Defender la solidaridad frente al trumpismo
Ante el desmantelamiento de USAID es preciso una defensa radical de la cooperaci¨®n internacional: redistribuci¨®n de la riqueza, las oportunidades y el poder
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En una comparecencia en 1996 ante el Comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado de los EE UU, Nicholas Eberstadt, del American Enterprise Institute, un think tank de corte conservador fundado en los albores de la Segunda Guerra Mundial, afirmaba que ¡°los cuantiosos y continuos flujos de financiamiento externo en condiciones concesionales procedentes de los pa¨ªses desarrollados han permitido a los gobiernos del Tercer Mundo adoptar pol¨ªticas antiecon¨®micas, mal concebidas, improductivas o, incluso, francamente destructivas¡±. Por todas estas razones, los fondos de ayuda internacional, conclu¨ªa, deb¨ªan ser suprimidos.
Esas palabras sonaban entonces a ocurrencias surgidas en los laboratorios de ideas m¨¢s ultraliberales, pero sin posibilidades reales de calar en la opini¨®n p¨²blica ni en la agenda pol¨ªtica. En el contexto de las ideas instaladas en esos d¨ªas en el establishment, no cab¨ªa pensar en un ataque directo a la ayuda internacional . Tampoco cab¨ªa pensar en que una administraci¨®n como la estadounidense, incluso una vez superadas las tensiones de la Guerra Fr¨ªa, se planteara renunciar al poder blando y la influencia ejercida a trav¨¦s de la cooperaci¨®n internacional.
Sin embargo, hoy, casi treinta a?os despu¨¦s, lo que entonces no pasaban de ser ocurrencias, se ha convertido en una hoja de ruta. La administraci¨®n Trump ha iniciado el proceso de desmantelamiento de USAID, la Agencia gubernamental de Ayuda al Desarrollo de los EE UU y principal donante de fondos de Ayuda Humanitaria en el ¨¢mbito internacional. Elon Musk, la persona m¨¢s rica del mundo seg¨²n la lista Forbes, ha declarado que ¡°ha llegado el momento de que USAID muera¡±.
?Qu¨¦ ha pasado en treinta a?os para que lo que entonces eran enso?aciones de un peque?o grupo de radicales ultraliberales se haya convertido en realidad? Ser¨ªa largo y complejo analizar aqu¨ª la profundidad de los cambios sociales e ideol¨®gicos acaecidos en este tiempo, pero hay algo que no admite discusi¨®n: el trumpismo, con el benepl¨¢cito o la neutralidad de buena parte de la poblaci¨®n, y una aquiescencia sonrojante de parte importante de la comunidad internacional, ha decidido dejar atr¨¢s algunas referencias hasta ahora incuestionables (al menos en teor¨ªa) del pensamiento ilustrado como la democracia y la defensa de los derechos humanos.
La naturaleza agresiva y autoritaria de las decisiones que se est¨¢n anunciando a un ritmo vertiginoso en EE UU en las primeras semanas de mandato de Trump har¨¢n que esta ayuda, lamentablemente, sea a¨²n m¨¢s necesaria
La cooperaci¨®n internacional ha sido acusada de facilitar la occidentalizaci¨®n forzosa de pueblos y sociedades del mundo, destruyendo formas de vida y culturas aut¨®ctonas preexistentes. Por todo ello, muchas voces llevan a?os reclamando un cambio de paradigma para la cooperaci¨®n internacional, un nuevo enfoque capaz de superar las limitaciones del actual modelo.
Es preciso un enfoque mucho m¨¢s comprensivo que supere la actual discrecionalidad y obligue a una aut¨¦ntica redistribuci¨®n de la riqueza, las oportunidades y el poder, mediante mecanismos de fiscalidad internacional y gobernanza global democr¨¢tica. Un enfoque capaz de abordar la pobreza estructural ahondando en sus causas y no qued¨¢ndose solo en sus manifestaciones m¨¢s lacerantes. Un enfoque que, por otra parte, sea capaz de respetar y complementar distintas visiones del mundo, sin pretender imponer la obligatoriedad del modelo occidental. Y un enfoque que asuma la existencia de unos l¨ªmites justos y seguros en la Tierra que no deben ser sobrepasados.
Ahora bien, las limitaciones del actual modelo de cooperaci¨®n internacional y la necesidad de sustituirlo por otro m¨¢s amplio, democr¨¢tico y comprensivo, no pueden obviar que la ayuda humanitaria y el flujo de recursos desde los pa¨ªses m¨¢s ricos hacia los m¨¢s pobres contin¨²an siendo necesarios. La ayuda humanitaria no basta, pero sigue siendo imprescindible en un mundo caracterizado por la privaci¨®n, la violencia, la destrucci¨®n de los recursos y la discriminaci¨®n de millones de personas. La naturaleza agresiva y autoritaria de las decisiones que se est¨¢n anunciando a un ritmo vertiginoso en EE UU en las primeras semanas de mandato de Trump har¨¢n que esta ayuda, lamentablemente, sea a¨²n m¨¢s necesaria.
En estas circunstancias, desmantelar USAID representa un golpe directo a la democracia y los derechos humanos, y supone un anuncio al resto del mundo de que, en el futuro, las relaciones internacionales deber¨¢n regirse ¨²nicamente de acuerdo a los intereses de las grandes empresas. Para el trumpismo, ya no es necesaria la ret¨®rica humanitaria para encubrir sus intereses. Esta es ya una ret¨®rica que estorba y que, por lo tanto, hay que desechar cuanto antes, de forma contundente, hasta el punto de proponer sin rubor la limpieza ¨¦tnica en la Franja de Gaza para hacer de un territorio devastado, y cimentado sobre un genocidio, una ciudad de vacaciones para una ¨¦lite tur¨ªstica mundial.
Ya no estamos solo ante un free rider que quiere desentenderse de los asuntos globales y aprovecharse del viento de cola de los esfuerzos del resto sin gastar sus recursos. Estamos ante un actor poderoso que quiere dinamitar cualquier estructura de solidaridad, apoyo y cooperaci¨®n internacional.
La b¨²squeda de la integraci¨®n cooperativa, y no otra, deber¨ªa ser el horizonte de la Uni¨®n Europea y otras muchas partes del mundo para afrontar el punto de inflexi¨®n hist¨®rico al que nos aproximamos
No solo es preocupante la amenaza global a la que nos enfrentamos con cada una de las medidas anunciadas. Es igualmente alarmante el efecto en cascada que pueda producirse en otros pa¨ªses en forma de cierre de agencias, estructuras y fondos de cooperaci¨®n en un contexto de creciente securitizaci¨®n, confrontaci¨®n, vulneraci¨®n de derechos y aceleraci¨®n de un modelo productivo extractivista.
En este momento cr¨ªtico, en el que los desaf¨ªos planetarios hacen imprescindible la acci¨®n colectiva global, urge una respuesta del resto de pa¨ªses y de la sociedad civil internacional. Renunciar a la idea de que debemos seguir cooperando con mucha m¨¢s fuerza es renunciar a construir un mundo vivible para el conjunto de la humanidad.
Por este motivo no hay mejor respuesta posible que una defensa radical de la cooperaci¨®n internacional. Pero dicha respuesta no deber¨ªa basarse en defender los viejos esquemas de la ayuda al desarrollo, sino que tendr¨¢ que descansar en nuevas referencias de alcance global como la redistribuci¨®n, la reciprocidad, el respeto mutuo y las responsabilidades compartidas, aunque diferenciadas.
Es momento de que la comunidad internacional lance un mensaje claro en esta direcci¨®n. A¨²n a riesgo de pecar de excesiva ingenuidad, esperamos que Europa est¨¦ a la altura de las circunstancias y que su mensaje sea n¨ªtido en defensa de la cooperaci¨®n como respuesta democr¨¢tica a los problemas del mundo.
Es sin duda un momento cr¨ªtico en la historia, lo sabemos, y no debemos mirar hacia otro lado. Los ¨²nicos caminos posibles (o al menos decentes) son la estrategia del aislamiento al matonismo y la confrontaci¨®n desde la defensa de la democracia y la justicia global. La b¨²squeda de la integraci¨®n cooperativa, y no otra, deber¨ªa ser el horizonte de la Uni¨®n Europea y otras muchas partes del mundo para afrontar el punto de inflexi¨®n hist¨®rico al que nos aproximamos.
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