30 a?os de ¡®American Psycho¡¯, el libro de todos los esc¨¢ndalos
La novela de Bret Easton Ellis, una f¨¢bula ultraviolenta ambientada en el Nueva York del reaganismo, fue vetada por su editorial e hizo que su autor recibiera amenazas de muerte. Tres d¨¦cadas despu¨¦s de su publicaci¨®n, 10 escritores, de Jay McInerney y Tama Janowitz a Fr¨¦d¨¦ric Beigbeder y Emma Cline, recuerdan para ¡®Babelia¡¯ lo que el libro supuso para ellos
Jay McInerney
La novela ya hab¨ªa adquirido notoriedad mucho antes de ser editada, despu¨¦s de que el editor de Simon y Schuster, Dick Snyder, suspendiera su publicaci¨®n. Aparentemente no lo hab¨ªa le¨ªdo hasta que el libro ya estaba en galeradas y se ofendi¨® por su contenido, o tal vez solo reaccion¨® a la indignaci¨®n de otros dentro de la editorial. No me sorprendi¨® del todo, ya que hab¨ªa hablado con Bret sobre el libro mientras ¨¦l lo escrib¨ªa. Finalmente, Vintage quiso publicarlo y la reacci¨®n fue casi abrumadoramente negativa. Bret recib¨ªa cartas insultantes y amenazas de muerte. Lleg¨® un momento en que le daba miedo salir de su apartamento. Bret sab¨ªa que iba a ser controvertido. Incluso ¨¦l estaba un poco asustado por los pasajes m¨¢s violentos que escribi¨® al final, todos a la vez, despu¨¦s de haber terminado el resto del libro. Sal¨ª a cenar con ¨¦l en medio de ese periodo y estaba de muy mal humor, muy deprimido. No creo que estuviera preparado para el esc¨¢ndalo o la magnitud de la oposici¨®n que recibi¨®. Muy pocas voces de la comunidad literaria salieron en su defensa. Ha sido interesante asistir a la creciente reputaci¨®n literaria ¡ªla rehabilitaci¨®n, por as¨ª decirlo¡ª del libro en los a?os posteriores.
Jonathan Lethem
Debido a mi relaci¨®n con Bret, con quien coincid¨ª en la Universidad de Bennington, me encontr¨¦ atrapado en un bucle de envidia y confusi¨®n provocado por el hecho de que hubiera escrito un libro tan famoso que incluso Norman Mailer sinti¨® que ten¨ªa que opinar al respecto. Mi primera lectura se vio filtrada por esa envidia y esa confusi¨®n. La ¨²nica parte que logr¨¦ disfrutar fueron las rese?as de discos, que me parecieron perfectamente equilibradas en su iron¨ªa y tal vez la clave para entender todo el proyecto. M¨¢s tarde, cuando pude leer el libro con lucidez y tranquilidad, estuve de acuerdo con esa primera impresi¨®n. La otra cosa que me llam¨® la atenci¨®n en el momento de su publicaci¨®n fue que tantas voces estadounidenses educadas y aparentemente serias estuvieran dispuestas a criticar un libro que ni siquiera hab¨ªan le¨ªdo. D¨¦cadas despu¨¦s, ya no me sorprende tanta fatuidad, tanta ignorancia orgullosa. Una l¨¢stima.
Tama Janowitz
Recuerdo que, una noche a finales de los ochenta o comienzos de los noventa, Bret me dijo: ¡°Estoy trabajando en algo y es tan violento que me asusta. Tengo mucho miedo. No puedo dormir¡±. Si lo que estaba escribiendo le asustaba, ?por qu¨¦ no dejaba de escribir? En Nueva York, en aquel momento, los j¨®venes banqueros estaban por todas partes: en los restaurantes y en los clubes un poco pasados de moda, pero nunca en lugares nuevos o extravagantes. Eran como ponis nuevos en una escuela de equitaci¨®n: brillantes, mantecosos y envueltos en cosas caras: ropa, relojes, cortes de pelo, mocasines. Casi todos eran hombres. Nunca vi a mujeres a su alrededor que no fueran sus citas, y estas siempre parec¨ªan modelos, aunque sospecho que la mayor¨ªa de esos hombres eran caballos castrados.
Era un estrato social inaccesible para m¨ª, porque estaban encerrados en su c¨ªrculo: j¨®venes de 20 o 30 a?os que se alimentaban de caviar y coca¨ªna; si ten¨ªan m¨²sculos, los hab¨ªan logrado en el gimnasio. Viv¨ªan en la ciudad, pero la ciudad no les rozaba. Las calles de Nueva York segu¨ªan llenas de vagabundos, enfermos mentales que empujaban carritos de supermercado llenos de peluches, pedazos de muebles, comida y ropa; que dorm¨ªan en los callejones o en el metro, y que defecaban en las mismas calles donde estos banqueros repeinados se dejaban llevar en limusinas con ch¨®fer en una nube de aftershave y colonia, bebiendo champ¨¢n y vodka de primera clase. En cierto sentido, American Psycho fue un intento estadounidense de emular el nouveau roman franc¨¦s. La obra de los cincuenta y sesenta de autores como Alain Robbe-Grillet, Michel Butor, Marguerite Duras, Robert Pinget, Nathalie Sarraute ¡ªy tambi¨¦n Camus e incluso Sartre¡ª fueron las placas de agar con las que se aliment¨® la escritura de este libro.
Fr¨¦d¨¦ric Beigbeder
Leer American Psycho fue tan impactante que lo coloqu¨¦ en el n¨²mero 1 en la lista de mis novelas favoritas del siglo XX. Lo vuelvo a leer regularmente para retroceder en el tiempo y sumergirme en el Nueva York que conoc¨ª cuando ten¨ªa 20 a?os. Este libro es visionario, sexi, horrible, anticapitalista, superglamoroso, hiperesnob y totalmente impublicable hoy (aunque ya fue rechazado en su momento por su primera editorial). Influy¨® en innumerables escritores, pero tambi¨¦n en pel¨ªculas como El lobo de Wall Street y series como Nip/Tuck o Mad Men. Me gusta especialmente la libertad formal, la originalidad de su estilo: citas de marcas de ropa, digresiones sobre Phil Collins, manuales para usar cadenas de m¨²sica. Su crueldad hastiada. Una vez le pregunt¨¦ al autor c¨®mo se le ocurri¨® la idea de esta escritura fr¨ªa y me dijo que mezcl¨® los diarios de Andy Warhol y el Infierno de Dante. Leer las aventuras de Patrick Bateman 30 a?os despu¨¦s permitir¨¢ que las nuevas generaciones entiendan mejor la locura de esas d¨¦cadas. Y que sepan todo lo que se perdieron... y nunca conocer¨¢n.
Tao Lin
Recuerdo haber le¨ªdo alrededor de 80 p¨¢ginas de American Psycho cuando ten¨ªa unos 25 a?os. Me gust¨® mucho. Me impresion¨® ese estilo de prosa complejo pero n¨ªtido, y pens¨¦ que era muy divertido. Dej¨¦ de leer a partir de la escena en la que el protagonista mata a un vagabundo. No disfruto leyendo sobre violencia.
Emma Cline
Me encanta American Psycho. Lo rele¨ª hace poco y me sorprendi¨® lo divertido que sigue siendo. Lo introduje en la lista de lecturas de una clase que estoy impartiendo en la Universidad de Columbia sobre la escritura de lo extremo. Sexo, drogas, todo eso. La noche anterior a la clase donde deb¨ªamos estudiar el libro me entr¨® el p¨¢nico. Hay tantas cosas inapropiadas en ¨¦l que cre¨ª que mis alumnos lo odiar¨ªan y que me acabar¨ªa metiendo en problemas. Por suerte, les encant¨®, lo que me sorprendi¨® y me hizo feliz. El libro es una s¨¢tira social, que no es lo que pretendo hacer con mis novelas, m¨¢s realistas. Pero American Psycho me ense?¨® la importancia de ser divertido cuando escribes. Leer ese libro me hace sentir m¨¢s libre. Forma parte de ese g¨¦nero de novelas escritas por autores que se atreven con todo.
Ricardo Men¨¦ndez Salm¨®n
Hay escritores con un don. Los llamo sism¨®grafos. Son aquellos capaces de detectar los movimientos tect¨®nicos que operan en el interior de cada sociedad en un determinado momento de su desarrollo. Bret Easton Ellis logr¨® con American Psycho capturar ese temblor de finales de los ochenta. Fue adem¨¢s muy h¨¢bil al reflejar un clima moral a trav¨¦s de un personaje inolvidable, desnudo de empat¨ªa, un eg¨®latra legendario, alguien de la estirpe de Stavrogin.
Al retratar la apoteosis y agon¨ªa de una d¨¦cada, la del reaganismo y la muerte de la sociedad, Ellis diagnostic¨® a trav¨¦s de Bateman el c¨¢ncer que ro¨ªa ya todas sus estructuras y nos preparaba para esa nueva forma de nihilismo que solo pod¨ªa nacer del turbocapitalismo, el nihilismo de la saciedad, un nihilismo que no emana de un sentimiento de c¨®lera ante la injusticia del mundo, sino que apenas manifiesta el vac¨ªo que provoca la abundancia. Creo sinceramente que American Psycho es una de las novelas m¨¢s importantes que he le¨ªdo en mi vida. He vuelto a ella varias veces desde mi primera lectura y siempre logra conmoverme y aterrorizarme. Estoy convencido de que es un libro que perdurar¨¢.
Preti Taneja
Cuando le¨ª la novela por primera vez en 2010, encontr¨¦ refrescante su descripci¨®n de una masculinidad determinada. Hab¨ªa trabajado en finanzas como reportera, pero nunca hab¨ªa visto ese mundo monstruoso y sus hombres peligrosamente inmaduros presentados con tanta claridad en la ficci¨®n. S¨ª, me enferm¨® la misoginia y la violencia. Pero su actitud me pareci¨® fiel a lo que hab¨ªa experimentado en ese mundo. Y la forma, esa voz psic¨®tica en primera persona atrapada en una fantas¨ªa de envidia y autodesprecio, es como una cl¨¢usula de rescisi¨®n para el lector y para el escritor.
El final de la novela se adentra en el mundo actual: el da?o fascista contra las mujeres y las minor¨ªas que se materializ¨® en los Estados Unidos de Trump. Sigue vigente, en ese sentido. Una vez habl¨¦ sobre la decisi¨®n de publicar American Psycho con Sonny Mehta, editor de AA Knopf, quien lo compr¨® despu¨¦s de su cancelaci¨®n por Simon & Schuster. Record¨® haber recibido carne cruda en el correo de la oficina de grupos feministas que protestaban. Me pregunto si lo habr¨ªa publicado de la misma manera ahora. Todav¨ªa estamos hablando del libro y eso tambi¨¦n forma parte de su extraordinario legado.
Laurent Binet
Lo le¨ª hacia los 20 a?os y fue una revelaci¨®n: fue el libro que me hizo descubrir la novela contempor¨¢nea, una literatura a la vez experimental y cautivadora. Lo que me deslumbr¨® en la primera lectura fue, ante todo, su inventiva formal, ese genio c¨®mico al servicio de la s¨¢tira: las descripciones de ropa de marca, las disertaciones sobre Patrick Swayze o Phil Collins, las escenas para conseguir mesa en Dorsia, el restaurante de lujo¡ Tambi¨¦n la neurosis de los personajes, todos ellos est¨²pidos, ego¨ªstas, vac¨ªos y obsesionados por su apariencia (todo muy proto-Instagram).
En segundo lugar, me fascina la maestr¨ªa con la que Ellis describe a su protagonista, Patrick Bateman, un caso ejemplar de narrador poco fiable, cuya personalidad desdibuja las fronteras entre realidad y fantas¨ªa. Hay una mec¨¢nica sutil y bien engrasada por la que la historia se va volviendo cada vez m¨¢s loca. Es un proceso que se puede encontrar en todas sus novelas (excepto en la primera, Menos que cero). Nunca se sabe si los narradores-protagonistas viven lo que dicen vivir, porque ellos mismos no entienden nada. Eso es lo que distingue a Ellis de los otros novelistas de su generaci¨®n: un cuestionamiento muy quijotesco de la ficci¨®n y la realidad, que implica el sabotaje met¨®dico de su propia historia. El resultado son metanovelas de una profundidad reflexiva extremadamente original, siempre actuales y modernas, a diferencia de lo que hace Houellebecq, por ejemplo, que es muy bueno relatando los tiempos que corren, pero casi siempre lo hace con t¨¦cnicas novelescas de lo m¨¢s cl¨¢sico.
Aixa de la Cruz
Le¨ª American Psycho en la carrera porque mis compa?eros m¨¢s irreverentes lo consideraban un must, un libro que hab¨ªa que leer. Por eso persist¨ª a pesar del tedio de enumeraciones de marcas de ropa y restaurantes que nunca pisar¨¦. Me aburr¨ª hasta que empec¨¦ a excitarme. Me excit¨¦ hasta que empec¨¦ a horrorizarme. Y creo que en ese juego perverso radica la genialidad del libro: nos ense?a a mirar con frivolidad primero, con el deseo que nos ha construido el porno despu¨¦s, y justo cuando estamos a punto (a punto de masturbarnos, digo), irrumpe la violencia extrema, y nuestra excitaci¨®n nos hace c¨®mplices, c¨®mplices de ese sistema degradante cuya c¨²spide es la violencia contra las mujeres. Me parece una de las formas m¨¢s eficaces de hacer denuncia pol¨ªtica, al fin y al cabo: activar los mecanismos de la culpa, para que el lector se reconozca copart¨ªcipe de aquello cuya representaci¨®n le est¨¢ dando ganas de vomitar. Sigue siendo un must.
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