Carles Puigdemont: Nace un mito popular, muere el ¡®proc¨¦s¡¯
La relevancia pol¨ªtica del regreso del ¡®expresident¡¯ a Catalu?a fue nula. Una vez m¨¢s, minti¨® a sus menguantes seguidores cuando jur¨® y perjur¨® que saldar¨ªa su deuda y cumplir¨ªa lo anunciado
Fue en Santa Coloma de Gramenet. Iba junto con su sobrino de 15 a?os y otro compinche. Hab¨ªa huido de la prisi¨®n de Quatre Camins. Consigui¨® siete anhelados d¨ªas de libertad que aprovech¨® para cometer varios atracos en los alrededores de Barcelona. Hablo, claro, de la ¨²ltima detenci¨®n de Juan Jos¨¦ Moreno Cuenca, El Vaquilla, en 1999. Su larga letan¨ªa de fugas y detenciones, as¨ª como los detalles de cada una de ellas, pasaron a formar parte de la cultura popular de Catalu?a, categor¨ªa a la que, sospecho, este jueves se incorpor¨® irreversiblemente Carles Puigdemont.
El d¨ªa que finalmente agarren a Carles Puigdemont (si es que tal cosa ocurre), todo el mundo recordar¨¢ las particularidades de la detenci¨®n del mismo modo que uno recuerda las de la captura del Vaquilla. Qui¨¦nes lo traicionaron o qui¨¦nes abrieron la brecha en su cord¨®n de seguridad. Qui¨¦nes se mantuvieron fieles. D¨®nde lo encontraron. Qu¨¦ hizo los ¨²ltimos d¨ªas antes de ser arrestado. Y, con los mimbres de los hechos confirmados y los hechos inventados, se armar¨¢ la leyenda popular de Puigdemont y su inveros¨ªmil capacidad para escapar de las autoridades una y otra vez.
Pero no creo equivocarme si digo que con su estramb¨®tico y atropellado mitin y su subsiguiente fuga no solo ha nacido una leyenda de la cultura popular catalana, sino que, adem¨¢s, Puigdemont ha capitulado para siempre como figura pol¨ªtica. Ya no es un pol¨ªtico. Es un mito popular. Todo el mundo da por descontadas nuevas prestidigitaciones por su parte. Pero cada vez importa menos lo que tenga que decir pol¨ªticamente.
Y es que la relevancia pol¨ªtica del regreso de Puigdemont a Catalu?a fue nula. Empezar¨¦ por lo que queda m¨¢s a la vista. Buena parte de las personas que lo esperaban en el mitin estaban ah¨ª por ser alcaldes, cargos y militantes de Junts. O sea, estaban ah¨ª porque pol¨ªticamente no pod¨ªan estar en otra parte. En cambio, los votantes y simpatizantes de Puigdemont afirmaron, con una mayor¨ªa abrumadora, que en su jerarqu¨ªa de valores las vacaciones de verano est¨¢n por encima de Catalu?a y muy por encima de Puigdemont. En M¨¦xico, sin lugar a dudas el pa¨ªs hispanoparlante con el l¨¦xico pol¨ªtico m¨¢s rico, a las personas que van a los m¨ªtines para poder engrosar el p¨²blico asistente y permitir una foto m¨¢s lucida del evento, los llaman acarreados. Sin los acarreados, el mitin de Puigdemont habr¨ªa sido tan poco tumultuoso como el de los extravagantes oradores que vociferan sus teor¨ªas pol¨ªticas en los speakers¡¯ corners de Londres. Su capacidad de convocatoria pol¨ªtica es, si uno la compara con lo que ocurr¨ªa hace unos pocos a?os, anecd¨®tica.
Pero, pol¨ªticamente hablando, lo m¨¢s importante era otra cosa. Puigdemont pod¨ªa intentar irrumpir en el Parlament y, en caso de ser detenido, hacer que se parara unos d¨ªas, quiz¨¢s unas semanas, el proceso de investidura de Salvador Illa. Inter¨ªn durante el cual pod¨ªa pasar cualquier cosa si reviv¨ªa, aunque fuera de manera fugaz, el esp¨ªritu de los acontecimientos de 2017. O, con esa misma irrupci¨®n, pod¨ªa multiplicar las probabilidades de que se produjera el tamayazo emocional que ven¨ªa perge?ando desde hace semanas. Pero Puigdemont no fue al Parlament. Ni siquiera lo intent¨®. Se esfum¨®. Lo cual implica tres cosas. La primera es que, una vez m¨¢s, minti¨® a sus menguantes seguidores cuando jur¨® y perjur¨® que al fin saldar¨ªa su deuda y har¨ªa exactamente lo que hab¨ªa anunciado e ir¨ªa al Parlament, aunque tal cosa le costara su detenci¨®n. Sin embargo, Puigdemont prefiri¨®, como siempre, la adrenalina a la pol¨ªtica. ?Cu¨¢ntas veces m¨¢s se dejar¨¢n humillar los votantes de Junts por un pillo ¡ªo, para decirlo con todas sus letras, por un aut¨¦ntico manipulador de masas¡ª como Puigdemont? ?Cu¨¢ndo entender¨¢n que la m¨¢xima prioridad de Puigdemont es la muy sensata opci¨®n ¡ªsiempre que de ¨¦l dependa¡ª de no pasar ni una sola noche en la c¨¢rcel por Catalu?a?
Lo segundo que importa pol¨ªticamente es que, al esfumarse, ni siquiera pudo sumar la victoria menor del reproche a ERC por haber investido a un espa?olista (sic) el mismo d¨ªa que ¨¦l era detenido. ERC sale de este episodio esperp¨¦ntico exactamente igual que entr¨®. No hay rasgu?os nuevos, que era uno de los objetivos de Puigdemont.
Pero lo tercero y m¨¢s importante de la nueva desaparici¨®n de Puigdemont es que queda derrotado su prop¨®sito pol¨ªtico principal, que consist¨ªa en impedir que hubiera un Gobierno de la Generalitat presidido por Salvador Illa. Por primera vez en 14 a?os ¡ªy qu¨¦ 14 a?os, Sancho¡ª, la primera autoridad institucional de Catalu?a no est¨¢ en manos de alguien que abraza la fantas¨ªa de que los catalanes viven bajo el yugo opresor de Espa?a. Es cierto que lo hace con el apoyo parlamentario de una fuerza que s¨ª lo cree. Y es cierto que est¨¢ por ver qu¨¦ significa y c¨®mo se implementa exactamente el inquietante pacto alcanzado en materia de financiaci¨®n. Todas estas cosas son ciertas y ennegrecen el horizonte. Pero lo m¨¢s importante de este jueves es que, con el nacimiento del mito popular de Carles Puigdemont, muri¨® el proc¨¦s.
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