Brasil lanza una megaoperaci¨®n contra la ¨²ltima fiebre del oro en tierra yanomami
El nuevo Gobierno ataca en varios frentes a la industria de la miner¨ªa ilegal con la que el presidente Lula promete acabar
Cientos, quiz¨¢ miles, de buscadores de oro brasile?os han emprendido un largo viaje a pie y en lancha por la selva para salir de la tierra ind¨ªgena yanomami y evitar ser detenidos en la megaoperaci¨®n emprendida por el nuevo Gobierno para expulsarlos. Los 20.000 mineros furtivos que se calcula que operaban en este territorio del tama?o de Portugal ubicado en la Amazonia causan grav¨ªsimos estragos los 28.000 nativos yanomamis que lo habitan. La presi¨®n ha disparado el precio de huir. Una plaza para escapar en avioneta ronda estos d¨ªas los 15 gramos de oro (equivalente a 800 d¨®lares) porque los militares han asumido el control del espacio a¨¦reo. Acabar con la miner¨ªa ilegal, el llamado garimpo, un arraigado oficio en Brasil, fue una de las promesas de campa?a del ahora presidente Luiz In¨¢cio Lula da Silva, empe?ado en que este pa¨ªs vuelva a ser un modelo, no un villano medioambiental.
Lo que en su d¨ªa fue una actividad de aventureros buscavidas o pobres desesperados, retratada como nadie por Sebasti?o Salgado, hoy es una actividad industrial que requiere maquinaria pesada y en la que incluso participa el crimen organizado. La tierra yanomami, riqu¨ªsima en minerales, una de las mayores y m¨¢s inaccesibles de Brasil, est¨¢ horadada por la miner¨ªa ilegal. Ubicada en la frontera de Venezuela, son casi 400 aldeas repartidas en 100.000 kil¨®metros cuadrados que desde los ochenta est¨¢n protegidas por ley.
El Gobierno de Lula ha emprendido en los ¨²ltimos d¨ªas una megaoperaci¨®n en la que participan diversos organismos p¨²blicos para echar a los miles de furtivos, asfixiar el lucrativo negocio y atender la crisis sanitaria causada por su presencia entre los ind¨ªgenas yanomami. Decenas de ni?os han muerto por enfermedades tratables y las fotos de cr¨ªos fam¨¦licos han causado un fuerte impacto en los brasile?os.
Las autoridades han incentivado el ¨¦xodo al cortar las v¨ªas de suministro de comida y combustible. Sin lo b¨¢sico para vivir en las improvisadas aldeas creadas junto a los yacimientos y sin la gasolina para operar la maquinaria o ir y venir en avioneta, los garimperos han emprendido la huida en un s¨¢lvese quien pueda. Agentes armados del Ibama, la agencia de protecci¨®n ambiental, confiscaron y quemaron esta semana un helic¨®ptero, una avioneta, un hangar, cinco mil litros de combustible y una tonelada de alimentos. Los agentes desplegados no detienen a nadie, los fichan. El trasiego de vuelos clandestinos, pero tolerados, eran constante, con unos 400 diarios, porque hasta all¨ª solo se puede llegar por el r¨ªo Uraricoera o por el aire. Ahora solo se pueden usar los pasillos a¨¦reos controlados por los militares.
El respaldo expl¨ªcito del anterior mandatario, Jair Bolsonaro, a la miner¨ªa ilegal, combinado con el aumento del precio internacional del oro y la crisis econ¨®mica, desat¨® una nueva fiebre del oro en la tierra yanomami y otras pobladas tambi¨¦n por abor¨ªgenes. Ese c¨®ctel dispar¨® el atractivo de una actividad prohibida por la Constituci¨®n brasile?a a los for¨¢neos en todas las tierras ind¨ªgenas y reservas naturales. El desembarco de miles de garimpeiros ha multiplicado sus efectos nocivos tanto para la salud como para un modo de vida milenario.
Los da?os son de toda ¨ªndole, explica la antrop¨®loga Lu¨ªsa Molina, del Instituto Socioambiental. Desde los m¨¢s obvios como enfermedades o deforestaci¨®n, hasta el ruido de las dragas, que ahuyenta la caza, el mercurio para separar el oro que mata la pesca y envenena a los nativos, la cooptaci¨®n de indigenas que al dejar de cultivar y pescar llevan a sus familias a depender de la comida de los blancos, violaciones de ind¨ªgenas, explotaci¨®n sexual, inseguridad porque proliferan las armas, m¨¢s conflictos internos entre los propios nativos.
Los l¨ªderes yanomami denuncian hace a?os la invasi¨®n de los furtivos sin que las autoridades tomaran medidas contundentes para echarlos. ¡°Adem¨¢s de atenci¨®n sanitaria urgente, lo que m¨¢s necesitamos es protecci¨®n permanente de nuestro territorio, especialmente en las zonas fronterizas donde viven los moxihateteas [yanomamis no contactados]. Esto no debe volver a ocurrir¡±, dice Davi Kopenawa en un comunicado de la ONG Survival Internacional.
Los indigenas estiman que, antes de esta operaci¨®n, los garimpeiros sumaban unos 20.000 porque eran ¡°monitoreados v¨ªa sat¨¦lite y con sobrevuelos¡±, explica al tel¨¦fono Molina. ¡°Cortarles el suministro de combustible es fundamental para impulsar su salida, pero tambi¨¦n hay que bloquear los accesos, inutilizar las pistas de aterrizaje, controlar el tr¨¢fico a¨¦reo¡¡±, detalla la especialista. Y considera imprescindible introducir controles en la cadena de compraventa del oro, que ahora depende de una declaraci¨®n de buena fe.
Y eso da pie a situaciones escandalosas. El estado de Roraima, donde est¨¢ la tierra yanomami, export¨® oro en 2019 aunque no tiene una sola mina legal. La miner¨ªa en general, l¨ªcita e il¨ªcita, ha vivido un fuerte aumento en Brasil. La superficie de la que se extraen minerales se ha multiplicado por seis en 35 a?os, tres de cada cuatro explotaciones est¨¢n en la Amazonia y un dato a¨²n m¨¢s impactante, en 2020, las operaciones ilegales superaron en territorio a la miner¨ªa legal, seg¨²n un detallado informe de Mapbiomas. Justo un a?o despu¨¦s de la llegada al poder del ultraderechista Bolsonaro, partidario de priorizar la explotaci¨®n econ¨®mica de Amazonia a frente al da?o ecol¨®gico.
El Ejecutivo de Lula ha puesto el foco en esta rinc¨®n del pa¨ªs donde viven los yanomami porque ha derivado en una grave crisis sanitaria, pero, recalca Molina, este es un problema que se extiende a otras tierras ind¨ªgenas en Estados como Par¨¢ y Mato Grosso.
La miner¨ªa ilegal ya no es artesanal, sino una actividad industrial que requiere mano de obra ¡ªsuelen ser hombres pobres¡ª para operar las dragas, pero tambi¨¦n capitanes de lancha, pilotos de avioneta, cocineras¡ van formando aldeas con peque?as tiendas, bares, cabar¨¦s, prost¨ªbulos... El pago en oro est¨¢ a la orden del d¨ªa.
En el caso de los yanomami, el desembarco de miles de hombres blancos en busca de oro y otros minerales preciosos como la casiterita (de la que sale el esta?o) unido a que el anterior Gobierno dej¨® en m¨ªnimos la atenci¨®n b¨¢sica a los ind¨ªgenas en aquel remoto territorio causaron una crisis sanitaria grav¨ªsima. Una m¨¦dico que trabaj¨® all¨ª casi un a?o ha contado a la revista Piau¨ª que dej¨® ¡°a los yanomami por miedo a morir¡± ante el aumento de la violencia y que, ante la falta de lo m¨¢s b¨¢sico, hab¨ªa que activar soluciones indeseables y caras: ¡°He tenido que pedir una transferencia a¨¦rea para un paciente con malaria porque no ten¨ªa medicaci¨®n¡±, explica tras relatar que ¡°la mayor¨ªa de los puestos sanitarios estaban desabastecidos¡±. Sin guantes, mascarillas, camillas, ox¨ªgeno o medicamentos intravenosos, pacientes que podr¨ªan haber sido tratados all¨ª mismo de enfermedades comunes y prevenibles ten¨ªan que ser evacuados en helic¨®ptero.
Mientras decenas de m¨¦dicos y enfermeras se han desplegado para atender a los yanomami, los m¨¢s enfermos graves han sido trasladados a la ciudad y los militares lanzan comida desde el aire, una riada de mineros furtivos huyen por miedo a ser detenidos. La inc¨®gnita es a d¨®nde se van a dirigir, si a Venezuela, si a otras tierras ind¨ªgenas y reservas naturales o si recibir¨¢n alg¨²n tipo de ayuda social como propone el gobernador de Roraima, donde uno de cada diez habitantes vive del garimpo. A pie huyen los peones. Los due?os del negocio probablemente escaparon en avi¨®n y mantendr¨¢n un perfil bajo hasta que pase la tormenta o mientras las autoridades les dejen.
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