No hay paz para la derecha
La pelea por liderar el frente contra S¨¢nchez se agudiza tras los debates televisados
En esta campa?a hemos visto cosas que nadie creer¨ªa. Hemos visto listas electorales salpicadas de militares y toreros. Hemos visto a una candidata ironizar durante un debate sobre las relaciones sexuales de sus contrincantes. Hemos visto a tres l¨ªderes pol¨ªticos impecablemente peinados y trajeados grit¨¢ndose en televisi¨®n, mientras un cuarto, con jersey y una larga coleta, les ped¨ªa respeto, moderaci¨®n y sentido com¨²n. Hemos visto todo eso y muchas cosas m¨¢s. Pero a¨²n no lo hab¨ªamos visto todo.
La campa?a viaj¨® este mi¨¦rcoles m¨¢s all¨¢ de Ori¨®n y sobrepas¨® una nueva frontera de lo desconocido. A cuatro d¨ªas de las votaciones, en la misma jornada en la que el Bolet¨ªn Oficial del Estado publicaba las candidaturas para las elecciones europeas del pr¨®ximo 26 de mayo, el hasta hace dos semanas presidente de la Comunidad de Madrid, ?ngel Garrido, que figuraba en el cuarto puesto de la lista del PP para esos comicios, anunciaba su fichaje por Ciudadanos. Desairado desde que el equipo de Pablo Casado le impidi¨® optar a la reelecci¨®n para el Ejecutivo madrile?o, Garrido cambiaba un esca?o seguro en Bruselas y la formaci¨®n m¨¢s votada en Madrid por un oscuro puesto n¨²mero 13 en la candidatura a las elecciones regionales del cuarto partido de la comunidad. Ah¨ª queda eso.
La pirueta es un arte que se cultiva con fruici¨®n en la pol¨ªtica, pero resulta dif¨ªcil encontrar precedentes de una de semejante calibre. Casado no ten¨ªa el menor indicio de que pod¨ªa suceder algo as¨ª. En su equipo todo era incredulidad y estupefacci¨®n. La ¨²nica respuesta que pudo balbucear el PP fue poner en circulaci¨®n una ristra de antiguas declaraciones de Garrido en las que dibujaba a Ciudadanos como una formaci¨®n sin convicciones ni rumbo fijo. Ahora, seg¨²n explic¨® con toda tranquilidad el expresidente madrile?o, se va al partido de Albert Rivera en medio de una campa?a electoral ¡ª?tatach¨¢n!¡ª ¡°por convicci¨®n y por principios¡±.
En estas elecciones lis¨¦rgicas en las que ya cualquier cosa parece posible, un acontecimiento va tapando a otro a toda velocidad. El d¨ªa hab¨ªa amanecido con todo el mundo enfrascado en el cl¨¢sico intercambio de an¨¢lisis sobre qui¨¦n sali¨® mejor parado del segundo y ¨²ltimo debate del pasado martes ante las c¨¢maras de Atresmedia. Este tipo de espect¨¢culos dial¨¦cticos, ya se sabe, son como si se tratase de un partido de f¨²tbol en el que el resultado lo decidieran los espectadores y los comentaristas. Por eso resulta muy aplicable a los duelos entre l¨ªderes pol¨ªticos aquel refr¨¢n de que cada uno cuenta la feria seg¨²n le va en ella. Aun as¨ª los an¨¢lisis menos forofos mostraban bastante coincidencia en algunos puntos. El consistente discurso de Pablo Iglesias, transmutado de repente de guerrero en monje budista, sobrevol¨® una altura por encima de los dem¨¢s; la estrategia amarrona de Pedro S¨¢nchez le permiti¨® salir sin rasgu?os de importancia, justo lo que buscaban sus asesores; Rivera, instalado en la euforia tras su aplaudida actuaci¨®n en el primer debate, dilapid¨® la ventaja por un exceso de acometividad, y Pablo Casado consigui¨® recuperar fuelle y hacer olvidar en parte su gris puesta en escena del lunes en Televisi¨®n Espa?ola.
Pero son tiempos en que la felicidad dura muy poco en la casa m¨¢s antigua de la derecha espa?ola. Casado ni tuvo tiempo de saborear las buenas sensaciones que hab¨ªa dejado su desempe?o en Atresmedia. El misil de Garrido le alcanz¨® de lleno. Para empeorar las cosas, se trataba adem¨¢s de fuego te¨®ricamente amigo.Los dos debates ¡ªsobre todo el segundo¡ª dieron munici¨®n a los socialistas para insistir con ese chiste que repiten desde hace d¨ªas, el que presenta el 28-A como unas ¡°primarias de la derecha¡±. Hubo momentos en el ¨²ltimo duelo que derivaron casi en un cara a cara entre Casado y Rivera, con los dos l¨ªderes de la izquierda como testigos mudos (y encantados, por supuesto). Si alguien pensaba que la pelea por liderar el frente contra S¨¢nchez se iba a acabar una vez que todos abandonasen los plat¨®s, Rivera se encarg¨® de reabrir de inmediato las hostilidades.
El contraataque con el fichaje de Garrido result¨® demoledor. Hasta el punto de que amenaza con arruinar la recta final de la campa?a del PP. Nadie puede negar a Casado la abnegaci¨®n y el empe?o que ha puesto en los ¨²ltimos meses para levantar las expectativas electorales de los populares. Se implic¨® a fondo en la campa?a andaluza, a pesar de que las perspectivas eran funestas para ¨¦l. No ha parado de recorrer Espa?a de arriba abajo con una agenda extenuante. Ni as¨ª ha logrado detener el incesante goteo de fugas en sus filas, semana tras semana. Tampoco en medio de la campa?a. La semana pasada se le march¨® hasta el creador del logotipo del partido ¡ªun charr¨¢n, no una gaviota, seg¨²n ha explicado ¨¦l mismo en muchas ocasiones¡ª, el concejal madrile?o Fernando Mart¨ªnez Vidal. Ha fichado por Vox, como otros centenares de militantes.
Entre tanto infortunio, a Casado siempre le quedar¨¢ Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, ese fen¨®meno de las abdominales y de los discursos sin complejos, ese hombre con atributos al que nadie se atrever¨ªa a mirarle a los ojos y decirle aquello de la ¡°derechita cobarde¡±. El martes dio un mitin con el torero Miguel Abell¨¢n en la localidad almeriense de El Ejido, uno de esos feudos ahora amenazados por Vox. All¨ª coment¨® el debate del lunes: ¡°Me encuentro tan bien que si yo tengo delante a algunos de los candidatos, me duran muy poco¡±
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