Tr¨¢fico de personas y esclavitud: los infernales destinos para la infancia de Hait¨ª
Stevens ten¨ªa nueve a?os cuando su madre lo entreg¨® a una familia que lo esclaviz¨® como sirviente. Rachel cay¨® en una red de explotaci¨®n sexual para turistas. M¨¢s de 50.000 ni?os cruzan cada a?o hacia la Rep¨²blica Dominicana
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Quince pasos da Stevens Guerrier hacia su madre para fundirse en un abrazo. Ella lo estruja por toda la espalda, mesurando la delgadez de su reto?o y palpando las cicatrices de sus brazos y rostro.
FOTOGALER?A | El incierto paradero de 50.000 ni?os haitianos
¡ª?D¨®nde has estado? ?Por qu¨¦ has tardado tanto en venir? ¡ªle ri?e cari?osamente Nathalie, ahogada en sollozos.
¡ªNo s¨¦, ten¨ªa ganas de verte ¡ªrepite el ni?o de 12 a?os ruborizado, sin soltarle la mano.
Se acaban de reencontrar despu¨¦s de m¨¢s de tres a?os sin verse y sin saber nada uno del otro. Un jueves de mayo del 2017, Nathalie Pierre vend¨ªa en el mercado binacional de la frontera de Bellad¨¨re, entre Hait¨ª y Rep¨²blica Dominicana, cuando entreg¨® a su peque?o a un hombre dominicano. La promesa de ofrecerle una vida digna en un hogar adoptivo termin¨® en pesadilla.
¡°Cuidaba el ganado, me obligaban a hacer muchos trabajos. No quer¨ªan enviarme a la escuela. Estaba en la miseria. No quer¨ªan comprarme ropa y dorm¨ªa en la cocina. Me sent¨ªa muy maltratado¡±, cuenta el menor con la mirada gacha. Malvivi¨® como criado para una familia de Santiago. Aprendi¨® a hablar castellano, pero se niega a utilizarlo debido al trauma.
Stevens Guerrier imagin¨® cada noche la manera de fugarse de esa prisi¨®n. Cada noche pensaba en ¡°volver al regazo¡± de su madre, explica, pero si sus due?os se hubiesen enterado de que quer¨ªa escapar, lo habr¨ªan detenido. Su situaci¨®n alert¨® a un vecino que le ayud¨® a huir en motocicleta hasta la frontera.
Las autoridades lo hallaron en el mismo cruce del centro del pa¨ªs donde fue abandonado y lo llevaron con la fundaci¨®n Zanmi Timoun, encargada de acoger a menores supervivientes de trata y reunirlos con sus familias. Tardaron un par de d¨ªas en encontrar a su madre en una remota comunidad, Capemte, a media hora en coche hacia los arrabales de Bellad¨¨re. Luego, el par de voluntarios y el ni?o caminaron m¨¢s de una hora por un sendero que atraviesa marchitas bananeras labradas por bueyes. Las viviendas de hormig¨®n y varillas desnudas dan paso a chabolas de madera y adobe.
Los obligan a prostituirse, mendigar, y ahora hemos detectado que tambi¨¦n para luchar en combates clandestinosJunior Noisette, trabajador de Zanmi Timoun
¡°Hice lo mejor para llevar a mis hijos a la escuela, pero ten¨ªa muchos problemas. No ten¨ªa nada para alimentarlos y estuve resignada a entregarlos¡±, justifica Nathalie. Meses antes de despedirse de Stevens, ya hab¨ªa regalado a su hijo mayor, del que todav¨ªa no ha sabido nada. Esta ama de casa de 28 a?os tuvo que dejar la venta ambulante para cuidar a su marido, enfermo del ri?¨®n e incapacitado para trabajar en la cosecha. Comen lo poco que crece en su terrapl¨¦n. El matrimonio y sus otros cuatro hijos habitan en un cuchitril de unos 15 metros cuadrados de tablones y techo de lat¨®n.
Jornaleros, mendigos... y luchadores clandestinos
La extrema pobreza que azota a una cuarta parte de la poblaci¨®n haitiana empuja a miles de familias a abandonar a sus hijos. Una cuarta parte de los cuatro millones de menores en Hait¨ª no viven con sus padres biol¨®gicos y m¨¢s de 50.000 cruzan al a?o ¨D150 a diario¨D a Rep¨²blica Dominicana, seg¨²n estimaciones oficiales.
¡°All¨ª los obligan a todo tipo de trabajos: prostituci¨®n, como lustrabotas, en el campo, mendigando por las calles y recientemente hemos detectado que est¨¢n siendo utilizados para luchar en combates callejeros con apuestas en Dajab¨®n (ciudad fronteriza dominicana) y en zonas de la costa¡±, se?ala Junior Noisette, trabajador de Zanmi Timoun. Han recibido al menos una docena de chicos ¡°con heridas en la cara¡±, quienes relataron que les hab¨ªan forzado a pelear por dinero y algunos detallaron que las luchas ten¨ªan lugar en la playa. Esta nueva pr¨¢ctica de explotaci¨®n infantil fue confirmada por la Fundaci¨®n Lumos y la red Jano Siks¨¦.
Noisette recorre el paso oficial y las trochas ilegales de Bellad¨¨re, por donde calcula que cruzan de 50 a 100 menores a diario. En agosto interceptaron a una pareja con seis ni?os de tres a nueve a?os sin ninguna relaci¨®n de parentesco. Las familias biol¨®gicas admitieron haber pagado a los tratantes de 100 a 200 euros, bajo la promesa de llevarlos a un buen hogar adoptivo.
El fatal mercado fronterizo
Un gent¨ªo con enormes bultos en la cabeza, carretillas que se abren paso a empujones y veh¨ªculos motorizados repletos de pl¨¢tanos y sillas abarrotan cada lunes y jueves el paso fronterizo de Ouanaminthe, en el norte del pa¨ªs. Son los d¨ªas del mercado binacional. A las puertas del puente del r¨ªo Massacre, varios agentes haitianos (Polifront) blanden sus l¨¢tigos y ramas para intimidar a la muchedumbre o los sacuden en sus pantorrillas. En el bullicioso trasiego resulta muy complicado identificar a contrabandistas o a menores no acompa?ados. Pese a ello, la polic¨ªa hall¨® a dos hermanos abandonados esa ma?ana del 3 de noviembre, despu¨¦s de que su traficante saliese corriendo al toparse con los patrulleros. El ni?o de unos seis a?os y la ni?a de cuatro aguardan en las oficinas del Instituto de Bienestar Social (IBESR), que rechaza conceder una entrevista solicitada durante un mes.
Los militares dominicanos cobran de 500 a 2.000 pesos (7 a 30 euros) por dejar pasar a traficantes de ni?osSylvestre Fils, director del Observatorio de Trata
Algunos ni?os deambulan de aqu¨ª para all¨¢ vendiendo dulces o limpiando zapatos. Un grupo de adolescentes en minifalda y top coquetea con los agentes para evitar hacer la interminable hilera de medio kil¨®metro. Un joven con un ni?o tambi¨¦n se salta la fila y atraviesa el port¨®n tras un leve saludo de cabeza a un soldado dominicano, ataviado con casco de combate y fusil.
Ninguna autoridad solicita documentaci¨®n a los viandantes. ¡°No hay ning¨²n control migratorio, por tanto, ninguna posibilidad ni intenci¨®n de combatir el tr¨¢fico infantil o cualquier forma de trata¡±, asegura Sylvestre Fils, director del Observatorio de la Migraci¨®n y la Trata Transfronteriza, creado hace un a?o como respuesta a la negligencia de ambos pa¨ªses.
Los observadores se mimetizan entre el vaiv¨¦n de los comerciantes. Han detectado el cobro de sobornos por parte de las Fuerzas Armadas dominicanas para hacer la vista gorda tanto en el cruce de mercanc¨ªas como de seres humanos. ¡°Los militares no son muy exigentes, piden 500, 1.000, 2.000 pesos (de 7 a 30 euros). Depende de la cantidad de personas que lleve el traficante, pero no hay un monto fijo, es algo muy informal. La red de tr¨¢fico funciona permanentemente, por lo que ellos (los contrabandistas) desarrollan una relaci¨®n con los militares¡±, asegura Fils.
Explotadas para el turismo sexual
Por esa turbia frontera, un lunes, ingres¨® Rachel Saint-Jean. Tiene 15 a?os. Cuando era ni?a sus padres la abandonaron y creci¨® en las calles de Cabo Haitiano (norte), donde subsist¨ªa con algunas amigas. Su novio la convenci¨® para enviarla a estudiar al pa¨ªs vecino, porque en Hait¨ª ya no pod¨ªa permitirse pagar la Secundaria. Le organiz¨® el viaje para verse con el traficante en Dajab¨®n, ciudad lim¨ªtrofe con Ouanaminthe.
¡°El se?or [traficante] me llev¨® a su casa, pero estaba llena de gente. Entonces me mudaron a casa de una mujer con otras chicas. Ella solo quer¨ªa escogerme hombres para que tuviese una historia de amor y me fuese a sus casas¡±, relata la adolescente, que todav¨ªa usa una cadena, regalo del novio que, al parecer, la vendi¨® a una red de explotaci¨®n sexual.
¡ª?Los hombres que te escog¨ªan eran blancos?
¡ªS¨ª, blancos.
Rachel Saint-Jean lleg¨® hasta Santiago y de ah¨ª hacia alg¨²n punto de la costa norte, una zona tur¨ªstica, por lo que probablemente esos clientes ¡°blancos¡± eran extranjeros. En las principales avenidas de los destinos m¨¢s concurridos es habitual encontrar mujeres haitianas, algunas menores, ofreciendo sus servicios por menos de 10 euros.
¡°Fuimos [con el traficante] a una fiesta juntos y me puse muy ebria. No s¨¦ c¨®mo, no recuerdo qu¨¦ sucedi¨®. Cuando me levant¨¦... [hace una larga pausa] Vi que se hab¨ªa servido ¨¦l mismo¡±, dice literalmente la joven para referirse al abuso sexual. Despu¨¦s de cuatro meses secuestrada logr¨® escapar, o bien, la soltaron por su f¨¦rrea resistencia a intimar con desconocidos: ¡°No estaba de acuerdo, yo solo quer¨ªa ir a la escuela. El se?or me dijo que me dejar¨ªa en la calle si no aceptaba¡±.
Sin capacidad para combatir la trata
Tras regresar a la frontera de Ouanaminthe, el IBESR traslad¨® a Rachel al albergue de la congregaci¨®n San Juan Evangelista, que cada a?o acoge a medio millar de ni?os y ni?as supervivientes de trata. Su directora, la colombiana Alexandra Bonilla, aterriz¨® en esos confines de Hait¨ª tras el terremoto de enero del 2010. A los pocos d¨ªas de la cat¨¢strofe, la detenci¨®n de una decena de baptistas estadounidenses que intentaban llevarse a 33 infantes de Puerto Pr¨ªncipe encendi¨® las alarmas. El entonces primer ministro, Jean-Max Bellerive, asever¨® que el tr¨¢fico infantil era ¡°uno de los mayores problemas¡± y reconoci¨® la existencia de ¡°tr¨¢fico de ¨®rganos para ni?os¡±.
La hermana Bonilla levant¨® en esta d¨¦cada un espacioso centro transitorio, prueba de que el inhumano contrabando persiste. ¡°Desde que estoy aqu¨ª no he visto que se haya reducido el tr¨¢fico de ni?os. Se mantiene igual o incluso ha aumentado. (...) El Gobierno no tienen los recursos para atajar este problema y sus causas¡±, lamenta la monja.
Encabezaremos las adopciones para evitar excesos como la pedofilia y el tr¨¢fico de ¨®rganosArielle Villedrouin, directora del IBESR
En 2016, Hait¨ª era el octavo pa¨ªs del mundo con mayor ¨ªndice de esclavitud moderna, sobre todo debido a la enorme trata humana. En el ¨²ltimo lustro, se han dado algunos pasos para la persecuci¨®n del delito y la capacitaci¨®n de funcionarios fronterizos, como eval¨²a el Departamento de Estado de EE UU en su ¨²ltimo informe anual. Sin embargo, subraya que ¡°el Gobierno no asign¨® fondos suficientes y no implement¨® procedimientos para la identificaci¨®n de v¨ªctimas¡±.
En la pr¨¢ctica, parte de los funcionarios del IBESR mantienen una huelga desde hace tiempo, mientras que la creaci¨®n del Comit¨¦ Nacional de Lucha contra la Trata de Personas (CNLTP) se qued¨® en eso, en el nombre, completamente disfuncional sin presupuesto ni oficinas.
Los orfanatos, primer eslab¨®n del tr¨¢fico infantil
El desamparo institucional ha favorecido la consolidaci¨®n de un vasto entramado de orfanatos que operan como captadores de menores. Tan solo 50 de 750 de estos centros cuentan con licencia para funcionar, seg¨²n datos oficiales. Un 80% de los m¨¢s de 32.000 internados no son hu¨¦rfanos. Para Bonilla, ¡°la mayor¨ªa son un negocio y tienen a los ni?os para atraer donaciones a beneficio de los propietarios¡±.
Tras el terremoto del 2010, el n¨²mero de orfanatos se duplic¨® y, pese a que el Gobierno ha clausurado 150, se siguen abriendo a un ritmo superior, motivados por el ingente lucro que generan. Tan solo un tercio de estas guarder¨ªas en Hait¨ª recibe unos 60 millones de euros anuales en donaciones, revela un informe de la Fundaci¨®n Lumos. En contraste, el IBESR, ente nacional para la protecci¨®n de la infancia, cuenta con un presupuesto de menos de un mill¨®n.
El centro Sourire d¡¯Amour es una pocilga. En la entrada hay varios ni?os de tres a seis a?os sin pantalones, cubiertos de polvo, sin nada que hacer ni jugar. Las colchonetas de las literas est¨¢n mugrientas y, muchas, rajadas. Ni hablar de una s¨¢bana. Las puertas de los armarios destartaladas dejan ver unas pocas prendas de ropa, seguro insuficientes para los 15 hu¨¦rfanos. La cochambrosa cocina tan solo cuenta con un asador de carb¨®n y sus estantes est¨¢n vac¨ªos, al igual que una jaula para guardar la comida. Las empleadas aseguran que la despensa se encuentra almacenada bajo llave en una habitaci¨®n, pero reh¨²san mostrarla.
Su propietaria, Inesse Joseph, pastora de una iglesia con el mismo nombre del orfanato, estuvo envuelta en un esc¨¢ndalo en 2007, cuando arrebat¨® de sus familias a 47 chiquillos de comunidades rurales al extremo oeste del pa¨ªs, con la expectativa de que ser¨ªan adoptados por extranjeros. ¡°?Demasiadas personas se enriquecen de los pobres! ?Los encontramos en un estado terrible! ?Debemos dejar de vender ni?os!¡±, vocifer¨® desencajado un representante de la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (OIM), instantes despu¨¦s del rescate de los peque?os, de dos a siete a?os, a quienes tuvieron que llevar al hospital por su deteriorado estado de salud.
El orfanato sigue funcionando sin acreditaci¨®n a la salida de P¨¦tion-Ville, el barrio menos desdichado de Puerto Pr¨ªncipe. En ese mismo distrito, en febrero del pasado a?o, murieron 15 ni?os y ni?as en el incendio de un orfanato, tambi¨¦n irregular, gestionado por un grupo de estadounidenses miembros de la Iglesia de la Comprensi¨®n B¨ªblica, que nos niegan el ingreso a otro de sus centros. El fuego se produjo por alguna de las velas que se usaban para iluminarse, debido a la carencia de electricidad. Las instalaciones no cumpl¨ªan con los est¨¢ndares b¨¢sicos. ¡°Estaban realmente muy descuidadas (...) Todo lo que vemos son ni?os viviendo como animales¡±, destac¨® la jueza del caso sobre un panorama que, a tenor de las im¨¢genes, se asemeja bastante al Sourire d¡¯Amour.
Adem¨¢s, en muchos de los internados ¡°sufren violencia¡± y en algunos casos ¡°abusos sexuales y muertes evitables¡±, seg¨²n el estudio de Lumos, cuya conclusi¨®n es que los orfanatos act¨²an como tratantes. A fin de restringir el tr¨¢fico transfronterizo por parte de estos centros, la Administraci¨®n haitiana endureci¨® los requisitos para la tramitaci¨®n de adopciones. ¡°Encabezaremos los procesos (de adopci¨®n), lo que evita algunos excesos, porque se ha hablado de pedofilia y tr¨¢fico de ¨®rganos¡±, mencion¨® la directora del IBESR, Arielle Jeanty Villedrouin a comienzos del pasado a?o.
Impunidad criminal
Por la porosa frontera de 370 kil¨®metros que divide La Espa?ola se contrabandean desde animales hasta drogas y armas. Alexis Alphonse camina a diario m¨¢s de una hora por un prado de Ferrier, a las afueras de Ouanaminthe, para sentarse toda la ma?ana bajo un sauce pr¨®ximo al arroyo que separa a Hait¨ª de Rep¨²blica Dominicana. Tan solo una piedra amarilla indica que se trata de una frontera.
Algunos transe¨²ntes se arremangan los pantalones para vadear el riachuelo sin mojarse. Alexis los anota con una rayita sobre un portapapeles, testigo de dos d¨¦cadas de cruces irregulares registrados para la Red Fronteriza Jan¨® Siks¨¦, desplegada en decenas de puntos a ambos m¨¢rgenes.
Los traficantes son el tercer grupo m¨¢s rico del pa¨ªsAlexis Alphonse, coordinador Red Fronteriza Jano Siks¨¦
¡°Los peque?os traficantes pasan por aqu¨ª, con ni?os, sin preocupaci¨®n. Cuando los paro, incluso se identifican como traficantes. Desconocen que est¨¢n cometiendo un crimen, que hay una ley que los puede meter en la c¨¢rcel¡±, exclama. Los contrabandistas son a veces familiares de la v¨ªctima o conocidos de la comunidad, donde a menudo son vistos como salvadores por, te¨®ricamente, sacar a sus hijos de la penuria. Se considera como otro empleo cualquiera, aunque ¡°los tratantes conforman el tercer grupo m¨¢s rico del pa¨ªs¡±, seg¨²n Alphonse.
Hait¨ª tard¨® hasta 2014 para aprobar una ley contra la trata humana, que prev¨¦ sanciones de hasta 15 a?os de c¨¢rcel y 14.000 euros de multa. No obstante, la Patrulla Fronteriza (Polifront) apenas detuvo a 51 individuos sospechosos en 31 casos de tr¨¢fico desde abril del 2019 hasta el mismo mes del pasado a?o, seg¨²n el informe de Washington. Ning¨²n expediente lleg¨® a condena. La justicia haitiana solo ha sentenciado seis casos en 2019 y uno en 2017.
La persecuci¨®n de la trata infantil tampoco mejora en la otra mitad de la isla. La Fiscal¨ªa dominicana aument¨® las investigaciones respecto a a?os anteriores, pero redujo considerablemente las sentencias. Tan solo conden¨® a cinco acusados. La escasa judicializaci¨®n se debe en gran medida a la complicidad de las autoridades en las redes de trata, desde funcionarios de la Fiscal¨ªa hasta polic¨ªas, como enfatiza el Departamento de Estado de EE UU, que rebaj¨® la calificaci¨®n de Rep¨²blica Dominicana al nivel de Hait¨ª.
Servidumbre, la extendida forma de esclavitud infantil
Los coloridos atuendos escolares, que por las tardes inundan alegres las polvorientas calles, disfrazan la desgracia para 1 de cada 15 peque?os. Alrededor de 407.000 ni?os y sobre todo ni?as trabajan como empleadas dom¨¦sticas. Unos 286.000 tienen menos de 15 a?os.
Los ¡°ni?os sirvientes¡± son conocidos como restavek (quedarse con) y suelen provenir de familias humildes de zonas rurales, vendidos o entregados a hogares con mayor poder adquisitivo. En su mayor¨ªa no reciben retribuci¨®n y soportan condiciones inhumanas y maltratos, tal y como denuncia Unicef, que tacha esta pr¨¢ctica como una forma de esclavitud moderna, socialmente tolerada en Hait¨ª.
Fue otra de las alternativas que Nathalie se plante¨® ante la imposibilidad de cuidar a Stevens. ¡°Pens¨¦ en d¨¢rselo a alguna vecina que lo pudiese mantener, pero aqu¨ª somos todos muy pobres. Adem¨¢s, aqu¨ª hubiese pasado las mismas dificultades, siempre se cree que con los espa?oles [como llaman a menudo a los dominicanos] tendr¨¢n mejor vida¡±. Nada m¨¢s lejos de la realidad.
Hait¨ª registra unas 59.000 personas viviendo como esclavas y Rep¨²blica Dominicana, 42.000; ambos entre los tres pa¨ªses de Latinoam¨¦rica con mayor tasa de esclavitud, solo por detr¨¢s de Venezuela, seg¨²n el Global Slavery Index de 2018, que estima en un 70% la poblaci¨®n haitiana en riesgo de sufrir esclavitud.
El primer pa¨ªs de Am¨¦rica Latina en independizarse, gracias a la ¨²nica revuelta de esclavos exitosa en la historia humana, padece todav¨ªa los estragos de una multimillonaria multa impuesta por Francia por haber perdido su perla del Caribe, sumado al prolongado bloqueo diplom¨¢tico y comercial del resto aplicado por el resto de naciones como escarmiento. Hait¨ª jam¨¢s se repuso del saqueo colonial y del alto precio por su libertad.
¡°?Qu¨¦ otra opci¨®n ten¨ªa?¡±, se pregunta a menudo Nathalie. ?Qu¨¦ otra opci¨®n ten¨ªa si quer¨ªa dar de comer a Stevens y a sus otros cuatro hijos en un pa¨ªs donde la mitad de menores sufre malnutrici¨®n? ?Qu¨¦ otra opci¨®n ten¨ªa para que su hijo siguiese estudiando, si apenas dos de cada diez adolescentes pueden cursar Secundaria?
En el lugar m¨¢s pobre del hemisferio occidental la salvaci¨®n pasa por arriesgar la vida al azar. El abismo en Hait¨ª est¨¢ a 15 pasos, los que tard¨® Nathalie en perder de vista a Stevens hace tres a?os. ¡°Cuando se march¨®, cayeron l¨¢grimas de mis ojos. Me arrepent¨ª de inmediato, pero me qued¨¦ paralizada. Cuando volv¨ª a reaccionar, ya era tarde, hab¨ªa desaparecido entre la muchedumbre. Pens¨¦ que jam¨¢s lo volver¨ªa a ver¡±. No puede dejar de achuchar a su peque?o para cre¨¦rselo. 15 pasos entre el milagro y el infierno.
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