El eslab¨®n perdido entre Kinks y Blur
The Claim reedita uno de los grandes discos del pop brit¨¢nico de los ochenta: ¡®Boomy Tella¡¯, grabado en 1988. Tristeza morrisseyana, fotogramas ¡®free cinema¡¯ y cielos gris morat¨®n
Los ingleses tienen una expresi¨®n v¨ªvida para el hecho de pasar inadvertido: Fall between the cracks. El sentido literal ser¨ªa ¡°caer por entre las grietas¡±, como el agua que se escabulle por los resquicios de las baldosas en La gran evasi¨®n . Cuando pienso en el grupo brit¨¢nico The Claim, los visualizo agarrados a las rejas del alcantarillado, luchando (infructuosamente) por no hundirse en las cloacas del rock and roll. Decir que The Claim no triunfaron es quedarse corto: no llegaron ni a lamer el chusco gran¨ªtico del pan de ayer de la gloria pop. Pero sobre el papel, si uno desatiende su batacazo comercial, podr¨ªan haberlo hecho. Eso es lo importante.
El eje de coordenadas de The Claim se antoja similar al de Brad?ford, otro grupo ingl¨¦s que se escurri¨® por dichas grietas: Kinks-Jam-Smiths. Neoclasicismo. Pop con cimientos. Barullo y baladas, fervor y melancol¨ªa. The Claim ten¨ªan un cantante de voz ¨²nica (David Read) y una cartuchera de criptohits . Y no padec¨ªan ning¨²n tipo de deformidad facial.
Se formaron en 1980 en Cliffe, en mitad de Kent, delta del Medway, hogar de grupos como The Prisoners o The Milkshakes. Ninguno de esos grupos rozar¨ªa el ¨¦xito mainstream, pero The Claim se las apa?aron para caer m¨¢s bajo. Ten¨ªan un talento irritante para ser siempre demasiado algo para alguien: demasiado sensibles para los garajeros, demasiado indies para los mods, demasiado mods para los indies, demasiado amargos para los twees inmaduros del C-86, demasiado ingleses para la hornada escocesa (enamorada de Norteam¨¦rica), demasiado tradicionales para los modernos, y viceversa. Quiz¨¢s su destino era inevitable.
Encajaban, al menos, con la escena Creation de Alan McGee: eran amigos y aliados de The Dentists (otros rarotes del Medway) y de The Jasmine Minks. Una cruzada de modismo l¨®gico y punk rock elegante. A pesar de que The Claim luc¨ªan como chupatintas de Billy Liar mezclados con Beatles etapa Hamburgo (camisetas bretonas, tup¨¦s, brogues, tweed), su pecado era la normalidad. Ten¨ªan convicci¨®n y visi¨®n, pero no resortes de rockstar en ciernes.
Su guitarrista David Arnold afirma que se quedaron pasmados al presenciar el conocimiento exhaustivo del que hac¨ªan gala Manic Street Preachers (teloneros de The Claim en su primer show londinense) sobre qui¨¦n molaba en Londres y qu¨¦ periodistas manejaban el cotarro. A The Jasmine Minks les suced¨ªa lo mismo: los teloneros eran The Jesus & Mary Chain, pero quienes se llevaban la fama eran los segundos, con sus muecas de hast¨ªo y vaqueros divide-escroto.
Bob Stanley le dio al ¨¢lbum un 8 sobre 10 en el 'New Musical Express'; Everett True se hizo fan; John Peel los pinchaba a menudo
The Claim no eran nada as¨ª, pero picaron piedra y tallaron alg¨²n diamante. Grabaron el single ¡®Wait and See¡¯ con Vic Coppersmith-Heaven, productor de los Jam. Bob Stanley, de Saint Etienne, les edit¨® un single cl¨¢sico en su sello Caff (¡®Birth of a Teenager¡¯ / ¡®Mike the Bike¡¯). Kevin Pearce, sabio del pop underground, los fich¨® para su sello, Esurient Records. Un regalo fat¨ªdico. Fue como si The Who hubiesen jurado fidelidad eterna a Pete Meaden, el mod pasado de vueltas que les consigui¨® los primeros conciertos.
El pacto con Esurient los enterrar¨ªa vivos. Pearce, purista y paranoico, ensamblaba los discos en su dormitorio y capeaba un pleito de Kitchenware (sello de Prefab Sprout) por el directo ¡°pirata¡± de Hurrah! Y sin embargo, esa alianza maldita entregar¨ªa al mundo el ¨¢lbum que ahora reedita el sello alem¨¢n A Turntable Friend, Boomy Tella (1988), as¨ª como dos grandes sencillos (¡®Losers Corner¡¯ / ¡®Picking Up the Bitter Little Pieces¡¯ y ¡®Sunday¡¯ / ¡®Sporting Life¡¯, en 1990 y 1991). Melodrama kitchen sink, localismo, atenci¨®n al detalle, clase obrera sin panfleto. Si Albert Finney hubiese cantado, sonar¨ªa as¨ª.
¡°Historias de vida ordinaria llenas de gozo, pena y lo incomprensible¡±, como afirma Arnold. Pop ¨¢spero como un Bitter Kas, magullado por la tristeza pero de estribillo indeleble. Unos pocos genios supieron verlo: Bob Stanley le dio a Boomy Tella un 8 sobre 10 en el New Musical Express; Everett True se hizo fan; ?John Peel los pinchaba a menudo; yo canto desde siempre ¡®Not So Simple Sharon Says¡¯.
Al final, Alan McGee nunca los fich¨® para Creation. Los Manic Street Preachers les adelantaron por la izquierda. Culpemos a la ¨¦poca: la nueva ola de pop cl¨¢sico ingl¨¦s (1978-1985) hab¨ªa pasado cuando The Claim sub¨ªan. En 1988 los escoceses miraban a Seattle y los ingleses al acid house . The Claim acabar¨ªan disolvi¨¦ndose en 1993, hartos de que el mundo se saltara la vez. Su historia acaba igual de mal que la de Bradford. Incluso quienes mearon en su tumba son los mismos: en 1993, un escu¨¢lido grupo de rufianes llamado Blur, que hasta entonces solo hab¨ªa firmado un flojo elep¨¦, decidi¨® cambiar de carril y pasar con Modern Life Is Rubbish al sintagma pop Kinks-Jam, las pintas de cerveza cenagosa y la inglesidad deca¨ªda. Damon Albarn conseguir¨ªa a base de brincos y moner¨ªas lo que The Claim no consiguieron con tes¨®n y talento. Nadie dijo que este negocio fuese justo.
The Claim. Boomy Tella. A Turntable Friend Records.
La?banda inglesa lanza adem¨¢s el pr¨®ximo 24 de mayo su primer disco en 26 a?os: The New Industrial Ballads.
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