Recuerdos, embarazadas y ganas de comprar: los sorprendentes poderes del olfato humano
Aunque solo prestemos atenci¨®n a lo que huele mucho, las personas detectamos, incluso sin ser conscientes, olores muy sutiles que alteran nuestro comportamiento
Cuando nuestros primitivos antepasados se elevaron sobre sus patas y dejaron de ser cuadr¨²pedos, los telesentidos (vista y o¨ªdo), muy poderosos para percibir las ocurrencias de la lejan¨ªa, se impusieron a los sentidos proximales (gusto y olfato), m¨¢s estrechamente relacionados con la supervivencia, con comer y con evitar peligros. Pero, lejos de perecer, esos sentidos qu¨ªmicos ancestrales siguen formando parte esencial de nuestra naturaleza. Aunque no nos demos cuenta, los humanos de hoy seguimos teniendo un poderoso sentido del olfato.
Entre dos piscinas ol¨ªmpicas llenas de agua, un humano puede detectar por el olfato la que contiene disueltas unas gotitas del odorante mercaptano, un producto que se le suele echar al gas propano para identificar su presencia y poder detectar sus fugas en las cocinas dom¨¦sticas o en cualquier otro lugar en que se utilice. Podemos tambi¨¦n distinguir dos olores que difieren solo un 7% en su concentraci¨®n y, por el olor, podemos saber si una camiseta es la que hemos llevado nosotros mismos u otra persona hasta 24 horas despu¨¦s de ser usada.
Un padre o una madre pueden distinguir el olor de su beb¨¦ del de otro beb¨¦. Por su espec¨ªfico olor corporal, podemos detectar la pareja que mejor se nos acopla gen¨¦ticamente. As¨ª, si una mujer huele las camisetas que han llevado varios hombres, puede resultarle m¨¢s agradable la del hombre con quien ser¨ªa menor la probabilidad de tener un descendiente con alguna enfermedad, por razones de incompatibilidad gen¨¦tica. Por supuesto, no es oliendo camisetas como elegimos pareja, pero la prueba funciona y debi¨® desempe?ar un importante papel promotor de la supervivencia en la evoluci¨®n de los animales.
Aunque solemos tener dificultad para saber de d¨®nde viene un olor, moviendo la cabeza o el cuerpo podemos localizar el objeto que huele, y hasta podemos aprender a seguir un rastro oloroso en un campo; no tan bien, desde luego, como muchos animales. A pesar de tener esa gran sensibilidad olfativa, solo prestamos atenci¨®n a lo que huele mucho, y poca a lo que huele poco, incluso cuando tambi¨¦n estamos capacitados para detectarlo.
Generalmente, minusvaloramos nuestra propia capacidad olfativa; salvo, eso s¨ª, cuando el olor es desagradable y molesto, pues a los malos olores les prestamos m¨¢s atenci¨®n. Los dependientes de perfumer¨ªa o los catadores de vino mejoran su olfato con la pr¨¢ctica, y el olfato tambi¨¦n mejora cuando hace mucho que no comemos y tenemos hambre, pues entonces las c¨¦lulas de las paredes del est¨®mago segregan una hormona especial, la grelina, que viajando por la sangre llega al cerebro donde, adem¨¢s de activar los circuitos neuronales del hambre en el hipot¨¢lamo, estimula tambi¨¦n la exploraci¨®n mediante el esnifado y aumenta la sensibilidad olfatoria, todo lo cual ayuda a localizar, identificar y seleccionar comidas.
Imaginemos que nos encargasen clasificar frutas por su olor. ?En qu¨¦ olor clasificar¨ªamos una naranja? ?Y un mel¨®n o un pl¨¢tano? Si tuvi¨¦semos muchas frutas para clasificarlas por su olor, lo m¨¢s probable es que acabar¨ªamos haciendo tantas casillas como frutas diferentes. Aunque podemos discriminar miles de diferentes olores, no tenemos nombres para cada uno de ellos. En realidad, para ninguno. El olfato es el ¨²nico sentido para cuyas m¨²ltiples experiencias no tenemos nombres espec¨ªficos como s¨ª los tenemos para los colores (rojo, verde, amarillo) o los gustos (salado, dulce). Describir espec¨ªficamente un olor es dif¨ªcil, pues en el mejor de los casos lo que acabamos diciendo es que una cosa huele a otra: esto de aqu¨ª huele a rosas, aquello huele a tierra mojada, lo de m¨¢s all¨¢ huele a quemado, etc.
Adem¨¢s, la mayor¨ªa de los olores que percibimos no son simples, sino mezclas de otros muchos olores. Por ejemplo, en un caldo de cocido puede haber decenas de diferentes odorantes. Sin embargo, la percepci¨®n del olor en humanos es tan sint¨¦tica que hasta el mejor de los entrenados en¨®logos no es capaz de percibir m¨¢s de tres componentes de una mezcla. ?Se imagina usted la gran cantidad de vocabulario que necesitar¨ªamos para dar nombre a todos los miles de olores que somos capaces de percibir?
Olores sin nombre
Si no tenemos nombres para los olores es porque el olfato no es un sentido anal¨ªtico, es decir, no ha evolucionado para que conozcamos c¨®mo son las cosas que olemos, sus caracter¨ªsticas y detalles precisos, pues para eso tenemos otros sentidos, como la vista. El olfato ha evolucionado para identificar las cosas que olemos, es decir, para saber qu¨¦ es lo que huele y tomar medidas como no comerlo o buscar d¨®nde est¨¢ el fuego. Ning¨²n intento conocido de establecer nombres para los olores ha tenido ¨¦xito, pues incluso la mejor de esas clasificaciones deja fuera muchos olores, conocidos y desconocidos.
Por otro lado, la experiencia popular sostiene que las mujeres de todas las edades suelen identificar los olores mejor que los hombres; por supuesto, siempre que no sean fumadoras, pues los fumadores, sean hombres o mujeres, tienen peor olfato que los no fumadores. Lo que no es cierto, aunque mucha gente lo crea, es que las mujeres embarazadas tienen m¨¢s sensibilidad olfatoria, pues no hay pruebas cient¨ªficas de ello. Lo que s¨ª parece cambiar en tiempo de gestaci¨®n es el valor hed¨®nico de muchos olores, haciendo, por ejemplo, que las embarazadas generen aversi¨®n a los olores familiares de ciertas comidas.
La mujer embarazada, cuando algunos olores le producen un rechazo mayor de lo habitual, cree que es m¨¢s sensible a ellos; cuando en realidad no lo es, sino que no le gusta su olor. Se ha comprobado tambi¨¦n que los olores y sabores de la dieta de la madre durante la gestaci¨®n, y el propio olor distintivo de la madre, influye en las preferencias y percepci¨®n de olores de sus beb¨¦s una vez que nacen. Los odorantes en el l¨ªquido amni¨®tico y en la leche materna pueden ejercer ese tipo de influencia, alterando quiz¨¢ la organizaci¨®n del cerebro olfativo en desarrollo de su feto o del reci¨¦n nacido.
M¨¢s extra?o es lo que ocurre en ocasiones en las que, como por arte de magia, pasamos de un estado normal a cierto estado de euforia o, contrariamente, a una sensaci¨®n de malestar o enfado sin que sepamos por qu¨¦. Ahora sabemos que, entre otras posibles causas, esos cambios repentinos pueden tener su origen en odorantes ambientales, incluso cuando su concentraci¨®n en el aire circundante sea tan baja que no llegamos a percibirlos conscientemente. No olemos nada, pero cambia nuestro humor.
En efecto, se ha demostrado que, aunque no nos demos cuenta, algunos est¨ªmulos olfatorios subliminales tienen la sorprendente capacidad de afectar al estado de ¨¢nimo, a los juicios sociales y a las valoraciones que hacemos sobre las cosas o sobre el consumo comercial de las personas, como bien saben los especialistas en neuromarketing. Los olores desagradables, incluso cuando son inconscientemente percibidos, empeoran el humor e inducen ansiedad en las personas. Contrariamente, se ha comprobado que la dispersi¨®n de un agradable aroma de naranja en la sala de espera de un dentista mejora el humor de las pacientes; solo el de las mujeres, pero no el de los hombres, quiz¨¢ por la mayor sensibilidad olfativa de las primeras.
De los estados de ¨¢nimo al consumo
Donde mejor se ha constatado la influencia social de los olores es en la industria del consumo, en el comercio. Se ha comprobado que la dispersi¨®n de un odorante agradable en un centro comercial no solo incrementa positivamente la percepci¨®n de los compradores, sino tambi¨¦n el dinero gastado (sobre todo por los j¨®venes) y tambi¨¦n la memoria y apreciaci¨®n del lugar que le queda a la gente. Algo parecido pudo comprobarse en un restaurante en relaci¨®n con el tiempo de permanencia y el dinero gastado. Determinados olores, pero no otros, aumentaron tambi¨¦n el gasto en las m¨¢quinas de un casino. En la mayor¨ªa de estos casos ni siquiera fue necesaria la percepci¨®n consciente de los olores. Bast¨® con una infusi¨®n subliminal, es decir, una baja concentraci¨®n del odorante.
Por ¨²ltimo, qui¨¦n no ha revivido emociones y situaciones de la temprana infancia al abrir un viejo ba¨²l y recibir el impacto oloroso de los viejos juguetes, los vestidos y otros objetos. Los olores evocan mejor que cualquier otro sentido memorias de la infancia, particularmente de los diez primeros a?os de vida. El escritor Marcel Proust hizo popular su propia experiencia al relatar c¨®mo el comer una magdalena empapada en t¨¦ le trajo poderosos recuerdos de su infancia. En su caso, es algo que pudo ocurrir no solo por degustar la magdalena en su boca, sino tambi¨¦n porque su olor estimul¨® los receptores de sus fosas nasales interiormente, desde la faringe, es decir, por la estimulaci¨®n olfatoria retronasal que completa el sentido del gusto y origina los sabores.
M¨¢s que cualquier otro sentido, el olfato nos devuelve al pasado remoto creando de un modo vivo la sensaci¨®n de estar all¨ª, de revivirlo intensamente. La selecci¨®n natural, cual imparable y afanoso escultor, hizo posible a lo largo de la evoluci¨®n todas esas capacidades olfativas que tenemos, estableciendo m¨²ltiples y r¨ªgidas conexiones entre las neuronas y los circuitos cerebrales que procesan el olfato y los que procesan los dem¨¢s sentidos, la motivaci¨®n, las emociones y la memoria. Asegur¨® as¨ª que los est¨ªmulos asociados a cosas importantes para la supervivencia, como la comida, el sexo y los peligros, no se olvidasen por mucho tiempo que hubiera transcurrido.
Cuando nos referimos a comidas hablamos de aromas, y de fragancias en el caso de los perfumes, palabra que procede del lat¨ªn per fumum (olor obtenido por medio del humo que resulta cuando algo arde). Recientemente, en un conjunto funerario romano en Carmona (Sevilla) se ha encontrado un viejo frasco conteniendo lo que se supone era un perfume utilizado por los antiguos romanos, un aceite de origen indio conocido como pachul¨ª, que todav¨ªa hoy se utiliza en perfumer¨ªa. ?Pudo Julio C¨¦sar utilizar ese perfume para cortejar a Cleopatra? Si hay cosas que han cambiado relativamente poco en los ¨²ltimos milenios, e incluso a lo largo de la evoluci¨®n, el sentido del olfato est¨¢ entre ellas.
Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, c¨®mo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sue?o, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, ser¨¢n analizados en la convicci¨®n de que saber c¨®mo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las dem¨¢s personas.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.