Sergio Bizzio, el secreto literario mejor guardado de Argentina
El escritor se convirti¨® en un imprescindible de las letras argentinas con ¡®Rabia¡¯. Elogiada por C¨¦sar Aira y Guillermo del Toro, la novela regresa a las librer¨ªas y se estrena en versi¨®n teatral en Madrid
En Recoleta, el lujoso barrio de Buenos Aires que el intelectual franc¨¦s Andr¨¦ Malraux describi¨® como ¡°la capital de un imperio inexistente¡±, hay una mansi¨®n de tres pisos que muchos creen deshabitada. Pero al ojo atento a los detalles del escritor, cineasta y m¨²sico argentino Sergio Bizzio (Villa Ramallo, 66 a?os) le llam¨® la atenci¨®n que por las noches siempre hab¨ªa una ¨²nica luz prendida: a veces en la planta baja y otras en el primer o segundo piso. ¡°Un d¨ªa alguien me dijo que ah¨ª viv¨ªa una se?ora muy anciana con una mucama [sirvienta] que la ayudaba y en ese momento se me cruz¨® por la cabeza la idea de que all¨ª podr¨ªa vivir una familia entera sin que ellas se enterasen¡±, cuenta Bizzio. Ese fue el germen de Rabia (2004), su novela m¨¢s conocida.
Reeditada ahora en Espa?a por Interzona, la obra fue adaptada al cine en 2009 por el ecuatoriano Sebasti¨¢n Cordero y acaba de debutar como pieza dram¨¢tica en el Teatro de La Abad¨ªa en Madrid bajo la direcci¨®n e interpretaci¨®n de Claudio Tolcachir. ¡°No quise meterme, quise que [Tolcachir] tuviera toda la libertad del mundo para hacer lo que quisiera¡±, se?ala el autor durante una entrevista celebrada en la casa de Buenos Aires en la que vive con su pareja, la cineasta y escritora Luc¨ªa Puenzo, y la hija de ambos, Nina, de seis a?os.
Al dar forma a la novela, Bizzio cambi¨® la familia por una ¨²nica persona, Jos¨¦ Mar¨ªa, a quien todos llaman Mar¨ªa, un alba?il que asesina al jefe de obra. En un descuido de su novia, Mar¨ªa entra en la casa en la que ella trabaja y decide quedarse escondido all¨ª, cual fantasma. ¡°Cuando se estren¨® la pel¨ªcula Par¨¢sitos hubo mucho ruido con que estaba robada de Rabia y me llamaron un par de abogados que quer¨ªan entablar un reclamo. Lo desestim¨¦, pero acabo de darme cuenta de que en Par¨¢sitos es una familia la que est¨¢ escondida, que fue mi primera idea¡±, se?ala.
El encierro es la obsesi¨®n m¨¢s recurrente en la obra de Bizzio. Es determinante en Rabia, pero tambi¨¦n en otras novelas como Realidad (2009), que transcurre dentro de un estudio televisivo tomado por una c¨¦lula terrorista; En esa ¨¦poca (Premio Emec¨¦ de Novela, 2001), en la que militares argentinos liberan a extraterrestres que han nacido en una nave voladora enterrada, y en la pel¨ªcula Bomba (2013), rodada casi ¨ªntegramente dentro de un coche cargado de explosivos. En Borgestein (2012), el encierro se invierte y es al aire libre, a los pies de una cascada cuyo ruido enloquece al psiquiatra protagonista, mientras que en Gravedad (1996) lo lleva al espacio. ¡°No s¨¦ de d¨®nde me viene, s¨ª que aparece mucho, se me impone y sigo adelante con eso¡±, contesta.
Sentado a la mesa de su cocina, desde la que se ve un peque?o jard¨ªn con piscina, hace una breve pausa antes de retomar la respuesta. ¡°Alguna vez pens¨¦ que pod¨ªa venir de mi escritor favorito de todos los tiempos, que es Kafka, pero no s¨¦, porque cuando me siento a escribir no tengo la historia completa en la cabeza. Empiezo por una frase o por una escena y avanzo lentamente hasta que algo cuaja. Entonces sigo fluidamente, es el momento m¨¢gico de la escritura. Un escritor s¨®lo es libre cuando queda cautivo de sus personajes¡±, agrega. Contin¨²a hasta que siente que ha llegado al final y ah¨ª retrocede un par de pasos: ¡°Lo serrucho un poquito antes para conseguir algo de inacabado¡±.
El aislamiento forzoso impuesto durante la pandemia no fue un problema, en lo personal, para alguien que sale poco de su casa, en especial cuando est¨¢ en plena escritura de una novela. ¡°Obviando el desastre que fue con los muertos en todo el mundo, la verdad es que la pas¨¦ bien leyendo, pintando y haciendo m¨²sica. Lo que yo hago es estar casi todo el tiempo adentro y la pandemia me liberaba adem¨¢s de los compromisos sociales. No es lo que m¨¢s me gusta hacer en la vida encontrarme con gente por ah¨ª¡±, confiesa. De la treintena de obras publicadas en su carrera, s¨®lo hizo una presentaci¨®n al p¨²blico de la primera, El divino convertible (1990).
Bizzio viste tejanos, una camiseta y encima de ella una camisa con bolsillos. La charla tiene lugar poco antes del mediod¨ªa y hace al menos siete horas que est¨¢ despierto. ¡°Me gusta levantarme de noche, a las cuatro de la madrugada. Hay silencio, no suena el tel¨¦fono, no hay ninguna interrupci¨®n. Son tres o cuatro horas que tengo y estoy feliz. Escribo, escucho m¨²sica como un adolescente, el disco completo, con auriculares, miro una pel¨ªcula¡ Cuando abre el mercado voy y hago compras, vuelvo, cocino, almuerzo, duermo una siesta y cuando me despierto son las 10.30¡å, dice al describir su rutina. El timbre de la casa no funciona, una distracci¨®n menos.
Un escritor solo es libre cuando queda cautivo de sus personajes¡±.
Tan mel¨®mano como lector, le gusta bromear que cuando se jubile ser¨¢ m¨²sico. Pero hace ya m¨¢s de una d¨¦cada que tiene una banda de m¨²sica experimental, S¨²per Siempre, junto a otros artistas polifac¨¦ticos como ¨¦l: el pintor Alfredo Prior, el poeta y editor Francisco Garamona y el m¨²sico Alan Courtis. ¡°Courtis es un m¨²sico de vanguardia y anda por todo el mundo, pero los dem¨¢s no, no sabemos tocar nada y durante unos a?os nos juntamos a grabar. Los discos son improvisados porque lo que tocamos no puede volver a ser reproducido¡±, admite.
Con S¨²per Siempre ha dado pocos pero inolvidables conciertos. Una vez fueron teloneros de bandas de punk en un s¨®tano de Buenos Aires y otra los invitaron al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires: ¡°Tocamos un rato nosotros y despu¨¦s llevamos muchos instrumentos e invitamos a la gente del p¨²blico. Subieron al escenario unas 20 personas, fue una incre¨ªble pelota de electricidad y sonido¡±. La reacci¨®n ante su m¨²sica del p¨²blico tradicional de la casa de Victoria Ocampo fue muy distinta. ¡°La gente se iba en masa, hasta que quedaron s¨®lo dos chiquitas y cantamos y tocamos para ellas, que bailaban entusiasmadas¡±, recuerda.
Bizzio se levanta y trae tres ced¨¦s: el primero de S¨²per Siempre, Juicio al perro; el que grab¨® a d¨²o con Blas, su hijo mayor, Bizzio & Bizzio; y el de Blas con su banda Rey Bichito. Trae tambi¨¦n un libro con im¨¢genes de los dibujos que hicieron a seis manos con Manuel Mendanha y Juliana Laffitte ¡ªm¨¢s conocidos por el nombre art¨ªstico de su colectivo, Mondongo¡ª y fragmentos de pinturas que salv¨® del olvido. ¡°Trabajo con material sint¨¦tico y en formatos muy chiquititos porque pinto sobre las piernas¡±, cuenta.
¡°Siempre quedo como insatisfecho cuando trabajo en un formato mayor. Me gusta en el momento, pero lo miro al otro d¨ªa y me gusta menos y tres d¨ªas despu¨¦s ya no me gusta nada. Pero siempre descubro que hay un pedacito de esa pintura que me gusta mucho y entonces invent¨¦ que puedo romper ese pedacito de la obra y trabajarlo¡±. Su lenguaje se llena de diminutivos al hablar de esas creaciones recortadas, en las que asoman figuras animales como p¨¢jaros y un perro con un ni?o con bufanda subido a su lomo.
Ofrece caf¨¦, medialunas y tambi¨¦n tabaco de liar. Fuma sin prisas mientras la narraci¨®n de su vida parece a ratos extra¨ªda de una de sus novelas, en las que lo cotidiano se mezcla con lo fant¨¢stico hasta volverse imposible de diferenciar. Cuenta as¨ª c¨®mo comenz¨® a escribir:
¡°Ten¨ªa 11 a?os y viv¨ªa en Ramallo, un pueblo muy chiquito de la provincia de Buenos Aires. Un d¨ªa iba paseando con mi pap¨¢ y pasamos por una veterinaria en la que hab¨ªa unos pollitos. Le ped¨ª para que me comprara uno y me compr¨® dos. Los puse en la cocina de mi casa, en una caja de zapatos, y a la tarde le ped¨ª 45 centavos a mi vieja y fui y me compr¨¦ otro. Al otro d¨ªa le rob¨¦ 45 centavos de la cartera y me compr¨¦ otro. Y en un momento ten¨ªa como 10 pollitos. Entonces mi pap¨¢ compr¨® alambre y me hizo un gallinero en la casa de su madre, de mi abuela. Iba todos los d¨ªas despu¨¦s del colegio, les llevaba comida y me quedaba un rato ah¨ª, en silencio, mir¨¢ndolos. Con el tiempo, un d¨ªa que voy a llevarles la comida, veo una gallina bataraza que cuando llego yo se asusta y sale corriendo. Y yo veo que tiene medio huevo asomando del culo y la corro para sacarle el huevo, porque era su primer huevo, pero tambi¨¦n era el m¨ªo. La agarr¨¦ y ella en ese momento reintrodujo el huevo. Yo le met¨ª un dedo en el culo porque se lo quer¨ªa sacar y en ese momento se me ocurri¨® un poema. Solt¨¦ la gallina, corr¨ª a mi casa y lo anot¨¦. Y a partir de ese d¨ªa, nunca m¨¢s dej¨¦ de escribir¡±.
El humor de Bizzio aparece a menudo contenido en sus ficciones: ¡°Lucho contra el humor, es mi ¨²nico combate al escribir, pero casi permanentemente algo queda¡±. Sin embargo, asegura haber hecho una excepci¨®n en su ¨²ltimo libro. ¡°Va a salir el a?o que viene por Mondadori un libro con dos novelas completamente distintas entre s¨ª. La segunda es directamente una novela c¨®mica¡±, concluye.
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