Cambio de hora: as¨ª var¨ªa la luz solar en las distintas zonas de Espa?a seg¨²n el modelo horario elegido
Espa?a lleva medio siglo moviendo las agujas de los relojes dos veces al a?o, como suceder¨¢ la madrugada de este domingo
Espa?a lleva 50 a?os consecutivos cambiando la hora en invierno y en verano. En 1974, durante la crisis del petr¨®leo desatada por la guerra de Yom Kipur, el cambio garantizaba el ahorro energ¨¦tico. A m¨¢s horas de luz despiertos, menor consumo de energ¨ªa. Tambi¨¦n lo aplicaron Estados Unidos y algunos pa¨ªses de Europa. En 2001 entr¨® en vigor una directiva europea de 1980 en la que se decidi¨® la fecha en la que los pa¨ªses miembros deb¨ªan realizar estos cambios: el ¨²ltimo domingo de octubre para el horario de invierno, el ¨²ltimo de marzo para el de verano. Ahorro o no, la historia de la hora sigue enfrentando a defensores y detractores. Ante la posibilidad de abandonar la alternancia despu¨¦s de 2026, cuando el BOE fij¨® el ¨²ltimo cambio, la opci¨®n mejor valorada por los expertos del sue?o es conservar el modelo de invierno, es decir, el huso horario GMT+1. Sin embargo, el que corresponde a Espa?a, con la excepci¨®n de las islas Canarias, es el GMT 0. Pero esto no fue siempre as¨ª.
En 1876, un irland¨¦s llamado Sandford Fleming perdi¨® el tren que lo llevar¨ªa de una costa a otra de Irlanda. El problema era que su billete dec¨ªa las 5 p.m. y el horario correcto era las cinco de la madrugada. Entonces, Fleming ide¨® el sistema de 24 horas que conocemos en la actualidad. Adem¨¢s, agreg¨® una modificaci¨®n significativa: cada ciudad ya no fijar¨ªa su propia hora en funci¨®n del sol, sino seg¨²n el huso que le correspondiera. Este sistema no ser¨ªa reconocido universalmente hasta 1884, cuando se organiz¨® la Conferencia Internacional del Meridiano. All¨ª se decidi¨® que el punto cero deb¨ªa trazarse sobre el Observatorio de Greenwich, en Londres.
Por esta raz¨®n, elegir un horario u otro cambia de forma sustancial en un pa¨ªs con una geograf¨ªa como Espa?a. ¡°La extensi¨®n de los pa¨ªses es un problema y demuestra que el cambio de hora tiene una utilidad social¡±, explica Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Olalla, profesor de f¨ªsica en la Universidad de Sevilla. ¡°El horario no se percibe de la misma forma en Baleares que en Galicia¡±, argumenta. Para Olalla, el cambio de hora no es otra cosa que la adecuaci¨®n de las sociedades modernas a la oscilaci¨®n de la luz.
Siguiendo su ejemplo, si comparamos el extremo este de Espa?a (Palma de Mallorca) con el centro (Madrid) y el extremo oeste (Santiago de Compostela), as¨ª var¨ªan las horas a las que amanece y anochece en las distintas zonas, en los 12 meses del a?o, seg¨²n el horario que se elija:
Los horarios de invierno y de verano tienen tres momentos fundamentales, dos te¨®ricos y uno pr¨¢ctico. Los ensayos del pol¨ªtico estadounidense Benjamin Franklin y del fil¨®sofo ingl¨¦s William Willett en 1784 y 1907, respectivamente, y la I Guerra Mundial. Franklin esgrimi¨®, en un peri¨®dico parisino, un argumento estrictamente econ¨®mico en el que se horrorizaba del gasto innecesario que los parisinos hac¨ªan en velas y sebo. ¡°Un gasto inmenso que la ciudad de Par¨ªs podr¨ªa ahorrarse cada a?o si utilizase la luz del sol¡±, espet¨® el estadounidense. El texto de Willett tiene otro enfoque: ¡°Cuando llegue a sus 28 a?os, un hombre habr¨¢ ganado un a?o entero de luz diurna¡±, escribi¨®, preocupado por el desperdicio que se hac¨ªa del d¨ªa en su Inglaterra natal.
Pero han sido siempre las guerras las que marcaron el rumbo de la historia (por lo menos en lo que al tiempo respecta). El 30 de abril de 1916, con el fin de ahorrar carb¨®n, el k¨¢iser Guillermo II de Alemania adelant¨® los relojes una hora. A la medida se sumaron decenas de pa¨ªses, incluido Espa?a. Cuando termin¨® la contienda, salvo los brit¨¢nicos, todos los Estados fueron abandonando este r¨¦gimen. Hasta la II Guerra Mundial, cuando Hitler volvi¨® a mover las agujas y con ¨¦l la Francia de Vichy y la Italia de Mussolini. Tambi¨¦n lo hizo Franco en Espa?a, una decisi¨®n que ha desplazado a la Pen¨ªnsula y a las islas a un huso horario que no es el que les corresponde.
Lo que para Olalla est¨¢ claro es que cambiar la hora ¡°no es una ocurrencia, est¨¢ de acuerdo con la fisiolog¨ªa humana¡±. Muy distinta es la raz¨®n que den las autoridades para hacerlo. El debate de si es mejor conservar o dejar la alternancia, sin embargo, todav¨ªa divide aguas. Willett, en su ensayo, hab¨ªa sugerido que el cambio no sea tan dr¨¢stico. En vez de adelantar o retrasar los relojes una hora, el fil¨®sofo ingl¨¦s suger¨ªa hacerlo en espacios de 20 minutos durante cuatro domingos consecutivos. Para el profesor de la Universidad de Sevilla, eso tiene sentido en una dimensi¨®n personal. De hecho, dice, ser¨ªa lo ideal. ¡°Pero hacerlo a una escala social ser¨ªa un incordio¡±, concluye.
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