Las tareas pendientes de la democracia espa?ola
Dada la preocupaci¨®n por el deterioro del Estado de derecho que existe en Occidente y considerando la solemnidad con que fue anunciado, cab¨ªa esperar mucho m¨¢s del plan de regeneraci¨®n del Gobierno
El Plan de Acci¨®n por la Democracia presentado por el Gobierno bien puede entenderse como un inventario de deberes pendientes, con m¨ªnimas novedades, poca concreci¨®n, escasa ambici¨®n y nula participaci¨®n.
Es cierto que este plan part¨ªa con una dificultad notable, la de estar a la altura del anuncio que de ¨¦l hizo el presidente del Gobierno: ¡°un antes y un despu¨¦s de la legislatura¡±, dijo cuando puso fin en mayo a una crisis a¨²n no explicada. Cuando las expectativas son tan altas es muy f¨¢cil decepcionar. Con el fin de huir de valoraciones apresuradas, conviene analizar en detalle.
El Plan de Acci¨®n por la Democracia bebe de su hom¨®logo en Europa aprobado en 2020 y desarrollado en 2023. Sus 31 medidas se articulan en tres ejes: ampliar y mejorar la calidad de la informaci¨®n gubernamental; fortalecer la transparencia, pluralidad y responsabilidad de nuestro ecosistema informativo, y reforzar la transparencia del poder legislativo y del sistema electoral. La atenci¨®n se fija en dos de los tres poderes del Estado ¡ªel legislativo y el ejecutivo¡ª, obviando al judicial, e incorpora al denominado ¡°cuarto poder¡±, los medios de comunicaci¨®n.
Una lectura atenta de las medidas permite comprobar que forman parte del repertorio habitual que distintos gobiernos, expertos y profesionales recomiendan para hacer frente a los desaf¨ªos que las democracias tienen hoy ante s¨ª. No parece, a priori, y a la espera de su concreci¨®n, que ninguna de estas cuestiones puedan suponer un retroceso ni una merma de la calidad de la democracia, como se apunta desde las filas conservadoras.
Dicho lo cual, conviene hacerse algunas preguntas. ?Son estas 31 medidas lo que Espa?a necesita para abordar los desaf¨ªos de desconfianza institucional y desafecci¨®n que minan la democracia? ?Aporta este plan algo nuevo que haga pensar que estamos ante una apuesta estrat¨¦gica? Cuesta creerlo. De las 31 medidas que el plan contiene, pr¨¢cticamente la mitad son compromisos ya adquiridos previamente ¡ªcomo las referentes a Gobierno Abierto¡ª o derivan de obligaciones europeas, en concreto del Reglamento Europeo sobre la Libertad de Medios de Comunicaci¨®n. Algunas incluso est¨¢n fuera de plazo, como la aprobaci¨®n del Real Decreto por el que se desarrolla una estrategia para combatir la corrupci¨®n contemplada en la Ley 2/2023, que el Gobierno ten¨ªa que haber presentado durante este mes de septiembre. En otros casos, se trata de obligaciones legales que llevan tiempo esperando a ser ejecutadas, como la creaci¨®n de la Autoridad Independiente de Protecci¨®n del Informante, que deriva de la misma ley.
Entre aquellos compromisos que pueden considerarse nuevos, hay algunos de notable importancia, como la creaci¨®n de dos nuevas unidades contra la corrupci¨®n en la Fiscal¨ªa General del Estado, la obligaci¨®n para todas las administraciones p¨²blicas de rendir cuentas cada seis meses, la celebraci¨®n de debates electorales o la publicaci¨®n de los microdatos de las encuestas. Otras cuesta calificarlas de innovadoras, cuando se trata de reivindicaciones hist¨®ricas como la reforma de la ley de secretos del Estado, de compromisos electorales como lo que afecta a la ley mordaza, de pr¨¢cticas que se han ido perdiendo como la celebraci¨®n de un Debate anual sobre el estado de la naci¨®n en sede parlamentaria, o el en¨¦simo intento de regular los grupos de inter¨¦s, tras el ¨²ltimo anteproyecto de 2022 que no lleg¨® a ver la luz.
Visto en perspectiva, este Plan de Acci¨®n por la Democracia es m¨¢s bien un inventario, un plan de deberes pendientes. Habr¨¢ quien vea en esto un avance y no le faltar¨¢ raz¨®n. Sin embargo, dada la preocupaci¨®n por el deterioro de la democracia que existe en Occidente, teniendo en cuenta el espacio que ha ocupado en el debate p¨²blico, y considerando la solemnidad con que fue anunciado, cab¨ªa esperar mucho m¨¢s.
Este plan adolece, al menos, de tres carencias, y no son menores. En primer lugar, el plan adolece de falta de concreci¨®n, lo que permite ver fantasmas a quien quiere verlos y decepciona a quien, esperanzado, esperaba encontrar una propuesta de valor. Por otro lado, carece de toda ambici¨®n. No encontrar¨¢n en sus p¨¢ginas ni una visi¨®n proactiva ni propuestas innovadoras. Se trata m¨¢s bien de medidas defensivas que buscan ir tapando v¨ªas de agua, cuando la crisis, a tenor de todos los indicadores, es mucho m¨¢s profunda. Finalmente, y quiz¨¢ aqu¨ª se encuentre una de las causas de lo anterior, el plan nace sin ninguna participaci¨®n, aspecto en el que, por cierto, tampoco incorpora nada. Que un plan por la calidad de la democracia nazca sin las aportaciones de las personas que, desde su ¨¢mbito profesional, acad¨¦mico o de organizaciones de la sociedad civil, llevan a?os pensando y trabajando en estos asuntos, indica, cuando menos, una escasa ambici¨®n y poca habilidad para la generaci¨®n de alianzas, claves a la hora de afrontar desaf¨ªos como este.
Algunas de las medidas anunciadas est¨¢n en el tejado del Gobierno, y deber¨¢ rendir cuentas de ellas, como ya ven¨ªan haciendo en el programa Cumpliendo. Otras necesitan de un tr¨¢mite parlamentario que se antoja tortuoso, si bien puede ser un momento para su enriquecimiento y mejora. Si tanto el Ejecutivo como los grupos parlamentarios ven en este plan alguna posibilidad de afrontar los desaf¨ªos que las democracias tienen ante s¨ª, deber¨ªan paliar estas carencias.
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