ?negarles el reconocimiento como personas no ser¨ªa equivalente a repudiar a alguien por el color de la piel o la raza? ?No ser¨ªa, a fin de cuentas, incurrir en otra discriminaci¨®n?
Si es posible, como promete el poshumanismo, superar a la especie humana creando una especie nueva de superinteligencias, de modo que los humanos dejen su soporte biol¨®gico y pasen su inteligencia a las m¨¢quinas, el sustrato de la inteligencia artificial ser¨ªa de silicio, los seres humanos ser¨ªan un elemento m¨¢s en la cadena de la evoluci¨®n que culminar¨ªa en esos seres singulares, y la singularidad reclamar¨ªa renunciar al especismo humano, al generismo animal, pero tambi¨¦n al biocentrismo. Exigir¨ªa entender que un cerebro en un sustrato de silicio es una persona, a la que hay que exigir el cumplimiento de deberes y proteger en ella unos derechos, porque no hacerlo ser¨ªa discriminatorio. No se tratar¨ªa solo de que una persona humana se convierta en un c¨ªborg, sino de que un sistema inteligente sea persona.
Porque, ligada a los proyectos del poshumanismo, aparece esa enigm¨¢tica expresi¨®n ¡°singularidad de la humanidad¡±, utilizada por Von Neumann en 1957 y popularizada por Vernor Vinge en 1983, que a primera vista parece sugerir que la especie humana tiene algo de singular que le lleva a distinguirse de otras cosas de su nivel, en la m¨¢s pura tradici¨®n especista, y, sin embargo, no es a este tipo de singularidad al que se refieren los poshumanistas, sino a la creaci¨®n de una especia nueva de superinteligencias.
Cabe entonces pensar en un mundo poshumano, sobre cuya posibilidad existe un animado debate entre los cient¨ªficos y en el que se invierte una gran cantidad de recursos. C¨®mo habr¨¢ que tratar a las superinteligencias cuando lleguen, si es que llegan, no lo sabemos, pero es asombroso contemplar c¨®mo se desatiende a millones de personas que mueren diariamente de hambre y miseria y, sin embargo, el empe?o con que se pretende llegar a una poshumanidad y a la vez se incluye a nuevos socios en el club de lo que se considera personas.
Tal vez esta no sea una cuesti¨®n para hoy, aunque hay quienes aseguran que s¨ª lo es, pero, en cualquier caso, dos sugerencias al menos se siguen para la acci¨®n. Por una parte, que hay que prevenir el futuro escenario, y no porque haya de inspirar temor, que es lo que suele mencionarse en estos casos recordando a personajes de terror, porque bastante violencia hay ya en nuestro mundo sin necesidad de recurrir a leyendas esot¨¦ricas, sino por un elemental sentido de la responsabilidad ante el posible futuro, que es la que, hoy por hoy, nos hace humanos. Pero, sobre todo, y en primera instancia, urge asumir la responsabilidad por el presente.
El 10 de diciembre de este a?o se celebra el 75? aniversario de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas. El texto empieza manifestando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intr¨ªnseca de todos los seres humanos y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, y que la protecci¨®n de esos derechos es un ideal com¨²n por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse.
Y, sin embargo, seg¨²n Naciones Unidas, 24.000 personas mueren al d¨ªa de hambre o por causas relacionadas con el hambre, los derechos civiles y pol¨ªticos est¨¢n muy lejos de protegerse en pa¨ªses autocr¨¢ticos y totalitarios, en democracias iliberales y en democracias imperfectas, que olvidan fortalecer las instituciones y renuncian a la separaci¨®n de poderes; los derechos econ¨®micos, sociales y culturales son inexistentes en una gran cantidad de pa¨ªses, de la paz se habla como de una utop¨ªa que no tiene ni tendr¨¢ lugar. Potenciar los sistemas inteligentes al servicio de las actuales personas es indispensable, no sea cosa que las tecnociencias acaben convirti¨¦ndose en ideolog¨ªa en la l¨ªnea neoliberal de Silicon Valley o en la del capitalismo comunista chino.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.