Las ¡®Variaciones Goldberg¡¯, del genio de Glenn Gould al psic¨®pata Hannibal Lecter
El minimalismo de una nueva grabaci¨®n de la composici¨®n de Bach llevada a cabo por el pianista V¨ªkingur ?lafsson encajar¨ªa idealmente en una secuela cinematogr¨¢fica del perturbado doctor de las novelas de Thomas Harris
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
Dos famosas escenas de horror f¨ªlmico conjugan al psic¨®pata Hannibal Lecter con las Variaciones Goldberg, de Johann Sebastian Bach. En El silencio de los corderos (1991), asistimos al brutal asesinato de dos polic¨ªas, a dentelladas y porrazos, en torno a la audici¨®n del aria bachiana y la jiga de la variaci¨®n 7 desde un radiocasete. Y casi al final de Hannibal (2001), los preparativos de una elegante cena, donde veremos a un hombre comer un fragmento salteado de su propio cerebro, se aderezan incidentalmente con la melanc¨®lica variaci¨®n 25.
Ese v¨ªnculo entre el psic¨®tico doctor Lecter y la compleja composici¨®n bachiana aparece expresamente indicado en las novelas hom¨®nimas de Thomas Harris, que Jonathan Demme y Ridley Scott llevaron a la gran pantalla. En la primera se especifica, adem¨¢s, la legendaria versi¨®n pian¨ªstica de Glenn Gould (aunque en la pel¨ªcula escuchemos a Jerry Zimmerman) y, en la segunda, las Variaciones Goldberg se convierten en parte de su identidad como asesino en serie (un mismo patr¨®n con diversas mutaciones), que no solo las escucha sino que tambi¨¦n las toca ¡°con destreza¡±.

El inter¨¦s hacia el personaje de Harris ha producido una precuela y hasta una serie dirigida por Bryan Fuller, entre 2013 y 2015 (NBC). Pero la fascinaci¨®n hacia las Variaciones Goldberg sigue engrosando su inmensa discograf¨ªa. El sello Deutsche Grammophon, que ya public¨® en 2020 el registro del pianista chino Lang Lang, lanzar¨¢ en pocas semanas una nueva grabaci¨®n, del island¨¦s V¨ªkingur ?lafsson.
Hablamos de una composici¨®n musical que Bach destin¨® al clave de dos teclados, tal como indic¨® en la portada de su edici¨®n de 1741. Un monumento al contrapunto imitativo con un t¨ªtulo espurio que difundi¨® Forkel en la primera biograf¨ªa del compositor (1802): la leyenda del virtuoso del clave Johann Gottlieb Goldberg que combat¨ªa con ella el insomnio del conde Keyserlingk. Un aria instrumental con 30 variaciones que plantea la regular sucesi¨®n de una pieza virtuos¨ªstica, un movimiento caracter¨ªstico o danzable y un canon polif¨®nico, es decir, lo f¨ªsico, lo emocional y lo intelectual. Pero que Bach altera al final para decantarse por lo afectivo, en el quodlibet, y concluye con el aria inicial a modo de broche c¨ªclico.
Pero esa atracci¨®n cinematogr¨¢fica por las Variaciones Goldberg, que conecta al monstruoso personaje de Harris con las legendarias grabaciones de Glenn Gould, viene de atr¨¢s. Para empezar, la relaci¨®n de la m¨²sica de Bach con el lado oscuro hunde sus ra¨ªces en los albores del cine sonoro. Recordemos el uso de la Tocata y fuga en re menor en la pel¨ªcula El hombre y el monstruo (1931), de Rouben Mamoulian, como oposici¨®n entre el doctor Jekyll y el se?or Hyde, o la famosa escena donde Boris Karloff la tocaba al ¨®rgano para Bela Lugosi, en Satan¨¢s (1934), de Edgar G. Ulmer. En adelante, esta obra, cuya atribuci¨®n a Bach sigue en cuesti¨®n, se convirti¨® en emblema sonoro del terror en pel¨ªculas, series y videojuegos, con la notable excepci¨®n de Fantas¨ªa (1940), de Walt Disney.
El v¨ªnculo de la m¨²sica de Bach con el lado oscuro hunde sus ra¨ªces en los albores del cine sonoro
La primera aparici¨®n f¨ªlmica de las Variaciones Goldberg fue muy posterior y no tuvo nada que ver con Glenn Gould. En 1952, los dise?adores del famoso Sill¨®n Eames Lounge, Charles y Ray Eames, realizaron un cortometraje experimental titulado Blacktop donde sincronizaban las im¨¢genes del enjabonado de un patio de colegio con la famosa grabaci¨®n, de 1945, de Wanda Landowska tocando el pseudo-clave Pleyel. Y, en 1963, Ingmar Bergman utiliz¨®, en su drama psicol¨®gico El silencio, el primer registro publicado por Deutsche Grammophon, en 1959, donde el principal disc¨ªpulo de Landowska, Ralph Kirkpatrick, tocaba un verdadero clave de ¨¦poca copiado por J. C. Neupert. Un filme sobre la incomunicaci¨®n donde la bella variaci¨®n 25 funciona como un b¨¢lsamo.
Conviene recordar que el testimonio m¨¢s antiguo registrado de las Variaciones Goldberg se encuentra dentro de unos rollos de piano reproductor, realizados por Rudolf Serkin, para Welte-Mignon, en 1928. Una versi¨®n incompleta de la obra, tal y como sol¨ªa tocarse en los recitales pian¨ªsticos decimon¨®nicos. Pero el descubrimiento de la composici¨®n bachiana en su integridad est¨¢ relacionada con Wanda Landowska y su recuperaci¨®n del clave como instrumento. No obstante, la casa francesa Pleyel construy¨® para ella un robusto armatoste de dos teclados y siete pedales, muy diferente del clavec¨ªn de ¨¦poca, que bautiz¨® como Grand mod¨¨le de concert.

Con ese instrumento realiz¨® una primera grabaci¨®n del aria y sus 30 variaciones cerca de Par¨ªs, en 1933. A?os despu¨¦s emigr¨® a Estados Unidos huyendo de los nazis y all¨ª realiz¨® un segundo registro para RCA Victor, en 1945, que se convirti¨® en el primer superventas de las Variaciones Goldberg. Un set de seis discos de pizarra con 14.000 copias vendidas el primer a?o y unas 35.000 en los seis siguientes (recordemos que el superventas de Glenn Gould, de 1955, vendi¨® algo m¨¢s de 40.000 copias en ese mismo periodo).
Landowska trat¨® de abrir el camino hacia una interpretaci¨®n hist¨®ricamente informada de la obra. Para ello acudi¨® a tratados de la ¨¦poca, aunque sus ideas chocaron con la s¨®lida tradici¨®n interpretativa posrom¨¢ntica de Bach. As¨ª naci¨® uno de sus retru¨¦canos m¨¢s c¨¦lebres: ¡°Usted puede tocar Bach a su manera, pero yo lo toco a su manera (la del propio Bach)¡±, que iba dirigido a su gran amigo el violonchelista Pablo Casals y no a la pianista Rosalyn Tureck. No por casualidad, Tureck fue la pionera en actualizar la interpretaci¨®n de las Goldberg, que despu¨¦s prosigui¨® Gould.
El primer pianista que grab¨® completa la composici¨®n bachiana fue Claudio Arrau, en 1942. Un registro de RCA Victor cuya publicaci¨®n se pospuso por decisi¨®n del int¨¦rprete y al final fue desestimada por el sello estadounidense para evitar su competencia con la nueva grabaci¨®n de Landowska (el registro de Arrau no lleg¨® al mercado hasta 1988 y en disco compacto). Ese mismo 1942 se realiz¨® otra grabaci¨®n de la obra al piano por la virtuosa estadounidense Eunice Norton que tambi¨¦n quedar¨ªa in¨¦dita (se public¨® en CD, en 2000). Por tanto, el primer registro al piano que se public¨® de las Goldberg fue realizado, en 1947, por Rosalyn Tureck. Un lanzamiento, en Allegro Galaxy, que esper¨® m¨¢s de tres a?os para su publicaci¨®n en el moderno soporte del elep¨¦.
La recuperaci¨®n del clave como instrumento est¨¢ relacionada con el hallazgo de la composici¨®n ¨ªntegra
Tureck fue una especialista en la interpretaci¨®n de Bach. Falleci¨® en 2003, a los 88 a?os, tras realizar siete grabaciones de las Variaciones Goldberg, pero fund¨® una sociedad y un instituto para su investigaci¨®n, que sigue adelante fusionado, desde 2022, con el Centro Interlochen para las Artes. Su inter¨¦s combin¨® el estudio de la interpretaci¨®n de la ¨¦poca del compositor y su conexi¨®n con la m¨²sica contempor¨¢nea. Una visi¨®n de Bach ¡°m¨¢s all¨¢ de su tiempo¡± que la llev¨® a combinar el hist¨®rico clavec¨ªn con el piano moderno junto a instrumentos electr¨®nicos, como el therem¨ªn y el sintetizador moog. Sus ideas modernistas conectaron con el pensamiento de su tiempo y con los avances tecnol¨®gicos. Y cont¨® entre sus amigos e interlocutores a fil¨®sofos como Bertrand Russell e Isaiah Berlin y a cient¨ªficos como Otto Loewi y el actualmente omnipresente Robert Oppenheimer.
El Bach de Tureck se caracteriz¨® por una asombrosa claridad de l¨ªneas con ritmos afilados y una controlada expresividad. Estas palabras valdr¨ªan, poco despu¨¦s, para retratar la interpretaci¨®n de Glenn Gould. De hecho, el legendario Bach del pianista canadiense asimil¨® la referida primera grabaci¨®n de Tureck como una forma de actualizar las ense?anzas de su maestro, el chileno Alberto Guerrero. Gould a?adi¨® una energ¨ªa r¨ªtmica, en su legendaria primera grabaci¨®n de 1955 para Columbia (hoy Sony Classical), que marcar¨ªa un antes y un despu¨¦s.
Ese disco se convirti¨® en un superventas, como ya vimos, con unas 40.000 copias en sus primeros cinco a?os. Un hito que Joseph Roddy compar¨®, en The New Yorker, con la proeza de convertir una traducci¨®n de las En¨¦adas de Plotino en un best seller. El lanzamiento fue tambi¨¦n un icono cultural en Estados Unidos con su famosa portada, dise?ada por el fot¨®grafo Dan Weiner, que inclu¨ªa 30 instant¨¢neas del pianista en el estudio de grabaci¨®n. Gould hab¨ªa sido capaz de condensar la duraci¨®n de la obra bachiana en menos de 40 minutos, tras renunciar a todas las repeticiones e imponer un tempo vertiginoso en algunas variaciones, lo que permiti¨® su lanzamiento en un solo elep¨¦, frente a los dos que hab¨ªa necesitado el registro de Tureck.
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Pero volvamos al cine. El mismo Gould fue el responsable de que su grabaci¨®n de las Goldberg se escuchase como m¨²sica incidental dentro de una pel¨ªcula y, m¨¢s concretamente, su versi¨®n de la conmovedora variaci¨®n 25. No debemos olvidar que esta misma variaci¨®n hab¨ªa aparecido como m¨²sica dieg¨¦tica, en 1968, dentro del retrato de Bach filmado por Jean-Marie Straub y Dani¨¨le Huillet, con el clavecinista Gustav Leonhard dando vida al compositor. Pero, en 1972, el pianista canadiense supervis¨® la banda sonora de la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la novela de Kurt Vonnegut Matadero cinco, de George Roy Hill, que un a?o m¨¢s tarde filmar¨ªa su gran ¨¦xito, El golpe.
El filme no representa las ideas cinematogr¨¢ficas de Gould, tal como especific¨® en una entrevista donde lo tilda de ¡°descaradamente comercial¡±. Pero la pel¨ªcula incluye una impactante escena sazonada con la expresiva variaci¨®n 25. Una secuencia que sigue al brutal bombardeo de Dresde y donde vemos a un joven alem¨¢n corriendo desesperado hacia su casa que est¨¢ siendo devorada por las llamas. Pero el origen de la conjunci¨®n entre Lecter y las Goldberg lo estableci¨® otra pel¨ªcula, de 1974, donde Mike Hodges adapt¨® la novela de ciencia ficci¨®n de Michael Crichton, El hombre terminal. Aqu¨ª la variaci¨®n 25 tocada por Gould se utiliza en una de las escenas m¨¢s violentas del filme, donde el protagonista, al que han implantado electrodos controlados por computadora para combatir sus impulsos obsesivos, apu?ala a su novia sobre un colch¨®n de agua. La toma se ampl¨ªa visualmente y muestra c¨®mo la sangre y el agua llenan los surcos geom¨¦tricos de las baldosas del suelo al son de la m¨²sica de Bach.
Gould realiz¨® una segunda grabaci¨®n en estudio de las Goldberg, en 1981, que muestra la evoluci¨®n de su pensamiento. Las diferencias con su registro de 1955 no son tantas y no es verdad que la nueva grabaci¨®n sea mucho m¨¢s lenta. De hecho, a excepci¨®n del aria, la mayor parte de las diferencias de duraci¨®n entre ambas grabaciones se corresponden con la incorporaci¨®n de algunas repeticiones. Y, curiosamente, la variaci¨®n 25 suena ligeramente m¨¢s lenta en la versi¨®n de 1955. Harris nunca especific¨® en sus novelas qu¨¦ versi¨®n de Gould escuchaba Lecter, aunque en la pel¨ªcula Hannibal suena la grabaci¨®n de 1981.
Muchos grandes pianistas siguieron los pasos de Gould y dejaron su impronta en disco. Empezando por Alexis Weissenberg, Maria Tipo o Daniel Barenboim, si bien la versi¨®n m¨¢s fluida y convincente tras el canadiense la registr¨® el h¨²ngaro Andr¨¢s Schiff (Decca). La naturalidad de Murray Perahia hizo replantear, en 2000 (Sony Classical), la hegemon¨ªa de Gould. Y en los ¨²ltimos a?os han destacado las refrescantes grabaciones de Igor Levit (Sony Classical) y Beatrice Rana (Warner Classics). Deutsche Grammophon no acert¨®, en 2020, con su lujoso lanzamiento de la obra con el virtuoso chino Lang Lang adoptando una ortodoxia tan alejada de Bach. Y el nuevo disco suavemente minimalista de V¨ªkingur ?lafsson, que llegar¨¢ a las tiendas y plataformas el 6 de octubre, tampoco entrar¨¢ en los anales fonogr¨¢ficos. Su pulcritud, tecnicismo y transparencia no aportan una dimensi¨®n personal o un concepto global de esta partitura. No obstante, su indolente versi¨®n de la variaci¨®n 25 encajar¨ªa idealmente como banda sonora en una nueva secuela de Hannibal Lecter.
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