Ucrania ante el abismo de quedarse sola
Zelenski es consciente de la extrema dependencia de sus aliados occidentales y del mayoritario sentir de la poblaci¨®n a favor de alcanzar alg¨²n tipo de acuerdo

Cuando se cumplen tres a?os del inicio de la invasi¨®n rusa de Ucrania del 24 de febrero de 2022, la situaci¨®n se resume en el estado de ¨¢nimo de tres mandatarios: un Volod¨ªmir Zelenski desesperado, ya sin ¡°plan para la victoria¡± y mendigando garant¨ªas de seguridad ante Rusia; un Donald Trump en modo imperator, crey¨¦ndose capaz de imponer su dictado urbi et orbi; y un Vlad¨ªmir Putin exultante, vi¨¦ndose reconocido como un interlocutor v¨¢lido a escala global y m¨¢s cerca que nunca de recolocar a Ucrania en la ¨®rbita rusa.
En el terreno militar, entretanto, el panorama resultante no es envidiable para ninguno de los dos contendientes. Es inmediato constatar que Rusia no ha logrado el objetivo de aquella ¡°operaci¨®n especial militar¡± que buscaba derribar a Zelenski con una acci¨®n rel¨¢mpago, y que solo su superioridad demogr¨¢fica, econ¨®mica, industrial y militar le ha permitido, a pesar de los graves errores t¨¢cticos cometidos, ocupar hoy en torno al 20% del territorio ucranio (desde diciembre de 2022 apenas ha logrado a?adir 3.000 kil¨®metros cuadrados m¨¢s). Es cierto que mantiene la iniciativa estrat¨¦gica, pero tambi¨¦n lo es que ha acumulado unos 170.000 muertos y 610.000 heridos, ha perdido un tercio de su flota del mar Negro, ha tenido que trasladar el grueso de la restante hasta Novoros¨ªisk, lo que ha permitido a Kiev recuperar la exportaci¨®n mar¨ªtima de cereales desde el verano de 2023, y sufre crecientes y cada vez m¨¢s dolorosos ataques artilleros y con drones en su propio territorio.
Por su parte, Ucrania, aunque solo reconoce unos 43.000 soldados muertos (diversas fuentes elevan la cifra hasta los 80.000), se encuentra obligadamente en una actitud defensiva y al l¨ªmite de su capacidad para evitar la ruptura de sus l¨ªneas. Es sobradamente consciente de la extrema dependencia de sus aliados occidentales ¡ªlo que reduce extraordinariamente su margen de maniobra ante la amenaza estadounidense de recortar o anular la ayuda econ¨®mica y militar¡ª, as¨ª como del mayoritario sentir de la poblaci¨®n a favor de alcanzar alg¨²n tipo de acuerdo; todo ello mientras se producen decenas de miles de deserciones y la nueva ley de movilizaci¨®n no logra sumar los efectivos humanos necesarios para sostener la carga militar en primera l¨ªnea de combate. Ni la incursi¨®n realizada en agosto pasado en la regi¨®n rusa de Kursk, ni su creciente capacidad industrial para fabricar drones y material militar (en torno al 30% del que emplean sus fuerzas armadas), ni la disponibilidad de m¨¢s munici¨®n y mejores medios suministrados por sus aliados le permiten so?ar con el lanzamiento de una ofensiva que expulse por completo a las tropas invasoras.
En consecuencia, y dado que tanto para Kiev como para Mosc¨² lo que est¨¢ en juego son intereses vitales (no as¨ª para Washington), todo apuntaba hasta ahora a una cronificaci¨®n indefinida del conflicto, con Putin convencido de que el tiempo corre a su favor y con Zelenski desgast¨¢ndose inexorablemente. En esas est¨¢bamos hasta que Trump irrumpi¨® nuevamente en escena ofreciendo a Rusia la posibilidad de lograr por la v¨ªa pol¨ªtica lo que no ha conseguido por la militar: ser reconocida como una potencia global y recuperar una zona de influencia propia, tanto en Asia central como en la Europa oriental. Trump ya ha bendecido lo primero en un ejercicio imperialista que lleva a dos pa¨ªses que no tienen ning¨²n mandato internacional ni ning¨²n derecho de propiedad sobre Ucrania a decidir su futuro sin tener en cuenta a Kiev. Y le abre la puerta a lo segundo, poniendo en marcha, a partir de la reuni¨®n celebrada en Riad por sus respectivos ministros de Exteriores, un proceso global de normalizaci¨®n de las relaciones ruso-estadounidenses.
Son muchas las inc¨®gnitas por despejar para llegar a un acuerdo que Washington da ya por hecho. Lo que menos dudas genera del proceso que ahora arranca es la posibilidad de que Mosc¨² intensifique a¨²n m¨¢s su ofensiva sobre el terreno con idea de lograr una posici¨®n de ventaja, tanto para controlar m¨¢s territorio ucranio cuando dicho acuerdo se firme, como para emplearlo como baza de negociaci¨®n. Putin cuenta para ello con unos 617.000 efectivos desplegados en el campo de batalla y con un considerable margen de maniobra para seguir enviando carne de ca?¨®n al matadero ucranio, en la medida en que ya se ha encargado de anular tanto la oposici¨®n parlamentaria como la voz de los medios de comunicaci¨®n independientes y de la sociedad civil cr¨ªtica con su gesti¨®n. De momento, y a pesar de las sanciones internacionales, mantiene su capacidad para fabricar el armamento necesario para reiterar los esfuerzos que sean precisos para debilitar a las unidades enemigas y para dificultar hasta el extremo la vida social y econ¨®mica de los 37 millones de ucranios que quedan en el pa¨ªs.
A partir de ese punto cabe especular sobre lo que pueden hacer otros actores. La primera hip¨®tesis es que Ucrania, sumida en una guerra existencial, seguir¨¢ empleando todos los medios a su alcance para evitar la derrota a manos rusas y el abandono de Washington y el resto de sus aliados occidentales. Zelenski sabe que, en solitario, no tiene la m¨¢s m¨ªnima posibilidad de salir airoso del envite, incluso aunque cediera ante la exigencia estadounidense de rebajar la edad de movilizaci¨®n a los 18 a?os (en lugar de los 25 actuales). Sabe igualmente que no podr¨¢ contar con soldados de pa¨ªses aliados desplegados en orden de combate junto a las unidades ucranias. Eso explica que haya decidido centrar el foco en la imperiosa necesidad de contar con garant¨ªas de seguridad tras la firma de un hipot¨¦tico acuerdo. As¨ª, asumiendo que no entrar¨¢ en la OTAN y tratando de evitar que la obscena extorsi¨®n a la que est¨¢ siendo sometido por Trump para ceder la explotaci¨®n de sus considerables recursos minerales deje a Ucrania exang¨¹e, Zelenski aspira a convencer a sus aliados para que desplieguen al menos 200.000 efectivos a lo largo de los aproximadamente 1.100?kil¨®metros de la futura l¨ªnea de separaci¨®n.
Y es ah¨ª donde entra la Uni¨®n Europea, o donde deber¨ªa entrar. De momento, como bien han demostrado las dos fallidas reuniones informales convocadas por Emmanuel Macron, para intentar definir la tarea a realizar, queda claro que los Veintisiete no comparten una idea com¨²n, lo que obliga a recurrir a instancias ad hoc. En esas circunstancias es muy dif¨ªcil imaginar que la UE est¨¦ en condiciones de sustituir a EE UU si este ¨²ltimo cumple sus amenazas ¡ªcortar la ayuda econ¨®mica y militar a Kiev, bloquear su entrada en la OTAN y no enviar soldados a la mencionada l¨ªnea de separaci¨®n¡ª.
El problema no est¨¢ tanto en la falta de capacidades como en la preocupante fragmentaci¨®n interna, con pa¨ªses abiertamente contrarios a enviar tropas o a facilitar la entrada de Ucrania en la UE. A eso se suma que, en el ¨¢mbito militar y volviendo al terreno de las capacidades, actualmente ninguno de los pa¨ªses inicialmente inclinados a enviar tropas cuenta con los medios suficientes para sostener un contingente de esas dimensiones, con la obvia necesidad de transporte, inteligencia y log¨ªstica, para una misi¨®n que podr¨ªa prolongarse a lo largo de a?os. Un despliegue de esa naturaleza para disuadir a Putin de volver a las andadas solo puede plantearse si Washington entra en juego, no solo porque tiene esa demostrada capacidad para proyectar poder a distancia, con medios que los Veintisiete solo tienen a cuentagotas, sino porque en el peor de los escenarios posibles solo la cobertura nuclear estadounidense podr¨ªa frenar las ansias imperiales de Putin. Un Putin que calcula que los gobiernos europeos no tienen la voluntad pol¨ªtica para repeler por las armas una nueva invasi¨®n. Disquisiciones varias mientras Ucrania se consume.
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