Vivir y morir por el oro: la miner¨ªa met¨¢lica regresa a El Salvador
Con la ley que permite esta actividad, que estaba prohibida desde 2017, los mineros artesanales temen que el oro vuelva a ser propiedad de empresarios extranjeros. Mientras, los ambientalistas advierten del costo ecol¨®gico
![Marvin Ch¨¢vez en el interior de la mina Santa Elena, donde seis personas trabajan en la b¨²squeda de oro.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/GZ74V3FZGJGOVJXHGZMK7IN57Y.jpg?auth=02793d6eb11e387a67d6e157756fb93a519d32daa41370b6627c3ea6868db191&width=414)
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Parados en lo alto de un cerro, dos hombres miran con detenimiento un pu?ado de piedras blancas que reposan en sus manos. Las inclinan ligeramente dej¨¢ndolas jugar con la luz del sol mientras unos peque?os destellos dorados titilan en su superficie. ¡°No¡±, dice Melvin, el m¨¢s joven, mirando de nuevo las piedras con desd¨¦n. ¡°Este no es oro de verdad, es oro de bobo¡±. ¡°S¨ª¡±, confirma Antonio, con la certeza de quien ha pasado una vida en la monta?a. ¡°Es margaja. Pero esto quiere decir que hay oro cerca¡±.
![?scar Berr¨ªos, minero artesanal de San Sebasti¨¢n, muestra unos cinco gramos de oro puro de 24 quilates, con algunas part¨ªculas de mercurio.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TKYGWDWNE5BHPEB7DVY7MOUGJ4.jpg?auth=578047aa59d072e9a8f688c803a04cc7688b4a73581f7293318a21af86aa643d&width=414)
Es una tarde a mediados de enero y frente a los dos hombres se abre la boca oscura de una mina subterr¨¢nea. Estamos en el cerro San Sebasti¨¢n, en el extremo m¨¢s oriental de El Salvador, a unos kil¨®metros de la frontera con Honduras. Melvin y Antonio llevan m¨¢s de veinte a?os cavando juntos este cerro con la esperanza de sacarle cada gramo de oro escondido en ¨¦l. El sol empieza a caer y ba?a de dorado la cordillera a sus espaldas. ¡°Aqu¨ª, en todo esto, hay oro. Lo que pasa es que es bien dif¨ªcil sacarlo¡±, dice Melvin.
El oro que estos hombres recogen del cerro San Sebasti¨¢n no est¨¢ en forma de rocas ni de pepitas. Su trabajo es m¨¢s similar a la alquimia: se hunden durante horas en las minas hasta encontrar peque?os surcos de colores con destellos en las rocas a su paso. Pican la piedra con un taladro y sacan toneladas del mineral que luego muelen hasta convertirlo en polvo fino. Agregan agua, sal, cal y unas gotas de mercurio hasta formar una pasta plateada. Cuelan varias veces esa mezcla con un pa?o que deja pasar la tierra y retiene el material m¨¢s denso, y finalmente moldean con sus manos una pepita del tama?o de media falange. Colocan el material al fuego, sobre un comal caliente, hasta que su color met¨¢lico desaparece, y queda en sus manos una diminuta esfera de un gramo del color del sol.
![R¨ªo San Sebasti¨¢n recorre la comunidad con sus aguas contaminadas por los residuos que dej¨® la industria minera.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MDGIUAMUFBFUNG3NVA3LM6USCA.jpg?auth=08c1f24cf148bc68b31d484dd1fd6ada49852370726a613bf5a32894d5977066&width=414)
Al igual que ellos, en los alrededores de este cerro habitan unos mil g¨¹iriseros, como son llamados los mineros artesanales. Habitan una comunidad que lleva varias generaciones haciendo miner¨ªa met¨¢lica a plena luz del d¨ªa en un pa¨ªs en el que, hasta hace unas semanas, era totalmente prohibida.
La miner¨ªa en el cerro San Sebasti¨¢n comenz¨® en 1904. En los primeros 13 a?os, las mineras extrajeron m¨¢s de 25 toneladas de oro, seg¨²n un conteo de la Mesa Nacional Frente a la Miner¨ªa Met¨¢lica en El Salvador. Para 1969, la zona fue considerada ¡°la joya de la industria minera¡± del pa¨ªs y una de las minas m¨¢s prol¨ªficas de Centroam¨¦rica, seg¨²n Naciones Unidas. Entre 1969 y 1980, el cerro dio una tonelada de oro, seg¨²n un reporte de la Direcci¨®n de Hidrocarburos y Minas del Ministerio de Econom¨ªa.
Durante la siguiente d¨¦cada, la miner¨ªa en San Sebasti¨¢n fue suspendida debido a la guerra civil salvadore?a. Tras los acuerdos de paz, en 1992, dos empresas estadounidenses reactivaron su producci¨®n durante m¨¢s de diez a?os. En 2006, el Estado salvadore?o les retir¨® los permisos de explotaci¨®n y las minas quedaron abandonadas.
![Las aguas contaminadas del r¨ªo San Sebasti¨¢n.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HDYEF7ZVNBCLFL3T2BVZAFGGMY.jpg?auth=09e672ad15763e2cf958dc42111362262da97e7609fbece5c245978adb56b5ac&width=414)
La voraz extracci¨®n de oro dej¨® una huella imborrable en San Sebasti¨¢n. Y no fue en forma de prosperidad. Hoy sus calles siguen siendo de tierra y la mayor¨ªa sus habitantes son muy pobres. Casi cien a?os de miner¨ªa dejaron un cerro impregnado de cianuro, un veneno que las mineras usaban en enormes cantidades para extraer el mineral. Del cerro nace un caudal que se desliza como una serpiente colosal de escamas rojizas y doradas, exhalando un aliento sulfuroso que impregna el aire. El r¨ªo San Sebasti¨¢n se ha convertido en el s¨ªmbolo innegable de la huella de la contaminaci¨®n minera. Nadie puede tomar su agua y, si se cava un pozo, esta sale con sarro y olor extra?o. Por eso, los lugare?os tienen que comprar agua de pueblos lejanos, lo que representa cerca del 20% de sus ingresos, seg¨²n un estudio de la Procuradur¨ªa salvadore?a. Tras el abandono de las empresas mineras, los habitantes de San Sebasti¨¢n se quedaron sin empleo y con su tierra contaminada. A falta de terrenos f¨¦rtiles donde sembrar y r¨ªos para dar de beber al ganado, se dedicaron a explotar lo ¨²nico que les quedaba: las minas de oro echadas al olvido.
Diez a?os despu¨¦s de que las mineras abandonaran el cerro, en abril de 2017, la Asamblea Legislativa aprob¨® una ley que prohib¨ªa tajantemente la miner¨ªa. El Gobierno se comprometi¨® a buscar nuevos empleos para los g¨¹iriseros. Pero no cumpli¨®. As¨ª que los habitantes de esta zona siguieron cavando, incluso a costa de contaminar m¨¢s. Ahora, cada familia o grupo de vecinos tiene su propia mina.
![Calentamiento de la margaja en comales de barro.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/75ZFLFRUPFEB3KJLVZC65NU5T4.jpg?auth=d86626ee35ed75b8f51c11c0e92ca3c8b5d0a544b3feabcb6d6a43fa98ea6b61&width=414)
Aunque la cantidad de oro que los g¨¹iriseros sacan de estas viejas minas es m¨ªnima y apenas les alcanza para vivir, a veces el cerro es m¨¢s bondadoso. Hace unos a?os, recuerdan Melvin y Antonio, un grupo de 30 mineros del pueblo llamados Los Indios, tropez¨® con una fortuna: una veta de oro que les llen¨® las manos de riqueza y los ojos de ilusiones. Cada semana extrajeron el equivalente a miles de d¨®lares. Con esa bonanza, se fueron al pueblo m¨¢s cercano, Santa Rosa de Lima, y cerraron prost¨ªbulos enteros para celebrar, construyeron casas, compraron cerveza, carros y motos; derrocharon sin medida. Durante seis meses, el cerro les sonri¨®. Pero la dicha no dur¨®. Uno a uno, los mineros fueron cayendo en desgracia, devorados por la abundancia. La veta se agot¨® y con ella desapareci¨® su ef¨ªmera opulencia. John, uno de los mineros que amanec¨ªa tendido en las calles de tierra tras noches de excesos, perdi¨® su empleo, y ahora gana veinte d¨®lares al d¨ªa como alba?il. A veces, el cerro da. A veces, el cerro quita.
Ahora los habitantes de San Sebasti¨¢n tienen un miedo m¨¢s: hace unas semanas, el presidente Nayib Bukele anunci¨® que la miner¨ªa met¨¢lica industrial regresar¨ªa a El Salvador y la Asamblea Legislativa a sus ¨®rdenes aprob¨® la ley que lo permite. Los g¨¹iriseros de San Sebasti¨¢n creen que el cerro y su oro volver¨¢ a ser propiedad de empresarios extranjeros, dej¨¢ndolos a ellos nuevamente sin nada.
El regreso de la miner¨ªa met¨¢lica ha causado mucho revuelo entre la poblaci¨®n salvadore?a. Por un lado, est¨¢ la postura de quienes viven del oro. Por el otro, la de los ambientalistas que rechazan esta actividad por la alta contaminaci¨®n que provoca. Pero luchar contra las minas no es nuevo para ellos. Hace unos a?os libraron una batalla hist¨®rica para prohibir la miner¨ªa, que dej¨® a cuatro activistas muertos.
Luego est¨¢ la postura del presidente Bukele, que para muchos ha salido con una propuesta tan salom¨®nica como enga?osa: el mandatario ha asegurado que el 99% de los r¨ªos salvadore?os ya est¨¢n contaminados. Ante eso, propone reactivar una miner¨ªa ¡°responsable¡± que, dice, aunque contamine, dar¨¢ suficiente dinero para limpiarlos.
Morir por el oro
Marlon, un joven de 16 a?os, muele una peque?a piedra hasta convertirla en un polvo fino que deposita en un cuerno de vaca partido por la mitad. A?ade agua, revuelve con los dedos y observa fijamente el l¨ªquido que se aclara poco a poco, hasta dejar una arenilla blanca en el fondo. Con un movimiento delicado, mece el cuerno: ¡°Ve, ah¨ª est¨¢. S¨ª, hay oro¡±, dice con una mueca de alegr¨ªa.
Este procedimiento, el tiento, es la prueba que hacen los g¨¹iriseros para determinar si hay oro. El brillo que ven en las piedras no es el metal precioso, sino otro mineral conocido como margaja u oro de bobos. Cuando la mezcla se asienta y deja una leve costra dorada, los mineros saben que han encontrado algo valioso. Y se alistan para adentrarse en las entra?as del cerro.
![Trabajadores de la mina Santa Elena muelen la piedra para obtener una muestra de metales.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/7XSC6X5N3FESNABRD7N36IN4NI.jpg?auth=47b799b2f4d295338f6707e7a8b1fa7cbd57d5da9b9e3e61a22dd7054db672ac&width=414)
La miner¨ªa es m¨¢s que un oficio aqu¨ª; es una herencia. Melvin, por ejemplo, es minero, como su padre y como su hijo. En San Sebasti¨¢n, cada familia tiene un molino y los instrumentos necesarios para extraer oro. Pero la actividad conlleva riesgos. Dentro de la mina, el calor es sofocante y el aire escaso. Un compresor empuja ox¨ªgeno hasta las profundidades. Si falla, los mineros tienen menos de 20 minutos para salir antes de morir asfixiados. Y tambi¨¦n est¨¢n los derrumbes. ¡°Ya ha pasado en otras minas. En esta, gracias a Dios, no¡±, dice Melvin. Sin embargo, el peligro no solo acecha bajo la tierra. Para extraer el oro, los g¨¹iriseros usan mercurio, un veneno que contamina tambi¨¦n la sangre de quien lo usa, aunque los mineros de San Sebasti¨¢n lo nieguen.
Un informe elaborado por la Produradur¨ªa para la Defensa de los Derechos Humanos en 2016 se?ala que el agua del r¨ªo San Sebasti¨¢n y de otras vertientes que lo alimentan est¨¢ contaminada con altos niveles de aluminio, zinc, hierro, manganeso, n¨ªquel y ars¨¦nico. Las m¨¢s expuestas son las mujeres que lavan la ropa en los r¨ªos y que, seg¨²n el reporte, sufren de dolor de cabeza, fatiga y afectaciones a la memoria. Los mineros reconocen algunos de estos s¨ªntomas, pero dicen que no son producto de la miner¨ªa. Pero no todos en San Sebasti¨¢n est¨¢n dispuestos a aceptar la contaminaci¨®n como destino inevitable. Desde hace a?os, hay un grupo de pobladores que resiste a la explotaci¨®n minera.
![Part¨ªculas de mercurio utilizadas para la separaci¨®n del oro durante el proceso de producci¨®n artesanal.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/GVLCRGSYX5FDNGXNNNPLU2HQ2Y.jpg?auth=4c179b9d2f173e5d580274c324e13a65a80db2264073402ca116fa49774e30d1&width=414)
Vidalina Morales limpia con sus manos las hojas secas que cubren la tumba de Marcelo Rivera y quita un ramo de flores artificiales que deja ver el epitafio: ¡°Inquebrantable defensor del medio ambiente¡±. Rivera desapareci¨® el 18 de junio de 2009. Su cuerpo torturado fue encontrado 12 d¨ªas despu¨¦s, en el fondo de un pozo. Desde entonces, la comunidad de Santa Marta, en el departamento de Caba?as, lo considera el primer m¨¢rtir ambiental de El Salvador. Dicen que fue asesinado como parte de una campa?a de terror en contra de ambientalistas impulsada luego de que denunciaran a las empresas mineras Pacific Rim/Oceana Gold. En los a?os siguientes, otros tres activistas corrieron la misma suerte.
La Fiscal¨ªa salvadore?a acus¨® a las pandillas como responsables de la muerte de Rivera. Sin embargo, la comunidad de Santa Marta asegura que la l¨ªnea de investigaci¨®n del caso fue muy pobre y que las autoridades nunca intentaron dar con los autores intelectuales.
La lucha contra la miner¨ªa en El Salvador comenz¨® en 2004, cuando Santa Marta se organizaba para impedir la construcci¨®n de un botadero de basura a cielo abierto. Entonces, un funcionario del Ministerio de Medio Ambiente les advirti¨® que el basurero era el menor de sus problemas; lo que ven¨ªa era la miner¨ªa met¨¢lica.
La zona de Caba?as ha albergado hist¨®ricamente la miner¨ªa de oro. Su explotaci¨®n data desde la conquista espa?ola y uno de sus municipios principales fue nombrado San Francisco El Dorado por la abundancia de ese metal. A mediados del siglo pasado, la minera Oceana Gold compr¨® un terreno al que nombr¨® Mina El Dorado, que cerr¨® en 1953 y qued¨® abandonada.
Por eso, en Santa Marta y sus alrededores no estaban tan al tanto de lo que implicaba la reactivaci¨®n de la miner¨ªa. Investigar fue su primer acto de resistencia. Viajaron a Honduras y vieron r¨ªos envenenados y bosques devastados. Regresaron con miedo, pero tambi¨¦n con decisi¨®n.
Al volver, se enteraron que la Pacific Rim llevaba a?os explorando la zona, perforando cerros y extrayendo agua de los r¨ªos. Para ganarse a la comunidad, la empresa financi¨® la reconstrucci¨®n de calles, escuelas, jornadas m¨¦dicas y hasta fiestas infantiles con pi?atas. Mientras, los pobladores de Santa Marta se organizaron, recorrieron otras comunidades aleda?as con un viejo televisor y presentaciones hechas en mantas para explicar lo que implicaba la miner¨ªa. Cuando no lograron convencerlos con regalos, vinieron las amenazas. Luego, los asesinatos.
![Vidalina Morales limpia el mausoleo de Marcelo Rivera, asesinado en el a?o 2009 por pronunciarse contra los proyectos mineros.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/H6PHPFRL2BDPND5676B4U2WLCM.jpg?auth=a43a857fa80ece3921e85c1c8b507d5399c39b783f7994ecc9a4db90d556bae2&width=414)
En 2017, tras a?os de protestas, la resistencia logr¨® un hito hist¨®rico: El Salvador se convirti¨® en el primer pa¨ªs del mundo en prohibir la miner¨ªa met¨¢lica. Los ambientalistas creyeron haber ganado. Pero en enero de 2023, algo cambi¨®. Cinco activistas de Santa Marta fueron arrestados y acusados de cr¨ªmenes cometidos durante la guerra civil. Antonio Pacheco, Miguel G¨®mez, Alejandro y Pedro La¨ªnez y Sa¨²l Rivas permanecieron 22 meses encarcelados. La excusa para detenerlos parec¨ªa pol¨ªtica, pero Vidalina y los suyos intuyeron que su oposici¨®n a la miner¨ªa ten¨ªa algo que ver.
Los ambientalistas fueron liberados en noviembre de 2024 por falta de pruebas, pero la Fiscal¨ªa controlada por Bukele apel¨® la decisi¨®n del juzgado. La repetici¨®n del juicio estaba programada para este mi¨¦rcoles, pero los cinco ambientalistas decidieron no presentarse a la audiencia alegando que no conf¨ªan en el sistema de justicia salvadore?o.
En diciembre pasado, con solo un tuit,el presidente Bukele tir¨® a la basura m¨¢s de una d¨¦cada de lucha de las comunidades antimineras. ¡°Somos el ?NICO pa¨ªs en el mundo con una prohibici¨®n total de la miner¨ªa met¨¢lica. ?Absurdo!¡±, escribi¨® en su cuenta de X. Solo una semana despu¨¦s, el d¨ªa antes de Nochebuena, la Asamblea a sus ¨®rdenes aprob¨® una nueva ley, permitiendo el regreso de la miner¨ªa met¨¢lica.
Los argumentos del mandatario han sido escasos. El primero es que el oro es un gigantesco tesoro que el mism¨ªsimo Dios puso bajo los pies de su pa¨ªs. El segundo, que solo el 4% de El Salvador contiene 50 millones de onzas de oro y que en todo El Salvador hay aproximadamente 3 billones de d¨®lares en oro. Pero un informe de la fundaci¨®n Heinrich B?ll parece contradecirlo. De acuerdo con el documento, de ser ciertos esos datos, esa cantidad corresponder¨ªa al 60% del total del oro extra¨ªdo en la historia del planeta.
La iglesia cat¨®lica salvadore?a se ha unido a la lucha y en las ¨²ltimas semanas ha pedido a sus feligreses firmar un documento de rechazo de la miner¨ªa. ¡°Cu¨¢nto esfuerzo por detener la miner¨ªa de los mayores poseedores de oro del mundo. Pero jam¨¢s se pronunciaron cuando mataban 30 salvadore?os al d¨ªa. Al contrario, avalaron y dieron su ¡°bendici¨®n¡± para negociar con ellos¡±, escribi¨® el presidente en referencia a la iglesia.
La miner¨ªa met¨¢lica verde que promueve su Gobierno es un eufemismo para describir a una miner¨ªa contaminante ¡°m¨¢s responsable¡±. Para que lo sea, seg¨²n los expertos, deben cumplirse algunas condiciones como un marco legal estricto y un Estado fuerte que haga cumplir las leyes, as¨ª como el uso de tecnolog¨ªas avanzadas de bajas emisiones de contaminantes. La experiencia hist¨®rica en El Salvador mostr¨® una ley tan blanda que permiti¨® a las empresas llevarse toda la ganancia y dejar un pa¨ªs contaminado.
![Negocios de compra y venta de oro en el centro del municipio de Santa Rosa de Lima.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KJYBUNYXOFHXZJQOQ5EJP2EZ6U.jpg?auth=1e0c480e2d9fbe6554d6ddea9ae9e094d1606c878b6a4ec7a964b4d599826294&width=414)
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No hay certeza sobre por qu¨¦ la humanidad le ha atribuido un valor ¨²nico al oro. Algunos dicen que es por su escasez y resistencia a la oxidaci¨®n. Otros, que tiene que ver con su color similar al sol. Lo cierto, seg¨²n los cient¨ªficos, es que el metal precioso tiene su origen en el espacio y se cree que alg¨²n d¨ªa lleg¨® a la tierra colado en meteoritos o que surgi¨® de la implosi¨®n de una estrella.
Abel, un orfebre que vive de comprar el oro que los g¨¹iriseros de San Sebasti¨¢n extraen del cerro, dice que es por ¡°pura vanidad¡±. ¡°?Usted ha visto que los famosos andan llenos de oro? La gente compra el oro porque quiere parecerse a ellos¡±, dice.
Melvin, el g¨¹irisero, ignora todo eso. Para ¨¦l, el oro es simplemente un objeto de valor que se esconde en el cerro. Un trabajo del que puede sacar algo de ganancia. Gracias a ¨¦l, ha construido su casa de ladrillo, compr¨® un molino y puede darle de comer a su familia. A las consecuencias de su oficio le presta poca importancia. Mientras quema un poco de margaja y el humo envenenado sale de los comales en el patio de su casa, dice que ¨¦l nunca ha sentido malestar. Quiz¨¢ sea porque el tiempo que tarda en llegar el mercurio a su sangre es mucho m¨¢s lento que en el que tarda en llegar el hambre.
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