Detr¨¢s de la violencia
Cada 25 de noviembre hay que recordar que la agresi¨®n contra las mujeres no retrocede, que gravita cada d¨ªa en los arquetipos sobre la identidad femenina y que todo ello explica el lento avance de sus derechos y del respeto debido
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Tristemente se?alamos cada a?o el 25 de noviembre en el calendario para recordarnos que existe y no retrocede la violencia contra nosotras, por el delito de ser mujeres. Todas nosotras, con una historia com¨²n en todos los tiempos y en todos los lugares. Un pasado de sometimiento, de injusticia, de ausencia de reconocimiento y respeto a nuestra existencia como tales, como mujeres. Cada una de nosotras somos nuestra individualidad, y tambi¨¦n somos el producto del fardo de esa historia colectiva.
?Cu¨¢nta y cu¨¢ntas violencias se han ejercido contra m¨¢s de la mitad de la humanidad? Todas y nuestros cuerpos han sido y siguen siendo el campo de batalla. La biolog¨ªa nos hace pechar con la mayor carga de esfuerzo y riesgo para perpetuar la especie y este contundente e irrefutable hecho te¨®ricamente deber¨ªa de habernos adjudicado un gran poder, y ha sido justo lo contrario.
Nuestra sexualidad ha sido durante toda la historia sometida al placer masculino y a la reproducci¨®n. La maternidad como destino correcto y casi exclusivo. O prostituidas, con la err¨®nea y terrible vitola del ¡°oficio m¨¢s antiguo del mundo¡° que, sin embargo, es la primera y gran esclavitud de la humanidad.
Hemos muerto en los partos, a¨²n hoy mueren miles de mujeres en ese trance especialmente en los pa¨ªses pobres, y hemos carecido de autonom¨ªa personal, condenadas jur¨ªdicamente a la dependencia de todos los varones de nuestro entorno.
Esta gran injusticia sostenida con violencia no es solo el pasado, y mucho menos considerada internacionalmente, sino que gravita cada d¨ªa en los arquetipos que se sostienen acerca de nuestra identidad. Esto explica el lento avance de nuestros derechos y sobre todo del respeto debido.
Lo que hay detr¨¢s de la violencia de ahora es una memoria generalizada que se resiste a aceptarnos libres e independientes, con todas y cada una de las caracter¨ªsticas de lo que somos y de c¨®mo nos ha construido nuestro camino. No fuimos aceptadas como mujeres y al mismo tiempo ciudadanas en los albores del Estado moderno, fuimos excluidas e incorporadas al saco com¨²n de las ¡°incapacidades¡±. As¨ª que, por la misma raz¨®n por la que fuimos descartadas, por ser mujeres, es por la que exigimos estar en plenitud y por derecho. Por serlo. Esto requiere an¨¢lisis de mayor profundidad y cambios m¨¢s rotundos, luchar contra la violencia machista no puede ser un asunto de meras superficies. Detr¨¢s de la violencia est¨¢ el desprecio profundo a nuestra existencia como mujeres. Esta es la esencia del patriarcado.
Queremos nuestros cuerpos libres de violencia, cuerpos sobre los que se sostienen nuestras vidas libres. Libertad para elegir la maternidad o para interrumpir nuestros embarazos. Queremos la abolici¨®n de la prostituci¨®n que no hunde sus ra¨ªces precisamente en la libertad, que no hemos tenido nunca. Queremos la prohibici¨®n de los vientres de alquiler, nueva esclavitud para las mujeres pobres, a las que se les compran los hijos. Viejas y nuevas violencias en nuestros cuerpos, adem¨¢s de la violencia que terriblemente termina en los feminicidios, el asesinato de las mujeres, que casi siempre se producen cuando ellas deciden escapar en busca de su libertad. ?Si no es de estas libertades de las que hablamos, de cu¨¢les ser¨ªan? ?De aquellas que perpet¨²an nuestro sometimiento en una f¨®rmula para convertirnos en seres ap¨¦ndice de los deseos e intereses de otro, como ya teoriz¨® el propio Rousseau? Mientras todo esto ocurra, nuestros cuerpos no est¨¢n libres de cargas, no son nuestros.
Por ello el feminismo, soporte te¨®rico y pr¨¢ctico de nuestra lucha, es democracia. Es m¨¢s, en materia de derechos humanos es el gran reto de la democracia en el presente siglo en cualquier lugar del mundo.
No es de extra?ar, por tanto, la incomprensi¨®n que produce y la contestaci¨®n que provoca a las derechas extremas el mensaje de la igualdad y libertad de las mujeres. Es objetivo pol¨ªtico de primer nivel combatirlo, porque su epicentro es negar que esta violencia exista, lo que significa negar la historia, negar la verdad contundente de los tozudos datos de violencia y de las peores cifras, los asesinatos.
Feminismo es democracia y la violencia contra nosotras es el nudo gordiano del que dimanan todas las dem¨¢s circunstancias de nuestra todav¨ªa desigualdad real. Su negaci¨®n se aloja en el n¨²cleo definitorio de los nuevos rostros del fascismo y de la negaci¨®n de la propia democracia. A nadie, finalmente, le podr¨¢ extra?ar el mayoritario voto de las mujeres para salvar elecciones donde los Estados democr¨¢ticos est¨¢n en jaque.
Cada d¨ªa m¨¢s y m¨¢s mujeres en todo el planeta plantean sus vidas desde la individualidad de sus proyectos vitales. M¨¢s y m¨¢s mujeres deciden libremente el curso de sus vidas. Esto trastoca, y mucho, un orden fundamentado desde siempre en nuestro sometimiento y la mercantilizaci¨®n y uso de nuestros cuerpos. Por ello no paran de surgir nuevas f¨®rmulas entre las cuales est¨¢ la sumisi¨®n qu¨ªmica, con gran peligro sobre todo para las m¨¢s j¨®venes.
En esto consiste la gran revoluci¨®n cotidiana del feminismo que, a su vez, representa la verdadera realizaci¨®n de la idea democr¨¢tica, nuestra plena existencia como ciudadanas en todos los ¨®rdenes y naturalmente nuestra incorporaci¨®n al debate y decisiones p¨²blicas y generales de nuestros intereses y de nuestras especificidades. No somos un colectivo, somos el ¨²nico grupo humano que no lo somos por razones cuantitativas. As¨ª que no podemos ser tratadas pol¨ªticamente como una minor¨ªa.
Es en nuestras singularidades, empezando por el cuerpo, d¨®nde el orden sexista presenta las mayores resistencias. Muchos pensaron y so?aron que nuestras exigencias acabar¨ªan en un blanqueo m¨¢s o menos fino, para ser incorporadas al modelo de referencia masculino y masculinizado sin m¨¢s. Y no, el despliegue en el ejercicio de nuestros derechos y libertades trae y debe traer cada d¨ªa m¨¢s novedades, miradas diferentes de organizaci¨®n social, del manejo de la vida y de las respuestas a dar a los retos globales planteados.
Hay una gran violencia subyacente en un sistema democr¨¢tico, violencia que va desde lo sutil a lo descarnado y obvio, para tener a su mayor¨ªa natural, todas las mujeres, luchando por derechos que de entrada son la esencia de la propia democracia. Hay otra violencia reciente, que consiste en la consabida frase de ¡°?Ahora qu¨¦ quieren? Si ya se han pasado de rosca¡±. Con esta posici¨®n se pretenden dos cosas: una, que no nos podamos lamentar de todo lo que nos ha ocurrido y de lo que somos herederas, y dos, que el avance no contin¨²e.
Y mientras esto sucede: los prost¨ªbulos aumentan; los vientres de alquiler por la puerta falsa se toleran; las cifras de violencia no decrecen, incluidos los asesinatos; el comportamiento de los m¨¢s j¨®venes no va en la buena direcci¨®n. Seguimos en la batalla del cuerpo, de nuestros cuerpos. No hay agenda m¨¢s importante que esta para nosotras, para las feministas que somos, de manera plural, la propuesta pol¨ªtica de esto que nos ocurre a todas en todo el mundo. Nuestro calendario y cronolog¨ªa en materia de derechos humanos es diferente de los de los varones por muchas razones. Por eso es tan definitivo el feminismo de la igualdad para seguir construyendo y perfeccionando la propia democracia. Por esto mismo, ser¨¢ tambi¨¦n el combate que le ha abierto siempre la derecha, y la radicalizaci¨®n finalmente en la que anda la ultraderecha.
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