Desde otra orilla
Se me agolpa en la memoria lo vivido en aquella ¨¦poca tan singular de nuestra historia que hemos llamado la Transici¨®n
Recibo con gran pesar la noticia del fallecimiento de Adolfo Su¨¢rez. Se me agolpa en la memoria lo vivido en aquella ¨¦poca tan singular de nuestra historia que hemos llamado la Transici¨®n. Conoc¨ª al presidente Su¨¢rez en agosto del 77 cuando me fue a buscar una pareja de la Guardia Civil a un apartamento de Comillas con el recado de que acudiera a la Moncloa sin demora. Nos recibi¨® a la delegaci¨®n de CC.OO con esa cordialidad apabullante que le caracterizaba. No pude evitar ponerme en guardia. Hablamos de la necesidad de un Estatuto de los Trabajadores, luego transformado en ley; de los acuerdos sociales, de los salarios y los impuestos, m¨¢s tarde contenido de los Pactos de la Moncloa, aquel acuerdo pol¨ªtico que se abri¨® camino cuando los sindicatos nos negamos a suscribir un pacto social. Antes, a¨²n ilegales, hab¨ªa enviado al ministro de La Mata Gorostizaga para tantear nuestra predisposici¨®n a la paciencia. En un chal¨¦ del Viso- despacho de mi primo Jaime- le hicimos ver que en aquel entonces solo CC.OO les garantizaba que se cumplieran los convenios y los acuerdos sociales. El presidente recibi¨® el mensaje y demostr¨®, una vez m¨¢s, gran realismo y una f¨¦rrea voluntad de consenso. Fuimos legales al tiempo que los dem¨¢s sindicatos. Se moderaron los salarios, la inflaci¨®n descendi¨®, se empezaron a pagar impuestos.
Mucho m¨¢s tarde, coincidimos cenando con Calvo Sotelo, en Oviedo, con ocasi¨®n de los premios Pr¨ªncipe de Asturias. Me coment¨® las duras presiones que hab¨ªa sufrido para que no legalizara a los comunistas. ?Verdad que no os habr¨ªais estado quietos? Le confirm¨¦ que hab¨ªa tenido toda la raz¨®n. Habr¨ªamos montado la mundial, si nos hubiesen dejado fuera, y obligado a que nos reprimieran de nuevo. ?Qu¨¦ elecciones habr¨ªan sido esas? Concluy¨®. Con la legalizaci¨®n de todos los partidos y la Constituci¨®n de 1978 Adolfo Su¨¢rez demostr¨® que no era solo un h¨¢bil pol¨ªtico sino un estadista que conoc¨ªa la historia de Espa?a y tambi¨¦n la de la Rep¨²blica de Weimar como me coment¨® un d¨ªa, adem¨¢s de lo que significaba eso de la relaci¨®n de fuerzas, que no conviene nunca olvidar.
Hace unos a?os fui a visitarle al despacho de la calle Ferraz 2 para invitarle a la Fundaci¨®n Alternativas. Hablamos de muchas cosas, entre ellas de que no era bueno depender siempre de la ¡°bisagra¡± nacionalista para gobernar. Le coment¨¦ que en esa casa hab¨ªa vivido mi familia y los S¨¢nchez Albornoz durante la Rep¨²blica y la guerra. Desde sus ventanas los milicianos atacaron el cuartel de la Monta?a en julio del 36. Se interes¨® vivamente por la an¨¦cdota y recorrimos las ventanas, demostrando cumplido conocimiento de los hechos. Amigo Adolfo, ahora se dicen muchas cosas sobre las insuficiencias de la Transici¨®n, quiz¨¢ por desconocimiento de que pa¨ªs era aquel que nos toc¨® lidiar a unos y a otros. Lo conoc¨ªas muy bien desde dentro de ese r¨¦gimen, nosotros desde fuera. Nos pusimos de acuerdo y gracias a ese consenso y a dirigentes como t¨² hay democracia en Espa?a. Espero que no se olvide y que algo hayamos aprendido.
Nicol¨¢s Sartorius fue cofundador de CC OO y vicesecretario general del PCE.
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