¡®E. T., el extraterrestre¡¯: estar¨¦ aqu¨ª mismo
Laura Ferrero analiza esta semana el final de la gran obra de Steven Spielberg, que no es una pel¨ªcula de aventuras, sino un film para lidiar con la p¨¦rdida y la ausencia
Si hay alg¨²n sustituto del amor es la memoria. Memorizar, pues, es restaurar la intimidad¡±. La frase, del poeta Joseph Brodsky, podr¨ªa pertenecer tambi¨¦n a este personaje que procede de una remota galaxia, un personaje que, en su lengua de trapo, renqueante e inocente, se?ala, con su dedo largo e iluminado en el extremo, la cabeza de un ni?o llamado Elliott y, a modo de despedida, le promete: ¡°Estar¨¦ aqu¨ª mismo¡±. Y con aqu¨ª, ese adverbio en ocasiones confuso, hace referencia a la memoria, tan unida a ese otro lugar, el coraz¨®n.
En la escena final de E.?T., el extraterrestre, de Steven Spielberg, la nave ha regresado a la Tierra para llevarse a E.?T. porque existen seres, personas, a los que es necesario dejar ir para que sobrevivan. Ambos, Elliott y E.?T., se lanzan ruegos cruzados: el ni?o le pide que se quede; E.?T., que se vaya con ¨¦l. Pero la infancia de Elliott termina en el preciso instante en que es capaz de dejar escapar eso tan precioso que vivir¨¢, a partir de ese momento, tan lejos y tan cerca, en ese no-lugar al que apunta el extremo iluminado de un dedo larguirucho y marr¨®n.
Steven Spielberg rod¨® la pel¨ªcula para hablar sobre el divorcio de sus padres y, en especial, para abordar la ausencia del padre
A pesar de que gran parte de los ni?os que la vimos ignor¨¢ramos por completo la existencia de un segundo nivel de lectura, E.?T., el extraterrestre no es una pel¨ªcula sobre aventuras extraterrestres, sino sobre c¨®mo lidiamos con la p¨¦rdida y ausencia. Cuando llega el the end, esa pregunta tan infantil pero justificada ¡ª?por qu¨¦ no se queda E.?T. con Elliott?¡ª encuentra su explicaci¨®n en lo que Steven Spielberg cont¨® despu¨¦s en numerosas ocasiones. ?l rod¨® la pel¨ªcula para hablar sobre el divorcio de sus padres y, en especial, para abordar la ausencia de un padre que, como afirma el personaje de Elliott al inicio de la pel¨ªcula, est¨¢ en M¨¦xico con Sally. Pero Sally, claro, no es su madre.
En definitiva: E.?T. no se queda con Elliott porque E.?T. no es exactamente E.?T. Pero eso, claro, expl¨ªcaselo a un ni?o.
La literatura y el cine est¨¢n llenos de padres ausentes y de los ingeniosos artilugios que se construyen los hijos para darles caza, para encontrar palabras que, m¨¢s que en el blanco, dan un largo rodeo y conforman una mera aproximaci¨®n. Paul Auster, Karl Ove Knausg?rd, Renato Cisneros, A. M. Homes, Sharon Olds, Marcos Giralt Torrente, Pilar Donoso, H¨¦ctor Abad Faciolince¡ Las historias son distintas, pero, en la mayor¨ªa, a falta de datos decisivos, el relato est¨¢ cosido de met¨¢foras que revisten una b¨²squeda no siempre satisfactoria. Y as¨ª, Spielberg, para hablar de una ausencia, de un mundo que ha desaparecido, se inventa uno nuevo para darle a Elliott la puerta ¡ªla fantas¨ªa¡ª, a trav¨¦s de la que pueda recuperarlo.
En La cabeza de mi padre, el libro m¨¢s reciente que he le¨ªdo enmarcado en este g¨¦nero tan prol¨ªfico de padres ausentes, la escritora mexicana Alma Delia Murillo cuenta el relato del viaje que hace, junto con su madre y sus hermanos, para conocer a su padre, del que solo tiene una vieja fotograf¨ªa. Desde muy ni?a, Alma imita a sus hermanos que, cuando deben rellenar un documento escolar, replican la versi¨®n materna: el padre ha muerto, as¨ª que en la casilla donde se lee ¡°ocupaci¨®n del padre¡± simplemente escriben ¡°finado¡±. La ni?a que es Alma, sin entender a qu¨¦ se refiere ese t¨¦rmino, lo sustituye por uno parecido y que s¨ª conoce: ¡°refinado¡±. As¨ª que, en vez de un padre finado, finito y muerto, la escritora lo convierte en un padre elegante, su padre elegante. Al fin y al cabo, el arte existe tambi¨¦n para eso mismo, para dar con una estrategia, para hacer el mundo, el nuestro, un poco m¨¢s habitable.
En una entrevista, le preguntaron a Spielberg si, en E.?T., la escena de liberaci¨®n de las ranas ten¨ªa alg¨²n significado. Respondi¨®: ¡°Cuando empec¨¦ a rodar E.?T., pens¨¦ que lo que quiz¨¢ me tocaba hacer era echar el tiempo atr¨¢s y conseguir que la vida fuera como deber¨ªa haber sido. ?Cu¨¢ntos ni?os no desear¨ªan salvar las ranas y besar a la ni?a m¨¢s bonita de la clase?¡±.
Pero E.?T. no puede quedarse con Elliott. Y conseguir que la vida fuera como deber¨ªa haber sido es una tarea que ni el cine ni la literatura pueden lograr. Porque es bien sabido que no se puede volver atr¨¢s. Lo atestigua el principio de autoconsistencia de N¨®vikov, que nos advierte de que todo cambio que hagamos en el pasado tiene que ser consistente con el presente. Y en concreto nos recuerda la m¨¢s inasumible de las inconsistencias: si al viajar al pasado evitamos que podamos viajar al pasado, eso no nos permitir¨ªa viajar hacia el pasado. As¨ª que a pesar de este anhelo imposible, el de conseguir que la vida fuera como deber¨ªa haber sido, E.?T., el extraterrestre no trae de vuelta a un padre al hogar, pero s¨ª al hijo que, a trav¨¦s de una criatura que procede del espacio, comprende que, en realidad, los padres nunca se marchan del todo, tampoco los recuerdos de todas esas vidas que ya no volver¨¢n. Estar¨¢n aqu¨ª mismo.
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