Personas mayores y j¨®venes migrantes en Livorno se unen en busca de una vida mejor
Los ancianos locales est¨¢n solos y necesitan ayuda para hacer la compra o cocinar; los extranjeros reci¨¦n llegados a Italia necesitan aprender el idioma, socializar y encontrar empleo. Ambos grupos se acompa?an y suman
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Bajo el sol del mediod¨ªa, Maty (que no quiere dar su apellido por razones de seguridad) y Alma Buoncristiani caminan por la plaza Garibaldi de Livorno (Toscana, Italia). Casi 60 a?os las separan, pero la joven emigrante y la anciana italiana est¨¢n empezando a conocerse en el marco de un proyecto social que ve en la ayuda mutua una fuente de nueva esperanza en la ciudad portuaria.
La iniciativa Riconoscerci solidali (Reconocernos solidarios) fue puesta en marcha el a?o pasado, durante la pandemia por covid-19, por la asociaci¨®n Mezclar22 en colaboraci¨®n con el Centro de Servicios a las Mujeres Inmigrantes (CESDI, por sus siglas en italiano) y con financiaci¨®n de la iglesia evang¨¦lica valdense. Su objetivo es desarrollar pr¨¢cticas de inclusi¨®n laboral y solidaridad con los migrantes y los refugiados ayudando a los habitantes de m¨¢s edad del barrio. Los j¨®venes les hacen la compra, les llevan las medicinas o, sencillamente, les hacen compa?¨ªa.
Con ello, los voluntarios obtienen algunos ingresos, mejoran su italiano y adquieren conocimientos sobre la ciudad que ahora es su hogar. Pero los resultados m¨¢s importantes del proyecto son la mayor autonom¨ªa de los que participan en ¨¦l y las nuevas relaciones que florecen entre personas que en otras circunstancias quiz¨¢ nunca se habr¨ªan conocido debido a sus diferencias de edad, origen ¨¦tnico y procedencia social.
La iniciativa forma parte de La Riuso, un proyecto m¨¢s amplio de Mezclar22 que desde 2017 ofrece actividades para ni?os, talleres de costura y cursos de italiano en la misma plaza Garibaldi y sus alrededores.
Garibaldi es un barrio marginal pr¨®ximo al centro de la ciudad costera toscana. A menudo se dice de ¨¦l que es una zona dif¨ªcil, pero en estas calles las ra¨ªces de la clase trabajadora y las recientes historias de emigraci¨®n se encuentran y tejen un nuevo entramado social.
A lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas, muchas familias se han marchado del barrio para instalarse en pisos suburbanos, y ahora en Garibaldi viven sobre todo personas mayores. Pero est¨¢n llegando nuevos residentes, entre ellos j¨®venes de la ciudad, familias con pocos ingresos e inmigrantes. Aqu¨ª, en un peque?o patio rodeado de soportales que se abre en el centro de un viejo edificio, Buoncristiani, una octogenaria livornesa, y Maty se encuentran entre plantas y pilas de libros. Maty tiene 26 a?os y es senegalesa, pero se instal¨® en Livorno hace cinco a?os. ¡°Hab¨ªa empezado mis estudios en Senegal. Me habr¨ªa gustado continuar con la universidad, pero cuando tuve a mi primer hijo, no pude seguir¡±, cuenta.
Livorno siempre ha acogido a todo el mundo, ni siquiera ten¨ªa un gueto, pero ahora tambi¨¦n aqu¨ª hay idiotas racistasAlma, 82 a?os
Todav¨ªa le cuesta hablar italiano y el trato con la gente mayor no siempre es f¨¢cil, pero decidi¨® participar en el proyecto para mejorar sus conocimientos del idioma y ganar algo de dinero.
Buoncristiani, de 82 a?os, ha viajado mucho, pero siempre ha vivido en Livorno. Ama su ciudad natal y cultiva su memoria. Su piso est¨¢ a un paso de La Riuso y dice que se uni¨® al proyecto no porque lo necesitase realmente, sino para conocer a los nuevos habitantes del barrio. ¡°Livorno siempre ha acogido a todo el mundo, ni siquiera ten¨ªa un gueto, pero ahora tambi¨¦n aqu¨ª hay idiotas racistas¡±, afirma indignada mientras toca suavemente el codo de Maty.
Las dos siguen andando, cruzan despacio la plaza justo por detr¨¢s de la estatua de Garibaldi que, de pie en su pedestal, mira hacia el puerto industrial.
La ciudad est¨¢ situada alrededor de un puerto orientado a las islas de C¨®rcega y Cerde?a. Fue fundada a principios del siglo XVII por la familia M¨¦dici, grandes duques de Toscana, que necesitaban un puerto moderno, y desde entonces ha sido un baluarte del libre comercio.
Diferentes pueblos de varios pa¨ªses mediterr¨¢neos y europeos construyeron la ciudad, atra¨ªdos por la libertad religiosa y comercial. As¨ª fue como nacieron en Livorno muchas comunidades florecientes. Actualmente todav¨ªa se pueden encontrar algunas huellas de esa historia en lo que queda de la comunidad jud¨ªa, en los edificios religiosos, los viejos almacenes, los cementerios, las mansiones y los palacios. Buoncristiani piensa que iniciativas como La Riuso forman parte de un modelo amplio, ligado estrechamente a la historia de la ciudad.
Lansseny (que tambi¨¦n prefiere no dar su apellido) es uno de los voluntarios m¨¢s activos. Se separ¨® de su familia en el norte de Mal¨ª cuando ten¨ªa 18 a?os por culpa de la guerra entre las milicias islamistas y el Gobierno central de Bamako. Ahora tiene 22 y lleva cuatro viviendo en Livorno despu¨¦s de un periodo en Lampedusa. Antes de llegar en barco a la isla italiana, pas¨® un tiempo en Libia, donde la polic¨ªa lo tortur¨®.
¡°Tuve suerte, solo estuve un a?o all¨ª¡±, cuenta con una sonrisa amarga. Cuando lo mandaron al Centro de Acogida Extraordinaria para los solicitantes de protecci¨®n internacional, situado entre Garibaldi y la estaci¨®n ferroviaria, era de noche. ¡°Nada m¨¢s bajar del autob¨²s me encontr¨¦ con Giulia Tubino, una voluntaria de la asociaci¨®n Mezclar22, que me dijo: ¡®Ma?ana por la ma?ana, ve a la escuela¡±. La voz de Tubino burl¨¢ndose de ¨¦l tapa las risas que siguen: ¡°Hablas demasiado deprisa, Lansseny. Quieres decir demasiadas cosas y te comes las palabras. Los viejos no te entienden¡±.
Dos veces a la semana, Lansseny va al mercado de la ciudad a hacer la compra para Piero Giannoni. La lista que escribe el anciano siempre precisa al detalle las exquisiteces que tiene que comprar. Debido a sus problemas de salud, este hombre de 74 a?os realmente necesita ayuda.
Giannoni le cuenta a Lansseny historias de su familia. Le habla de las adversidades ¨Dsu padre estuvo en un campo de concentraci¨®n nazi durante la Segunda Guerra Mundial¨D, pero tambi¨¦n le relata an¨¦cdotas divertidas de la bodega que ten¨ªa su t¨ªo abuelo en una calleja cercana. Por su parte, el joven maliense le habla de sus sue?os y de sus planes para el futuro: le gustar¨ªa estudiar, encontrar un trabajo de mec¨¢nico y quedarse en Livorno.
En septiembre de 2020, Seydou (como los otros dos refugiados, obvia el apellido), un joven senegal¨¦s de 27 a?os, empez¨® a encontrarse con Grazia Pannilini, que vive al lado de La Riuso. Iban juntos a hacer la compra en una de las tiendas de comestibles del barrio. Entonces, con el repunte de contagios y las primeras restricciones, Pannilini dej¨® de salir de casa. Su hija, que es empleada de un bar y en estos momentos no puede trabajar, la ayuda ahora con la compra. Seydou pasa a menudo junto a la ventana de Pannilini, que da a la plaza dei Mille, intercambian un par de bromas e intentan mantener la relaci¨®n que se hab¨ªa creado ya antes de que Seydou empezase a ir a La Riuso. El joven hab¨ªa montado una peque?a sastrer¨ªa en el patio, en el que hay un par de m¨¢quinas de coser y un pu?ado de retales en una mesita auxiliar bajo los soportales. ¡°Estudi¨¦ ocho a?os, pero aqu¨ª no puedo encontrar trabajo de sastre¡±, explica mientras saca de un caj¨®n una bobina de algod¨®n amarillo. ¡°Podr¨ªa hacer peque?os arreglos en casa, pero el material cuesta dinero y con lo que gano por algunos encargos no puedo ni comprarlo. Esto no es trabajo¡±. Seydou cuenta que se march¨® de su casa huyendo del paro. ¡°Igual que todos. Y muchos mueren intentando cruzar el Mediterr¨¢neo¡±.
Puedo mantener las relaciones y, al mismo tiempo, ser ¨²til en esta ¨¦poca dif¨ªcil y no tener que acudir a trabajos en negroMaliense de 22 a?os residente en Livorno
Ahora lleva tres a?os viviendo en Livorno, trabaja unas horas de limpiador para una cooperativa de servicios y consigue combinar sus ingresos con sus actividades en La Riuso, pero le gustar¨ªa intentar mudarse para buscar trabajo. Sin embargo, como ocurri¨® con todo lo dem¨¢s en 2020, el proyecto se vio interrumpido por la crisis sanitaria mundial de la covid-19.
¡°En marzo de 2020 tuvimos que suspender la formaci¨®n, as¨ª que los voluntarios no terminaron las clases de italiano y los talleres de psicolog¨ªa hasta julio¡±, se lamenta Filippo Del Bubba, uno de los monitores de las actividades de Mezclar22. El proyecto se reanud¨® en septiembre pasado, justo antes de la segunda ola de la pandemia en Italia. Veruska Barbini, directora de Mezclar22, a?ade que, si bien la actividad de la asociaci¨®n se ha reducido debido a esta ¨¦poca dif¨ªcil, ¡°precisamente este contexto demuestra su funci¨®n indispensable¡±.
Lansseny pas¨® por dos periodos seguidos de cuarentena, de 14 d¨ªas cada uno, debido a que en el centro de solicitantes de asilo en el que vive hubo tres casos de contagio. En su opini¨®n, ahora el proyecto es todav¨ªa m¨¢s importante: ¡°Puedo mantener las relaciones y, al mismo tiempo, ser ¨²til en esta ¨¦poca dif¨ªcil y no tener que acudir a trabajos en negro¡±. El aislamiento social es un peligro real para la poblaci¨®n anciana. Los riesgos para la salud y las restricciones impuestas por el Gobierno han dificultado mucho m¨¢s las interacciones sociales. ¡°Gracias a este proyecto puedo romper el aislamiento¡±, afirma Buoncristiani. ¡°Creo que para las personas enfermas y necesitadas, esto es a¨²n m¨¢s importante¡±.
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