La escultura fotogr¨¢fica de Hannah Villiger
El Centro Pompidou de Par¨ªs dedica una exposici¨®n a la artista suiza, que emergi¨® como una voz destacada dentro del arte corporal mediante un acercamiento escult¨®rico a la fotograf¨ªa
A finales del siglo XX, Hannah Villiger (1951-1997) era considerada una voz distintiva dentro del escenario art¨ªstico internacional. A pesar de que prefer¨ªa definirse a s¨ª misma como escultora, desde principios de los ochenta desarrollar¨ªa una pr¨¢ctica centrada fundamentalmente en su propio cuerpo, donde la fotograf¨ªa y la escultura quedaban entrelazadas. No obstante, su prematura muerte, a 46 a?os, dejar¨ªa a la artista en los m¨¢rgenes de la historia. El Centro Pompidou de Par¨ªs recupera su figura con una oportuna exposici¨®n, Hannah Villiger, que contribuye a subrayar su relevancia dentro del ¨¢mbito del arte corporal a trav¨¦s de m¨¢s de cien obras.
Una gran pol¨ªptico, Arbeit (1980-81), compuesto por distintas impresiones cromog¨¦nicas que muestran varias partes del cuerpo de la autora, ampliadas y ensambladas sobre un fondo blanco, introduce al visitante a la obra de Villiger; un universo cincelado mediante composiciones imprevistas de fragmentos corporales y objetos, que se tornan amorfas. Se trata de una de las piezas que lanzar¨ªan a la artista suiza a la fama internacional, gestadas durante un largo periodo de convalecencia, aquejada de tuberculosis. La escasez de recursos disponibles en el hospital hizo que Villiger volviera la mirada hacia s¨ª misma, escudri?ando un cuerpo que se hab¨ªa convertido en un extra?o para ella, a trav¨¦s de una c¨¢mara Polaroid. D¨ªa a d¨ªa, la fot¨®grafa ir¨¢ elaborando un nuevo lenguaje y la c¨¢mara pasar¨¢ a ser la herramienta que va a determinar toda su producci¨®n; una especie de extensi¨®n del ojo de la artista a trav¨¦s de la cual dar¨¢ forma a arquitecturas corp¨®reas de una extra?eza in¨¦dita. Recortadas de la continuidad de la carne, lejos de ubicarse seg¨²n las normas estandarizadas consiguen desestabilizar la orientaci¨®n del espectador. En las composiciones de Villiger, ¡°el cuerpo ya no era algo discreto, sino una topograf¨ªa de la conciencia sensorial, palpada por la visi¨®n¡±, apunta Griselda Pollock en el texto que acompa?a al cat¨¢logo razonado de la artista, publicado en 2001.
¡°La fotograf¨ªa es escultura¡±, dec¨ªa Villiger. ¡°Yo soy la escultura¡± escrib¨ªa en 1983, en uno de sus cuadernos de trabajo. La distancia entre el brazo que sujeta la c¨¢mara y el punto en el que esta enfoca al cuerpo se convert¨ªa en un espacio escult¨®rico para la artista. Villiger prescindir¨¢ del caracter¨ªstico borde blanco de las Polaroids para luego refotografiar y ampliar las im¨¢genes. Montadas sobre finas placas de aluminio dar¨¢n forma a unas cuadr¨ªculas compuestas por una variable n¨²mero de paneles. Inicialmente, la autora se refer¨ªa a sus fotograf¨ªas como Arbeit (Trabajo), estas, generalmente, revelaban partes de su rostro. M¨¢s tarde las llamar¨ªa Skulptural (escultural), t¨ªtulo destinado a socavar la referencialidad de la fotograf¨ªa. Los pies, el torso y los genitales comenzar¨ªan a cobrar m¨¢s espacio. De ah¨ª, Villiger pas¨® a agrupar sus im¨¢genes de gran formato en bloques monumentales donde los distintos puntos de vistas y fragmentos conforman una nueva unidad. Villiger habr¨ªa dado forma a ¡°un nuevo alfabeto compuesto de elementos corporales desfamiliarizados¡±, tal y como lo describe Pollock, donde cada fracci¨®n del cuerpo se presenta nueva y vaciada de significado para ser ensamblada en una estructura poco convencional que nada tiene que ver con la representaci¨®n tradicional de la forma femenina dentro de la escultura cl¨¢sica occidental.
Las primeras obras de la artista fueron una serie de esculturas realizadas con materiales naturales que reflejaban la influencia del arte povera y el arte conceptual. A mediados de setenta descubri¨® la fotograf¨ªa, cuando comenz¨® a utilizar el medio para documentar su obra y la naturaleza que la rodeaba. Haciendo uso de una c¨¢mara de 35 mil¨ªmetros, producir¨ªa varias series de fotograf¨ªas en blanco y negro. El aire, el fuego, el agua, las plumas y el follaje, a veces sacados de su contexto, compondr¨ªan su nuevo lenguaje visual donde el movimiento cobrar¨¢ mucha importancia. ¡°Todo es movimiento, delata inquietud y tiene un dinamismo que en las mejores obras incluso estalla m¨¢s all¨¢ del marco del cuadro¡±, escrib¨ªa sobre ella Claudia Spinelli. En ocasiones sacar¨¢ a los distintos elementos de su contexto. La exposici¨®n tambi¨¦n incluye parte de los cincuenta cuadernos de apuntes que la artista complet¨® entre 1970 y 1992, donde sus dibujos se mezclan con collages, elementos naturales, recortes de prensa y diversos componentes que reflejan su inter¨¦s por la anatom¨ªa humana.
Es larga la lista de artistas cuyo quehacer se ha centrado en torno a su propia persona. Entre ellos Urs L¨¹thi, J¨¹rgen Klauke, Cindy Sherman, John Coplans, Elke Krystufek y Orlan. Villiger se distingue por su inter¨¦s por la plasticidad real del cuerpo, un cuerpo del se sirve como el material con el que trabaja una escultora, y del que parten los par¨¢metros que rigen a sus creaciones visuales: ¡°La mayor distancia entre la c¨¢mara y la parte del cuerpo es la longitud de mi brazo extendido hasta los dedos de mis pies¡±, escrib¨ªa la autora. Prescindiendo de un tr¨ªpode, Villiger mover¨¢ el objetivo minuciosamente sobre su cuerpo desafiando las reglas de la experiencia perceptiva. Tal y como apunta Spinelli, ¡°se podr¨ªa decir que la ¨²nica imagen que da placer a Hannah Villiger es una imagen de su cuerpo liberada de toda atracci¨®n gravitatoria, de las referencias biogr¨¢ficas y de las reivindicaciones de la sociedad¡±. As¨ª, cada fragmento de su piel llevar¨¢ la marca de la experiencia en busca de adquirir una condici¨®n universal.
¡®Hannah Villiger¡¯. Centro Pompidou. Par¨ªs. Hasta el 22 de julio.
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