La ¨²nica califa de la historia manda en Senegal
La ciudad de Thi¨¦s acoge un caso excepcional de dinast¨ªa califal femenina. Sus pr¨¢cticas religiosas fusionan el islam moderado y las creencias ancestrales
Sokhna Saibata recibe tumbada de costado, con sencilla dignidad, apoyando la cabeza en su nudosa mano de dedos largu¨ªsimos. Viste un pulcro traje blanco nuclear que acompa?a con accesorios chic: enormes gafas de sol hexagonales, reloj de piel, robustos anillos dorados. Su trono se alza apenas unos centimetros sobre el resto de la estancia, el porche de su vivienda en Keur Iyakhine (Thi¨¦s, Senegal). Un pu?ado de calles con urbanismo irregular. Polvoriento y colorista. Donde ni?os y animales circulan a su antojo. Similar a tantos barrios populares del pa¨ªs.
La visita se interrumpe por la llegada repentina de dos j¨®venes forasteros. ¡°Estamos de paso y nos han dicho que aqu¨ª vive una mujer que resuelve cualquier problema¡±, cuenta uno de ellos. Al otro ya le atiende Saibata con su heterodoxo arsenal curativo. Rezos y plegarias. Un tasbih, equivalente al rosario cristiano. Tejidos con supuestas propiedades espirituales. Vers¨ªculos del Cor¨¢n plastificados. Un port¨¢til que reproduce v¨ªdeos del Gran Magal, la peregrinaci¨®n a la ciudad santa de Touba, hito anual del muridismo, la cofrad¨ªa suf¨ª a la que pertenece Saibata.
El ritual sanador concluye con la ingesta de un brebaje marr¨®n y grumoso. El enfermo bebe de un trago dos vasos, convulsiona levemente y vomita sobre una t¨²nica fucsia el¨¦ctrico. Por exceso de fruici¨®n o como parte del proceso purificador. Mor Ba, secretario personal de Saibata, muestra reserva ante la duda y se limita a explicar que su jefa tiene soluciones para cualquier ¡°dolencia de cuerpo y alma¡±. ?Ingredientes del mejunje? ¡°Receta m¨ªstica de composici¨®n secreta¡±, responde Ba con sonrisa p¨ªcara.
Desde 2003, Saibata es la califa de Keur Iyakhine. Sucedi¨® a su hermana, Sokhna Magat, fallecida ese a?o y que ostent¨® el cargo a partir de 1943, cuando muri¨® el padre de ambas (aunque nacieron de madres diferentes, en una compleja genealog¨ªa polig¨¢mica). Antes de su muerte, Abdoulaye Yakhine, fundador del humilde califato, hab¨ªa predicho que ninguno de sus 14 hijos varones le sobrevivir¨ªa. La visi¨®n, iluminada desde las alturas, se cumpli¨® a rajatabla, asegura Ba. Saibata tiene dos hermanas menores que, en su momento, habr¨¢n de sucederla. Cuando estas fallezcan, nadie sabe con certeza qui¨¦n tomar¨¢ las riendas de esta peculiar dinast¨ªa califal femenina.
Todo apunta a que Saibata es ¨Cam¨¦n de su hermana¨C la ¨²nica califa que ha conocido el mundo musulm¨¢n. Cinco profesores de estudios isl¨¢micos consultados para este reportaje aseguran no conocer casos similares, presentes o pasados. Aunque ofrecen otros ejemplos de mujeres que lograron quebrar el monopolio de poder masculino en el islam. Son historias medievales que conjugan azar, conflictos sucesorios, carisma y bravura.
Desde la Universidad McGill (Montreal, Canad¨¢), Rula J. Abisaab resalta la figura de Sayyida Hurra, reina de Yemen en el siglo XII. Abdel Haleem, director del Centro de Estudios Isl¨¢micos en la Universidad de Londres, pone en valor a Shajar al-Durr, sultana de Egipto durante tres meses cruciales en 1250, tiempo suficiente para expulsar del pa¨ªs a las tropas francesas en la S¨¦ptima Cruzada del rey Luis IX. Tambi¨¦n en el siglo XII, otra sultana, Razia o Radiyya, gobern¨® en Delhi (India) por un per¨ªodo de cuatro a?os, apunta desde la Universidad de Alicante el profesor Hany El Erian. Y Nadia Hindi, de la Universidad de Granada, recuerda que en la Edad Media abundaban las alimat (femenino de ulema). Eruditas que, se?ala Hindi, ¡°recib¨ªan disc¨ªpulos de todo el mundo isl¨¢mico, tanto hombres como mujeres¡±.
A Isabel Romero, presidenta de la Junta Isl¨¢mica en Espa?a, no le sorprende que el ¨²nico califato femenino se haya dado en Senegal, donde ¡°las cofrad¨ªas funcionan con un alto grado de libertad y el islam, de por s¨ª poco jer¨¢rquico, se ha fundido con las tradiciones aut¨®ctonas¡±, de fuerte raigambre matriarcal. ¡°Hemos tropicalizado el Cor¨¢n¡±, dice, tomando un caf¨¦ antes de la visita, Oumar Seye, un periodista local que ha colaborado estrechamente con Saibata y su entorno. ¡°Me tiene especial aprecio: nada m¨¢s conocerme, hace siete a?os, me nombr¨® cheikh¡±. En Senegal, esta palabra designa simplemente a un sabio, aunque en otros pa¨ªses musulmanes se traduce por jeque.
Romero a?ade que el propio t¨¦rmino califa adquiere distintos significados seg¨²n el contexto. Una definici¨®n gen¨¦rica ser¨ªa, seg¨²n ella, ¡°l¨ªder social y espiritual¡± de un territorio. Otra acepci¨®n se refiere a los sucesores del profeta Mahoma. Antiguamente, explica el profesor Haleem, los grandes califatos (Omeya, Abbas¨ª, Otomano) aspiraban a dominar hasta el ¨²ltimo conf¨ªn musulm¨¢n. Hoy, el Estado Isl¨¢mico ¨Cautoproclamado califato¨C reinterpreta el vocablo con ambici¨®n expansiva y muerte al infiel. En Keur Iyakhine, se decantan por la modestia geogr¨¢fica y una ret¨®rica de paz.
Prueba de universalidad
El secretario Ba garantiza que el caso es absolutamente ¨²nico. Vaticina incluso que el futuro confirmar¨¢ la total exclusividad del califato que encabeza su maestra: ¡°No habr¨¢ nunca, en ning¨²n lugar del mundo, otras mujeres califa¡±. ?Y si se repite, en Senegal u otros pa¨ªses, la ausencia de descendencia masculina? Ba duda unos instantes antes de aceptar tal posibilidad. ¡°Lo especial de Keur Iyakhine no es tanto que el califa muriera sin hijos varones, sino su premonici¨®n de que ser¨ªan sus hijas quienes continuar¨ªan el legado¡±, zanja.
La comunicaci¨®n directa con Saibata topa con algunos obst¨¢culos. Idiom¨¢ticos, ya que la anciana solo habla wolof (lengua mayoritaria en Senegal) y es Ba quien traduce al franc¨¦s sus lac¨®nicas respuestas. Con frecuencia, explay¨¢ndose en detalles que no parecen haber salido de boca de la califa. Pero sobre todo porque, a sus 83 a?os, Saibata sigue con dificultad el hilo de la conversaci¨®n. A veces cierra los ojos y se recuesta unos instantes sobre su lecho policrom¨¢tico. Otras se sumerge en enso?aciones divinas y, en mitad de la charla, lanza al aire ¡ªcon su voz quebrada de tono bajo¡ª c¨¢nticos religiosos.
Rodea a Saibata un grupo variopinto de talib¨¦s, disc¨ªpulos que veneran y obedecen sin rechistar a un/a marabout/e (l¨ªder o lideresa) en las regiones con presencia musulmana del ?frica occidental. Hay mujeres de sonrisa eterna que lucen llamativos estampados en sus boubous, vestido t¨ªpico de Senegal. Hombres con ra¨ªdas camisetas de equipos de f¨²tbol europeos, en traje de chaqueta o peinados al estilo baye fall, rama del muridismo con est¨¦tica parecida a los rastafaris. Alg¨²n chaval pulula con ojos curiosos. La califa da ¨®rdenes escuetas. Con un simple gesto, pide que la abaniquen o que alguien traiga unos refrescos para aliviar el seco calor saheliano. ¡°Nadie en la familia murid osa poner en duda su estatus, la aceptaci¨®n es plena¡±, contin¨²a Ba.
Hace diez a?os, el actual presidente de Senegal, Macky Sall, visit¨® a Saibata durante su gira electoral. Ba recuerda c¨®mo la califa supo en seguida que, de 14 candidatos, ¨¦l saldr¨ªa elegido
Camino al santuario donde reposan los restos del padre y la hermana de Saibata, Saliou Mbay¨¦, hombre fornido de unos 60 a?os, resume su historia laboral: gracias a la califa, afirma, nunca le ha faltado trabajo. ¡°Muchos aqu¨ª pueden dar fe de milagros y proezas¡±, se?ala Ba. A las puertas del mausoleo (austero por fuera, pleno de arabescos y filigranas en su interior), Samba Niang, otro talib¨¦, apunta el motivo por el que el recinto se halla justo en medio de la avenida principal del barrio, lo que obliga a desviar l¨ªgeramente el tr¨¢fico. ¡°Abdoulaye Yakhine supo que descansar¨ªa, como prueba de su universalidad, en la confluencia de dos caminos, uno que viene del este y otro del oeste¡±. Ba pinta algunos trazos del califa original: ¡°Naci¨® en 1880 en Arabia Saud¨ª y vino a Senegal tras escuchar el mandato de Al¨¢; no era blanco ni negro, se metamorfoseaba¡±.
Hace diez a?os, el actual presidente de Senegal, Macky Sall, visit¨® a Saibata durante su gira electoral por el pa¨ªs. Ba recuerda c¨®mo la califa supo en seguida que, de 14 candidatos, ¨¦l saldr¨ªa elegido. El presidente no olvida la premonici¨®n, que fue acompa?ada por algunas oraciones de refuerzo. ¡°Se refiere a ella como mi madre, mi maraboute¡±, dice con evidente orgullo el secretario personal.
Cada 8 de marzo, D¨ªa Internacional de la Mujer, Saibata aparece en los medios senegaleses como ¡°modelo y ejemplo¡±, contin¨²a Ba, quien parece debatirse en un tenso tira y afloja al reconocer la relevancia de la califa en la lucha feminista. Asegura que su figura ha contribuido ¡°muy positivamente a la imagen de la mujer¡± en el pa¨ªs. Aunque al poco declara solemne que, en el Cor¨¢n, no hay duda de que el ¡°hombre es el maestro, con la mujer relegada a un segundo plano¡±. Y que as¨ª ser¨¢ ¨Ccon la notable salvedad de la se?ora recostada a su vera¨C ¡°hasta el fin de los tiempos¡±.
Guerra de sucesi¨®n
Autora de Revendications silencieuses (L?Harmattan) e investigadora del contexto sociorreligioso senegal¨¦s desde una perspectiva de g¨¦nero, Maimouna Eliane Thior confirma el respeto que inspira Saibata entre la comunidad murid. Admite que su plena aceptaci¨®n se inscribe en un islam ¡°tolerante y moderado¡±. Pero no piensa que la califa sirva como referente feminista, ya que su posici¨®n de poder lleg¨® por herencia: ¡°Simplemente estaba ah¨ª¡±.
Quiz¨¢ siguiendo la estela de Saibata y su hermana, otra mujer, Sokhna Aida Diallo, reclama desde hace dos a?os la sucesi¨®n del califato de los thiantacounes, dirigido por su marido, B¨¦thio Thioune, hasta su muerte en 2019. La viuda ¨Cm¨¢s joven que Saibata, muy medi¨¢tica, siempre deslumbrante en sus apariciones p¨²blicas¨C insiste en un argumento de peso: su difunto esposo le revel¨® que ella ser¨ªa su sucesora.
El rechazo murid ha sido total, con repudio expl¨ªcito del califa general de Touba (Serigne Mountakha Bassirou Mback¨¦), declaraci¨®n de persona non grata en la ciudad santa e incluso asaltos violentos a su vivienda. En 2020, Aida Diallo visit¨® a Saibata en Thi¨¦s. Para Seye, que cubri¨® el acto, fue un claro ejemplo de ¡°solidaridad entre mujeres¡±.
La c¨²pula de la cofrad¨ªa recuerda que Aida Diallo no es descendiente directa del anterior califa, as¨ª que el cargo corresponde al primog¨¦nito, Serigne Saliou Thioune, cuya madre no es Aida Diallo, quinta esposa del anterior califa. Trama telenovelesca con herencia millonaria de por medio y la pugna por un califato mucho m¨¢s poderoso que el de Keur Iyakhine. Seye opina que ser ¡°joven y guapa¡± no ayuda a Aida Diallo. Y Eliane Thior coincide en que su imagen ¡°no corresponde a una cierta idea de religiosidad¡±, por lo que las altas esferas del muridismo prefieren ¡°invisibilizarla¡±.
Durante la despedida, Saibata regala otro momento de sincretismo religioso. Una breve ceremonia en la que se difuminan las fronteras entre islam y pr¨¢cticas ancentrales. A su alrededor, en cuclillas, con actitud de ofrenda, las palmas de las manos formando un cuenco, nos reunimos Ba, Seye, una talib¨¦ y este periodista. La califa de Keur Iyakhine dispensa bendiciones y tararea melod¨ªas. Para terminar, escupe sucesivamente sobre nuestras manos, que a continuaci¨®n nos restregamos por el rostro. Luego sonr¨ªe, agradece la visita y se reclina de nuevo, sosteniendo la cabeza en sus dedos infinitos.
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