La sombra de Beyeler
Al m¨ªtico coleccionista de arte le horrorizaba la idea de que pudi¨¦ramos estar viajando hacia un mundo sin esp¨ªritu
Giacometti convive estos d¨ªas con su admirado Vel¨¢zquez en la galer¨ªa central del Prado, pero los de siempre siguen creyendo que el arte contempor¨¢neo es asunto de zombis y frikis y de pir¨¢mides de ladrillos levantadas por seres in¨²tiles. Da igual. Eso no quita que Giacometti siga ah¨ª en la galer¨ªa central, cargando tras de s¨ª con una ya larga y fascinante experiencia en di¨¢logos con otros artistas. Sin ir m¨¢s lejos, har¨¢ s¨®lo unos meses su obra dialogaba en la Fundaci¨®n Beyeler, por segunda vez en pocos a?os, con la de Francis Bacon. Giacometti parece ya un veterano en los cruces con otros grandes autores, y quiz¨¢s eso contribuya a aumentar la corriente de vivacidad, de frescura, que nos envuelve en la galer¨ªa central del Prado cuando dejamos que nuestra inteligencia se divierta y simule no saber ya qu¨¦ le pertenece a ¨¦l y qu¨¦ a Vel¨¢zquez, y a¨²n menos de donde surge tanta vida.
Y tanta humanidad. Porque lo que puede all¨ª verse es un perfecto ejemplo de convivencia ¡ªdeseable ser¨ªa poder trasladarlo a la vida pol¨ªtica¡ª y un bien trabajado concepto de naturalidad que se dir¨ªa que comparten con sumo gusto los dos artistas y que nos va remitiendo al concepto de ¡°frescura¡± que tanto significara para Ernst Beyeler (1921-2010), el m¨ªtico coleccionista de arte y creador de Art Basel y a su vez de la activa fundaci¨®n que en Basilea lleva su apellido.
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El gran Ernst Beyeler fue un hombre al que horrorizaba la sola idea de que pudi¨¦ramos estar ya viajando hacia un mundo sin esp¨ªritu y sinti¨® como pocos el temor a que en el futuro no pueda seguir transmiti¨¦ndose la esencia del arte, es decir, ¡°algo de todo eso que nos ha inspirado y que tan buenos resultados ha dado¡±; algo sobre lo que el propio Beyeler, al t¨¦rmino de su libro de conversaciones con Christophe Mory ¡ªLa pasi¨®n por el arte, editado por This Side Up¡ª, se pregunta c¨®mo deber¨ªamos llamarlo.
¡°?La belleza? No. ?La armon¨ªa? No. ?La frescura? Tal vez¡±. Esa duda cierra el libro con Beyeler, el libro de conversaciones con quien, con su tenacidad al proponer convivencias de artistas, ha sido en realidad el mayor instigador de los pasos que da estos d¨ªas Giacometti por el Prado.
En La pasi¨®n por el arte destacan los momentos dedicados precisamente a esa sabidur¨ªa de ¡°poner a dos artistas en di¨¢logo¡±, que es lo que Beyeler prob¨® tambi¨¦n en tantas ocasiones, con Mir¨® y Calder, o con Lichtenstein y Stella, y con tantos otros. ¡°Siempre se producen sorpresas y una obra ilumina a la otra¡±, dice Beyeler, no ignorando, supongo, que las inevitables desigualdades entre los artistas que tantas veces ¨¦l se atrev¨ªa a combinar pod¨ªan ayudar tambi¨¦n a ver el ¡°otro lado¡± de las conexiones, ese otro lado tan atractivo como turbador, pues basta con reparar en el retrato salvaje que en el Soho de 1966 hizo Bacon de Isabel Rawsthorne y compararlo al mismo tiempo con la sublime cabeza de la misma Isabel en el dibujo de 1939 de Giacometti. Nada que ver entre una y otra, lo que, bien mirado, puede dejarnos bien inquietos, porque desmiente la ilusi¨®n de los puntos en com¨²n.
Babelia
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