?Ayuda el f¨²tbol a la emancipaci¨®n de las saud¨ªes?
Ni la Supercopa ha llevado a las mujeres al estadio ni su presencia 'per se' asegura el fin de la discriminaci¨®n
La Federaci¨®n Espa?ola de f¨²tbol y algunos pol¨ªticos como Isabel D¨ªaz Ayuso han presentado la celebraci¨®n de la Supercopa en Arabia Saud¨ª poco menos que como un hito en la emancipaci¨®n de las saud¨ªes. El entusiasmo tiene base. Ver a un pu?ado de mujeres en las gradas del estadio entremezcladas con los aficionados varones es una novedad en un pa¨ªs que hasta hace cuatro d¨ªas era uno de los m¨¢s segregados del mundo, si no el que m¨¢s. La realidad es m¨¢s compleja.
Para empezar, se ha exagerado el efecto. Ni la Supercopa ha llevado a las mujeres al estadio (pudieron hacerlo por primera vez en enero de 2018 aunque en una zona reservada para familias y con entradas separadas), ni su presencia per se asegura el fin de la discriminaci¨®n. Tampoco la ausencia de velo entre las visitantes extranjeras es una novedad. Nunca ha sido obligatorio y desde el pasado septiembre tampoco se les exige usar abaya (el say¨®n negro que oculta las formas del cuerpo). M¨¢s bien, las gradas han servido de escaparate para mostrar al mundo la imagen que Arabia Saud¨ª quiere proyectar de s¨ª misma y que incluye intentar borrar d¨¦cadas de una desigualdad de g¨¦nero, s¨®lo superada por la que impuso el r¨¦gimen talib¨¢n.
De la mano del pr¨ªncipe Mohamed Bin Salm¨¢n, heredero y gobernante de hecho, el Reino del Desierto se ha embarcado desde 2016 en un proceso de transformaci¨®n econ¨®mica que requiere importantes cambios culturales y sociales. Uno de los m¨¢s visibles es la incorporaci¨®n de la mujer a la fuerza de trabajo, algo que la estricta segregaci¨®n de sexos imperante y las restricciones a la movilidad dificultaban sobre manera. De ah¨ª la revolucionaria medida de permitir que las mujeres conduzcan en el que era el ¨²nico pa¨ªs del mundo en imped¨ªrselo. Pero ha habido otras de mayor calado como la ley contra el acoso sexual o la mejora en las condiciones de divorcio y custodia, sin llegar a desmantelar del todo el sistema de tutela.
En paralelo, MBS (como se conoce coloquialmente al heredero saud¨ª por sus iniciales) ha apostado por el deporte, el turismo y los espect¨¢culos como v¨ªa tanto de diversificaci¨®n econ¨®mica como de creaci¨®n de empleo local. No s¨®lo eso. El giro radical que supone para un pa¨ªs hasta ahora encerrado en s¨ª mismo busca tambi¨¦n mejorar la imagen del reino en el resto del mundo, en especial tras el ominoso asesinato del periodista Jamal Khashoggi en octubre 2018.
En ese contexto, cada peque?o paso se convierte en una primicia (la primera saud¨ª en competir en un rally, el primer torneo de golf femenino, etc.). Pero la discriminaci¨®n de las saud¨ªes no es s¨®lo fruto de normas obsoletas, sino de costumbres muy arraigadas que hasta ahora se han justificado en la cultura y la religi¨®n. De poco sirve que el Estado permita a las mujeres conducir o hacer deporte, si un padre (que sigue teniendo la tutela de su hija hasta que se casa) o una familia ultraconservadora se lo impiden. Sin embargo, las autoridades han impedido el debate al respecto y encarcelado a las mujeres y activistas que llevan a?os luchando contra la desigualdad.
Los cambios sociales son una realidad innegable para cualquiera que haya visitado Arabia Saud¨ª con anterioridad. No obstante, el aumento de la represi¨®n y la ausencia de libertad de expresi¨®n suscitan dudas sobre su calado y sus objetivos. El apoyo a los mismos no debe olvidar a las y los saud¨ªes que pagan con la c¨¢rcel el haberlos reclamado, ni puede servir de coartada para proyectos deportivos o de otro tipo cuyo inter¨¦s es sobre todo econ¨®mico.
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