¡®Mentideros de la memoria¡¯, realidad sentimental de insignes escritores
Gonzalo Celorio ayuda a comprender, con an¨¦cdotas y conjeturas, ese esp¨ªritu de rabia y alegr¨ªa que adorn¨® a poetas y novelistas universales de la cultura hispanoamericana
Ya en 1734, el Diccionario de autoridades, redactado por los fundadores de la Real Academia Espa?ola, se?alaba que un mentidero era un lugar ¡°donde se junta la gente ociosa a conversaci¨®n¡± y se llamaba as¨ª porque ¡°se cuentan en ¨¦l f¨¢bulas y mentiras¡±. No me ha parecido encontrar embuste alguno en Mentideros de la memoria, la ¨²ltima y reciente obra de Gonzalo Celorio, aunque quiz¨¢ haya embellecido literariamente alg¨²n recuerdo o enso?aci¨®n. El director de la Academia Mexicana de la Lengua ha coleccionado un pu?ado de relatos sobre sus encuentros con lo m¨¢s florido de la literatura latinoamericana, entre los que descuella el protagonismo de los escritores del boom. Se trata de una obra singular y personal¨ªsima. Narra an¨¦cdotas y propone conjeturas sobre poetas y novelistas universales que definen una deslumbrante etapa de la cultura hispanoamericana. Su influjo, art¨ªstico y pol¨ªtico, en la generaci¨®n que llev¨® a cabo la transici¨®n pol¨ªtica espa?ola es adem¨¢s incuestionable.
El libro se abre con una cita de Jorge Luis Borges, al que al parecer Celorio no conoci¨® personalmente, pero s¨ª, y mucho, a quien considera su alter ego mexicano, Juan Jos¨¦ Arreola, obsesionados ambos por ¡°la perfecci¨®n formal y la consecuente brevedad de su escritura¡±. A partir de ah¨ª, Celorio emprende el descubrimiento de los grandes monstruos de nuestra literatura: Cort¨¢zar, Rulfo, Garc¨ªa M¨¢rquez, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, Carlos Fuentes; y de otros imprescindibles como Tito Monterroso o Bryce Echenique, a los que se suma una larga lista de amigos comunes, editores, gestores culturales o expertos, catedr¨¢ticos y cr¨ªticos. La descripci¨®n de su encuentro con Julio Cort¨¢zar, cuya lectura le ¡°hab¨ªa desordenado de manera irreversible¡± todos sus ficheros, me incit¨® a una solidaridad casi sectaria con el punto de vista del autor. Somos multitud quienes en nuestra iniciaci¨®n a la literatura nos sentimos fascinados por las historias de cronopios y de famas. Cuenta Celorio que por impensadas razones tuvo oportunidad de dormir una noche en la cama de Cort¨¢zar, lo que espero que no sea una mentirijilla del mentidero, pero en cualquier caso parece una an¨¦cdota muy apropiada para describir el mundo del eximio escritor. Ley¨¦ndola recuperaba mi personal memoria cuando vino a cenar a mi casa de Madrid, con Carol Dunlop, Javier Pradera y su esposa, Natalia. Le pregunt¨¦ c¨®mo hab¨ªa decidido el desorden variopinto que permite leer Rayuela de dos maneras diferentes. Ni corto ni perezoso se arrodill¨® en el suelo y represent¨® la escena, distribuyendo imaginariamente los cap¨ªtulos de la novela en peque?os montones y recolect¨¢ndolos al albur para establecer el m¨¦todo alternativo de su lectura. As¨ª se construy¨® una de las obras fundamentales de la literatura latinoamericana.
Sobre Rulfo, relata lo incomprensible de su desmesura art¨ªstica si se le relaciona con su timidez excesiva, que algunos confund¨ªan con lo arisco de su car¨¢cter. Al parecer, ambas cosas fueron heredadas por su familia, con la que Celorio mantuvo numerosos desencuentros despu¨¦s de fallecido el escritor. Gonzalo tambi¨¦n fue compa?ero de copas, muchas copas, de Bryce Echenique, de quien se pronuncia como amigo fraterno, lo que no le impide denunciar y lamentar la incomprensible historia de los plagios period¨ªsticos que cometi¨®. Y acompa?¨® en discretas, o no tanto, borracheras a Umberto Eco en ocasi¨®n de una visita de este a M¨¦xico. Levanta por lo dem¨¢s acta de su amistad con Carlos Fuentes, no omite cr¨ªticas a Octavio Paz, y a?ade an¨¦cdotas, rumores y memorias sobre Vargas Llosa y Garc¨ªa M¨¢rquez.
Dice Alfonso Reyes que el verdadero fin de la literatura es la comunicaci¨®n de la pura experiencia
Estamos ante un libro que permite conocer la realidad mundana, ¨ªntima y sentimental de insignes escribidores que acumularon en vida toda clase de premios, doctorados acad¨¦micos y condecoraciones. Bagatelas de las que felizmente supieron prescindir, y hasta desde?ar, sabedores de que el poder de la literatura trasciende al del dinero, la pol¨ªtica o las religiones, que ya se ocuparon por lo mismo de atrincherarse en alg¨²n libro sagrado. Dice Alfonso Reyes (un intelectual cuya val¨ªa me ayud¨® a descubrir y ponderar Carlos Fuentes) que el verdadero fin de la literatura es la comunicaci¨®n de la pura experiencia. La belleza misma viene a ser as¨ª un subproducto, un efecto determinado en el sentimiento del lector por aquella acertada transmisi¨®n de la experiencia ajena. En ella no existe una ecuaci¨®n fija, sino la fenomenolog¨ªa del ente fluido, de modo que el Quijote que yo percibo no es exactamente igual al que interpretan los otros lectores ni mucho menos al que sent¨ªa, expresaba y comunicaba Cervantes. Por eso, se?ala Reyes, ¡°cada ente literario est¨¢ condenado a una vida eterna, siempre nueva y siempre naciente¡±. Pero por retorcido que sea el camino, cualquier artista sabe que la b¨²squeda de la belleza es el fin ¨²nico y ¨²ltimo de su actividad, no pocas veces re?ida con la rectitud o la correcci¨®n moral. Los creadores suelen ser gentes marginales hasta que la moda al uso o la fuerza de su convicci¨®n los convierte en precursores del canon vigente. Mentideros de la memoria nos ayuda a comprender ese esp¨ªritu de rabia y alegr¨ªa que adorn¨® a nuestros maestros, perseguidos tantas veces por censores que solo ve¨ªan pornograf¨ªa y violencia all¨ª donde ellos hab¨ªan descrito emoci¨®n, felicidad o justicia.
Mentideros de la memoria
Autor: Gonzalo Celorio.
Editorial: Tusquets, 2022.
Formato: tapa blanda (280 p¨¢ginas, 19 euros) y e-book (9,99 euros).
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