?Pueden los humanos prehist¨®ricos ense?arnos a ser felices?
La menor presencia de algunos trastornos del ¨¢nimo en sociedades m¨¢s tradicionales hace pensar en los riesgos de la modernidad para la salud mental
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La b¨²squeda de la felicidad y una cierta insatisfacci¨®n con el mundo es parte de la vida humana desde que se tiene constancia. Desde Arist¨®teles o Epicuro a los modernos libros de autoayuda, el objetivo de estar bien ha ocupado a las mejores y las peores mentes de cada generaci¨®n, y las religiones han prosperado ofreciendo una respuesta a un dolor omnipresente. En los albores del mundo moderno, se alberg¨® la esperanza de que la ciencia nos librar¨ªa de la enfermedad y de las privaciones que hab¨ªan padecido nuestros ancestros, con soluciones reales y sin necesidad de abrazar creencias infundadas. Aunque el progreso en muchos aspectos materiales ha sido espectacular, algunos datos, que son el primer paso para corregir los problemas en el mundo gobernado por la raz¨®n, muestran que la soluci¨®n a la angustia por existir no est¨¢ cerca y que, incluso, se aleja.
En Espa?a, en una tendencia que comparte con casi todos los pa¨ªses occidentales, el consumo de antidepresivos se triplic¨® entre 2005 y 2015, y un estudio publicado en The Lancet estim¨® que, durante la pandemia de la covid, los trastornos depresivos se hab¨ªan incrementado casi un 30% en todo el mundo. Luis Caballero, jefe de secci¨®n del servicio de psiquiatr¨ªa del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Madrid, y Francisco Collazos, responsable del programa de Psiquiatria Transcultural de Vall dHebron, en Barcelona, consultados para este reportaje, coinciden en que, en los ¨²ltimos a?os, se ha visto un incremento de casos de autolesiones y trastornos alimentarios entre los adolescentes, y tambi¨¦n de consumo de alcohol y otras sustancias, agravado durante la pandemia.
Con este panorama, igual que ha sucedido ya con las dietas para atajar las enfermedades cr¨®nicas provocadas por el estilo de vida actual, algunos han mirado al pasado en busca de soluciones. Los que proponen las dietas paleol¨ªticas sostienen que, para comer sano, debemos hacerlo como los humanos hace decenas de miles de a?os, en condiciones similares a las de los hombres de las cavernas. Dos bi¨®logos evolutivos, Bret Weinstein y Heather Heying, han publicado recientemente Gu¨ªa del cazador-recolector para el siglo XXI. Ambos consideran que es necesario prestar atenci¨®n a la historia evolutiva humana para reducir los problemas de salud mental que aquejan a nuestra sociedad. Seg¨²n ellos, los cambios tecnol¨®gicos y de estilo de vida en los ¨²ltimos tiempos han sido tan r¨¢pidos que la capacidad de adaptaci¨®n humana no ha podido seguir el ritmo. Para revertir el problema, habr¨ªa que aceptar la verdadera naturaleza humana, desentra?ada a trav¨¦s del estudio de su evoluci¨®n. De ese estudio, extraen consejos propios de un libro de autoayuda: adem¨¢s de hacer m¨¢s ejercicio o comer menos productos procesados, una forma de vida con m¨¢s apoyo en la comunidad y en la vida tradicional ser¨ªa m¨¢s sana para nuestra mente.
En esta l¨ªnea, algunos estudiosos de las culturas menos occidentalizadas del presente, aquellas que pueden parecerse m¨¢s a la de los humanos prehist¨®ricos, afirman que hay una menor prevalencia de enfermedades mentales como la depresi¨®n o la ansiedad, pero, como en todo lo que tiene que ver con la felicidad humana, la historia est¨¢ llena de matices. Francisco Giner, catedr¨¢tico de Antropolog¨ªa de la Universidad de Salamanca, que ha estudiado grupos humanos con formas de vida ¡°primitivas¡± en todo el mundo, reconoce que ¡°hablar de felicidad en el ¨¢mbito acad¨¦mico asusta¡±, pero que en su equipo han tratado de ¡°cuantificarlo en cierta medida a partir de una serie de componentes¡±, y han concluido que en estas tribus primitivas, como viv¨ªan ¡°menos estresados¡±, estaban ¡°m¨¢s felices¡± y tienen una infancia menos competitiva que la nuestra¡±. Adem¨¢s, ¡°tienen m¨¢s contacto con la naturaleza, en muchos casos buena alimentaci¨®n y una vida social m¨¢s rica, en la que los ni?os est¨¢n todos los d¨ªas jugando en grupos grandes¡±, a?ade. ¡°Haciendo balance, la enfermedad mental es casi inexistente y para categor¨ªas como la depresi¨®n ni siquiera tienen t¨¦rminos¡±, resume.
Sobre la presi¨®n social para amoldarse al grupo, Giner cuenta la historia de un hombre de la tribu Hamer, de Etiop¨ªa, que hab¨ªa ido a la universidad, pero manten¨ªa su identidad tribal. ¡°Me invit¨® a un rito en el que le entregaron una esposa elegida por su familia, y le pregunt¨¦ si no hubiera preferido escogerla ¨¦l¡±, recuerda. ?l le dio una respuesta que puede parecer sorprendente para un occidental: ¡°Mi familia conoce mejor a las j¨®venes de mi cultura, y habr¨¢n elegido mejor de lo que yo lo hubiera hecho¡±.
Esta cesi¨®n de buena parte de la libertad en la familia, la tribu y la costumbre es se?alado como un efecto protector por otros expertos. ¡°Cuando hablas con pacientes procedentes de las antiguas rep¨²blicas sovi¨¦ticas, algunos echan de menos aquellos tiempos en que el guion te lo marcaba de una forma muy estrecha el Estado¡±, explica Francisco Collazos. ¡°En salud mental puede ser m¨¢s econ¨®mico que alguien te diga desde fuera qu¨¦ tienes que hacer, porque tambi¨¦n te libra de la mala conciencia que da errar en las decisiones. La gran cantidad de opciones que tenemos hoy viene acompa?ada de una gran ansiedad¡±, remacha. ¡°En nuestra sociedad, el discurso ultraliberal y la crisis de los valores tradicionales nos bombardean con la posibilidad de una vida plena, de un cuerpo atractivo que podemos mejorar, de un trabajo de ¨¦xito que debemos alcanzar. Pero despu¨¦s, en el d¨ªa a d¨ªa, esos sue?os excesivos no se cumplen y eso alimenta una vivencia de fracaso¡±, explica.
Algunos expertos creen que los cambios tecnol¨®gicos y de estilo de vida en los ¨²ltimos tiempos han sido tan r¨¢pidos que la capacidad de adaptaci¨®n humana no ha podido seguir el ritmo
¡°El discurso de la libertad es muy atractivo, pero supone un gran desaf¨ªo para el que pocos est¨¢n preparados, tanto para escribir un guion adecuado a sus capacidades como para gestionar la frustraci¨®n de no conseguir algo de ese guion¡±, asevera Collazos. El experto cree que, cuando se produce esa frustraci¨®n, muchas personas acuden al psiquiatra, ¡°que en muchos casos tiene como soluci¨®n proporcionar una medicaci¨®n, algo mucho m¨¢s simple que proponer un cambio en la manera de vivir y de evaluar la propia vida¡±, afirma el m¨¦dico.
El psiquiatra, especializado en el tratamiento de personas inmigrantes, pone un ejemplo de casos cl¨ªnicos en los que se ve la aceptaci¨®n de un sistema. ¡°Tratando a estas personas, he visto que las que llegan a Madrid o a Barcelona desde un determinado pa¨ªs y siguen viviendo como si siguiesen all¨ª, aislados en su propio entorno, tienen menos trastornos mentales que los que hacen un mayor esfuerzo por integrarse¡±, asegura. No obstante, Collazos reconoce que ¡°no tendr¨ªa mucho ¨¦xito aquel que abogara por una vuelta al pasado y te dijese: ¡®res¨ªgnate y renuncia a tu libertad¡¯¡±.
Mar¨ªa Martin¨®n-Torres, directora del Centro Nacional de Investigaci¨®n sobre la Evoluci¨®n Humana, en Burgos, es autora de Homo imperfectus, un libro de publicaci¨®n reciente en el que explora la naturaleza humana a trav¨¦s de su historia evolutiva. La investigadora se considera sorprendida por la idea de que ¡°ahora hay m¨¢s estr¨¦s que antes¡±. Y explica: ¡°Nosotros conocemos el estr¨¦s que hay ahora, pero si tuvi¨¦semos la posibilidad de hacer un estudio retrospectivo para compararnos con el Pleistoceno, es posible que vi¨¦semos que el estr¨¦s que ahora tenemos en el trabajo se tendr¨ªa ante una hambruna. Cuando hay un desarrollo cognitivo suficiente para adelantar problemas, la ansiedad es consustancial¡±. La paleoantrop¨®loga tambi¨¦n plantea que hay estudios que muestran que algunas poblaciones con estilos de vida primitivos no ten¨ªan estr¨¦s hasta que les ayudaron a verbalizarlo. Collazos coincide y relata su experiencia con pacientes de culturas menos occidentalizadas. ¡°Es raro que me digan, doctor, tengo depresi¨®n. En muchas lenguas nativas africanas no existe ese t¨¦rmino, pero igual te dicen: doctor, ¨²ltimamente pienso mucho¡±, ejemplifica.
¡°El discurso de la libertad es muy atractivo, pero supone un gran desaf¨ªo para el que pocos est¨¢n preparados¡±
Martin¨®n-Torres tambi¨¦n cuenta que muchas emociones que consideramos negativas a nivel individual pueden ser beneficiosas para el grupo. ¡°Esa insatisfacci¨®n, el miedo, la ansiedad, la anticipaci¨®n del peligro, puede ayudarnos a adelantarnos a los problemas y resolverlos. Globalmente, a la especie le viene bien que haya gente que se ponga en lo peor, que no est¨¦ tranquila¡±, contin¨²a.
Aunque existen rasgos culturales que refuerzan tendencias comunes a toda la humanidad y es probable que la anticipaci¨®n de los problemas o la proyecci¨®n continua de planes para el futuro sea m¨¢s frecuente en una sociedad que ensalza el ejercicio de la libertad que en una donde el destino lo marca Dios, la tradici¨®n o la familia, la variaci¨®n entre las propias culturas tradicionales tambi¨¦n es importante. Giner, que relataba la historia del et¨ªope satisfecho con la mujer que le hab¨ªa elegido su familia, tambi¨¦n rememora la historia de una joven de la etnia Afar, tambi¨¦n en Etiop¨ªa, que se cas¨® con un anciano, pero luego lo abandon¨® porque se negaba a practicar la ablaci¨®n a su hija. ¡°Se convirti¨®, con las claves de su cultura, espont¨¢neamente, sin influencia de ONG o de grupos occidentales, en una opositora a una pr¨¢ctica tradicional de su grupo¡±, afirma Giner, que tambi¨¦n reconoce el atractivo que tienen muchos aspectos de las culturas occidentales para los miembros de grupos m¨¢s tradicionales.
Luis Caballero cree que hablar de la mayor o menor prevalencia de trastornos mentales en sociedades primitivas o modernas es un planteamiento demasiado gen¨¦rico y advierte ante la escasez de trabajos cient¨ªficos fiables. ¡°Son culturas diferentes con patolog¨ªas diferentes. Las enfermedades relacionadas con infecciones, que despu¨¦s derivan en problemas psiqui¨¢tricos, son m¨¢s frecuentes en las sociedades menos desarrolladas, y pasar hambre o no tener vacunas no puede ser una ventaja. La pobreza es un factor de riesgo claro en los trastornos mentales. Pero despu¨¦s, las exigencias de ambientes muy competitivos en sociedades muy competitivas pueden causar estr¨¦s a los ni?os y adolescentes¡±, reflexiona. ¡°El gran reto es la identificaci¨®n de riesgos asociados a factores culturales y en momentos hist¨®ricos concretos¡±, concluye Caballero, que, como el resto de expertos consultados, considera que es un campo en el que queda mucho por investigar.
¡°Las exigencias de ambientes muy competitivos en sociedades muy competitivas pueden causar estr¨¦s a los ni?os y adolescentes¡±
Lo que los expertos tienen claro es que la salud mental tiene que ver con el equilibrio, con la capacidad de reaccionar ante los problemas que se presentan. Collazos cree que tendr¨ªamos que revisar el ¡°modelo hegem¨®nico¡± de las sociedades desarrolladas occidentales, que suponen consumir mucho, con muchas aplicaciones para sacar el m¨¢ximo provecho al tiempo, ¡°un sistema donde tenemos la posibilidad de satisfacer de forma inmediata y ef¨ªmera necesidades materiales, pero tambi¨¦n de relaciones¡±.
La sensaci¨®n del para¨ªso perdido parece algo inherente a la experiencia humana. Jared Diamond escribi¨® que el abandono de la vida de caza y recolecta por la agricultura y la ganader¨ªa hab¨ªa sido el peor error de la humanidad. La nostalgia por el pasado no es nueva, pero no hay muestras de que los humanos completamente felices hayan existido nunca. Sin embargo, el conocimiento sobre c¨®mo afectan los cambios tecnol¨®gicos y las transformaciones sociales a unos seres que evolucionaron en peque?as bandas en la sabana africana es escaso. Un an¨¢lisis de la naturaleza humana, asumiendo las variaciones individuales, y su relaci¨®n con las condiciones del presente, puede ser un camino para mejorar el bienestar mental que hoy muchos consideran demasiado lejano.
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