Adolfo Bioy Casares: convertir el sue?o en realidad
¡®Descanso de caminantes¡¯, del escritor argentino, es una historia minuciosa y sin trampas; algo alegremente organizado para entender una vida entera
El escritor argentino Julio Cort¨¢zar acababa de morir el 12 de febrero de 1984 con 70 a?os. Bioy Casares, al que le faltaba un mes apenas para llegar a esa deprimente cifra, sinti¨¦ndose ya achacoso, tragando prematuramente ¡°el ¨¢spero e inaceptable ladrillo de la vejez¡±, saca fuerzas y admiraci¨®n verdadera, y confiesa en su diario: ¡°Me he sentido muy amigo de ¨¦l. Si estuvi¨¦ramos en un mundo en el que la verdad se comunicara directamente, sin necesidad de las palabras, que exageran o disminuyen, le hubiera dicho que siempre lo sent¨ª cerca y que en lo esencial est¨¢bamos de acuerdo. Pero ?la pol¨ªtica no era esencial para ¨¦l? Voy a contestar por m¨ª. Aunque sea dif¨ªcil distinguir al hombre de sus circunstancias, es posible, y muchas veces lo hacemos. Yo sent¨ªa cierta hermandad con Cort¨¢zar, como hombre y como escritor. Sent¨ª afecto por la persona. Adem¨¢s estaba seguro de que para ¨¦l y para m¨ª este oficio de escribir era el primero y principal de nuestras vidas. No porque lo crey¨¦ramos sublime; simplemente porque fue siempre nuestro af¨¢n¡±.
Del terco y milagroso ¡°af¨¢n¡± hablaremos dentro de un momento. Paciencia.
Esta leal despedida a otro escritor admirado ©¤argentino como ¨¦l y de su quinta, ?ojo!©¤ me llega como una estrella no identificada hasta ahora, entre las 502 p¨¢ginas de Descanso de caminantes. Es un libro querido, que frecuento y destruyo, desde hace siete a?os. Nadie podr¨ªa acusarme de descuido: los libros se desencuadernan. La edici¨®n es de 2001 y fue publicado por la Editorial Sudamericana, en la colecci¨®n Se?ales.
Sobra decir que la lectura sucede siempre en la cama, de noche, y aunque imagino que existen otras ediciones m¨¢s c¨®modas, para m¨ª es un ejemplo de que a los titanes no se les debe tratar como a mariposas. Llam¨¦moslo de una vez por su nombre: el ¡°tomazo¡±, s¨ª, asegura el placer de leer sin fin, y las almohadas evitan que te disloques la mu?eca.
Y lees como Bioy escrib¨ªa: desplazando al sue?o de su ensue?o y convirti¨¦ndolo en realidad. Una realidad, como todas, inquietante. Un existir que nos mantiene despiertos. Cuando ya crees que se acaba la fiesta, descubres el exacto posfacio de Daniel Martino, que va escoltado por estos dos versos: ¡°Jugamos a que nada nos gusta tanto como/ escribir en cuadernos de papel cuadriculado y suave¡±.
Todo sirve para encontrar la palabra perfecta o el verbo desconcertante; el punto y seguido inapelable o el misterio infantil de los puntos seguidos
Descanso de caminantes es, en s¨ª mismo, un milagro editorial, y para que no falte de nada sientes al pasar las p¨¢ginas ©¤no necesariamente en orden©¤ que te sumerges en un l¨ªo de a¨²pa y en una historia minuciosa y sin trampas: algo alegremente organizado para entender una vida entera y a un escritor que se entretiene. Sacado de los cuadernos de Bioy ©¤unas 20.000 p¨¢ginas durante toda su vida©¤ en este re¨²ne poes¨ªa, retratos, intimidades, recuerdos que abarcan desde el 9 de febrero de 1975 ©¤momento en el que empieza su lenta separaci¨®n de Jorge Luis Borges©¤ hasta el 3 de junio de 1989, y all¨ª no cabe m¨¢s. ?O s¨ª? Ya que estamos a sus pies, cierra con esta ¡°pavada¡±: un d¨ªstico inventado muy de ma?ana, cuando acept¨® ¡°ver la muerte como una simplificaci¨®n¡±. Dice as¨ª: ¡°Haz ma?ana, Bioy, / lo que puedas hacer hoy¡±.
Entonces, justo aqu¨ª, con esta broma sobre su presunta haraganer¨ªa, descubres al Bioy libre de cargas sociales o pretensiones de gloria, decidido en su ¡°af¨¢n¡±. El que a pesar de las muchas se?ales fr¨ªvolas se pone serio. El mismo Bioy que, para evitar distracciones, las utiliza literariamente. Todo sirve para encontrar el tono ¨²nico; la palabra perfecta o el verbo desconcertante; el punto y seguido inapelable o el misterio infantil de los puntos seguidos. En un cierto momento ©¤hay toda clase de conjeturas©¤ quema sus libros de adolescencia, como el valeroso y tal vez rom¨¢ntico Iris y Margarita, escrito con once a?os. Ya muy famoso, lo imaginamos pas¨¢ndolo bomba ©¤hasta en los tiempos m¨¢s relajados con Jorge Luis Borges y su mujer, la pintora, poeta y escritora Silvina Ocampo y la amiga narradora y traductora Vlady Kociancich©¤; se las arregla para alternar a un tiempo chanzas y chismes con largas noches de trabajo duro, pol¨ªtica y decisiones editoriales, letras de tangos, historias de malevos, guiones de cine, viajes a Europa, premios literarios que empiezan por fin a llegarle, como la Legi¨®n de Honor francesa y el Cervantes. ?l escribe sobre todo, y hasta sus amantes, tan cotidianas, le sirven en ese ¡°af¨¢n¡±. ¡°Servir¡± no sea tal vez el verbo adecuado: mejor decir, ¡°se integran¡±. Y c¨®mo no, sus amados animales:
¡°El 7 de septiembre de 1978 muri¨® nuestra perra Diana, una de las personas que yo m¨¢s quer¨ªa¡±. Y de pronto a?ade, enlazando tiempo verbal y sentimiento: ¡°Me duele usar el pret¨¦rito¡±. Y contin¨²a: ¡°Silvina me dio la noticia en voz baja, y sin mirarme, como si la frase no estuviera dirigida a m¨ª, para que lastimara menos: ¡°Diana died¡±.
Hondura y sencillez
Aqu¨ª y gracias a la manera de contarlo, utilizando las palabras con hondura y sencillez es cuando descubrimos a esta pareja de agotados amantes, que a¨²n se quieren a rabiar.
Y ah¨ª siempre gana Bioy y su obra de escritor. No importa que haya faena: en las madrugadas cepillando a sus caballos; en los descansos del partido de tenis, sexo. En sus obligaciones diarias, que al contrario de todos, no olvida porque una voluntad firme, suya ¨²nicamente, las pule hasta convertirlos en literatura. Y aqu¨ª me parece que convendr¨ªa recordar tambi¨¦n, de este escritor puro, su antiperonismo activo, que le trajo no pocas inquietudes y un cierto aislamiento.
Hay mucho que leer de Bioy y con ¨¦l. He elegido este diario porque acredita algo que muchas veces no se le ha concedido del todo: ese impulso tenaz, generoso, tan humano y distinto a la obsesi¨®n, que te empuja hacia los libros. Nada que se parezca a una vocaci¨®n religiosa. Un destino que no asegura la gloria, ni la riqueza, ni la paz. Y, tal vez s¨ª, una decepci¨®n final.
El propio Bioy Casares ya nos avisa aqu¨ª, en alg¨²n momento sombr¨ªo: ¡°Examinando los libros de la biblioteca, advierto cu¨¢nto de lo que he sabido olvid¨¦. Es como descubrir la muerte en uno¡±.
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