Surfistas y ecologistas se unen para proteger las olas de una r¨ªa en Lugo
Varios colectivos se oponen a la construcci¨®n de un espig¨®n proyectado por la Direcci¨®n General de Costas para cambiar el sentido de la corriente y estabilizar la playa
La angosta r¨ªa entre los municipios lucenses de Foz (10.000 habitantes) y Barreiros (2.900 vecinos) tiene un atractivo especial para los amantes del surf. Cada vez m¨¢s personas visitan estas localidades, donde se juntan el r¨ªo Masma y el Cant¨¢brico, para disfrutar de la famosa ¡°ola del canal¡±: una larga onda que rompe de derecha a izquierda (desde la perspectiva del surfista), que cruza el brazo de mar y que puede alcanzar varios metros de altura en los meses de invierno. Sin embargo, la publicaci¨®n el pasado 31 de marzo en el Bolet¨ªn Oficial del Estado (BOE) de un proyecto para construir un espig¨®n ha convertido esta atracci¨®n tur¨ªstica en un s¨ªmbolo reivindicativo para defender que se deje este espacio como est¨¢. Los surfistas se han unido a ecologistas y vecinos para intentar frenar la colocaci¨®n de un dique que aseguran puede acabar con su ola.
La obra forma parte de un plan de la Direcci¨®n General de Costas para estabilizar la playa de Altar, en Barreiros, con un muro que dividir¨ªa en dos el arenal, un espacio catalogado como Zona de Especial Conservaci¨®n y de Protecci¨®n Especial para las aves de la Red Natura 2000. Fuentes del Ministerio para la Transici¨®n Ecol¨®gica explican que el proyecto busca solucionar la erosi¨®n del extremo este de la playa, habi¨¦ndose destinado a su ejecuci¨®n cerca de tres millones de euros. Seg¨²n inciden, el plan est¨¢ ahora mismo en su etapa de informaci¨®n p¨²blica y se pueden presentar alegaciones hasta el 30 de este mes.
La alcaldesa de Barreiros, Ana Ermida (BNG), todav¨ªa no se ha posicionado sobre el dique. ¡°A¨²n estamos estudiando el proyecto¡±, afirma. No obstante, avisa: ¡°Si no hacemos nada, tambi¨¦n habr¨¢ consecuencias¡±. El problema en la playa viene de lejos. Como especifica el documento del plan de la Direcci¨®n de Costas ¡ªque es la adaptaci¨®n de otro de 2010¡ª, el origen fue la construcci¨®n de otro espig¨®n en el arenal de A Rapadoira, del lado de Foz, a finales del siglo pasado. El muro desv¨ªa la corriente hacia Altar, arrastrando sedimentos desde ah¨ª hacia el centro de la r¨ªa.
Carlos Gil, bi¨®logo especializado en conservaci¨®n marina, considera que la mejor opci¨®n es no hacer nada. Desde la puerta de su empresa de ecoturismo, en Foz, se tiene una clara vista de la playa del Altar. Est¨¢ seguro de que el muro afectar¨¢ a los flujos naturales de la corriente, pero considera imposible saber c¨®mo. Junto a ¨¦l, su compa?ero Jairo Barral, instructor de surf, cuenta que lo que m¨¢s le preocupa es perder la famosa ¡°ola del canal¡±. Gil traza con el ¨ªndice una l¨ªnea imaginaria en donde ir¨ªa el espig¨®n y explica que el proyecto se alza sobre una visi¨®n desactualizada de la r¨ªa. El estudio ambiental realizado para la presentaci¨®n del plan se hizo con datos recopilados en 2006, asegura.
Para la ONG Alianza del Surf y la Naturaleza, adem¨¢s de no justificar la eficacia de la obra, el plan no considera cu¨¢les ser¨¢n las consecuencias en toda la r¨ªa: ¡°Estas playas en desembocaduras son parte de un sistema muy complejo y cambiante, cualquier construcci¨®n tendr¨¢ tambi¨¦n repercusiones en el canal y el estuario¡±, explican desde la organizaci¨®n. La posibilidad de que el dique cambie las corrientes no solo inquieta por los deportes acu¨¢ticos, sino tambi¨¦n por la conservaci¨®n de la fauna en la zona.
Xandro Garc¨ªa, portavoz del grupo ecologista Adega (Asociaci¨®n para a Defensa Ecol¨®xica de Galicia), afirma: ¡°Construir un objeto duro en medio de un entorno de fondos blandos solo altera las din¨¢micas naturales¡±. Garc¨ªa explica que su organizaci¨®n siempre ha estado en contra de este tipo de obras. El ecologista afea que las administraciones no piensen que, con la subida del nivel del mar, estas soluciones son in¨²tiles a largo plazo. La asociaci¨®n Adega defiende que los rellenos de arena son tambi¨¦n un parche que puede tener consecuencias en la poblaci¨®n de invertebrados marinos, en las especies que se alimentan de ellos o las que se reproducen en estas ¨¢reas. En concreto, Carlos Gil llama la atenci¨®n sobre el chorlitejo patinegro, un ave en peligro cr¨ªtico de extinci¨®n que vive en la arena del estuario y la playa de Altar, pero que no aparece en el proyecto. Seg¨²n dice, por la antig¨¹edad del estudio medioambiental.
Un proyecto ¡°desproporcionado¡±
Se espera tambi¨¦n un aluvi¨®n de alegaciones del Club N¨¢utico de Foz, con 200 miembros. Su presidente, Luis Fern¨¢ndez, admite que est¨¢n muy interesados en que haya calado en el puerto, pero piensan que es un proyecto ¡°desproporcionado¡±. Fern¨¢ndez, de 63 a?os, cuenta que practica deportes n¨¢uticos desde los 15 y conoce estas aguas desde que naci¨®. Sentado en la terraza de un caf¨¦ en la avenida Cant¨¢brico de Foz, paralela a la r¨ªa, explica c¨®mo desde esta calle se han podido observar los cambios del estuario cada vez que se levantaban muros de roca y hormig¨®n. El primero fue el de la playa de A Rapadoira, un dique en forma de L de unos 400 metros de largo que sirvi¨® para fijar la desembocadura del r¨ªo en el mar, que fluctuaba por temporadas. Hoy hay un goteo de vecinos que lo aprovecha para pasear cuando hace sol. Desde ah¨ª se puede ver el segundo espig¨®n que se construy¨®, en la punta de San Cosme, del lado de Barreiros, para frenar la erosi¨®n que la corriente desviada provoc¨® en la zona.
Cuando se hizo el ¨²ltimo, el presidente del club n¨¢utico ten¨ªa 25 a?os y practicaba windsurf en esa ¨¢rea de la r¨ªa. Protest¨® para tratar de frenar esa construcci¨®n, pero fue en vano. ¡°Eran otros tiempos¡±, justifica, para evitar que sirva de precedente. Est¨¢ convencido de que esta vez por lo menos levantar¨¢n ruido. Una petici¨®n lanzada por Carlos Gil en Change.org lleva ya cerca de 5.000 firmas en contra. ¡°No somos cuatro surfistas¡±, incide el bi¨®logo. ¡°Somos vecinos, expertos y colectivos defendiendo la forma en la que vivimos, la conservaci¨®n de este espacio¡±, concluye.
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