Nos gustan psic¨®patas
Sam Bankman-Fried, el fundador de la plataforma de criptomonedas FTX, convenci¨® a su c¨ªrculo m¨¢s cercano de que pod¨ªan usar el dinero de sus clientes para invertirlo sin su consentimiento porque su habilidad m¨¢gica para multiplicarlo era garant¨ªa suficiente
Sam Bankman-Fried (SBF) me recuerda mucho a mi canci¨®n favorita de Nick Cave. Es la historia de un hombre que entra en el bar de O¡¯Malley vibrando tan fuerte que, en un arrebato de narcisismo homicida, se cepilla a toda la congregaci¨®n. Seg¨²n va ejecutando a sus vecinos, hace comentarios petulantes sobre la manera, la emoci¨®n o las caracter¨ªsticas de cada sujeto, sinti¨¦ndose guapo y gracioso, a medio camino entre Elvis y el ¨¢ngel exterminador. Cuando llega la polic¨ªa le queda s¨®lo una bala. ¡°Pens¨¦ seriamente en la muerte e hice exactamente lo que me pidieron¡±, observa. A partir de aqu¨ª hay un cambio de registro. Una ¡°desposesi¨®n¡±. Cuando cuenta que le meten en el coche y lo sacan de la ¡°terrible escena¡±, lo hace como si fuese una de las v¨ªctimas en lugar del perpetrador. Y canta: ¡°Vi el bar de O¡¯Malley, vi a la polic¨ªa y empec¨¦ a contarme los dedos de la mano¡±. El asesino se hab¨ªa convertido en un pobre ni?ito. Exactamente como Sam.
El jurado escuch¨® a su c¨ªrculo m¨¢s cercano ¨DGary Wang, Caroline Ellison y Nishad Singh¨D explicar c¨®mo SBF les convenci¨® de que pod¨ªan usar el dinero de sus clientes para invertirlo sin su consentimiento porque su habilidad m¨¢gica para multiplicarlo era garant¨ªa suficiente. Es f¨¢cil de creer porque tambi¨¦n convenci¨® a bancos, fondos de inversi¨®n, congresistas y medios especializados de que era un rainman de los mercados financieros con un cerebro infalible para las cuestiones t¨¦cnicas y econ¨®micas. En Going infinite, Michael Lewis lo describe haciendo, diciendo y comprando lo que le da la gana como un adolescente esquivo y caprichoso sin que su dejadez inquiete al club de fans, que incluye expresidentes de Estados Unidos y senadores a ambos lados de la grieta bipartidista. Al contrario: su rollo de genio autista mal socializado y peor vestido era parte de su estrategia para recibir atenci¨®n medi¨¢tica y recaudar financiaci¨®n.
Esta actitud se proyect¨® claramente en la de sus futuras v¨ªctimas, que se autodeclaraban autistas con ¡°manos de diamante¡± capaces de perder millones en una apuesta loca s¨®lo porque YOLO y por los LOL, al menos durante el periodo de criptoeuforia entre Gamestop y el colapso de FTX. Su exnovia Caroline Ellison, CEO de Alameda, cont¨® que Sam defend¨ªa hacer una apuesta a cara o cruz en la que cara fuese que el mundo fuese el doble de bueno y cruz su destrucci¨®n. Que har¨ªa esa apuesta cada vez, demostrando una flagrante incomprensi¨®n de los conceptos b¨¢sicos de probabilidad y estad¨ªstica pero sinti¨¦ndose guapo y gracioso, a medio camino entre Elvis y el ¨¢ngel exterminador.
Para el juicio, Sam se cort¨® el pelo, se puso un traje y declar¨® que no recordaba haber dicho, hecho o invertido nada en Alameda. Incluso dijo ¡°depende de c¨®mo se defina trading¡±, actualizando el hit clintoniano ¡°Depende de lo que entendamos por la palabra sexo¡±. Como el protagonista de la canci¨®n de Nick Cave, nunca sabremos si sufri¨® un brote psic¨®tico, una posesi¨®n diab¨®lica o es un psic¨®pata que, despu¨¦s de ba?arse en la sangre de sus vecinos, decide fr¨ªa y sensatamente hacerse el gag¨¢. El verdadero problema es que otro ga?¨¢n con evidente d¨¦ficit de empat¨ªa y complejo de salvador pueda hacer tanto da?o y llegar tan lejos con el dinero de otros. Un problema cuyos s¨ªntomas son gente como Sam Bankman Fried, Elizabeth Holmes, Sam Altman o Elon Musk.
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