Generaci¨®n sacrificada ?y resignada?
Los j¨®venes que ahora se manifiestan son los m¨¢s politizados, pero sus protestas son tan ef¨ªmeras como las de los j¨®venes de los barrios depauperados de las ¡®banlieu¡¯, que hicieron arder su rabia en sucesivos incendios sin un prop¨®sito
El 14 de mayo de 1968 los estudiantes de Par¨ªs salieron a la calle para sumarse a las movilizaciones obreras con el lema ¡°F¨¢brica-Universidades-Uni¨®n¡±. Tres generaciones despu¨¦s, en las protestas contra la reforma de las pensiones, otros j¨®venes se manifestaban en las mismas calles con pancartas que dec¨ªan: ¡°Queremos vivir como nuestros padres¡±. ¡°No seremos la generaci¨®n sacrificada. Exigimos el derecho al futuro¡±. ?Qu¨¦ ha pasado entre estos dos momentos de la historia? La revoluci¨®n cultural de Mayo del 68 marc¨® a toda una generaci¨®n. Los j¨®venes que ahora se manifiestan son los m¨¢s politizados, pero sus protestas son tan ef¨ªmeras como las de los j¨®venes de los barrios depauperados de las banlieu, que hicieron arder su rabia en sucesivos incendios sin un prop¨®sito, una organizaci¨®n o un plan que apuntara a un mundo nuevo.
El polit¨®logo Oriol Bartomeus explica en su ¨²ltimo libro, El peso del tiempo (Ed. Debate), c¨®mo cada generaci¨®n se ve impregnada, modulada, por el signo del tiempo que le ha tocado vivir, marcado por acontecimientos hist¨®ricos que dejan una huella generacional. Los j¨®venes de las generaciones anteriores protagonizaron y pudieron gozar del mayor salto de progreso nunca visto. Espa?a dej¨® de ser un pa¨ªs pobre. Pero sus hijos y sus nietos no tienen un futuro asegurado. No todos, pero la mayor¨ªa de los j¨®venes son m¨¢s pobres que sus padres. As¨ª que no pueden tener buenas vibraciones. Desde la crisis de 2008, los salarios han perdido peso en la econom¨ªa y poder adquisitivo y los m¨¢s damnificados son sin duda los j¨®venes, seg¨²n un estudio que acaba de publicar la Fundaci¨®n BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Econ¨®micas. No todos est¨¢n en la misma situaci¨®n, por supuesto, pero globalmente el salario de los menores de 29 a?os se sit¨²a un 35% por debajo de la media y su expectativa de mejora es menor y m¨¢s incierta que la de sus padres. Si la generaci¨®n anterior alcanzaba la media salarial a los 27 a?os, ahora, a los 34 a?os todav¨ªa no la han conseguido. M¨¢s de la mitad de los j¨®venes menores de 29 a?os no gana suficiente para vivir sin ayuda, pese a ser la generaci¨®n m¨¢s preparada.
Tienen razones, pues, para considerarse una generaci¨®n sacrificada. Pero los j¨®venes son pocos (14,8% de la poblaci¨®n) y adem¨¢s votan poco. Tampoco parecen querer tomar el mando del mundo en el que viven para cambiar las cosas. La generaci¨®n de posguerra y la Transici¨®n, que son muchos y m¨¢s longevos, sigue al tim¨®n pero el problema no es que no quieran dejar paso. El problema es que a partir de los a?os ochenta en el mundo y los noventa en Espa?a, el triunfo de las teor¨ªas econ¨®micas y pol¨ªticas del neoliberalismo no solo cambiaron las bases econ¨®micas que han propiciado el retroceso que sufren los j¨®venes actuales, sino que inocularon en las nuevas generaciones el virus del individualismo consumista y una cultura que ha cambiado por completo su relaci¨®n con la pol¨ªtica. Esta se ha vuelto vol¨¢til, instrumental y reluctante al compromiso.
Lo m¨¢s interesante del libro de Bartomeus es su miscel¨¢nea de la nueva cosmovisi¨®n, donde describe los cambios culturales que act¨²an como la huella del tiempo en las nuevas generaciones: una querencia por el cambio permanente, que propicia adhesiones pol¨ªticas fuertes, pero poco duraderas; el rechazo de la noci¨®n de autoridad, la expresi¨®n de opiniones propias fuertes y polarizadas, combinada con una baja fidelidad a las propias ideas: cambiar de opini¨®n no solo es leg¨ªtimo, sino deseable. La resistencia a crear y participar en estructuras pol¨ªticas duraderas, capaces de transformar la realidad. Es decir, todo aquello que hace que la protesta se agote en el grito. Habr¨¢ que ver c¨®mo evoluciona, pero la generaci¨®n que se considera sacrificada parece tambi¨¦n infelizmente resignada a la par¨¢lisis, doblegada precisamente por la ideolog¨ªa que la ha colocado en el altar del sacrificio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.