Nadie se acostumbra a su eterno genocidio
Viendo el infierno que arde en tantos lugares del universo, aquella amarga y apocal¨ªptica certidumbre de Neruda cuando escribi¨®: ¡°Sucede que me canso de ser hombre¡±
Desde hace largo, venturoso e impagable tiempo existe alguien que otorga orden y limpieza a mi casa. Es una persona eficaz, generosa, c¨¢lida, profesional, elegante, pragm¨¢tica, admirable. Es armenia, habla cuatro idiomas, superviviente de excesivos horrores, respetuosa y afectuosa con sus tradiciones ancestrales, su religi¨®n, la dedicaci¨®n permanente a su familia. Ama la m¨²sica cl¨¢sica y los libros. Adem¨¢s de ganarse la vida quitando la mierda de los dem¨¢s, da clases de piano a ni?os chinos. Sabe mucho de la casi siempre lamentable Historia, pero no se complace ni abusa jam¨¢s en la queja. Lleva d¨¦cadas levant¨¢ndose a las cinco de la ma?ana y regresando al hogar en el extrarradio, que tan laboriosamente ha construido, a las diez y media de la noche.
Y ocurre que en medio de mi c¨®modo existencialismo y de mi voluntario enclaustramiento alguna vez, observando en la televisi¨®n las masivas barbaries que est¨¢n ocurriendo en tantas partes del mundo, requiero su atenci¨®n hacia esas im¨¢genes pavorosas. ¡°Son terribles, por supuesto¡±, me contesta, ¡°pero yo tengo memoria de ellas desde que nac¨ª, y mis padres, y mis abuelos y mis antepasados m¨¢s remotos. En Armenia hemos padecido y padecemos eternos genocidios, tambi¨¦n di¨¢spora continua en nombre de la supervivencia. Y el mundo siempre ha mirado para otra parte, nos ha ignorado¡±.
Y como soy un bocazas, una vez le pregunt¨¦, viendo su expresi¨®n devastada, que si se sent¨ªa mal. Su respuesta me hizo enrojecer: ¡°Yo no tengo tiempo para estar mal¡±. Vivi¨® una experiencia y desaparici¨®n atroces en el Mosc¨² de los a?os noventa. Y despu¨¦s de un sacrificado y heroico peregrinaje consigui¨® instalarse en Espa?a y traer poco a poco a sus hijos y alg¨²n otro familiar. Debe de sentirse agotada, pero nunca se lamenta. Es fuerte y feliz al lado de los suyos, incluida una nieta peque?ita. No permite que yo tire libros en una casa donde ya no queda ning¨²n espacio para ellos. Me dice que un libro siempre servir¨¢ de ayuda, conocimiento y placer para otras personas. No quiere hablar del horror. Lo ha vivido con intolerable frecuencia a lo largo de su existencia.
Y entiendes, viendo el infierno que arde en tantos lugares del universo, aquella amarga y apocal¨ªptica certidumbre de Neruda cuando escribi¨®: ¡°Sucede que me canso de ser hombre¡±. No estoy de acuerdo, aunque resulte l¨ªrico, cuando, al final de la primera y estremecedora temporada de la serie True Detective, el atormentado personaje que interpreta McConaughey exclama mirando al cielo nocturno: ¡°Siempre se ha tratado del eterno combate entre la luz y la oscuridad, pero por ahora la luz est¨¢ ganando¡±. No es cierto. La oscuridad casi siempre ha reinado. Y ahora vive una ¨¦poca de tenebroso esplendor.
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