?Qu¨¦ es lo que provoca la atracci¨®n de una nariz con las estrellas?
La fuerza de gravedad controla la evoluci¨®n y el destino de todo el universo. El divulgador cient¨ªfico Marcus Chown lo cuenta de manera did¨¢ctica en su libro ¡®Gravedad¡¯
Una de las primeras habilidades que desarroll¨® el Homo sapiens fue la de adaptarse a la fuerza de gravedad, un fen¨®meno que posibilita la atracci¨®n entre objetos de distinta masa y que Churchill defini¨® como un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma.
Visto as¨ª, hay un hilo invisible que engarza la historia de la ciencia y que no deja sin puntada el relato racional que vive en nuestro inconsciente desde que la manzana del pecado original se convirti¨® en fruto del conocimiento. Tal vez se trate de la misma manzana que en su d¨ªa llev¨® a Newton a demostrar que no existen diferencias entre cielo y Tierra, que tanto lo de arriba como lo de abajo posee atributos en com¨²n, siendo uno de ellos la fuerza gravitatoria.
Para llegar a tal evidencia, Newton recorri¨® la elipse trazada por los planetas en torno al sol, as¨ª como la velocidad de estos. Porque cuanto m¨¢s cerca est¨¢n de la estrella, aceleran, como si la atracci¨®n entre la masa y el fuego reflejase la fuerza alqu¨ªmica con la que Newton experimentaba en su laboratorio.
Newton combin¨® las leyes enunciadas por Kepler con su sabidur¨ªa en torno al secreto de la transmutaci¨®n de la materia y, con ello, apunta aclara afirm¨® que la gravedad es la fuerza que activa todas y cada una de las part¨ªculas del universo. Pero si seguimos trazando elipses con el hilo de la ciencia, cabe mostrar aqu¨ª otra de esas perlas hist¨®ricas que siempre han permanecido envueltas en la c¨¢scara viva de un molusco. Se trata del Uraniborg, algo as¨ª como el castillo de Urania, un lugar m¨¢gico situado en la isla danesa de Ven donde el astr¨®nomo dan¨¦s Tycho Brahe practicaba la alquimia y estudiaba las estrellas antes de la invenci¨®n del telescopio.
En Uraniborg, un castillo en la isla danesa de Ven, el astr¨®nomo dan¨¦s Tycho Brahe practicaba la alquimia y estudiaba las estrellas antes de la invenci¨®n del telescopio. Junto a su disc¨ªpulo m¨¢s adelantado: Johannes Kepler
En aquel castillo rodeado de jardines que fueron trazados atendiendo a patrones c¨®smicos, Tycho Brahe paseaba los d¨ªas junto a su disc¨ªpulo m¨¢s adelantado: Johannes Kepler. Discut¨ªan acerca de las medidas sobre la posici¨®n de los planetas, tambi¨¦n sobre el movimiento de Marte y sobre otros asuntos cient¨ªficos que siempre terminaban con un roce entre la incertidumbre y una vivencia. Porque la intuici¨®n a Tycho Brahe le daba siempre en el mismo sitio, en la punta de su nariz postiza, una pr¨®tesis que gastaba desde que el tajo de una espada se la arrancase de golpe. Fue en una disputa poco clara, algunas fuentes se?alan que fue culpa de una predicci¨®n astrol¨®gica, otras voces afirman que fue un desacuerdo matem¨¢tico; qui¨¦n sabe.
La verdad es que la ausencia de nariz la vino a suplir con una pr¨®tesis de oro, el metal cuyo origen est¨¢ en la explosi¨®n de una estrella. No pudo haber sido de otra forma. Una aproximaci¨®n material que vino a sustituir el vac¨ªo incomprensible de su rostro. Hay detalles que caen por su propio peso.
Son cosas que uno descubre leyendo Gravedad de Marcus Chown (Blackie Books, 2019), uno de los libros m¨¢s apasionantes escritos acerca de esta fuerza fundamental que provoca la atracci¨®n de una nariz con las estrellas o de una manzana con el mundo. Porque la manzana atrae el mundo hacia s¨ª y, a su vez, el mundo atrae a la manzana, ya sea la de Newton o la de Ad¨¢n y Eva. Cosas.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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