Por un culo de pl¨¢stico
Es probable que el se?or Milei presida el pa¨ªs; aun si no lo logra, lo ha cambiado: ha corrido los l¨ªmites de lo que los argentinos toleraban
![Javier Milei](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/YIYW54YMNCKRSRQZXCG2NMCGG4.jpg?auth=c53965def7bc03893554d05dbacbc7b48d21f882a5231791c55d00677011fee5&width=414)
El culo de pl¨¢stico lo sintetiza casi todo. Hay una se?orita, una morocha argentina de 28 a?os que podr¨ªa llamarse Sof¨ªa Clerici y ha dedicado su vida breve a reforzar con herramientas f¨ªsicas y qu¨ªmicas su cuerpito gentil. No vamos a detenernos en su nombre, aunque alguien pueda pensar que ¡°Sof¨ªa Clerici¡± ¡ªsof¨ªa es la sabidur¨ªa, clerici los curas¡ª tendr¨ªa alg¨²n sentido tenebroso en un pa¨ªs que se llama ¡°Argentina¡± porque sus okupas hispanos se dejaron convencer de que rebosaba de esa plata ¡ªargentum¡ª que no ten¨ªa ni en foto.
La se?orita, en cualquier caso, realza e impone sus atributos sexuales secundarios, lo que ciertos hombres llamar¨ªan su cuerpo. No lo hace por aquello de mens sana in corpore sano ni por el triste amor de s¨ª que apodamos narcisismo; su cuerpo es su forma y su medio de vida. Lo muestra en fotos y videos, lo usa para cautivar se?ores ¨¢vidos y acaudalados, poderosos de circo. Y all¨ª estuvieron ¡ªsu cuerpito gentil, su culito de pl¨¢stico¡ª en las im¨¢genes de Instagram que desencadenaron otra tormenta tonta, de las que suelen protagonizar los pol¨ªticos criollos.
La historia es simple: la otra persona en esa foto, tomada a bordo de un yate despampanante en el mar de Marbella, junto a botellas de champa?a y joyas caras y su culo mucho menos ilustre, era el entonces Jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, el segundo pol¨ªtico m¨¢s poderoso de la provincia m¨¢s grande y m¨¢s pobre de la Argentina: 17 millones de habitantes, 7 millones bajo la l¨ªnea de pobreza.
La foto era ofensiva y ofendi¨®: una met¨¢fora de tanto. El pol¨ªtico ¡ªun tal Insaurralde¡ª tuvo que renunciar y perderse de vista, y su ca¨ªda empieza a mostrar demasiado sobre la financiaci¨®n de la pol¨ªtica, las mafias del juego, esos detalles. La se?orita, en cambio, aprovech¨® sus 15 minutos de fama. Y el se?or Milei, candidato que ha basado su campa?a en el odio que tantos argentinos sienten por los pol¨ªticos argentinos, sigui¨® ganando puntos.
Todo esto para decir que estos se?ores y se?oras tienen muy bien ganada la fama de est¨²pidos aprovechadores que los empaqueta. Los episodios de corrupci¨®n se suceden, llenos de imaginaci¨®n. Todos consisten en lo mismo: conseguir plata para hacer vulgaridades, demostrar tristemente qui¨¦nes son.
La corrupci¨®n irrita porque es la muestra m¨¢s acabada de las prebendas del poder pol¨ªtico. Se aprovechan de un lugar que supuestamente les dimos para otra cosa. Niegan la ficci¨®n fundamental de la democracia: que nos representan, que est¨¢n ah¨ª para cuidarnos, ayudarnos, servirnos. Son la evidencia m¨¢s fuerte de un ego¨ªsmo que no deber¨ªa existir. Lo curioso es que todos somos, a nuestra escala, en la medida de nuestras posibilidades, corruptitos. Preferimos, tantas veces, sobornar ¡ªla palabra es muy fea, usamos otras¡ª a un funcionario antes que pagar una multa. Lo m¨¢s duro de la corrupci¨®n es que establece una desigualdad extrema: entre los que pueden y los que quisieran.
Y te dicen ¡ªa menudo te dicen¡ª que ¡°la corrupci¨®n no es de izquierda ni de derecha¡±, para decir que la practican se?ores que se proclaman tanto de izquierda como de derecha. Y que, por lo tanto, ¡°la corrupci¨®n no tiene ideolog¨ªa¡±. Cuando la corrupci¨®n es, precisamente, el triunfo de una ideolog¨ªa: la que los hace querer dinero, consumo, lujos varios, ventajas personales. Es triste y tedioso que la mayor¨ªa de los corruptos quieran plata para comprarse coches gordos, viajes vistosos, siliconas y sus contenedores, vestidos con sus marcas, joyas, tapas de revistas. A veces parece que lo peor de esta raza de corruptos es su falta de imaginaci¨®n, su ambici¨®n tan escasa.
No son ¡ªno parecen ser¡ª capaces de disfrutar del placer mucho mayor de hacer algo que valga la pena, de mejorar las vidas de millones, de sentir ¡ªsi acaso¡ª su cari?o, su confianza, su agradecimiento, de ganarse su p¨¢rrafo en el manual de historia. No son personas con ideas; son personas con peque?os apetitos. Para satisfacerlos necesitan mantenerse en el poder: para ellos el poder es un instrumento que sirve para conservarlo. As¨ª convirtieron a la pol¨ªtica ¡ªargentina¡ª en el reino de las astucias bobas, lo que en porte?o se llam¨® ¡°avivada¡±.
Las avivadas reemplazan a los programas y proyectos y lo mejor es que les suelen salir mal. Un hecho reciente lo muestra descarnado: la invenci¨®n de Milei. Javier Milei es otro error de los pol¨ªticos argentinos.
Ya es un cl¨¢sico: los derrotados de ma?ana inventan hoy al Frankenstein que los va a someter. Lo hizo Ra¨²l Alfons¨ªn con Carlos Menem en 1988, porque cre¨ªa que le serv¨ªa para debilitar al que supon¨ªa su verdadero adversario, Antonio Cafiero, y Menem lo ech¨®. Lo hizo Ernesto Duhalde en 2003 con N¨¦stor Kirchner, porque le serv¨ªa para acabar con Menem ¡ªpero Kirchner acab¨® con ¨¦l. Lo hizo Cristina Fern¨¢ndez en 2007 con Mauricio Macri, cuando dividi¨® su partido para que Macri pudiera ganar las elecciones a jefe de gobierno de Buenos Aires porque cre¨ªa que, de tan pijo o gomelo o cajetilla o fresa, era su enemigo m¨¢s f¨¢cil y m¨¢s ¨²til ¡ªy ocho a?os despu¨¦s la sac¨® del gobierno. Y ahora lo hicieron el D¨²o DosFern¨¢ndez y su candidato Sergio Massa con Javier Milei porque creyeron que le pod¨ªa sacar votos a la derecha de Patricia Bullrich, y lo hizo tambi¨¦n la derecha de Patricia Bullrich con Javier Milei porque crey¨® que le serv¨ªan sus ataques constantes contra el peronismo. As¨ª, hace 35 a?os que cada pol¨ªtico ganador fue una creaci¨®n ¡ªretorcida, fallida¡ª de sus enemigos: grandes visiones estrat¨¦gicas, balaceras de tiros en los pies.
Gracias a esa tonter¨ªa sostenida, a gobernantes que piensan m¨¢s en los culos que en sus gobernados, a caciques que elucubran planes brillantes que siempre est¨¢n mal elucubrados, la Argentina est¨¢ como est¨¢, y ahora avanza hacia un abismo incalculable. Es probable que el se?or Milei presida el pa¨ªs; aun si no lo logra, lo ha cambiado: ha corrido los l¨ªmites de lo que los argentinos toleraban. Hace un a?o era impensable que un candidato a presidente dijera, retomando las palabras del gran asesino y ex almirante Massera, que el genocidio de los 70 fue ¡°una guerra donde se cometieron algunos excesos¡±. O que el cambio clim¨¢tico es un invento marxista o que no hay brecha salarial entre hombres y mujeres. O que los argentinos deben armarse para combatir la delincuencia. O que el pa¨ªs no debe tener moneda ni Banco Central y que el ¨²nico capaz de regular las relaciones humanas es ¡°el Mercado¡±, as¨ª que la educaci¨®n y la salud deben ser privadas y todo ¡ªincluidos ni?os u ¨®rganos humanos¡ª puede ser comerciado si hay quienes quieran comprarlo y venderlo.
Esa ser¨¢, gane o no gane, la herencia del se?or Milei: la convicci¨®n, que ahora muchos desesperados abrazan, de que un pa¨ªs no es una comunidad de personas que intentan convivir lo mejor posible sino una selva donde todos se enfrentan para conseguir lo mejor para s¨ª. En muchos casos ya lo es, pero nadie lo dice: ahora hay uno que s¨ª, y lo legitima. Con esa premisa todo va a ser muy complicado. Se lo debemos, claro, al empuje desquiciado de Milei y, sobre todo, a la estupidez de los pol¨ªticos argentinos. Y, si acaso ¡ªpero dig¨¢moslo bajito¡ª, a unos cuantos millones de personas que los votan, los soportan, les aguantan casi todo salvo un culo de pl¨¢stico en Marbella, caramba, porque eso s¨ª que no se puede tolerar.
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