Abuela, madre e hija: cuando el embarazo adolescente pasa de generaci¨®n en generaci¨®n
Una de cada cinco j¨®venes dominicanas est¨¢ maternando. La falta de educaci¨®n sexual y la violencia de g¨¦nero hacen que esta condena se repita una y otra vez
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Algo en los ojos de do?a Teresa Mej¨ªa se apag¨® cuando se enter¨® de que su nieta Dianny Mateo Mora, de entonces 14 a?os, iba a ser madre. ¡°Habr¨ªamos querido que estudiara, que se preparara, ya que nosotras no tenemos una carrera¡±, susurrar¨¢ minutos m¨¢s tarde, cuando no la pueda o¨ªr. Ahora, la observa cargar con torpeza a Dylan y busca la mirada triste y esquiva de la que era ¡°la ni?a de sus ojos¡±. La mira como si no la hubiera visto antes y sacude la cabeza. Todo pesa demasiado en la casa de las Mej¨ªa. Para Teresa tampoco es f¨¢cil encontrarse con esos ojos, como tampoco lo fue con su hija. ¡°Yo fui madre con 19 a?os, Pahola, con 15. Y ahora ella¡ Es como si hubieran repetido mi historia. Batallamos con lo mismo¡±, lamenta en su modesto rancho de Palenque, un municipio rural al sur de Rep¨²blica Dominicana. Mientras, el balbuceo del peque?o es lo ¨²nico que rompe el silencio en esta casa de mujeres resilientes y cuidadoras que no eligieron serlo.
¡°Lo mismo¡±, eso a lo que se refiere do?a Teresa, es la violencia de g¨¦nero, la crianza en soledad y las miradas de la gente. En el caso de Dianny, adem¨¢s, se le suma el abandono escolar. Una de cada cinco adolescentes menores de 19 a?os es madre en Rep¨²blica Dominicana. Y la mitad de ellas deja la escuela para maternar. En el caso de esta joven menuda y t¨ªmida, fue por el bullying de sus compa?eras. ¡°Dej¨¦ de ir porque se re¨ªan de m¨ª¡±, susurra en su peque?a habitaci¨®n en la que duerme con sus hermanos y ahora con su hijo de tres meses. Frente a las dos literas rojas, cuelga toda la ropa de la familia amontonada en perchas eganchadas al marco de la puerta. ¡°Me dec¨ªan que parec¨ªa tan santa que c¨®mo as¨ª que sal¨ª embarazada. Por eso no quiero salir, me mantengo en casa¡±, a?ade. Dos pares de zapatitos de Dylan descansan al lado de un bote casi vac¨ªo de leche en f¨®rmula. Hace d¨ªas que el novio de Dianny, de 22 a?os, qued¨® en reponerlo, pero no responde a las llamadas. ¡°Estar¨¢ en la capital, ya aparecer¨¢¡±, augura.
Aunque desde el 2021 existe una ley en el pa¨ªs caribe?o que proh¨ªbe el matrimonio infantil y las uniones tempranas, para Paula Avila-Guillen, directora ejecutiva de Women¡¯s Equality Center (WEC), a¨²n queda mucho que hacer para acabar con la normalizaci¨®n de relaciones de hombres mayores con ni?as: ¡°Puede que en el pa¨ªs exista voluntad pol¨ªtica para cambiar las cosas, pero falta coraje. Falta el coraje de apostar por lo que es correcto, independiente de las consecuencias que esto pueda traer¡±. Y es que, pelear por los derechos de las ni?as y las mujeres ha estado solo en agenda solo durante periodos preelectorales, lamenta Avila. De acuerdo con un un estudio de Unicef, la eliminaci¨®n del matrimonio y uniones tempranas efectiva podr¨ªa haber reducido la pobreza a nivel nacional del 30,5% al 27,7%; y del 41% al 32,1% en los hogares donde las mujeres se casaron en edad temprana.
¡®Desembarazarse¡¯
A ninguna de las Mej¨ªa se les pas¨® por la cabeza que Dianny abortara. ¡°La Biblia dice claramente que no matar¨¢s¡±, zanja do?a Teresa. Casi que ni siquiera se les ocurri¨® nombrarlo. En Rep¨²blica Dominicana, las mujeres no hablan de aborto, sino de ¡®desembarazarse¡¯. El tab¨² tiene mucho que ver con que la isla es uno de los cinco pa¨ªses del continente en el que interrumpir el embarazo es un delito, penado con hasta cuatro a diez a?os de prisi¨®n. El personal m¨¦dico que lo ejecute podr¨¢ ir entre 5 y 20 a?os a la c¨¢rcel. La penalizaci¨®n absoluta del aborto es tambi¨¦n la norma en Nicaragua, Honduras, El Salvador y Hait¨ª.
Si bien en estos cuatro pa¨ªses la prohibici¨®n parece estar blindada, Rep¨²blica Dominicana est¨¢ en pleno debate sobre la actualizaci¨®n del C¨®digo Penal, que tiene m¨¢s de 140 a?os. Llevan a?os avanzando y derogando nuevas versiones, pero ninguna pasa el filtro. El principal motivo por el que el contador se pone a cero es el mismo: que en todas las versiones presentadas se mantiene la penalizaci¨®n absoluta del aborto. Es decir, se condena con c¨¢rcel la interrupci¨®n del embarazo incluso cuando la vida de la madre corre peligro, cuando el feto es inviable o cuando este es fruto de una violaci¨®n o incesto. ¡°Esto ha sido una victoria de los grupos feministas¡±, dice Syra Taveras, directora ejecutiva del Centro de Investigaci¨®n para la Acci¨®n Femenina (Cipaf). ¡°En un C¨®digo Penal del siglo XXI no podemos seguir criminalizando a las mujeres por abortar. No dejaremos que pase ning¨²n proyecto as¨ª¡±.
La petici¨®n de arrastrar al pa¨ªs a una tendencia en el continente que est¨¢ abriendo cada vez m¨¢s la mano a los derechos de las mujeres no es solo un reclamo feminista. Seg¨²n el Bar¨®metro de las Am¨¦ricas de 2019, un 61% de los dominicanos est¨¢ de acuerdo con el aborto bajo las tres excepciones. Por eso, este a?o puede ser una gran oportunidad para un pa¨ªs que vio dar a luz a 24.461 ni?as en 2022. San Crist¨®bal, el municipio rural en el que vive Dianny, es la localidad en la que m¨¢s adolescentes fueron madres el a?o pasado. Las bajas tasas de matriculaci¨®n, la precariedad econ¨®mica y la fuerte presencia de las creencias religiosas est¨¢n detr¨¢s de las maternidades impuestas.
Son las 8.00 de la ma?ana en Palenque y es imposible alargar el sue?o del peque?o Juriel, de 11 meses. Su madre, Leissy B¨¢ez, de 16 a?os, se qued¨® embarazada de su novio Gerardo Amaranto, de 26, sin planearlo. Hace una hora que, como cada d¨ªa, suena a todo volumen una misa de la iglesia evang¨¦lica de al lado. Esta guarda m¨¢s parecidos con un concierto de hardcore que con una eucarist¨ªa. ¡°Las v¨ªboras se van cuando t¨² tienes fuego. Las v¨ªboras se van cuando t¨² tienes fuego¡±, repite sin parar el cura, acompa?ado de una bater¨ªa, bajo y percusi¨®n. Todos con los ojos cerrados y pose¨ªdos por la m¨²sica. ¡°Esto es as¨ª toda la ma?ana. Aqu¨ª uno va a misa quiera o no quiera¡±, dice la madre, quien calcula que en las cinco cuadras de su barrio hay unas doce o trece m¨¢s como estas.
Las arraigadas posturas conservaduristas en la ruralidad hacen que el campo se convierta en un eje prioritario del movimiento feminista. Ah¨ª, Lidia Ferrer y las colegas de la Confederaci¨®n Nacional de Mujeres Campesinas (Conamuca) llevan cuatro d¨¦cadas reivindicando el derecho a la soberan¨ªa alimentaria, a la tierra y a las urgencias de las mujeres que la trabajan. ¡°Nosotras hacemos un trabajo para despenalizar socialmente el aborto en las comunidades; nos dedicamos a poner a la gente en los zapatos de estas ni?as¡±. El feminismo en Rep¨²blica Dominicana no se entender¨ªa sin ellas. ¡°Hacemos lo que le toca hacer al Estado¡±.
A Dianny la educaci¨®n sexual casi ni la roz¨®. Si bien recuerda haber tenido ¡°una o dos¡± clases de prevenci¨®n de embarazo, su novio le dijo que ¨¦l no quer¨ªa tener relaciones sexuales con preservativo. No tuvo a qui¨¦n acudir ni a qui¨¦n consultar, pens¨® que no pasar¨ªa nada. Leissy, por el contrario, nunca escuch¨® hablar en la escuela de enfermedades de transmisi¨®n sexual o de anticonceptivos. Tampoco lo escuch¨® antes de que le pincharan hormonas horas despu¨¦s de dar a luz.
¡°Yo pregunt¨¦ a la enfermera qu¨¦ es lo que le estaban inyectando a mi hija y me dijeron que era la planificaci¨®n. Al principio, me enfad¨¦ porque esas cosas se consultan, ?no? Pero luego pens¨¦ que as¨ª mejor, que no traiga m¨¢s chiquillos ahora¡±, cuenta en el sal¨®n de su casa Leidy Pozo, madre de Leissy y otros tres hijos. Cuando Leissy escuch¨® por primera vez que hay muchas otras formas de planificar, ya era tarde. ¡°?Pero hay alguna que no me haga engordar como esta?¡±, pregunta.
Lilliam Fondeur, ginec¨®loga, obstetra y activista, sabe que la planificaci¨®n con un consentimiento viciado o nulo no es una excepci¨®n en su pa¨ªs. ¡°Incluso pasa con la esterilizaci¨®n. A muchas mujeres las esterilizan y no saben que es un m¨¦todo de anticoncepci¨®n permanente. La decisi¨®n de cu¨¢ndo ser madres no puede tomarla nadie que no sean ellas mismas¡±, narra. Seg¨²n la Encuesta Demogr¨¢fica y de Salud (Endesa) de 2013, el 41% de las mujeres en uni¨®n o casadas est¨¢n esterilizadas.
En Rep¨²blica Dominicana, la ley de educaci¨®n sexual existe solo en el papel, como pasa con gran parte de los derechos de las mujeres. A la isla tambi¨¦n ha llegado la conspiraci¨®n de que hablarle de genitales, derechos sexuales y prevenci¨®n de abusos a los ni?os y j¨®venes es parte de la ¡°ideolog¨ªa de g¨¦nero¡±. As¨ª, las pocas directrices en materia de salud sexual o reproductiva suelen estar permeadas por la moral del profesor o de los padres. Una de las consecuencias de la falta de informaci¨®n es la elevad¨ªsima tasa de mortalidad neonatal. Por cada 1.000 nacidos vivos de madres adolescentes mueren 22 ni?os antes de cumplir los 28 d¨ªas de vida. ¡°El cuerpo de una ni?a no deber¨ªa de aguantar un embarazo, ni un parto. Tienen que jugar, estudiar y ser madre cuando y solo si quieren¡±, dice Fondeur.
Avila a?ade a la ecuaci¨®n las brechas sociales que abre la penalizaci¨®n: ¡°El aborto no est¨¢ prohibido para las mujeres ricas. Esto pasa en todos los pa¨ªses con este contexto, pero en Rep¨²blica Dominicana, donde este hueco de clases es tan grande, es mucho m¨¢s grave¡±.
Un hueco tan grande como el que tiene Dianny en el est¨®mago, cuando su madre y su abuela le piden que sonr¨ªa para la foto. Es la primera vez que Dylan ve el mar y la primera vez que ella pisa la playa desde que dio a luz. Pero la sonrisa solo sale cuando se encuentra a su padre en moto con su madrastra. Sale corriendo con el ni?o en brazos y, por primera vez en el d¨ªa, vuelve a parecer una ni?a. Lo abraza y le deja al beb¨¦ un rato para que juegue con ¨¦l. Su madre, que los observa desde un restaurante en la orilla, tiene miedo de lo que vendr¨¢. ¡°?l quiere enganchar a la ni?a [al servicio militar]. Ella no sabe c¨®mo decirle que no, solo quiere aportar un sueldito a la casa. Y yo solo quiero que vuelva a estudiar, que vuelva a jugar con sus amigas¡±.
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