Eduardo Manzano Moreno, un medievalista contra los falsos mitos de la historia de Espa?a
De la ¨¦pica de la Reconquista a las bondades del descubrimiento de Am¨¦rica, pasando por la pureza de la raza o la suavidad de la Inquisici¨®n, el historiador desmonta en su ensayo ¡®Espa?a diversa. Claves de una historia plural¡¯ las leyendas creadas por publicistas, novelistas y pol¨ªticos
Hace nueve siglos, las monjas que viv¨ªan en el monasterio de Santa Mar¨ªa la Real de las Huelgas se dieron a s¨ª mismas ¡°el t¨ªtulo de domina o dominatrix y ejerc¨ªan prerrogativas como nombrar a los curas de las iglesias de sus dominios, autorizar a los notarios para ejercer en ellos, castigar a los delincuentes o dar permiso para predicar en sus territorios. (¡) Pensaban que si la Virgen Mar¨ªa estaba por encima de los ap¨®stoles, no se entend¨ªa por qu¨¦ las mujeres ten¨ªan un papel subalterno en la pr¨¢ctica religiosa¡±. Lo cuenta Eduardo Manzano Moreno (Madrid, 64 a?os) en su libro Espa?a diversa. Claves de una historia plural (Cr¨ªtica), donde narra tambi¨¦n c¨®mo este templo ocup¨® durante mucho tiempo un lugar destacado en el imaginario del nacionalismo espa?ol. Un s¨ªmbolo m¨¢s de la verdadera Espa?a una vez que a alguien se le ocurri¨® celebrar la primera reuni¨®n del Consejo Nacional de Falange Espa?ola Tradicionalista y de las JONS en diciembre de 1937 y se convirti¨® en una especie de sede social de Franco con el Movimiento.
Manzano Moreno, historiador, medievalista y experto en Al Andalus, cree que la elecci¨®n del templo por los falangistas vino dada por el desconocimiento de su historia, mucho m¨¢s rica de lo que parece, y que va mucho m¨¢s all¨¢ de las reivindicaciones de sus inquilinas por un mejor lugar en la Iglesia. ¡°Para empezar, es un monasterio cisterciense plagado de inscripciones en ¨¢rabe. Cuando estuve de visita con la arabista Mar¨ªa Antonia Mart¨ªnez y se puso a traducirlas, el gu¨ªa que nos acompa?aba nos dijo que nadie les hab¨ªa contado nada de lo que contienen las paredes, pensaba que eran cosas decorativas¡±, cuenta entre risas despu¨¦s de posar para las fotos delante de la estatua dedicada a Isabel de Borb¨®n, La Chata, situada en el paseo del Pintor Rosales de Madrid. Y si aquel gu¨ªa lo desconoc¨ªa, no es extra?o concluir que los l¨ªderes del franquismo tambi¨¦n.
El autor, profesor de Investigaci¨®n en el Instituto de Historia del CSIC, transmite de cerca lo mismo que en las casi 500 p¨¢ginas de su libro. Que viene desprejuiciado de casa, que la historia genera un conocimiento que tiene mil y un matices, que conviene ver a Espa?a ¡ªser¨¢ diversa o no ser¨¢¡ª con la tensi¨®n arterial m¨¢s bien bajita. Y al mismo tiempo se muestra optimista con el hoy precisamente porque ha repasado lo que ocurri¨® con anterioridad. ¡°Todo intento de acabar con la diversidad ha fracasado, porque este pa¨ªs resiste mucho m¨¢s de lo que nos creemos¡±, cuenta. Solo en los ¨²ltimos 50 a?os, cita el terrorismo de ETA, el golpe de Estado de 1981, el proc¨¦s en Catalu?a y el progresivo desmoronamiento de la figura de Juan Carlos I, ¡°tensiones muy superiores a las vividas en pa¨ªses como Estados Unidos, ahora que hablamos tanto de ¨¦l. Siempre hemos pensado que el modelo que ten¨ªamos que seguir estaba fuera; y no, creo que el modelo es Espa?a¡±, comenta.
¡°La historia de Espa?a es como el arc¨®n viejo de los abuelos. Algunos lo que han hecho es meter todo tipo de trastos en vez de llevarlos al punto limpio a reciclarlos, mientras que en otros casos viene alguien que sabe un poco del tema y te dice: ¡®Oye, ?has visto qu¨¦ tipo de mueble es?¡¯. Y te das cuenta de que sac¨¢ndole brillo y poni¨¦ndolo de otra manera es algo que puede tener mucho inter¨¦s¡±, afirma.
Hablamos de un relato que ha sido generalmente hecho por hombres (aqu¨ª no hay ni rastro de mujeres, dice) que han considerado que sus creencias y sus valores han existido siempre y por lo tanto tienen que ser asumidos con naturalidad por toda la sociedad. Y no. ¡°?Hay tantas otras cosas distintas que no se han contemplado y que es un error despreciarlas! En los ¨²ltimos 30 o 40 a?os ha habido historiadores que han trabajado mucho sobre estos temas, pero algunos han decidido que hay que seguir con el discurso de hace 150 a?os. Es alucinante. Como dice [el historiador] ?ngel Vi?as, la gente est¨¢ recibiendo una historia muy mal hecha por publicistas, novelistas y pol¨ªticos que quieren monopolizar un relato en provecho propio¡±, a?ade.
Esa ¡°mala historia de Espa?a¡± sigue este trazado m¨¢s o menos: con los visigodos lleg¨® la primera unidad nacional, luego aparecieron los ¨¢rabes ¡ªun accidente hist¨®rico¡ª y a continuaci¨®n la Reconquista, que consigue echarlos. Sin olvidar, por supuesto, el imperio. ¡°Que un pa¨ªs como Espa?a tenga un conocimiento tan escaso de Al Andalus y del islam es vergonzoso. Madrid es la ¨²nica capital europea de origen ¨¢rabe, y la primera historia de Espa?a la escribi¨® un ¨¢rabe, en la C¨®rdoba de los omeyas, pleno siglo X. ?Les vamos a seguir contando a los musulmanes de hoy lo de la Reconquista? ?Y a la gente que viene de Hispanoam¨¦rica les vamos a decir que los civilizamos nosotros y pac¨ªficamente adem¨¢s? Hay que poner todas estas ideas frente al espejo, no pasa nada¡±, comenta.
Al autor le saca de quicio lo monol¨ªtico y asegura que lo m¨¢s interesante siempre viene cuando el conocimiento te permite abandonar ideas preconcebidas. Que es importante ver el pasado de una manera desapasionada. Porque los sentimientos no crean consensos, insiste. Pero tambi¨¦n escribe sobre la falta de rigor, la pereza, la visi¨®n parcial.
Y de ella no escapa la izquierda, demasiado centrada en el siglo XX: ¡°La trinchera ¡®culturalmente progresista¡¯ se caracteriza por tener, en l¨ªneas generales, una idea menos clara de lo que es y puede significar la historia de Espa?a. Sus m¨¢s destacados portavoces suelen centrarse en la reivindicaci¨®n de la memoria hist¨®rica ligada a la Guerra Civil y al franquismo, pero muestran m¨¢s dificultades, o menos inter¨¦s, en articular una visi¨®n coherente sobre el resto de la historia del pa¨ªs¡±, escribe.
En la conversaci¨®n repetir¨¢ varias veces una idea que enhebra a lo largo del libro, esa de que no estar¨ªa mal que nos relaj¨¢ramos un poco. B¨¢sicamente para no llegar a las manos, como aquella escena que vivi¨® en la terraza del restaurante Casa Mingo de Madrid. En la mesa de al lado, dos personas estaban hablando de don Pelayo. De repente, uno de ellos le rompi¨® al otro una botella en la cabeza y abandon¨® el lugar. Perplejo, Manzano Moreno pregunt¨® al camarero por lo sucedido. Este le dijo que los dos hombres no se conoc¨ªan de nada, simplemente se hab¨ªan puesto a conversar y de la charla se pas¨® a la discusi¨®n y despu¨¦s al botellazo. ¡°Me dijo Ana [Rodr¨ªguez, su esposa y tambi¨¦n historiadora]: ¡®A ver si resulta que ser historiador es una profesi¨®n de alto riesgo¡±, bromea, para a?adir luego: ¡°La historia es un arma de destrucci¨®n masiva, porque la gente mata por ella. Y no nos damos cuenta¡±.
Las esencias
Por m¨¢s que algunos se empe?en, Manzano Moreno escribe que no hay nada esencialmente espa?ol, como tampoco lo hay catal¨¢n y vasco, aunque manifiesta su inter¨¦s por entender por qu¨¦ en el Pa¨ªs Vasco ha pervivido ese v¨ªnculo emocional con la propia identidad, esa reivindicaci¨®n ciudadana de una serie de elementos que enra¨ªzan. ¡°No es un invento del nacionalismo del siglo XX, porque en el XVII ya ten¨ªas gente hablando de que las mujeres vascas son distintas, los hombres son distintos a los castellanos, no est¨¢n contaminados por la sangre ¨¢rabe, la jud¨ªa, etc¨¦tera¡±, explica.
Una idea, la de la pureza de sangre, la de la gen¨¦tica, que no comparte por las consecuencias que acarrea. ¡°Los confiados genetistas, que suelen tener muy escasa o nula formaci¨®n hist¨®rica, deber¨ªan ser m¨¢s conscientes de los peligros que encierran sus investigaciones en unos tiempos en los que existe mayor preocupaci¨®n por saber qui¨¦nes somos o de d¨®nde venimos que en conocer c¨®mo somos y hacia d¨®nde vamos¡±, escribe en el libro.
Como tambi¨¦n rechaza de pleno esa idea de hacernos creer que somos tambi¨¦n protagonistas del pasado. Un ¡°truco identitario tremendo¡± el de que participamos en la conquista de Am¨¦rica, o cuando derrotamos a no s¨¦ qui¨¦n. ¡°Vale, pero entonces tienes que entender que haya alguien en el otro lado que diga que es descendiente de los que fueron vencidos y todav¨ªa est¨¢n esperando la venganza. Eso mismo est¨¢ en los discursos islamistas¡±, aclara.
Acabemos con los t¨®picos y con las trampas, insiste durante la hora y media de conversaci¨®n. Para empezar, corrige a todo aquel que ha definido alguna vez un embrollo o algo inviable como ¡°reino de taifas¡±. ¡°?Pero si es una de las ¨¦pocas de m¨¢ximo esplendor y m¨¢s brillantes de Espa?a! Todos esos reyes, el de Zaragoza que era un matem¨¢tico impresionante, el de Sevilla uno de los mejores poetas¡, son tipos sensacionales. Adem¨¢s, coincidi¨® con una ¨¦poca de mucho crecimiento econ¨®mico¡±. Un error que procede del desconocimiento profundo de Al Andalus o, cuando se conoce algo, a una visi¨®n muy parcial, como se obvia tambi¨¦n la aportaci¨®n de los jud¨ªos a la historia de Espa?a. ¡°Su estancia nos sirve para aprender c¨®mo se estigmatiza a una comunidad a trav¨¦s de los bulos. Se dec¨ªa de ellos que eran los que envenenaban el agua de los pozos¡ y funcionaba¡±, cuenta. O la poca atenci¨®n que se le ha mostrado a los gitanos. ¡°Escribir este libro me sirvi¨® para darme cuenta de que no est¨¢n incluidos en las historias de Espa?a, y muchas cosas no se entienden sin ellos. No solo es una comunidad important¨ªsima para los mercados locales, su trabajo como buhoneros y caldereros, que conozcan muy bien los caminos¡ En t¨¦rminos de cultura, muchos aspectos que tenemos hoy y que consideramos t¨ªpicos de Espa?a son gracias a ellos¡±, dice.
A veces ese desconocimiento le provoca cierto enfado. Como cuando reitera el salvaje papel de la Inquisici¨®n, por mucho que desde algunos ¨¢mbitos se insista en minusvalorar su importancia. ¡°Me llama la atenci¨®n cuando se menciona que los espa?oles civilizaron a unos indios que practicaban sacrificios humanos. En Espa?a tambi¨¦n se sacrificaba a humanos, solo que aqu¨ª lo llamaban ¡®autos de fe¡¯. No es solo la gente que mataron, sino los descendientes que quedaban estigmatizados desde ese momento. Se nos olvida que la Inquisici¨®n est¨¢ presente hasta el siglo XIX, ejerciendo much¨ªsimo control¡±, afirma.
Las trampas y las risas
En Manzano Moreno tambi¨¦n hay hueco para la sorna y la risa. Sobre todo, cuando se refiere a lo que denomina ¡°argumentos de pantufla¡±. Enumera sus favoritos, encabezados por ese ¡°menos mal que existi¨® la Reconquista, porque si no hubiera existido hoy las mujeres estar¨ªan todas veladas y como en Marruecos¡±. ¡°Lo peor de ese argumento es darnos a entender que Pelayo ten¨ªa ya un ideario feminista. ?Pero usted sabe c¨®mo estaban las mujeres en el siglo XIX y durante buena parte del XX? Lo que tienen hoy es gracias a las luchas feministas del ¨²ltimo medio siglo¡±, explica.
Otro de sus preferidos es el que dice que Espa?a ser¨ªa una rep¨²blica sovi¨¦tica si no hubiera sido por Franco o que si hubieran ganado los franceses ser¨ªamos un pueblo cult¨ªsimo. ¡°Preg¨²nteselo a los argelinos, que, cuando fueron colonizados por los franceses, lo primero que hicieron estos fue cargarse todas sus bibliotecas. La destrucci¨®n patrimonial fue impresionante, en un pa¨ªs que entonces era una sociedad muy culta, con altos niveles de alfabetismo. Como colonizadores, una de las primeras cosas que hacen es cargarse la memoria del pa¨ªs¡±, dice.
Pantuflas llevan tambi¨¦n los que responden que la ley isl¨¢mica es esa que te corta la mano si robas y apedrea a una se?ora ad¨²ltera. ¡°No soy partidario de la ley isl¨¢mica, pero precisamente porque la conozco s¨¦ que es una de las grandes creaciones legales que ha hecho la humanidad. Ya en la ¨¦poca andalus¨ª recogen todos y cada uno de los posibles casos que se pueden dar cuando hay un divorcio¡±, afirma. ¡°El derecho romano tambi¨¦n es patriarcal, tambi¨¦n hay esclavos, tiene penas muy duras, pero todos los alumnos de Derecho que hay en Espa?a lo est¨¢n estudiando porque a todo el mundo le parece que es una gran creaci¨®n¡±, a?ade.
Est¨¢ a punto de terminar la conversaci¨®n, y ya est¨¢n los primeros manifestantes que siguen acudiendo a diario a protestar frente a la sede socialista de la calle de Ferraz. Una de las banderas rojigualdas de los balcones cercanos incluye el Sagrado Coraz¨®n. Manzano Moreno recuerda que fue una reacci¨®n de la Iglesia cat¨®lica hacia el laicismo del primer tercio del siglo anterior, temerosa de perder el monopolio. Y c¨®mo tras la Guerra Civil, el mejor momento de la Iglesia ¡°para cristianizar de verdad este pa¨ªs¡±, dicho por ellos, el turismo les rompi¨® los esquemas.
¡°Imagina en los a?os cincuenta medio mill¨®n de turistas. Hoy nos parecen nada, pero son muchos m¨¢s que cualquier ej¨¦rcito que haya llegado a Espa?a a lo largo de toda la historia. Y cada a?o llegaban desnudos y desarmados, dispuestos a cambiar las cosas. Los obispos reaccionaron diciendo que las playas no son de los hoteles, ni de los operadores tur¨ªsticos ni del ministerio. Que las playas son de Dios, as¨ª que no se puede permitir lo que est¨¢ sucediendo ah¨ª¡±, dice con los ojos muy abiertos, entre risas. Otra vez la amenaza de las mujeres, entonces las de Las Huelgas con sus h¨¢bitos y aqu¨ª las n¨®rdicas con sus biquinis.
Y al final, la diversidad. ¡°Si t¨² y yo somos dem¨®cratas es porque pensamos que nuestras convicciones son m¨¢s capaces de generar progreso que las de aquellas personas que tratan de negar eso. Y creo que es lo que se acabar¨¢ imponiendo¡±, dice Manzano Moreno.
Espa?a diversa. Claves de una historia plural
Cr¨ªtica, 2024
548 p¨¢ginas. 24,90 euros
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