Una atalaya para ver la capital
Conocido como el parque de las siete tetas, fue hasta los a?os ochenta un poblado chabolista
De Madrid, al cielo. Si hay un lugar donde cobra sentido el dicho, ese es el Parque del Cerro del T¨ªo P¨ªo, en el distrito de Puente de Vallecas. Est¨¢ formado por siete mont¨ªculos, motivo por el que muchos lo conocen coloquialmente como el parque de las siete tetas. Inaugurado en 1987, cada d¨ªa acoge a cientos de personas que lo visitan para pasear o relajarse, aunque la atracci¨®n estrella es subirse a uno de sus cerros, de unos 20 metros de altura, para admirar una magn¨ªfica panor¨¢mica de la ciudad. No siempre fue as¨ª. Hasta mitad de los ochenta, esta era una zona deprimida. Sus vistas se reduc¨ªan a un vertedero y a las chabolas que hab¨ªan construido miles de familias.
Cuando Luisa lleg¨® al Cerro del T¨ªo P¨ªo en 1952 no hab¨ªa ni luz ni agua, que a veces la tra¨ªan los militares en un dep¨®sito. As¨ª lo cont¨® en un documental que la Asociaci¨®n de Vecinos de Fontarr¨®n, barrio en el que se ubica el parque, estren¨® en 2006. Ese a?o se cumpl¨ªan 25 del nacimiento de un vecindario predominantemente obrero formado, en su mayor¨ªa, por personas que, arrastradas por la miseria, hab¨ªan abandonado su hogar. Antonio P¨¦rez lleg¨® en 1956 desde C¨®rdoba con tan solo siete a?os. ¡°Se vend¨ªan parcelas a sabiendas de que no se pod¨ªa construir. La gente levantaba sus chabolas de noche con la ayuda de amigos, vecinos y familiares. Al d¨ªa siguiente las tiraban, a no ser que pagaran a los guardias para que se hicieran los indios¡±, explica P¨¦rez.
¡°Eran casas bajas de 20 metros cuadrados en las que viv¨ªan cinco familias en condiciones infrahumanas. Otros viv¨ªan en las cuevas que lindaban con la avenida de la Albufera. Era como el Sacromonte de Granada¡±, revela Jos¨¦ Molina, de la Fundaci¨®n Vallecas Todo Cultura. Las primeras chabolas se levantaron a principios del siglo XX en unos terrenos conocidos como El Palomar de Rivera. En 1918, fue P¨ªo Felipe Fern¨¢ndez, propietario de gran parte de los terrenos, quien levant¨® ah¨ª su vivienda. ¡°P¨ªo lleg¨® de ?vila. Se dedicaba a recoger chatarra por Madrid. Hizo un dinero y comenz¨® a comprar parcelas. Fue una persona importante que ha dado nombre a la zona¡±, explica Molina, autor del libro Historia de las calles y los lugares p¨²blicos de Vallecas.
Un terreno de uso agr¨ªcola
?ngeles Manzaneque, sobrina nieta de P¨ªo Felipe, explica que los terrenos que compr¨® su familiar pertenec¨ªan a la Hacienda de los Pavones, que sembraba trigo y cebada. ¡°Se lo vendieron con la condici¨®n de que siguieran teniendo uso agr¨ªcola¡±. Sin embargo, P¨ªo construy¨® su casa y luego levant¨® alrededor otras viviendas que alquil¨®. El abuelo de Manzaneque tambi¨¦n compr¨® terrenos en la zona, que comprend¨ªa la demarcaci¨®n actual del parque y el lugar donde se encuentran hoy los bomberos. El poblado chabolista fue creciendo exponencialmente.
En 1958 se edific¨® en la planicie del cerro el colegio Tajamar, vinculado al Opus Dei. No fue inaugurado oficialmente hasta 1962. Entonces, las calles no estaban asfaltadas y, cuando llov¨ªa, se convert¨ªan en un barrizal. Jos¨¦ Molina, de la Fundaci¨®n Vallecas Todo Cultura, recuerda que una monja que trabajaba en el centro educativo le confes¨® que las calles se asfaltaron despu¨¦s de que la esposa del embajador ingl¨¦s se lo pidiera al alcalde de Madrid, el franquista Carlos Arias Navarro. En 1963, el Plan General de Urbanismo calific¨® el suelo como urbano. La ciudad hab¨ªa crecido tanto que hab¨ªa desbordado su t¨¦rmino municipal. Comenzaron a aparecer las ciudades dormitorio, lo que acerc¨® Vallecas al centro y revaloriz¨® su suelo. Aparecieron tambi¨¦n los planes parciales, 16 en todo el distrito. Los vecinos los calificaron de planes de expulsi¨®n. Si se quedaron en el barrio fue gracias a la presi¨®n que ejercieron.
La transformaci¨®n definitiva del Cerro del T¨ªo P¨ªo comenz¨® en los a?os setenta, con el derribo de chabolas y la construcci¨®n de nuevos edificios, que permanecieron en pie hasta que se levant¨® el parque. El proyecto fue encargado al arquitecto Manuel Paredes que, ¡°con muy poco dinero¡±, model¨® los escombros con ayuda de buld¨®ceres. ¡°Los restos de las casas se fueron amontonando y prensando. As¨ª se formaron las siete colinas¡±, explica Molina. Aunque en la zona baja hay pistas deportivas, los visitantes prefieren escalar los mont¨ªculos y divisar el horizonte. ¡°Es maravilloso, siempre que la contaminaci¨®n lo permita¡±, indica Giselle, de 14 a?os. Vive en Legan¨¦s y visita el parque cada d¨ªa. Otros, como el grupo Soloh Mateo y Los Trotam¨²sicos, aprovechan las vistas para grabar las escenas de un videoclip.
¡°Mira, es el Palacio Real. Y all¨ª las Torres Kio¡±, exclaman unos j¨®venes de Tres Cantos que visitan por primera vez el parque. Un mirador corona su c¨²spide. En ¨¦l se encuentra, rodeada de asientos, la escultura Tri¨¢ngulo real ilusorio, del gaditano Enrique Enr¨ªquez. Tambi¨¦n hay un bar, pero est¨¢ cerrado desde hace a?os. El presidente de la Asociaci¨®n de Vecinos de Vallecas, Jorge Nacario, afirma que el Ayuntamiento lo sac¨® a concurso este verano y que abrir¨¢ pronto. ¡°No solo hay que hablar del pasado, tambi¨¦n del futuro del parque¡±, insiste el dirigente vecinal. En ese horizonte aparecen diferentes propuestas que unos particulares plantearon en los presupuestos participativos: revitalizar sus miradores y conectar el carril bici entre el parque y la avenida Albufera. El objetivo, declara Nacario, es explotar el barrio para que acudan m¨¢s turistas.
El parque en datos
Superficie: 159.745 metros cuadrados.
Administraci¨®n: Ayuntamiento de Madrid.
Horario: Abierto las 24 horas. Entrada gratuita.
Puntos de inter¨¦s: Pistas deportivas, la escultura Tri¨¢ngulo real ilusorio, un mirador y siete cerros desde los que se divisa todo Madrid. Muy interesantes las puestas de sol, sobre todo en verano.
C¨®mo llegar: Calle de Benjam¨ªn Palencia, 2, en el distrito de Puente de Vallecas. Metro: Buenos Aires (l¨ªnea 1). En autob¨²s, l¨ªneas 54, 141 y 14 de la EMT.
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