Cuando las piedras hablan y las tempestades se convierten en relatos
El poeta colombiano William Ospina nos lleva de viaje por el esplendoroso pasado de las geograf¨ªas sudamericanas. Lo hace de la mano de Alexander von Humboldt, el cient¨ªfico que traspas¨® las fronteras de la ciencia hasta convertir su sabidur¨ªa en arte
Durante el verano de 1816, el cielo de Europa se oscureci¨® y el clima se torn¨® fr¨ªo por causa de un volc¨¢n lejano, cuya erupci¨®n ocurrida el a?o anterior se puede considerar como uno de los peores cataclismos ocurridos en la historia del mundo.
Mientras tanto, en Par¨ªs, un hombre de origen alem¨¢n busca el significado oculto de aquel fen¨®meno. Se llama Alexander von Humboldt y sospecha que el origen de todo aquello est¨¢ contenido en la erupci¨®n del Tambora, un volc¨¢n de la peque?a isla de Sumbawa, en Indonesia, cuyos gases en expansi¨®n lanzan cenizas por el aire; residuos carbonizados en peque?as part¨ªculas que, m¨¢s de un a?o despu¨¦s, viajan hasta la otra cara del mundo.
Estas cosas las cuenta mejor que nadie el poeta colombiano William Ospina (Padua, Tolima, 1954) en su ¨²ltimo libro, un relato que nos lleva de viaje por el esplendoroso pasado de las geograf¨ªas sudamericanas. El libro se titula Pondr¨¦ mi o¨ªdo en la piedra hasta que hable (Random House, 2023) y en ¨¦l se nos cuenta la peripecia de Humboldt (1769-1859), cient¨ªfico que traspas¨® las fronteras de la ciencia hasta convertir su sabidur¨ªa en arte. Lo consigui¨® sin perder un ¨¢pice de su capacidad de asombro, que es la semilla del conocimiento; un asombro que en su caso nac¨ªa de la contemplaci¨®n y que, seg¨²n Ospina, fue la linfa que mantuvo a Humboldt con vida hasta los noventa a?os.
La curiosidad que aliment¨® el esp¨ªritu de Humboldt rompi¨® el mundo en dos mitades, pues el mundo necesitaba una interpretaci¨®n org¨¢nica frente a la interpretaci¨®n mec¨¢nica que propon¨ªan los tiempos. Armado con instrumentos m¨¢gicos, Humboldt supo convertir las tempestades en relatos. De su paso por tierras tan vivas nacer¨ªa tiempo despu¨¦s el realismo m¨¢gico, pero no nos despistemos. Ante todo venimos aqu¨ª a hablar de ciencia. Y hay un cap¨ªtulo, en el libro de Ospina, en el que se hace menci¨®n al efecto Coriolis cuando, siguiendo el curso del brazo de r¨ªo bautizado como Casiquiare, y bajo el bullicio de los p¨¢jaros, Humboldt se percata de que sus aguas se desv¨ªan perpendicularmente de la curva del Orinoco, y lo hacen en sentido contrario para acabar en el r¨ªo Negro. M¨¢s de treinta a?os despu¨¦s, todav¨ªa en vida de Humboldt, el cient¨ªfico franc¨¦s Gaspard-Gustave Coriolis descubre que hay una fuerza que act¨²a sobre los fluidos y que est¨¢ en relaci¨®n directa con la rotaci¨®n de la Tierra.
El cielo de Europa se oscureci¨® y el clima se torn¨® fr¨ªo el verano de 1816. En Par¨ªs, Humboldt sospech¨® que fue por la erupci¨®n de un volc¨¢n en una peque?a isla en la otra cara del mundo un a?o antes
Con estas cosas, Humboldt busca saber de qu¨¦ preguntas es respuesta el mundo. Para ello, interpreta la posici¨®n de las estrellas y busca la llave que abre la relaci¨®n de los cuerpos celestes con las flores. Y la encuentra del mismo modo que en cada flor encuentra el mapa de un territorio sin explorar a¨²n. Porque para ¨¦l, para Humboldt, aquellas tierras no hab¨ªan sido descubiertas. En todo caso, hab¨ªan sido conquistadas.
El paisaje que vieron sus ojos no sobrevivi¨® a su muerte y el estropicio de la naturaleza, por parte del ser humano, poco o nada tiene que ver con el di¨¢logo que mantuvo Humboldt con ella. Eran otros tiempos; tiempos en los que Humboldt arrimaba su o¨ªdo a las piedras para escucharlas hablar, tiempos en los que un verano, el cielo se cubri¨® de ceniza y el enigma de la vida se peg¨® al paladar de Humboldt como si dicho enigma fuese una forma m¨¢s de inteligencia al llegar a su boca.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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