La violencia sexual y los m¨¢rgenes del Derecho
No podemos volver a una idea puritana de la sexualidad. Un hecho puede ser reprochable ¨¦tica y pol¨ªticamente y no ser delito. Solo cuando no hay consentimiento puede intervenir la ley
Con ocasi¨®n de las denuncias realizadas contra I?igo Errej¨®n, en los ¨²ltimos d¨ªas se han realizado una serie de afirmaciones y declaraciones en diferentes ¨¢mbitos, period¨ªsticos, pol¨ªticos e incluso jur¨ªdicos, que llevan a confusi¨®n y mezclan ideas y conceptos en torno a la violencia sexual y los m¨¢rgenes del Derecho. En el marco del Derecho encontramos el consentimiento sexual, la protecci¨®n a la v¨ªctima; tambi¨¦n la presunci¨®n de inocencia. No hay ¡°presuntos¡± agresores, ni hay, por tanto, ¡°presuntas¡± v¨ªctimas. Solo la inocencia es presunta. En los m¨¢rgenes del Derecho se mueven a diario nuestros derechos.
En el ¨¢mbito de la libertad sexual, que haya o no delito depende del consentimiento. Llevamos a?os discutiendo sobre el valor de consentir en el ¨¢mbito sexual: si hay acuerdo entre quienes participan, es sexo; si no lo hay, es agresi¨®n. Defendemos una moral sexual que exige acuerdo, no una moral sexual que nos diga qu¨¦ pr¨¢cticas, con qui¨¦n, cu¨¢ndo, d¨®nde y para qu¨¦.
El sexo consentido es aceptable en cualquiera de sus manifestaciones. Hablar de la libre voluntad a la hora de consentir implica que quienes intervienen en la relaci¨®n est¨¢n de acuerdo en c¨®mo esta se desarrolla y, por lo tanto, ning¨²n reproche ¨¦tico, social ni desde luego jur¨ªdico debe realizarse. Solo cuando no existe consentimiento v¨¢lido o este est¨¢ viciado, puede intervenir el Derecho. No hubo consentimiento por parte de Gis¨¨le Pelicot, ni de Nevenka Fern¨¢ndez. Tampoco lo hubo en los abusos en el seno de la Iglesia Cat¨®lica.
No todo comportamiento machista o desconsiderado es violencia sexual. No todo sexo sin amor o que no nos satisfaga es violencia sexual. Ni siquiera todo sexo violento es violencia sexual. Tampoco todas las personas buscamos lo mismo en un encuentro o relaci¨®n sexual. El sexo se expresa de maneras diversas. No queremos una sexualidad normativa porque nuestro feminismo no es moralizante, porque el sexo moralizante nos victimiza. No podemos volver a una concepci¨®n puritana de la sexualidad, poniendo de nuevo el acento en los peligros que el sexo tiene para las mujeres. No podemos permitirnos perder derechos conquistados.
Ponemos el acento en el consentimiento y en el acuerdo porque somos, pensamos y actuamos en tanto que seres aut¨®nomos, relacionales, con libertad de decidir sobre nuestra vida, nuestro cuerpo y nuestras relaciones sexuales. Decidimos a pesar de las limitaciones vitales a las que muchas de nosotras estamos sometidas; a pesar de los diferentes sistemas de dominio que nos afectan (el heteropatriarcado, el capacitismo, el racismo, la extranjer¨ªa, el edadismo, el sistema de clases). A pesar de todo eso, o por encima de ello, las mujeres decidimos, resistimos, acordamos, vivimos, creamos. Precisamente porque somos sujetos de derecho, no somos objetos, ni somos por definici¨®n ¡°v¨ªctimas¡± en un sentido psicol¨®gico o sociol¨®gico, aunque ocasionalmente podamos ser v¨ªctimas de delito. En el reconocimiento social y jur¨ªdico de nuestra agencia est¨¢ el germen del cambio de las estructuras que nos oprimen.
Si en lugar de defender estas premisas optamos, como se est¨¢ haciendo, por declarar a las mujeres siempre v¨ªctimas y a los hombres siempre agresores; si entramos a decidir qu¨¦ pr¨¢cticas sexuales son ¡°buenas¡± en s¨ª y cu¨¢les son ¡°machistas¡±; si entramos a juzgar los gustos, deseos y opciones sexuales de la gente, acabaremos reduciendo a objetos (objetos sexuales, objetos de tutela, objetos de dominio) a todas aquellas personas que disientan de la moral sexual establecida y decidida por unos pocos, cuya legitimidad ser¨ªa adem¨¢s cuestionable. Si esa moral sexual se va a perfilar a golpe de tuit, desandaremos el camino que nos ha conducido hasta aqu¨ª y muchas personas nos quedaremos en los m¨¢rgenes.
Un hecho puede ser reprochable ¨¦tica y pol¨ªticamente y no ser constitutivo de delito. Dicho eso, somos libres de buscar el reproche social, a trav¨¦s de redes sociales u otras v¨ªas, o el reproche penal de los actos contra nuestra libertad sexual. Tenemos derecho a tomarnos el tiempo que necesitemos, a desahogarnos, y a buscar apoyo personal o institucional para la denuncia. Podemos desear ser anonimizadas cuando se exponga nuestro relato, que no debe ser cuestionado, y preservar nuestra identidad para no ser revictimizadas, sin por ello ser an¨®nimas.
Se lucha contra la violencia sexual reconociendo y reforzando nuestra capacidad de decidir, de alumbrar pr¨¢cticas y se?alar l¨ªmites. Afirmamos que hay valor en la denuncia cuando el consenso se rompe, se impone la fuerza y la violencia del otro; y que hay voluntad de seguir avanzando libres y sin violencias, desde los m¨¢rgenes del Derecho.
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