Rebelarse contra el vergonzoso dato de pobreza infantil, que por tercer a?o consecutivo, empeora en Espa?a

Los hijos de Mayra a¨²n no tienen la edad suficiente para entender lo que pasa en casa. Han pasado la tarde en la playa con su madre, que ha rellenado las botellas de agua y les ha preparado unos bocadillos para comer. No saben que sus padres no han podido pagar el recibo de la luz. Tampoco se dan cuenta de lo preocupados que est¨¢n porque quiz¨¢ suban el alquiler del peque?o piso de 40 metros cuadrados de L¡¯Hospitalet de Llobregat (Barcelona) en el que viven cinco personas. No son conscientes de que su madre est¨¢ buscando un trabajo mejor y a jornada completa que no acaba de salir, ni del alivio que siente su padre cuando reciben alguna de las ayudas que han pedido, que no solucionan sus problemas econ¨®micos, pero son un parche hasta el mes siguiente.

Los hijos de Mayra y los de tantas otras familias son el rostro de la pobreza infantil en Espa?a. Quiz¨¢ no la veamos o no seamos conscientes de ella, pero existe y es una realidad que los datos constatan. En Espa?a, uno de cada tres ni?os y ni?as est¨¢ en riesgo de pobreza o exclusi¨®n. Uno de cada tres, repetimos. Un dato indignante que, tristemente, sigue creciendo. Los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida publicados por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE) muestran que por tercer a?o consecutivo la situaci¨®n de la infancia vuelve a empeorar. M¨¢s de 2,7 millones de ni?os, ni?as y adolescentes viven en hogares con bajos ingresos, donde las personas adultas de la familia apenas han trabajado en un a?o, o con una serie de carencias materiales y sociales, como no poder alimentarse adecuadamente o no poder irse al menos una semana de vacaciones.

Una anomal¨ªa dentro de Europa

En Espa?a, la pobreza infantil es un problema arraigado desde hace d¨¦cadas. Arraigado y an¨®malo si lo comparamos con lo que sucede en los pa¨ªses europeos de nuestro entorno. Solo Rumania tiene datos peores que los de Espa?a en esta deshonrosa clasificaci¨®n.

Tampoco se invierte lo suficiente para acabar con ella. Si bien la infancia ocupa un buen lugar en la ret¨®rica p¨²blica y pol¨ªtica, en la pr¨¢ctica Espa?a est¨¢ a la cola de las pol¨ªticas sociales, con una inversi¨®n del 1,3% del PIB frente al 2,4% de media de la Uni¨®n Europea. Ante esta realidad, desde el Comit¨¦ de Derechos del Ni?o, la OCDE y el Consejo de Europa han dado un toque de atenci¨®n para que el Estado formule pol¨ªticas p¨²blicas que permitan abordar el problema. Y a pesar de los pasos dados, como la creaci¨®n del Alto Comisionado de Lucha contra la Pobreza Infantil o la implantaci¨®n del Ingreso M¨ªnimo Vital con su reciente aporte para la infancia, a¨²n queda camino por recorrer.

Asimismo, no se trata solo de invertir m¨¢s, sino que tambi¨¦n hay que invertir mejor. Medidas aisladas como las transferencias monetarias a las familias m¨¢s desfavorecidas para reducir esta lacra se han demostrado insuficientes. Sin olvidar los bajos niveles de coordinaci¨®n entre las diferentes Administraciones p¨²blicas, que complican a¨²n m¨¢s la resoluci¨®n de un problema que lastra el presente y el futuro de la infancia. Porque la realidad nos dice que ser pobre de ni?o es el mejor predictor de la pobreza adulta.

La infancia, en el centro de las decisiones pol¨ªticas

La pobreza infantil es un problema complejo, arraigado, pero que tiene soluci¨®n. Los pa¨ªses de nuestro entorno cercano nos muestran el camino a seguir. Sus apuestas por las pol¨ªticas universales han sido palancas de cambio que les han permitido reducir las tasas ¨Csiempre vergonzosas¨C de pobreza infantil. Universal quiere decir que cualquier ni?o o ni?a, sea cual sea su situaci¨®n econ¨®mica, debe tener asegurados sus derechos m¨¢s b¨¢sicos, como la alimentaci¨®n, la educaci¨®n o el ocio y tiempo libre. Medidas espec¨ªficas como el acceso de todo el alumnado gratuito al comedor escolar, que la educaci¨®n de cero a tres a?os sea para todas y todos o ayudas suficientes para todas las familias con hijos e hijas que permitan cubrir los gatos de la crianza son acciones concretas que ya han demostrado ser eficaces para acabar con este problema. Adem¨¢s, es necesaria una mayor coordinaci¨®n entre las Administraciones y una actuaci¨®n m¨¢s integral, que alcance a las familias. El bienestar de la infancia depende de las pol¨ªticas p¨²blicas destinadas a ello, pero tambi¨¦n de otros factores, como el acceso y la calidad del empleo de sus padres y madres.

Los pr¨®ximos presupuestos del Estado son una oportunidad primordial para pasar de la ret¨®rica a los hechos. Los partidos pol¨ªticos y el Gobierno deben poner a la infancia en el centro y apostar por un gasto p¨²blico que contemple el bienestar y los derechos de los ni?os. Solo as¨ª, con una mayor y m¨¢s eficaz inversi¨®n, con medidas concretas y efectivas, seremos capaces de arrancar de ra¨ªz las problem¨¢ticas que impiden que la nuestra sea una sociedad m¨¢s justa y equitativa. Solo as¨ª dejaremos de estar en los primeros puestos de la vergonzosa clasificaci¨®n de la pobreza infantil para convertirnos en sus orgullosos perdedores.

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