?Qu¨¦ le pasa a la izquierda?
La democracia, cre¨ªamos con un cierto orgullo, era la victoria de lo nuevo contra el atraso autoritario del pasado. Era el cambio generacional de lo inculto por una casi nueva humanidad. Ahora hay una euforia por la extrema derecha
Un alba?il no profesional pero que hac¨ªa muy bien su trabajo cuando beb¨ªa un trago m¨¢s se me acercaba y me dec¨ªa que lo mejor del hombre era el coraz¨®n. ¡°Lo llevamos a la izquierda¡±, dec¨ªa. El adagio popular habla, sin embargo, de levantarse con el pie izquierdo cuando algo nos va mal. Ah, pero Dios en la Biblia dice que en el m¨¢s all¨¢ los buenos estar¨¢n a su derecha y los malos a su izquierda. ?En qu¨¦ quedamos?
Hoy basta echar un vistazo a los comentarios de la prensa internacional para entender que algo no funciona en el panorama de las llamadas pol¨ªticas progresistas o de izquierdas mientras nos estremece la invasi¨®n de una extrema derecha que engorda alrededor del mundo.
La l¨®gica aristot¨¦lica sigue actual: ante los hechos no caben ilaciones. Y los hechos, en pol¨ªtica, est¨¢n hoy ante los ojos de todos. ?O no es verdad que los valores que se adjudican a la izquierda, al progresismo, al modernismo, a los movimientos sobre el tema de las nuevas identidades, empiezan a estar en crisis mientras galopan lo que cre¨ªamos residuos rancios del atraso generacional?
La democracia, cre¨ªamos con un cierto orgullo, era la victoria de lo nuevo contra el atraso autoritario del pasado. Era el cambio generacional de lo inculto por una casi nueva humanidad. Y pod¨ªa y deb¨ªa serlo porque en el ser humano anida la metaf¨ªsica de la superaci¨®n. Y la izquierda, con sus nuevos s¨ªmbolos de libertad, de abrir puertas quebrando cerrojos que oprim¨ªan la inteligencia, se present¨® como la bandera de la nueva civilizaci¨®n liberada de las cadenas de pasados oscurantismos.
?Qu¨¦ le est¨¢ pasando entonces a ese movimiento libertador que parece haber perdido ox¨ªgeno dej¨¢ndose adelantar por los torpes trotes de una derecha que hasta ayer nos resultaba zafia y hoy amenaza con ganarnos la carrera en las urnas para volver a recuperar el tim¨®n del mundo?
De nada sirve derramar l¨¢grimas y lanzar anatemas sobre el galope de las extremas derechas en el mundo. Se necesita reflexionar m¨¢s que lamentar el porqu¨¦ de esa nueva epidemia derechista o oscurantista, o nazista, o como se la quiera llamar. ?Por qu¨¦ la izquierda, no la estalinista, sino la de las banderas de la libertad, la que nos brindaba una visi¨®n del mundo a la luz del sol, de puertas y ventanas abiertas a la creatividad y sin los tab¨²es de una religiosidad asfixiante, empieza a estar en crisis?
Los analistas pol¨ªticos se rompen hoy los sesos para intentar explicar la nueva fascinaci¨®n que en millones de personas, hasta en pa¨ªses vistos como impermeables a los demonios del oscurantismo, est¨¢ creando la rancia cultura de un pasado que cre¨ªamos enterrado. ?Ser¨¢ que nos hemos cansado tambi¨¦n nosotros de vivir sin cadenas y volvemos a a?orar las viejas ollas b¨ªblicas de la esclavitud egipcia, despreciando el man¨¢ s¨ªmbolo de la liberaci¨®n?
Era la izquierda libertadora, la socialdemocracia, la de las ma?anas de sol para todos y no solo para los privilegiados de la corte, que hab¨ªa despertado sue?os que parec¨ªan imposibles. Las izquierdas que eliminaban del mapa las manchas de la iniquidad que discriminaba a los que perd¨ªan el paso en la carrera de la vida, parecen haber entrado en crisis, acogotadas, cuando no fascinadas, por la irrupci¨®n de las viejas nostalgias opresoras.
No basta con quejarse, con sorprenderse, con anatematizar a esas nuevas derechas del ultraliberalismo. Es necesario presentar a los electores alternativas de entusiasmo, liberadas de etiquetas, compresibles para todos, capaces, sino de eliminar, por lo menos de disminuir las llagas de esos millones de personas que no consiguen vivir con un m¨ªnimo de dignidad humana.
O la izquierda es capaz de volver a ganar la confianza de las masas y de entusiasmarlas, o el mundo se ver¨¢ atrapado m¨¢s r¨¢pido de lo que imaginamos en oscuras experiencias que evocan, cuando no superan, a los viejos demonios que ya envenenaron y hasta ensangrentaron a los pueblos bajo las manidas banderas de ¡°Dios, Patria y Libertad¡±.
La experiencia de siglos nos recuerda que si la confianza de los pueblos en los valores democr¨¢ticos se pierde, recuperarla puede ser una batalla de titanes. El momento que el mundo atraviesa en su crisis pol¨ªtica, donde no acaso vuelven a surgir los olvidados conflictos sangrientos del pasado, nos lo est¨¢ demostrando.
Destruir y corromperse, querer mantenerse en el poder a cualquier costo y usar ese poder para oscuros intereses personales, es siempre m¨¢s f¨¢cil y r¨¢pido que crear nuevos paradigmas de confianza y esperanza de que es a¨²n posible vivir bajo cielos donde la pol¨ªtica no sea una palabra maldita.
Y donde los valores de la democracia, sin adjetivos, sin etiquetas, sean una realidad creadora de bienestar e ilusiones para todos. Juntos y entusiasmados. ?Utop¨ªa? Claro. ?Pero es que es posible vivir sin utop¨ªas sin que crezcan las angustias existenciales que empiezan ya a aquejar a millones de personas como una epidemia que afecta no solo a su f¨ªsico sino tambi¨¦n m¨¢s all¨¢?
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