Los nuevos esclavos del campo italiano
En Italia, miles de indios trabajan explotados en el sector agr¨ªcola, por lo que muchos recurren a f¨¢rmacos dopantes para aguantar las duras jornadas de trabajo
El campo de las Lagunas Pontinas es todo igual. La l¨ªnea plana del horizonte se prolonga a lo largo de kil¨®metros, interrumpida tan solo por las lejanas cumbres de los montes Lepinos y Ausonios; y en direcci¨®n al mar, por el Circeo. Largas y mon¨®tonas carreteras rectil¨ªneas se cruzan a intervalos con otras igualmente rectas que separan los campos y los invernaderos. Estos caminos conducen a ciudades de nueva planta, levantadas por el fascismo italiano, y a poblados agr¨ªcolas con nombres parecidos que remiten a regiones lejanas y a batallas libradas en las fronteras de Italia durante la Primera Guerra Mundial: Borgo Carso, Borgo Piave, Borgo Grappa, Borgo Montello, Borgo Isonzo, Borgo Hermada.
Campos, pueblos, caser¨ªos, casas se?oriales y edificios completan el paisaje, producto de un planeamiento descuidado durante al auge de la construcci¨®n en la posguerra, especialmente en los grandes centros urbanos. M¨¢s y m¨¢s campos. Tierras arrancadas a las marismas por los enormes drenajes agrarios fascistas de la d¨¦cada de 1930, que en su d¨ªa se entregaron a colonos procedentes en su mayor¨ªa del norte del pa¨ªs. Hoy, algunos de aquellos nuevos pobladores son quienes explotan a otros emigrantes.
La comunidad india de la zona, de m¨¢s de 30.000 personas, la mayor¨ªa sijs del Punyab, constituye el peque?o ej¨¦rcito silencioso de peones que cultivan estas tierras desde hace d¨¦cadas. En este vasto territorio situado a pocos kil¨®metros de la capital, Roma, se practica el caporalato (reclutamiento ilegal de mano de obra a trav¨¦s de intermediarios, los caporali), un mal end¨¦mico que hace posible la explotaci¨®n de miles de trabajadores, a menudo controlados por sus propios compatriotas indios. Tambi¨¦n operan las mafias con intereses en uno de los mayores mercados de frutas y verduras de Italia, el de la ciudad de Fondi, en la provincia de Latina. En este mercado, la mayor¨ªa de los trabajadores son personas honradas, pero genera demasiado dinero como para no ser atractivo para las organizaciones criminales.
En Italia, el negocio de la contrataci¨®n ilegal de mano de obra agr¨ªcola genera m¨¢s de 20.000 millones de euros al a?o. La agricultura del Lacio pivota sobre las Lagunas Pontinas, con sus casi 10.000 empresas y alrededor de 25.000 trabajadores en el cultivo intensivo de futas y verduras.
La polic¨ªa y los jueces desarrollan una actividad intensa para combatir estos fen¨®menos. Los controles y las operaciones son continuos. En abril de 2021, siete personas terminaron en la c¨¢rcel por asociaci¨®n ilegal para explotar a emigrantes no europeos, extorsi¨®n y uso de pesticidas no autorizados para cultivos en los invernaderos. Poco menos de un mes despu¨¦s, en mayo, un m¨¦dico fue detenido en Sabaudia. Hab¨ªa recetado ilegalmente oxicodona a m¨¢s de 200 personas, todas ellas peones agr¨ªcolas indios que se drogaban para poder trabajar.
El soci¨®logo Marco Omizzolo, profesor de la Sapienza, en Roma e investigador Eurispes, fue el primero en dar la voz de alarma sobre la difusi¨®n del uso de f¨¢rmacos ¡°dopantes¡±, opioides y analg¨¦sicos para eliminar la fatiga del trabajo en el campo. Omizzolo lleva varios a?os luchando contra la contrataci¨®n ilegal. Fue uno de los primeros en entablar contacto con la comunidad india en 2009 y ganarse la confianza de los jornaleros.
A causa de su actividad, Omizzolo vive bajo protecci¨®n policial tras ser v¨ªctima de amenazas e intimidaciones. ?l fue uno de los organizadores de la primera huelga de la historia de los trabajadores sij, junto con el sindicato Confederaci¨®n General Italiana del Trabajo (CGIL), el 18 de abril de 2016. 4.000 personas se congregaron delante de la prefectura de Latina. ¡°Con la publicaci¨®n de mi libro Sotto padrone [Al servicio del amo. Ediciones ?Fondazione Giangiacomo Feltrinelli] en 2019, por fin esta realidad fue foco de atenci¨®n. Se realizaron investigaciones muy importantes, tanto period¨ªsticas como policiales¡±, afirma el soci¨®logo. ¡°Por ejemplo, mi libro inclu¨ªa el tema de los fitof¨¢rmacos legales e ilegales, y hace unos meses, en una operaci¨®n extraordinariamente importante de los carabineros y la Fiscal¨ªa, se detuvo a varios sujetos, un empresario y unos cuantos capataces; pero tambi¨¦n a un m¨¦dico de Sabaudia y a un farmac¨¦utico por recetar medicamentos peligrosos con el fin de dopar a los trabajadores indios para que soportaran la carga extrema de fatiga¡±.
En Italia, el negocio de la contrataci¨®n ilegal de mano de obra agr¨ªcola genera m¨¢s de 20.000 millones de euros al a?o
Antiespasm¨®dicos, analg¨¦sicos, hero¨ªna, bulbos de opio desecados: al reclutamiento ilegal se suma el problema de las drogas, consumidas casi a diario para resistir 12 y 14 horas encorvados cultivando los campos. ¡°Los empresarios saben que los jornaleros toman f¨¢rmacos para trabajar, para aguantar el cansancio. Yo mismo ayud¨¦ a repatriar los cuerpos de seis o siete personas que murieron a causa de la fatiga y el consumo de drogas. Es algo que sucede desde hace mucho tiempo, pero en los ¨²ltimos a?os se ha convertido en un gran problema. La gente se endeuda porque consume cada vez m¨¢s drogas. Entonces trabaja para pagarlas. Se vuelven drogadictos. Pero a ellos, a los jefes, les da lo mismo. Si te mueres, te sustituyen por otro. Les importa un bledo¡±, denuncia el indio Harbhajan Ghuman, vecino de Sabaudia desde hace 18 a?os, sentado a la mesa de un caf¨¦ junto a la carretera nacional que divide en dos la ciudad.
Por todas partes en Sabaudia hay tiendas de emigrantes que venden tel¨¦fonos, tarjetas SIM y comestibles. Tambi¨¦n abundan los complejos an¨®nimos de viviendas con las paredes desconchadas por la salinidad del mar y el abandono. ¡°Entre 1997 y 2000 pas¨¦ una temporada en Inglaterra. Luego volv¨ª a la India un a?o porque ten¨ªa una hija peque?a, y decid¨ª venir a Italia en 2003. Aqu¨ª las condiciones laborales eran muy diferentes de las de Inglaterra. Recuerdo que fui al templo sij, no sab¨ªa hablar italiano, y busqu¨¦ a los encargados para hablar con ellos. All¨ª encontr¨¦ mi primer trabajo como cocinero en la cantina comunitaria, y los domingos iba mucha gente a rezar, a veces hasta 1.700 personas. Era el ¨²nico templo de la zona. Pero trabajaba sobre todo en los campos. Un d¨ªa vi a Marco Omizzolo. No lo conoc¨ªa. Fue uno de los primeros que me ayud¨® a defender mis derechos¡±, recuerda Ghuman. ¡°En aquella ¨¦poca yo cobraba dos euros y medio la hora. La jornada empezaba hacia las cinco y media de la ma?ana, y terminaba a las seis de la tarde. Dorm¨ªamos en chabolas en los campos. Yo no sab¨ªa c¨®mo era en otras zonas, pero aqu¨ª, en el Lacio, las cosas no funcionaban bien. Marco me pidi¨® las copias de mi contrato de trabajo. Al principio, a la gente le daba miedo mostrar sus contratos. Durante a?os trabajamos as¨ª, con temor a las represalias. Luego, la situaci¨®n empez¨® a cambiar poco a poco. Normalmente, el empresario pagaba al caporale seis o siete euros por una hora de trabajo, y este les daba cuatro o cuatro y medio a los trabajadores¡±.
En agosto de 2018, Roberto Graziosi, ex comisario jefe del departamento de polic¨ªa de Terracina, otro municipio de las Lagunas Pontinas, dirigi¨® una serie de operaciones policiales en la zona en las que varios intermediarios y empresarios agr¨ªcolas fueron detenidos por explotaci¨®n laboral. La polic¨ªa descubri¨® a cuatro trabajadores indios en un cobertizo en el que hab¨ªan instalado unas camas improvisadas dentro de la vieja c¨¢mara frigor¨ªfica de un cami¨®n en desuso. Una lata les serv¨ªa de retrete. El empresario, un italiano, fue detenido.
A veces ocurren cosas peores. Graziosi relata ¡°un caso impresionante de un empresario agr¨ªcola que, para impedir que varios trabajadores se fueran, los amenaz¨® con una escopeta¡±. Y sigue: ¡°Tambi¨¦n ten¨ªa un capataz indio que controlaba a sus compatriotas, que no pod¨ªan ni siquiera ir al ba?o o hacer una pausa para comer, porque si no, les descontaba ese tiempo del jornal. El mismo empresario recorr¨ªa los campos con una escopeta en el asiento del coche, y de vez en cuanto disparaba tiros al aire para que los peones trabajaran m¨¢s deprisa. Nos record¨® la ¨¦poca de la esclavitud en los campos de algod¨®n¡±. Esclavitud: Graziosi no elige la palabra al azar.
¡°A lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas ha habido un cambio ¨¦tnico en el trabajo agr¨ªcola en las Lagunas Pontinas. Antes trabajaban los hombres y las mujeres que viv¨ªan en la provincia de Latina, y tambi¨¦n los que bajaban de los montes Lepinos y desarrollaban su jornada laboral en las fincas¡±, cuenta el sindicalista Pino Cappucci, secretario general de FLAI-CGIL, la Federaci¨®n de Trabajadores de la Agroindustria del Lacio. ¡°Las condiciones de explotaci¨®n no eran muy distintas. Sin embargo, ahora, con la llegada de toda esta comunidad india del Punyab, se ha producido un deterioro. Es como si este cambio de la mano de obra italiana por la india hubiese dado a los llamados empleadores una nueva libertad y, sobre todo, nuevas posibilidades de abusar del trabajador, de esclavizarlo¡±.
Les da lo mismo que sea festivo o no; que sea un d¨ªa sagrado para nosotros o no: tienes que trabajar siempre. Si dices un d¨ªa que no vas a ir, te castiganEmpleada india en el empaquetado de fruta en Italia
Borgo Hermada, uno de los muchos pueblos surgidos en la d¨¦cada de 1930, ha visto c¨®mo la presencia india aumentaba a?o tras a?o, hasta convertirse en un importante pilar de la comunidad local. Junto a la iglesia, en el centro de la poblaci¨®n, el ayuntamiento, el banco y algunos bares, se encuentran las inevitables tiendas de emigrantes. En un precario campo de f¨²tbol montado en un solar entre dos edificios juega un grupo de chicos indios. Tambi¨¦n hay un templo sij, y cada domingo centenares de personas abarrotan un cobertizo para rezar. ¡°Les da lo mismo que sea festivo o no; que sea un d¨ªa sagrado para nosotros o no: tienes que trabajar siempre. Si dices un d¨ªa que no vas a ir, te castigan. A lo mejor no trabajas cuatro o cinco jornadas seguidas. Tenemos que agachar la cabeza y decir siempre que s¨ª. Al menos, que nos paguen lo justo, que nos paguen horas extra si es domingo. Nosotras trabajamos, pero que nos den lo que nos corresponde por contrato¡±, protesta una mujer india empleada en el empaquetado de fruta.
La poblaci¨®n india en Italia es mayoritariamente pac¨ªfica y se ha mantenido al margen de conflictos sociales durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. Pero algo ha cambiado: en Borgo Montello, la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre de 2021, mataron a Sumal Jagsheer de una paliza. Estaba celebrando con varios compatriotas el nacimiento de su hijo en la India. Otro grupo de indios lleg¨® con barras de hierro y escopetas. Adem¨¢s de Jagsheer, quedaron tendidos en el suelo otros 10 heridos. Las autoridades detuvieron a cinco sospechosos de la agresi¨®n. Una historia fea y compleja dentro de la comunidad, en la que los equilibrios, el poder y los enredos delictivos se solapan.
¡°En la comunidad india hay muchas divisiones internas¡±, explica Omizzolo. ¡°El proceso de emancipaci¨®n ha llevado a una redistribuci¨®n muy compleja del poder. Algunos de ellos han entrado en la delincuencia, y han aparecido jefes que se han convertido en referentes de intereses y en personajes muy peligrosos. Por eso, como no dejo de insistir, la explotaci¨®n y la contrataci¨®n ilegal no son solo una din¨¢mica econ¨®mica, sino tambi¨¦n, y sobre todo, una din¨¢mica pol¨ªtica, ya que distribuyen y definen las relaciones de poder incluso antes del negocio econ¨®mico¡±.
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