Doce uvas o doce sapos
La legislatura ser¨¢ dif¨ªcil, pero el temor principal es que el enconamiento pol¨ªtico lo invada todo, hasta el punto de que tal vez se cuele en nuestra convivencia y la ensucie
Por comenzar con una apreciaci¨®n positiva: la palabra Espa?a est¨¢ col¨¢ndose en los discursos pol¨ªticos y va adquiriendo el tono de normalidad que jam¨¢s deber¨ªa haber perdido, porque lo ¨²nico que se consigui¨® sustituyendo el nombre de nuestro pa¨ªs por el antip¨¢tico t¨¦rmino ¡°Estado¡± fue conseguir que otros se apropiaran de lo que es patrimonio com¨²n e hicieran un cat¨¢logo rancio de sus esencias. Espa?a y los espa?oles, sin necesidad de estar diciendo a cada momento espa?oles y espa?olas, un tiquismiquismo que ralentiza los discursos sin llegar a sumar igualdad a la igualdad. As¨ª que volvamos a situarnos en la Espa?a machadiana, aquella en la que caben todas las Espa?as, por volver al poeta que tan humor¨ªsticamente fue citado el mi¨¦rcoles en las Cortes. Hay que reconocerle a los cantautores que en un pa¨ªs en el que casi nadie cita a los poetas de memoria hayan conseguido que algo de la letrilla se nos haya quedado gracias a la m¨²sica. La cultura googlelesca, como pudimos ver en la tribuna del Congreso, nos informa de los versos much¨ªsimo peor.
Espa?a no se ha roto, ni se romper¨¢. Yo dir¨ªa que, si existe algo parecido al car¨¢cter nacional, los espa?oles nos movemos de un lado a otro del mapa entre la cordialidad y la aspereza, entre la franqueza y la chuler¨ªa, entre la sinceridad y la mala educaci¨®n. Y esa mezcla de virtudes y defectos siempre en liza se ha escenificado con literalidad en una sesi¨®n de investidura en la que no ha faltado lo bronco y lo grosero, el insulto y la mala baba, pero tambi¨¦n la sinceridad de confesar, por parte del ya presidente, que no cabe otra en Espa?a que negociar con todas las Espa?as, como por otra parte han hecho y har¨¢n todos, como as¨ª har¨¢ el PP si en alg¨²n momento consigue desencadenarse de su versi¨®n fan¨¢tica y opta por volver a los apretones de manos con aquellos con los que, por razones econ¨®micas, comparte m¨¢s terreno en su defensa de las clases privilegiadas.
De alguna manera, Pedro S¨¢nchez ha conseguido que sus votantes se traguen el sapo de asistir a un espect¨¢culo irritante en el que quien recib¨ªa una medida de gracia, adem¨¢s de no sentirse agradecido, exig¨ªa y exige que la historia se cuente a su manera y amenaza con romper el trato en cuanto se le cruce el cable. Puede que, sin pretenderlo, S¨¢nchez haya allanado el camino para que un Feij¨®o futuro e hipot¨¦tico logre ser presidente con el apoyo de Junts sin tener que hacer frente a esas hordas de Ferraz que ondean s¨ªmbolos franquistas con el fin de salvar a Espa?a de la dictadura democr¨¢tica. Todo muy loco, oiga. Lejos de m¨ª la intenci¨®n de dar consejos al l¨ªder popular, pero ser¨ªa m¨¢s inteligente hacer una oposici¨®n menos macarra y desde la barrera observar c¨®mo se las arreglan quienes dicen apoyar una investidura poniendo por delante tantas condiciones que suenan a advertencias severas.
Ser¨¢ una legislatura dif¨ªcil, dicen los expertos. Las que no somos expertas no solo tememos una dificultad que impida la aprobaci¨®n de leyes, sino que el enconamiento pol¨ªtico lo invada todo, columnas, tertulias, informaci¨®n, hasta el punto de que tal vez, en alg¨²n momento, se cuele en nuestra convivencia y la ensucie. Esa furia ya se ha desatado. A cien metros de mi casa, en la misma acera, hay un grafiti que reza ¡°S¨¢nchez rata¡±, siguiendo el estilo del ¡°hijo de puta¡± que susurr¨® Ayuso en el Congreso, o el de tantos insultos que han atufado el aire de Ferraz todos estos d¨ªas pasados. Si la ¨²nica manera de hacer oposici¨®n del PP va a ser deslegitimar en su discurso al presidente, estamos apa?ados; si entre los partidos que apoyan al Gobierno se impone el guirigay, vamos listos; si son incapaces entre unos y otros de darle un poco de sosiego al pa¨ªs, de darnos una tregua, conseguir¨¢n que (como pas¨® en Catalu?a) guardemos silencio en Navidad por miedo a enemistarnos con la familia y en vez de doce uvas nos traguemos doce sapos.
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